jueves, 9 de febrero de 2012

El Contexto en Los Sermones Bíblicos: Predica con Propiedad

biblias y miles de comentarios
 
Tipo de Archivo: PDF | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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El contexto
Se cuenta el caso de la mujer que gustaba especialmente la lectura de la Biblia, porque tenía “tantos textos bonitos”.
Parece que algunas personas la leen así, esperando encontrar algún “texto bonito”. A tales lectores, parece no importarles el lugar donde encuentran las palabras, ni la conexión que tengan con el resto del pasaje. Esa conexión puede ser para ellos palabras sin importancia, o difíciles de entender.
Naturalmente, este tipo de lectura conduce a mucho mal entendimiento; porque la conexión de los versículos con el pasaje donde ocurren, es lo que les da su significado verdadero.
Tales errores son de los más comunes en la interpretación bíblica, y acaso sean los más fáciles de corregir. Pero demanda una sinceridad mental dispuesta a rechazar por el momento, cualquiera interpretación que se le haya dado antes. Siempre es necesario tomar nota de las palabras que preceden y siguen al texto. Estas palabras se llaman el contexto, porque se encuentran en conexión estrecha con el texto.
Sin embargo, el contexto puede ser inmediato o remoto, y de alguna manera afecta su interpretación.
Hay ocasiones cuando el predicador encuentra palabras que parecen, superficialmente, proporcionarle un texto excelente como base para su sermón. Y a pesar de su significado verdadero, sentirá la fuerte tentación de usarlo en un sentido tergiversado.
En cierta ocasión un ateo me aseguró que la Biblia dice que “no hay Dios”. Es probable que nunca la hubiera leído, porque quedó confuso cuando le dije que la Biblia realmente dice que fue el necio quien dijo en su corazón: “No hay Dios” (Sal. 14:1; 53:1).
Un error más común es el uso de Josué 24:15 como texto evangelístico: precisamente las palabras “escogeos hoy a quien sirváis”. El oyente supone que con estas palabras Dios lo está llamando a servirle a él y no al mundo.
Pero el lector cuidadoso verá que Josué no presentaba esta alternativa al pueblo con estas palabras. Más bien decía: que si no querían escoger a Jehová, entonces no importaba a qué otro dios escogieran: los dioses falsos de sus padres, o los de los amorreos; todos eran igualmente inútiles.
Es el v. 14 el que contiene el llamamiento del Señor: “Temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad.” Y el ejemplo personal de Josué en el v. 15, señala el camino correcto: “Yo y mi casa serviremos a Jehová.”
Otro caso se ve en Génesis 18:12, donde Sara se ríe y dice en su corazón: “¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?” Muchos entienden que el “deleite” a que Sara se refería era el acto sexual. Pero el v. 13 aclara el sentido. Pregunta el Señor: “¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?” El placer a que Sara se refería era el de tener un hijo, y no el de tener relaciones sexuales.
Eclesiastés 1:9 aparentemente afirma que “nada hay nuevo debajo del sol”, pasando por alto la realidad de que puede haber muchas cosas nuevas en los asuntos humanos. El contexto indica que el escritor hablaba del mundo natural y de la naturaleza humana. (Véanse vv. 2–11.)
Con frecuencia 1 Corintios 2:9 es citado para enseñar que Dios ha reservado en el cielo muchas cosas que ahora no podemos entender:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
No podemos dudar de que así será. Pero se debe entender que este texto, citado de Isaías 64:4, se refiere al tiempo antes de la venida de Jesucristo y del evangelio. En el v. 8 dice Pablo que los príncipes de aquel tiempo no conocieron la gloria que corresponde al cristiano; de otra manera no hubieran crucificado al Señor. Luego en el v. 10 Pablo dice: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu.” De manera que el v. 9 se refiere a los misterios del evangelio revelado a los creyentes ahora; no al cielo que nos espera.
Muchas veces el contexto de algún versículo afecta mucho a la teología cristiana. Hebreos 7:12 declara que: “cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley”. Los teólogos católicos romanos usan este texto para comprobar que ha habido un cambio de sacerdocio para que otros, no judíos, puedan servir como sacerdotes.
Examinando el propósito del escritor se aclara el significado de estas palabras. Aquí el escritor quiso demostrar que el sacerdocio judío fue sustituido por Jesucristo, el Sumo Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec. La interpretación católica romana ignora el contexto general y el propósito del escritor. El “cambio de ley” a que se refiere el v.12, es el cambio mencionado en Salmo 110:4, donde el Señor mismo establece al Mesías como sacerdote eterno, según el orden de Melquisedec, y no según el orden de Aarón. Véase especialmente Hebreos 7:11.
Los mormones hacen semejante uso de Amós 3:7 para demostrar la necesidad de profetas en la actualidad, para que la gente sepa todo lo que Dios hace. Dice este texto:
Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.
