lunes, 7 de octubre de 2013

Comportamiento consecuente con la fe: Pablo escribe y exorta con la Palabra

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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LA EPÍSTOLA A TITO Y LAS EPÍSTOLAS PASTORALES

La Epístola a Tito es la tercera de las tres epístolas del apóstol Pablo —1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito— que, desde el siglo XVIII, han recibido el nombre de Epístolas Pastorales. Se suelen llamar así porque son cartas escritas por Pablo, el pastor principal, para advertir a sus destinatarios de la importancia de asumir sus deberes pastorales. También porque, si bien tratan situaciones de iglesias, las tratan desde el punto de vista de los dirigentes de la congregación.
Estas tres epístolas tienen mucho en común. Pertenecen a los últimos años de la vida del apóstol Pablo y, por lo tanto, comparten ciertas preocupaciones y énfasis doctrinales que él veía de especial importancia en aquella fase de su ministerio. En ellas hallamos ciertas características de vocabulario y de estilo literario que indican que las tres proceden de la misma fuente en la misma época. Las tres van dirigidas a compañeros íntimos del apóstol, por lo cual tienen muchas referencias personales, si bien no son tan personales como quizás hubiéramos esperado (a excepción de 2 Timoteo), porque probablemente tenían que ser leídas en las iglesias en las cuales Timoteo y Tito estaban ministrando.
Aunque las tres tienen características en común, también hay divergencias entre ellas. 2 Timoteo, la última en ser escrita, es más íntima que las otras dos y proyecta con mayor intensidad las luchas personales, angustias y esperanzas del apóstol. Por esto mismo, es una epístola especialmente entrañable. Puesto que Pablo sabe que está a punto de morir, sus exhortaciones son urgentes y emotivas.
Los comentaristas suelen destacar el mayor parecido entre 1 Timoteo y Tito, tanto en su tono como en su contenido. Ambas epístolas hablan acerca del nombramiento de oficiales en la iglesia local y las características morales y espirituales que éstos deben mostrar. Ambas ponen bastante énfasis sobre la cuestión de los falsos maestros y cómo deben ser tratados.
Pero aun aquí hay alguna diferencia de énfasis. Mientras las cartas a Timoteo subrayan la importancia de la doctrina correcta, la Epístola a Tito, aun sosteniendo este mismo énfasis, concede mayor importancia a la vivencia correcta. Tito recibe instrucciones acerca de cómo debe enseñar a los creyentes de Creta para que se comporten consecuentemente con la fe que han abrazado.


LAS PASTORALES Y EL LIBRO DE LOS HECHOS

Estas tres epístolas tienen también en común el hecho de que es difícil encajarlas dentro de lo que sabemos acerca de la vida de Pablo. Contienen muchas referencias a las circunstancias personales del apóstol, pero éstas no se relacionan fácilmente con el Libro de los Hechos. En ellas encontramos referencias a lugares que, según la narración de Lucas, nunca fueron visitados por Pablo, y a situaciones que no quedan reflejadas en Hechos. Veamos algunas de ellas:

