viernes, 25 de marzo de 2016

Tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí pusieron a Jesús.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para exponer en la congregación: Semana  Santa
 Jesús es sepultado
Juan 19:38-42
(Mt. 27.57–61; Mr. 15.42–47; Lc. 23.50–56)
38Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. 39También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. 40Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. 41Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. 42Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Jesús es sepultado
LOS JUDÍOS SEPULTAN A JESÚS
Juan 19:38–42
Juan 19:38, 39, 40
Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Así que vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con las especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.

Unimos estos tres versículos porque José y Nicodemo actuaron de acuerdo. Deben haberse puesto de acuerdo de antemano en cuanto a qué haría cada uno. En consecuencia, llegaron totalmente preparados. Por otros Evangelios resulta claro que estuvieron presentes algunas mujeres. Véase, por ejemplo, Lc. 23:55.

Después de haberse cumplido todo y de haber determinado que Jesús estaba muerto de verdad, José de Arimatea se presentó en la escena. Era hombre rico (Mt. 27:57), devoto (Mr. 15:43) y miembro del Sanedrín (Lc. 23:51), y que no había consentido (¿quizá por su ausencia durante la votación?) en la trama para condenar y crucificar a Jesús (Lc. 23:51). La Arimatea de la que procedía era probablemente la antigua Ramataim-zofim, situada a un poco más de treinta y cuatro kilómetros al noroeste de Jerusalén, o a veintidós kilómetros directamente desde Joppa.

Había sido discípulo de Jesús sólo en forma secreta. Se había llenado de un temor pecaminoso; pensando, quizá, que si hacía algo por Jesús, los otros miembros del Sanedrín lo separarían del consejo, y no sólo de su consejo sino incluso de la sinagoga. Véase sobre Juan 7:13; 9:22; y Juan 20:19

Pero ahora, como fruto de la muerte expiatoria de Cristo y de su amor por él, este hombre de repente se ha vuelto muy valiente. Acude a Pilato para pedir el cuerpo de Jesús. Mr. 15:43 pone de relieve la valentía de este acto. La valentía se manifiesta sobre todo en que actuó a pesar del hecho de que sabía que sus colegas del Sanedrín se enterarían de ello.

Pilato, habiéndose asegurado de que Jesús había muerto de verdad (Mr. 15:44), le concedió la petición. Así, pues, José regresó al Calvario y, con la ayuda de otros, bajó el cuerpo de la cruz. No se ha revelado cómo lo hicieron. Dejaremos que los artistas llenen este vacío.

Lo que sí sabemos es que José contó con la cooperación voluntaria de Nicodemo. En cuanto a Nicodemo véase también sobre Juan 3:1–21 y en Juan 7:50–52. En tanto que José proveyó los lienzos y su propio sepulcro nuevo (Mt. 27:60), Nicodemo proveyó las especias aromáticas. 

Trajo una mezcla de mirra y áloes. La mirra probablemente se extraía de un pequeño árbol de madera olorosa, a saber, el balsamodendron de Arabia; los áloes de un árbol grande, el agalocha, cuya madera contiene resina y proporciona perfume en polvo. Nicodemo había traído una mezcla de los dos, en cantidad no menor a las cien libras. En cuanto a esta medida de peso, véase sobre Juan 12:3. Cien libras de aquellas equivalían a unos treinta y dos kilogramos nuestros, contribución en nada insignificante.

A medida que se envolvía el cuerpo, miembro por miembro, en los lienzos, se iban untándolos con la mezcla de mirra y áloes. Así preparaban los judíos a sus muertos para sepultarlos. No los embalsamaban como los egipcios, quienes les extraían el cerebro y las entrañas.

Juan 41, 42. Ahora bien, en el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa del día judío de la Preparación, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

El cuerpo de Jesús fue llevado a un sepulcro. Como este sepulcro ocupa un lugar destacado en el relato de la resurreccíon, debe prestársele atención más que pasajera. Enumerados los puntos informativos que la Escritura (y en cierta medida la arqueología) suministra respecto a este sepulcro. Hemos seleccionado unos pocos libros de entre una lista de escritos arqueológicos recientes; véase la nota.

(1) Su ubicación. 
El sepulcro estaba ubicado en la cercanía inmediata del Calvario: “En el lugar donde fue crucificado había un huerto”. Como no sabemos dónde estaba el Calvario, tampoco sabemos dónde estaba este sepulcro. Véase sobre Juan 19:17

Algunos viajeros que han visto el “Sepulcro del Huerto”, en un lugar recluido bajo una colina con forma de cráneo humano, están convencidos de que este sepulcro, con su antecámara y la espaciosa cámara sepulcral, con sólo un lugar acabado para que descansara un cuerpo, es el que menciona el Evangelio. Debe admitirse que en muchos aspectos la descripción de este sepulcro concuerda con la información que se saca de los relatos de los Evangelios. 

Otros que también han visto e investigado el lugar, no están del todo convencidos, y afirman que el sepulcro del huerto es probablemente de fecha mucho más reciente que el siglo primero d.C. Es probablemente imposible llegar a ninguna conclusión concreta respecto a la identidad del sepulcro en el que fue colocado el cuerpo de Jesús. ¿Y por qué habría que considerar que esto es lamentable?