Pero el contexto aclara el sentido verdadero. Sobre esto dice Marvin W. Cowan: “Significa que Dios traerá juicio sobre su pueblo por sus pecados. Allí (en los vv. 2 y 6) declara que no lo hará sin advertir primero a su profeta.”1
En algunos casos el contexto es más remoto. Eclesiastés 9:5 se usa para apoyar las doctrinas del sueño del alma, y de la aniquilación de ella.
Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben …
Leído separadamente, este versículo parece afirmar que nadie está consciente después de la muerte. Pero el contexto remoto del libro, y de toda la Biblia, indica que tal interpretación es contradictoria y falsa. Sin la clara revelación del Nuevo Testamento, el escritor de Eclesiastés no podría decir nada sobre este asunto. Lo que significa el texto es que los muertos no saben nada de esta vida. Esta verdad está de acuerdo con todo lo que sabía el escritor de Eclesiastés.
Muchos de los Proverbios son declaraciones aisladas sobre la sabiduría; no existe ningún contexto inmediato. Pero su verdad está de acuerdo con otras declaraciones de las Escrituras y con el mensaje entero de toda la Biblia. Este es el contexto remoto de tales Proverbios. Por otra parte, debemos observar que algunos Proverbios sí se encuentran en medio de un contexto inmediato. El estudiante se dará cuenta de esto en su lectura de este libro.
En general, los libros de la Biblia son historia, ley, poesía, tratados, cartas o profecías, y todos ellos tienen un hilo de pensamiento, o un argumento, que demuestra su unidad interna. Esto es lo que proporciona el contexto de sus varias partes. Siempre se debe tomar en cuenta este contexto al interpretar cualquier pasaje dudoso.
PARA EL ESTUDIANTE
1.     Describa las dos clases de contexto.
2.     Examine e interprete los siguientes textos a la luz de su contexto: Mateo 24:32 (véanse vv. 26–31, 33); Efesios 5:22 (véanse vv. 21, 25–33); Colosenses 2:21 (véanse vv. 20, 22 y 23).
Pasajes
paralelos
Una de las hijas de este escritor preguntó una vez: “¿Por qué dicen algunos de los libros de la Biblia las mismas cosas acerca de Jesús?” Ella había notado algo que los lectores de la Biblia han entendido muchas veces: que hay cuatro Evangelios, y que en muchos lugares la historia es la misma, usando, en muchos casos, lenguaje idéntico.
Hay, por supuesto, muchos lugares donde la historia no es idéntica, aunque los casos narrados son lo suficientemente parecidos como para que el lector pueda tener seguridad absoluta de que la historia es la misma que se encuentra en otras partes de los Evangelios. En la mayor parte de los casos las formas variantes de la historia arrojan luz adicional sobre el evento y ayudan al lector a entender más completamente lo que sucedió.
Los pasajes que se refieren al mismo asunto se llaman “pasajes paralelos”. Esta expresión se usa también para aquellas partes de la Biblia que tratan las mismas leyes, doctrinas o profecías, usando lenguaje similar.
En el estudio de cualquier parte de la Biblia cuyo tema es tratado en otras partes de ella, será necesario examinar todos estos pasajes para tener en mente la enseñanza completa. Cualquier interpretación que no hace esto, será inadecuada. En algunos casos se cometerá un error serio por no leer los pasajes paralelos.
Hay tres pasajes muy importantes que tratan la deidad de Jesucristo: Colosenses 1:15–19; Hebreos 1:1–3; y Apocalipsis 1:4–8. Estos pueden considerarse pasajes paralelos, en cuanto tratan el mismo asunto.
Contrario a la enseñanza de estos pasajes, algunos insisten en que Jesucristo es el “primogénito de toda creación”, en el sentido que Jesús no es el Creador sino solamente el primero entre todos los seres creados; y la misma expresión parece apoyarles. No toman en cuenta que Colosenses 1:16 aclara el sentido al decir que “todo fue creado por medio de él y para él”.
En este estudio de pasajes paralelos, podemos observar por medio de ellos, que la palabra “primogénito” en Colosenses 1:15 se usa en el sentido especial de la “causa” de la creación, y no la primera cosa creada entre todas. En Hebreos 1:2 dice que Dios, “por el Hijo … hizo el universo.” Y Apocalipsis 1:8 contiene estas palabras de Jesús mismo: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin … el que es y era y que ha de venir, el Todopoderoso,” La Versión Popular da este sentido a la palabra “primogénito” en Colosenses 1:15: “el primero, anterior a todo lo creado”.