  —      Según 1 Timoteo 1:3, vemos que Pablo ha dejado a Timoteo en Éfeso, mientras él mismo se ha dirigido a Macedonia. En el Libro de los Hechos, se narra una sola ocasión en la cual Pablo va de Éfeso a Macedonia. Ésta ocurrió durante su tercer viaje misionero, narrado en Hechos 19–20. Pero, en aquel texto, la impresión dada es que Timoteo no se quedó en Éfeso, sino que fue enviado a Macedonia antes de que Pablo mismo fuera allá (19:22), quedándose hasta la llegada del apóstol (20:1–4). Esta referencia, te rogué al partir para Macedonia que te quedaras en Éfeso, por lo tanto, difícilmente encaja con la situación narrada en Hechos.
  —      Casi nadie duda de que 2 Timoteo pretende haber sido escrita por Pablo desde la cárcel en Roma. Ahora bien, en 2 Timoteo 1:16–17, leemos que Onesíforo tuvo que buscar a Pablo con empeño y dificultad antes de encontrarle. La impresión dada es que Pablo fue encarcelado en un lugar de difícil acceso. En cambio, según Hechos 28:30, descubrimos que Pablo estuvo en una casa alquilada, donde recibió abundantes visitas. Es difícil imaginar que Onesíforo tuviera problemas para localizarlo en estas condiciones.
  —      En 2 Timoteo 4:10, Pablo dice que Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica. Sin embargo, cuando el apóstol escribió la Epístola a Filemón, muy probablemente desde sus prisiones en Roma, Demas todavía era un compañero fiel (Filemón 24).
  —      En este mismo versículo de 2 Timoteo, leemos que Crescente se fue a Galacia y Tito a Dalmacia. Normalmente Pablo enviaba a los miembros de su equipo a lugares que él mismo había visitado previamente y en los cuales había fundado alguna iglesia. Los enviaba a fin de confirmar a los recién convertidos en su fe. Pero no tenemos ninguna noticia de que Pablo hubiese estado en Dalmacia. Además, algunos manuscritos antiguos dicen Galia, no Galacia, aunque es una cuestión abierta si Pablo escribió Galia y algún copista posteriormente lo cambió a Galacia, o si ocurrió al revés. Resulta más verosímil lo primero, puesto que el nombre de Pablo siempre estuvo asociado a Galacia a causa de la Epístola a los Gálatas, así como por lo que sabemos de sus visitas a Galacia en el Libro de los Hechos. Si, pues, Crescente fue a Francia y Tito a Croacia, nos encontramos nuevamente con datos que no se ajustan a la información del Libro de Hechos.
  —      En los versículos 12, 13 y 20 de este mismo capítulo, son mencionados varios lugares, todos ellos visitados por Pablo en el Libro de los Hechos; pero en cada caso se nos da una información respecto a lo que ocurrió allí que no aparece en absoluto en el texto de Hechos. En Hechos no leemos acerca del envío de Tíquico a Éfeso (v. 12); ni de la estancia de Pablo en casa de Carpo en Troas (v. 13); ni de la permanencia de Erasto en Corinto (v. 20); ni acerca del momento en que Pablo, pasando por Mileto, dejó allí a Trófimo enfermo (v. 20). Por la naturaleza personal de estos detalles, es comprensible que el Libro de Hechos no abunde en ellos, pero no deja de ser significativo que no los mencione para nada.
  —      En cuanto a la Epístola a Tito (1:5), descubrimos que Pablo ha estado en Creta y ha dejado allí a Tito para que continúe el ministerio. En el Libro de Hechos, la única visita de Pablo a la isla de Creta tiene lugar cuando le están trasladando como prisionero desde Cesarea hasta Roma. Pasó un tiempo en el puerto llamado Buenos Puertos (Hechos 27:7–12). Ahora bien, en aquella visita es difícil imaginar que Pablo pudiese haber fundado iglesias en cada ciudad de la isla y, sin embargo, la razón de dejar a Tito en Creta, según nuestro texto, es para establecer ancianos en cada ciudad. Además, está claro que Pablo, al escribir la Epístola, está en libertad y tiene la intención de viajar en el futuro inmediato, algo que no es cierto en el contexto de Hechos 27.
  —      En Tito 3:12, Pablo dice que tiene planes de pasar el invierno en Nicópolis, ciudad en la costa occidental de Grecia, otra región nunca visitada por él según la información del Libro de los Hechos.

Ésta es la clase de datos geográficos y personales que encontramos en las Epístolas Pastorales. Además, debemos decir que no hemos hecho una selección sólo de aquellos datos que no encajan con el Libro de los Hechos, como si otros encajasen bien. Creo que hemos mencionado todos los datos significativos.
¿Cómo explicar, pues, que ninguno de ellos se relacione fácilmente con la historia conocida del apóstol? Los comentaristas aducen tres posibles soluciones:

  1.      La más radical es la de negar la autoría paulina de las Pastorales. Ésta es una solución tan drástica y compleja que requiere una elaboración aparte (ver Apéndice). Presupone que las Pastorales son la invención de un autor anónimo, que supuestamente habría vivido entre fines del siglo primero y mediados del siglo segundo, y que habría utilizado el nombre de Pablo a fin de añadir autoridad a lo que eran sus propias ideas y así forjar una entrada autorizada de sus enseñanzas en las iglesias de su día. A fin de dar mayor credibilidad a su invención, habría sembrado las epístolas con una serie de datos personales. Éstos, sin embargo, no encajan con la historia real, sencillamente porque son una fabricación.
  De inmediato llama la atención que una persona tan inteligente como para haber convencido a todo el mundo cristiano durante casi dos mil años de la autoría paulina de estas epístolas, y como para imitar hasta la perfección algunos rasgos del estilo y del énfasis teológico del apóstol, haya sido a la vez tan torpe como para no saber inventar detalles topográficos igualmente convincentes.
  De igual forma, es inmediatamente obvio que, quien aboga a favor de esta explicación, pierde toda convicción de que las Pastorales sean textos inspirados por el Espíritu Santo de Dios y de plena autoridad y vigencia para la Iglesia. ¿Quién puede fiarse de la veracidad doctrinal de un hombre que muestra tan poco respeto hacia la realidad histórica y la persona del apóstol que es capaz de engañar a sus lectores mediante la creación de un documento fraudulento? De ser cierta esta teoría, habríamos de eliminar las Pastorales del canon del Nuevo Testamento y considerar sus enseñanzas como las opiniones de alguien que no había aprendido las lecciones más elementales acerca de la ética cristiana.
  En todo caso, no tenemos necesidad de recurrir a una explicación tan extravagante. Las Pastorales pretenden haber sido escritas por Pablo y desde el principio fueron aceptadas por la Iglesia como documentos genuinos. Quien cuestiona su autenticidad tiene la obligación de demostrar su falsedad, lo cual aún no se ha logrado mientras existen viables explicaciones alternativas.