La amable providencia proveyó un sepulcro próximo. Era el día judío de la Preparación. Véase sobre Juan 19:14, 31. En otras palabras, era viernes. Se acercaba la puesta del sol. En consecuencia, a fin de que todo pudiera concluirse antes del sábado, no se podía perder tiempo. No se podía enterrar el cuerpo de Jesús en un sepulcro alejado. El tiempo no lo permitiría.

(2) Su novedad.
Este sepulcro era nuevo. Véase también sobre Juan 13:34. Era nuevo en el sentido de que no se había usado antes. Nunca habían entrado en él el deterioro y la descomposición. Era un lugar adecuado para que descansara en él el cuerpo del Señor. Cf. Sal 16:10.

(3) Su propietario. Según Mt. 27:60 era el sepulcro del propio José. Y José era rico. En consecuencia, Is. 53:9 viene enseguida a la mente “Con los ricos fue en su muerte”.

(4) Su aspecto general. 
Este sepulcro no era una cueva natural. Había sido labrado de piedra sólida (Mr. 15:46). Después de depositar el cuerpo de Jesús, José (con la ayuda de otros, naturalmente) colocó una gran piedra frente a la entrada del sepulcro (Mt. 27:60). 

Esta piedra era muy pesada (o muy grande) (Mr. 16:4). La entrada al sepulcro era baja, como se deduce del hecho de que María tuvo que inclinarse para mirar en su interior (20:11). Lo mismo tuvo que hacer Pedro (20:5; Lc. 24:12). En ambos extremos del lugar en el que se colocaba el cuerpo se había dejado la roca lo suficientemente gruesa como para formar una especie de asiento (20:12).

Es evidente que la sala de sepultura del sepulcro de José no contenía un nicho (kôk) en el cual se introdujo el cuerpo de Jesús por uno de los dos extremos. En Palestina hay muchos sepulcros de esta clase, pero éste no era uno de esos, porque en ese caso los ángeles no hubieran podido estar sentados a la cabecera y a los pies.

Parecería que la cámara sepulcral del sepulcro de José tenía no un escaño o repisa, sino un declive—un lugar en el que se había excavado el piso un poco más hondo—en el cual pudo reposar el cuerpo de Jesús.

Imaginémonos, por tanto, el sepulcro de José. Tiene: 
a. una entrada baja a la cámara sepulcral; 
b. una piedra muy pesada (probablemente redonda, que se desliza sobre un surco) frente a esta entrada; 
c. un sello pegado a la piedra (a petición de los sanedritas, Mt. 27:66), es decir, una cuerda recubierta de yeso o cera, sobre el cual se había impreso un sello; véase artículo “Sello” en I. S. B. E.
d. una cámara sepulcral con relieves en los que personas se podían sentar, y entre ellos: f. un declive en el que descansó el cuerpo de Jesús.

Algunos suponen que había un patio al descubierto o antecámara, constituido por un muro semicircular, frente a la cámara sepulcral. Otros lo niegan. Esto crea diferencias esenciales en la interpretación.

Vemos la piedra tan pesada, el sello, el guarda. “Pongan un guarda; vayan a asegurarse lo más que puedan”, dijo Pilato a los sanedritas que fueron a molestarlo el sábado por la mañana. “El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos” (Sal. 2:4). Véase el capítulo siguiente (resurrección), Juan 20.
Síntesis de Juan 19:38–42
El Hijo de Dios muere como sustituto por su pueblo. 
La sepultura.
El entierro de Jesús fue un elemento necesario en su humillación. Por medio de ello santificó la tumba para todos sus seguidores. En la sepultura se cumplió la profecía. (Véase la exégesis). 

Los principales protagonistas fueron José de Arimatea y Nicodemo, cuya valentía debe admirarse. El sepulcro estaba situado en el huerto de José, muy próximo a la cruz. No se puede indicar hoy día el lugar exacto. 

Por esto podemos dar gracias a Dios. De haberse conocido este lugar, probablemente habría recibido más honra que Cristo mismo. (Algo de esta mentalidad de hecho, prevalece incluso hoy día, en relación con los lugares que se dicen ser auténticos). 

El sepulcro disponía probablemente de una entrada baja, frente a la cual se había deslizado una pesada piedra, a la que se le había puesto un sello por orden de Pilato a petición del Sanedrín; finalmente, había la espaciosa cámara sepulcral, probablemente con un declive para el cuerpo de Jesús. En este sepulcro, debido a su proximidad, y debido a que se acercaba el sábado, fue colocado el cuerpo de Jesús.

Si bien la sepultura es un elemento en la humillación de Cristo, sin embargo proporciona un destello anticipado de su exaltación: es un sepulcro nuevo. Nunca había habido en el mismo ningún deterioro. El cuerpo de Jesús no sufrió corrupción. Dios se ocupó de ello. El sepulcro pertenecía a un hombre rico. Era un sepulcro digno de un rey. Todo apunta hacia la exaltación.

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