El estudio de los pasajes paralelos también permite una comprensión más completa de cualquier evento. En Mateo 9:2–8 encontramos la historia de la curación del hombre paralítico que fue llevado a Jesús por varios hombres, sobre una camilla. En Marcos 2:2–12 leemos que el enfermo fue llevado entre cuatro, y que lo bajaron por el techo donde hicieron una abertura. En Lucas 5:17–26 vemos que el techo era de teja, y que la abertura que hicieron, sin duda no hizo ningún daño a la casa.1
Tomados juntos, estos detalles permiten al predicador o maestro dar una descripción del suceso, sin hacer uso de la imaginación. De otra manera podrá hallarse en contradicción con alguno de los Evangelios, que no había examinado antes.
Hay ocasiones cuando una comparación cuidadosa de los pasajes paralelos ayuda a resolver alguna duda que resulta de la lectura de los varios relatos. En Mateo 9:18, 23–26, encontramos la primera referencia a la resucitación de la hija de Jairo. En el versículo 18, Mateo dice que la hija de Jairo “acaba de morir”. En Marcos 5:22–24, 35–43, dice Jairo (v. 23): “Mi hija está agonizando.” Nos preguntamos cuál de los dos casos era el verdadero: ¿había muerto ya?, ¿o estaba solamente agonizando? Lucas 8:41, 42 apoya las palabras de Marcos, diciendo que “se estaba muriendo”.
La situación mencionada en el v. 49 nos ayuda a entender qué sucedía. El siervo llegó para decirle a Jairo que no molestara más al Maestro, porque “tu hija ha muerto”. Así entendemos que las palabras de Mateo, “mi hija acaba de morir”, realmente indican el estado mental desesperado del padre. Pensaba que seguramente había muerto mientras iba en busca del Señor. Este detalle es de gran interés. No solamente resuelve la aparente contradicción, sino que nos dice algo del estado de ánimo del padre frente a la urgencia de su caso.
Cuando los cuatro Evangelios se comparan el uno con el otro, el lector puede comenzar a dudar de la exactitud de todos. Este es el caso del letrero en la cruz del Señor; porque las cuatro leyendas son diferentes. Según Mateo, el letrero decía: “Este es Jesús, el Rey de los judíos.” Según Marcos, decía solamente. “El Rey de los judíos.” Lucas nos informa que decía: “Este es el Rey de los judíos”, y Juan lo reporta así: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos.”
La única expresión común a los cuatro son las palabras: “Rey de los judíos.” Mateo y Juan incluyen el nombre de Jesús, mientras que Mateo y Lucas están de acuerdo en que decía: “Este es …” Marcos las reporta en la forma más breve, de acuerdo con esa característica notable de su Evangelio. Juan es el único que usa la palabra “Nazareno” como parte del nombre de Jesús.
¿Cómo podemos resolver este desacuerdo entre los evangelistas?
Algunos comentaristas explican las formas diferentes de la leyenda como traducciones de los tres idiomas en que fue escrita: hebreo, latín y griego. En cada idioma la extensión del título sería diferente. El hebreo usa pocas letras; el latín omite los artículos; y el griego daría el título en la forma más larga. Para que los tres títulos cupieran en la misma tabla, algún ajuste sería necesario para hacerlos caber en el mismo espacio.
Esta explicación tiene mucho a su favor, aunque es imposible saber de cuál idioma cada evangelista reportó el título; o bien, si esta explicación es realmente la verdadera. Puede ser mejor suponer que cada evangelista se refirió al título que le parecía mejor para su propósito (aunque por razones desconocidas para nosotros). Pero si nuestra curiosidad así lo demanda, podemos juzgar que la información completa está contenida en los relatos de los cuatro evangelistas, como sigue:
MATEO:
“Este
es
Jesús
El Rey de los judíos.”
MARCOS:
“..............
..............
.....................
............................
El Rey de los judíos.”
LUCAS:
“Este
es
.....................
............................
El Rey de los judíos.”
JUAN:
“..............
..............
Jesús
Nazareno
El Rey de los judíos.”
TOTAL:
ESTE
ES
JESUS
NAZARENO
EL REY DE LOS JUDIOS
En una lengua u otra, así decía el título. Cada evangelista nos ha dado sólo una parte de la información. Y así encontramos una de varias respuestas a la pregunta: ¿Por qué tenemos cuatro Evangelios? Ya que los testimonios humanos son incompletos por lo general, necesitamos las cuatro para tener la historia más completa sobre los hechos.
Otro tema, tan instructivo como interesante, es la profecía del Señor de la negación de Pedro la noche antes de la crucifixión, y la manera en que se cumplió cada forma de la profecía en cada Evangelio. Las diferentes formas de ella se encuentran en Mateo 26:34; Marcos 14:30; y Juan 13:38. El cumplimiento de cada una se encuentra en Mateo 26:69–75; Marcos 14:66–72; y Juan 18:16, 17, 25–27. El estudiante observará que cada cumplimiento está de acuerdo con la forma de la profecía en el mismo Evangelio.
De esta comparación resalta el problema de saber por qué Marcos afirma que Jesús habló de los dos cantos del gallo, cuando, según los otros dos, el gallo cantó sólo una vez.
Sugiero, sin dogmatismo, que cuando el gallo canta, no canta una sino varias veces. Comienza a cantar, y luego suspende el canto, y luego vuelve a cantar varias veces. Cada canto del gallo se compone de varios quiquiriquíes. Por esto, es posible que Mateo y Juan representen el canto del gallo como de una sola vez, mientras que Marcos señala que el gallo cantó dos veces. Quizá por esto registra las palabras del Señor así: “Antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.” De esta manera Marcos tomó nota de detalles que se les escaparon a los otros.
El estudio de los libros de Samuel, Reyes y Crónicas, ayudará a entender los pasajes que relatan la misma historia. Esdras y Nehemías no relatan los mismos eventos, pero sí, contienen algunos detalles que proporcionan comentarios útiles sobre los del otro libro. Lo mismo pasa con el libro de los Hechos y las Epístolas de Pablo. Hechos nos da el fondo histórico de algunas Epístolas. Algunos salmos deben estudiarse en conexión con el evento histórico asociado con su composición. A veces esto es mencionado en los títulos al principio de varios salmos. Sin embargo, no todos dicen en qué ocasión el salmo fue escrito.
Cuando estudiamos algunos pasajes del Antiguo Testamento, será necesario examinar al mismo tiempo lo que el Nuevo Testamento dice al respecto. Algunas veces la interpretación dada en el Nuevo Testamento no parece estar de acuerdo con la historia original.
Por ejemplo, la historia de Moisés golpeando al egipcio y matándolo (Ex. 2:11–15), lo pinta como asesino, porque huye del Faraón. Sin embargo, Esteban señaló ese homicidio como prueba de que Dios lo había enviado como libertador de su pueblo (Hch. 7:35). Sin duda, estos dos aspectos de la historia deben afectar nuestra interpretación de la realidad.
En la historia de Lot (Gn. 13 y 19), no lo vemos como hombre de mucha espiritualidad ni buen juicio. Pero el apóstol Pedro (2 P. 2:7) lo llama “el justo Lot”, y afirma que estaba “abrumado por la nefanda conducta de los malvados”. Los dos pasajes nos presentan aspectos diferentes del hombre. Por tanto, nuestra interpretación de él debe tomar en cuenta los dos aspectos.
Con frecuencia alguna interpretación está basada en cierto detalle que no aparece en todos los pasajes paralelos, y que no debe señalarse con el énfasis acostumbrado. En Mateo 24:32 se habla de la higuera, que suele ser interpretada como símbolo de Israel. Según explican, cuando la higuera se enternece—aes decir, cuando Israel comienza a inclinarse hacia la fe en Cristo—entonces la venida de Cristo está cerca.
Pero si comparamos este texto con Lucas 21:29, veremos que el Señor no habló de la higuera como símbolo de Israel, sino como el árbol más común de la región; la higuera representaba a todos los árboles. Esto lo sabemos por las palabras de Jesús según las reporta Lucas: “la higuera y todos los árboles”. La lección no está en el supuesto simbolismo de la higuera, sino en el acto de enternecerse y brotar hojas. Cuando sucede este evento natural, está cerca el verano. De la misma manera, cuando suceden los eventos mencionados en la primera parte del capítulo, los creyentes pueden saber que la venida de Cristo está cerca.
Los libros proféticos deben estudiarse juntos en cuanto hablen del mismo período del futuro o de la historia. Uno de ellos puede ser el mejor comentario sobre el otro. Por ejemplo, la profecía de Daniel 7:2–8 se podrá estudiar con provecho junto con la del Apocalipsis 13:1, 2.
Si recordamos que la Biblia es una unidad doctrinal, y que entre sus partes no hay ninguna contradicción verdadera, podremos entender que es importante estudiar siempre sus pasajes paralelos y todos los que tengan alguna conexión histórica.
La forma más práctica de aplicar esta regla, será la de hacer uso de una Biblia con referencias, una concordancia y la memoria. El estudiante debe tratar de llenar su mente con la Biblia entera para que pueda reconocer y relacionar los pasajes paralelos con los textos que trata de entender.
PARA EL ESTUDIANTE
1.     Examine los pasajes paralelos sobre la profecía de la negación de Pedro, y su cumplimiento en cada Evangelio.
2.     Examine la vida del rey Salomón, especialmente 1 Reyes 11:1–13. Luego procure entender por qué el Señor lo menciona como hombre sabio (Mt. 12:42).
3.     Cuando leemos la historia de Job, no parece manifestar mucha paciencia. ¿Por qué lo menciona Santiago 5:11 como ejemplo de la paciencia?
El mensaje de
la Biblia entera
Hace algunos años cuando servía como editor de la revista Verbo, desafié a los lectores invitándoles a mostrar cualquiera base bíblica que justificara el uso de las imágenes en el culto cristiano. La única respuesta llegó de parte de un sacerdote.
Decía que Israel había adorado a las imágenes muchas veces, y que eso era suficiente base bíblica. También, como otros de su religión, sostenía que el segundo mandamiento del Decálogo no prohibía el uso de toda imagen, sino solamente de aquellas que no representan al verdadero Dios. Dijo, además, que los feligreses de su iglesia no adoraban a la imagen misma, sino a aquel que representaba.
Todas estas razones son falsas; porque al sostener que el uso de las imágenes está permitido en las Escrituras, aquel sacerdote pasaba por alto el testimonio abrumador en su contra. Los que usan las imágenes en el culto con frecuencia se refieren a Génesis 47:31 que habla de la muerte de Jacob. En el texto hebreo es posible traducir el versículo así: “Israel adoró hacia la cabeza de su bordón.” Enseñan que había una imagen de Dios grabada en él, y que Israel adoró delante de ella. Pero como los otros argumentos que usan en favor de tal culto, la interpretación es forzada. Sobre todo, tal interpretación ignora el testimonio de las demás enseñanzas de la Biblia.
Así como es necesario examinar cualquier texto junto con su propio contexto, es necesario también compararlo con la enseñanza general de la Biblia.
Si alguna persona atenta sugiere que esta regla es solamente la extensión de la regla sobre el contexto—es decir, el contexto remoto—, bien podríamos estar de acuerdo. En verdad, muchas reglas de interpretación están relacionadas. Según Angus y Green, “todas las reglas de interpretación avanzan gradualmente la una hacia la otra.”1
Con frecuencia los que enseñan en las sectas falsas usan textos que, aisladamente, parecen afirmar cosas que contradicen el resto de la Biblia. Sus adeptos no entienden la enseñanza general de la Biblia, o no consideran cuán irrazonable es aceptar aquellas doctrinas especiales. No consideran que ese proceder sería como aceptar el testimonio de un solo testigo ante el jurado contra la voz unida de los demás testigos.
Los cristianos que leen y aceptan la Biblia creen que el Autor de las Escrituras fue el Espíritu Santo y que realmente no contiene contradicciones verdaderas. Cada parte de la Biblia estará en completa armonía con el resto de la Biblia, siempre que se interprete correctamente.
Este punto de vista no es una forma maliciosa de evitar aparentes contradicciones o dificultades; tampoco es evidencia de tener la mente cerrada. Más bien, es la convicción de que los lectores de la Biblia no deben abandonar apresuradamente lo que la Iglesia ha creído a través de su historia. Cuando existen problemas genuinos, el lector debe exigir de sí mismo un estudio imparcial del caso antes de afirmar que algún texto difícil se equivoca.
Hay numerosos ejemplos de la necesidad de examinar la enseñanza de la Biblia entera.
El Salmo 51:5 ha sido ocasión de una doctrina equivocada. Según las versiones antiguas, escribió David: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” Si el lector no compara estas palabras con otras enseñanzas de la Biblia, bien puede pensar que el contacto sexual entre los padres de David, era pecado. Por esto, muchos creen y enseñan que el matrimonio no es un estado muy espiritual, y que la cohabitación es un “pecado venial” aun entre los casados.
La Biblia no enseña esto. En Génesis 1:28 Dios le dice a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra.” Génesis 2:24 dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” Y Hebreos 13:4 enseña que el matrimonio debe ser entre todos “honroso”, y “el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. La enseñanza entera de la Biblia contradice la idea de que el uso del sexo en el matrimonio es pecado.
Entonces, ¿de qué manera hemos de entender el Salmo 51:5? En primer lugar, nunca debemos usar algún texto difícil como la base de una doctrina, especialmente cuando la Biblia entera enseña algo diferente. Cuando leemos el Salmo 51, vemos que es una confesión de pecado. Los versículos 1 al 4 hablan del pecado de David, y en el v. 5 confiesa que su pecado existió desde su nacimiento, aun desde que fue concebido. Debe ser claro que el pecado al que se refiere no es el de sus padres, sino su propio pecado. La Versión Popular traduce el versículo con este sentido: “Soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre.”
Muchos piensan que había una pugna teológica entre la doctrina de Santiago y la de Pablo. Dicen que Santiago enseña que la justificación del pecador depende igualmente de la fe y de las obras, mientras que Pablo afirma que la fe es la única base de la justificación. Para apoyar esta interpretación, citan Santiago 2:24: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.”
Aquí no hay ninguna contradicción real. Santiago dice que la fe sola está muerta. Así exactamente dice en el v. 26: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.” La fe en que Santiago insiste, es la fe como la de Abraham (v. 23) y de Rahab (v. 25); es aquella fe que le mueve a uno a hacer lo correcto y justo. No podemos decir que la fe más las obras justifican al individuo, sino que la fe que produce buenas obras es la fe que justifica. De esta manera vemos que no existe ninguna contradicción entre estos dos escritores bíblicos; es que se complementan el uno al otro.
Algunos se resisten a aceptar la enseñanza bíblica del castigo eterno por el pecado, después de la muerte. Para apoyar su creencia citan Eclesiastés 6:6: “Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar el bien, ¿no van todos al mismo lugar?” Se refieren también a Eclesiastés 9:5: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.”
Al lector superficial le suena como que todos los hombres van al mismo lugar después de su muerte, y que no hay diferencia entre ellos en cuanto al premio o castigo que reciben. Pero es claro que la Biblia enseña precisamente lo contrario; de otra manera no tendría ningún mensaje con respecto a la vida más allá de la muerte.
El problema está resuelto cuando se comprende que el escritor de Eclesiastés no hablaba del destino del alma, sino solamente del cuerpo. Todos mueren y tienen la fosa como su común destino. El escritor de estos textos sólo afirma que la vida actual termina en la muerte del cuerpo, muy aparte de lo que pueda haber hecho durante su vida.
Cuando leemos textos como 1 Timoteo 4:16: “Te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”; y Santiago 5:20: “El que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma”, el lector puede pensar que la salvación depende mucho de las obras humanas. Por supuesto, tal idea contradice toda la enseñanza de la Biblia, especialmente la del Nuevo Testamento. Estos textos solamente toman en cuenta que al hombre le toca una parte lícita en la obra salvadora de Dios.
PARA EL ESTUDIANTE
1.     Génesis 4:16, 17 aparentemente indica que Caín encontró a su esposa en la tierra de Nod. ¿Quién era ella, y en dónde la encontró? Después de meditar el problema, véase Génesis 5:4.
2.     Marcos 16:16 parece enseñar que el bautismo es necesario para la salvación. ¿Es ésta la enseñanza del resto del Nuevo Testamento? Véase 1 Corintios 1:14–17.
3.     Según Lucas 15:7, algunos piensan que hay ciertas personas que no necesitan arrepentirse para ser salvas. ¿Así enseña el resto de la Biblia? Si no, ¿cómo se debe entender este versículo?
4.     ¿Es posible, según Lucas 16:9, que los discípulos de Cristo puedan comprar su entrada al cielo? ¿Por qué?
El propósito, el plan y las
limitaciones de cada escritura
Se cuenta del patriota norteamericano, Benjamín Franklin, que fue invitado por una sociedad atea a escribir una novelita para una competencia literaria. Franklin aceptó la invitación, pero presentó como obra suya el libro de Rut. Cuando ganó el premio principal, lo rechazó y explicó a todos por qué. Los reprochó diciendo que si hubieran leído la Biblia en alguna ocasión—el libro que decían no creer—hubieran reconocido que su hermosa novelita era una parte de ella.
Este uso de la historia de Rut no tenía ninguna conexión con el propósito por qué fue escrita; su aspecto de novelita era algo accidental y sin relación con su mensaje verdadero. Seguramente el libro de Rut no fue escrito para divertir o entretener a sus lectores, ni proporcionar buena literatura, ni aun para describir el amor verdadero en el contexto de la vida hebrea antigua.
Lo más probable es que fue escrito para establecer la conexión entre el rey David y sus antepasados en la tribu de Judá. Como cosa secundaria, puede haber tenido el propósito de describir la vida hebrea ideal en un período de rebelión en la historia de Israel.
El que lee la Biblia rápida y superficialmente, puede entender mal el mensaje de cualquiera parte de ella, no captando la razón por qué fue escrita. O bien, puede pasar por alto ciertos rasgos literarios que revelan el plan del libro, o no considerar las limitaciones a las que estaba sujeto su escritor.
El lector debe reconocer siempre que cada escritor tuvo en mente algún propósito especial cuando escribió, y que siguió algún plan en su composición; pero que, por razones del tiempo cuando vivió y el estado de los conocimientos humanos, no pudo escribir muchas cosas para satisfacer nuestra curiosidad moderna.
¡Cuánta ayuda hubiera sido para nosotros si Moisés nos hubiese dado más detalles acerca de la creación del mundo, de la civilización del valle entre los ríos Tigris y Eufrates, del estado de la escritura humana, de la literatura, de las leyes y costumbres sociales de aquel tiempo, y otros detalles para mostrar la conexión entre su historia y las varias naciones del mundo! La razón por qué no lo hizo, se encuentra en su propósito al escribir este “libro de principios”.
Si consideramos con cuidado su propósito, veremos que él escribía una historia del pueblo de Dios, la línea de descendencia que por fin resultó en la fundación de la nación hebrea. Al hacer esto, dejaba escrita la historia más antigua de la obra de Dios en este mundo, que nos daría la salvación que urgía tanto para la raza humana. Los detalles que faltan nos habrían dado una lectura informativa e interesante, pero no habrían ayudado a desarrollar el propósito que Moisés tuvo en mente.
En el Nuevo Testamento el libro de Mateo parece haber sido escrito para demostrar que Jesús de Nazaret era el Mesías y Rey de Israel prometido. Para desarrollar este propósito, usó el plan de presentar aquellos detalles de la vida y ministerio de Jesús que mejor demuestran que en verdad era aquel Mesías y Rey. Con este fin incluyó la genealogía de Jesús por José, su padre según la ley, por medio de la cual Jesús podría reclamar su derecho al trono de David. Esta genealogía también indica su conexión con Abraham, el fundador de la nación, con David, su rey ideal, y con la tribu de Judá, a la que correspondía el honor de gobernar sobre la nación. De esta manera quiso establecer el derecho que Jesús tenía al trono de Israel.
De la misma manera escogió un gran número de profecías antiguas y mostró cómo Jesús las cumplió como Mesías y Rey. Este era el plan que Mateo elaboró para llevar a cabo su propósito al escribir su Evangelio.
En cada Evangelio el estudiante podrá notar ciertas “omisiones”. De Mateo, notará la omisión del nacimiento de Juan el Bautista. Pero cuando consideramos el propósito y plan que el escritor tenía en mente, vemos que esa historia no podría contribuir nada al libro. La misma historia, sin embargo, ayuda al propósito de Lucas, que fue la presentación de “todas las cosas desde su origen … por orden” (Lc. 1:3).
Lo mismo sucede con respecto al nacimiento de Jesús. Este relato era necesario para los propósitos de Mateo y Lucas: el uno lo presenta como Mesías y Rey, y con este fin se refirió a sus credenciales por ascendencia; el otro incluye esta historia como parte necesaria de “todas las cosas …”
Pero de Marcos y Lucas el mismo relato está omitido. Es posible que Marcos lo omitió según su plan de redactar la historia de Jesús en forma breve. Otros sugieren que la omitió porque presentaba a Jesús como Siervo u Obrero de Dios. En tal caso, no necesitaba credencial de ascendencia porque la autoridad no era suya sino del Padre. De Juan está omitida la historia de su nacimiento, en parte porque el libro fue escrito como complemento de los otros tres Evangelios, apuntando especialmente lo que ellos no habían incluido. Pero es posible, también, que omitió esta historia porque presenta a Jesús como el Verbo de Dios, que había existido con el Padre desde el principio. La única necesidad que veía Juan con respecto a su nacimiento era la de mencionar su venida a este planeta. El vaso humano—su madre según la carne—por medio de quien entró al mundo, era insignificante en comparación con su origen divino: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14).
En la misma forma debemos estudiar cualquiera omisión o énfasis de algún libro, a la luz del propósito de su escritor.
El plan del libro es la forma literaria que empleó el escritor para presentar su tema o llevar a cabo su propósito. Por ejemplo, los Hechos de los Apóstoles fue escrito con el propósito de señalar el traspaso del evangelio de la nación judía a los gentiles, y el progreso del mismo desde Jerusalén a Roma. Sigue el plan de mencionar solamente aquellos hechos significativos de los apóstoles para este fin; pero no de todos los apóstoles, sino de los dos principales, que eran los líderes y expositores del evangelio para los dos grupos de cristianos—los judíos y los gentiles; y no todos los hechos, sino aquellos que tienen que ver con el traspaso del evangelio, y con su progreso hacia Roma y los gentiles.
Pero esto no es aún el todo: ya que el libro de Hechos es principalmente una historia, sin muchos comentarios, en que Lucas no interpreta detalladamente los eventos que apunta. Donde los eventos requieran alguna interpretación, ésta es dejada—acaso inconscientemente—a las Epístolas de Pablo.
Se verá, entonces, que el propósito y plan de algún libro deben ser examinados juntos y entendidos en forma armoniosa.
Cuando hablamos de las limitaciones de algún libro de la Biblia, nos referimos a los asuntos doctrinales, históricos o científicos de los que el escritor no podía hablar por razón de condiciones que no le permitían hacerlo. Por ejemplo, no esperamos encontrar el evangelio explicado en el Antiguo Testamento, especialmente en sus aspectos históricos y doctrinales. Todo el Antiguo Testamento está sujeto a esta limitación.
La limitación científica consiste en el hecho básico de que ningún libro de la Biblia fue escrito para revelar verdades científicas; bien que algunos de sus secretos, y algunos conocimientos de los antiguos sí se encuentran en las Escrituras, siempre de manera no intencional. Si la Biblia se refiere a la tierra esférica (Is. 40:22), o sugiere a algún investigador científico que la nieve o el hielo se puede emplear en la fabricación de dinamita (Job 38:22), lo dice indirectamente. Es claro que los escritores bíblicos no dijeron tales cosas porque quisieron revelar estas cosas. Al contrario, estaban sujetos a muchas limitaciones al respecto.
A través de las Escrituras encontramos varios niveles de limitación doctrinal. No esperamos encontrar el evangelio en el Antiguo Testamento, sino solamente en promesa y profecía, o en tipos, símbolos e instituciones de la ley de Moisés. La realidad es que nos sorprendemos cuando encontramos alguna alusión al evangelio en él. El capítulo 53 de Isaías es cosa tan sorprendente en sus referencias evangélicas, que algún judío no bien informado puede estar seguro de que fue tomado del Nuevo Testamento y no del Antiguo. Pero ésta y otras referencias semejantes no son comunes.
Aun en los cuatro Evangelios—que son compendios selectivos de la vida y ministerio de Jesús—encontramos limitaciones doctrinales: allí no encontramos el mensaje del evangelio en lenguaje tan preciso como en el libro de Hechos y las Epístolas. Esto se debe al hecho de que los aspectos históricos del evangelio se verificaron sólo al final de la narración evangélica. La significación de aquellos eventos se aclara sólo después de la resurrección y del día de Pentecostés. Con raras excepciones leemos palabras de Jesús comparables con el lenguaje teológico preciso de las Escrituras posteriores. Marcos 10:45 y Lucas 24:46, 47 son ejemplos de estas expresiones raras. Pero Jesús mismo advirtió a los discípulos que tal sería el caso; y Juan lo recordó cuando escribió después de los otros:
Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre (Jn. 16:25).
Aun en el libro de Apocalipsis reconocemos una limitación verdadera. Mientras leemos, queremos saber más del futuro, pero reconocemos que Dios no ha tenido el propósito de hacernos saber ahora lo que se necesita saber sólo cuando llegue la hora. Es como si Dios nos dijera lo que le dijo a Daniel:
Anda … pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin (Dn. 12:9).
El propósito, el plan y las limitaciones de los libros de la Biblia son ilustrados bien en el libro de Job, y cuando los examinamos con cuidado podemos resolver algunos de sus problemas. El propósito del libro parece ser el de mostrar que el problema antiguo del sufrimiento humano no podía explicarse por medio de la importancia exagerada atribuida a la sabiduría; y en el acto eleva el libro de Job para darle un lugar de gran importancia entre todos los libros de sabiduría. El escritor de Job siguió el plan de apuntar los discursos de los amigos de Job, que discutieron con él y le acusaron de ser un gran pecador. En sus argumentos observamos ciertas limitaciones doctrinales, especialmente sobre su ignorancia acerca del papel que jugaba Satanás; no conocían a su enemigo, ni sabían qué parte jugaba en los asuntos de los hombres. Sin embargo, el escritor comprendió esto, y habló de ello en el prólogo del libro.
Si preguntáramos por qué los amigos de Job decían tantas cosas correctamente, y tanto más que era falso, el propósito del libro nos da la respuesta: que aunque eran hombres sabios, le dieron sobrada importancia a su sabiduría en su explicación de esta vida.
La verdadera razón del sufrimiento humano no está contestada perfectamente en el libro; aun en el Nuevo Testamento no la encontramos. Podríamos decir que existe como parte de la situación humana, en la cual participaba Jesucristo. O podríamos decir que el sufrimiento existe para el desarrollo espiritual de los que creen en Dios; o bien, para darnos la oportunidad de demostrar la fe y el amor. Pero no podemos estar completamente seguros porque estamos todavía sujetos a algunas limitaciones.
Cuando ofrecemos alguna interpretación de cualquiera parte de las Escrituras, debemos estar seguros de que esté de acuerdo con el propósito y plan del libro, y que reconozca las limitaciones a las que el escritor estaba sujeto.
PARA EL ESTUDIANTE
1.     Después de leer otra vez el libro de Ester, procure entender por qué se omiten el nombre de Dios y el asunto de la oración.
2.     Lea los capítulos al principio de Proverbios para descubrir el propósito del libro.
3.     Cuando leemos la historia de Israel y de la iglesia primitiva, ¿por qué no encontramos la historia de otras naciones, tales como Egipto, Asiria, Babilonia, Grecia y Roma?
4.     ¿Está completa la historia de Israel en el Antiguo Testamento? Explique su respuesta.

1 Marvin W. Cowan, Los Mormones: Sus Doctrinas Refutadas a la Luz de la Biblia (El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1978), pp. 97, 98.
1 El verbo empleado por Marcos, apestégasan, puede emplearse en uno de dos sentidos: quitar el techo, o romperlo.
1 Joseph Angus y Samuel G. Green, The Bible Handbook, (Londres: Religious Tract Society), P. 193.
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