  2.      La segunda explicación es la de decir que la narración de Hechos no pretende ser completa. De hecho omite muchos episodios de la vida de Pablo. En apoyo de esta idea tenemos el testimonio de Pablo mismo (en 2 Corintios 11:23–27), quien, al hacer una relación de las tribulaciones y persecuciones que había sufrido por la causa de Cristo, menciona varias cosas —abundantes encarcelamientos, tres naufragios, cinco veces cuarenta azotes menos uno, tres veces azotes con varas— de las que no tenemos constancia en otros lugares. Es cierto, por lo tanto, que en el Libro de los Hechos no tenemos una narración completa de todos los eventos que pasaron en la vida de Pablo.
  Sin embargo, esta teoría presenta serias dificultades, si bien, hasta donde alcanza, es razonable y aceptable. La más seria de ellas, quizás sea la gran diferencia que existe entre la descripción de las prisiones de Pablo en Hechos 28 y la de 2 Timoteo. En ambos casos son prisiones en Roma. Sin embargo, en Hechos 28 tenemos prisiones benignas en una casa alquilada con la posibilidad de ser visitado, no solamente por sus compañeros, sino por grupos de judíos y otras personas interesadas en escuchar el evangelio. El régimen es absolutamente abierto (Hechos 28:31) y la expectativa de Pablo es la de ser liberado dentro de poco (Filemón 22; Filipenses 1:25–27; 2:24). En cambio, en 2 Timoteo las condiciones de su encarcelamiento son malas. Se encuentra en una situación dura, de difícil acceso y con mucha soledad. Sólo Lucas está con él, en contraste con los muchos compañeros presentes anteriormente (Filipenses 4:21; Filemón 23–24). Por esta razón, entre otras, esta segunda explicación no me parece tan convincente como la que sigue.

  3.      La tercera explicación da por sentado que la vida de Pablo no acaba en el capítulo 28 de Hechos, sino que el apóstol fue puesto en libertad y pudo desarrollar algunos años más de ministerio fructífero. De hecho, cuando se cierra el Libro de Hechos, el apóstol está a la espera de comparecer ante el emperador y confía en que será absuelto. Hechos no nos dice cuál fue el desenlace de su proceso, ni mucho menos nos cuenta la muerte del apóstol. No obstante, los autores que optan por las explicaciones anteriores dan por sentado que Pablo fue ajusticiado inmediatamente después de los eventos de Hechos 28.
  Sin embargo, hay buena base para suponer que, después de aquellas primeras prisiones en Roma, Pablo fue puesto en libertad, pasó varios años emprendiendo nuevos viajes misioneros y, sólo después de unos años más de servicio activo, fue arrestado de nuevo y llevado a Roma, donde sufrió un segundo encarcelamiento —esta vez en condiciones duras— y el martirio bajo Nerón.
  Esta explicación recibe él apoyo de la tradición de la Iglesia. Clemente de Roma, en su Primera Epístola a los Corintios (V. vii), escrita alrededor del año 90, dice: Pablo … habiendo enseñado la justicia a todo el mundo, y habiendo alcanzado los límites del occidente … dejó este mundo. Estas frases parecen indicar que, a unos treinta años de distancia de la muerte del apóstol, era una opinión aceptada por los creyentes de Roma que Pablo había realizado al menos un viaje al oeste de la capital, sin duda a España, en conformidad con el deseo que él mismo había expresado en Romanos 15:24. Esta misma tradición queda firmemente establecida entre los escritores de los siglos siguientes. Así, Eusebio escribe: Lucas … llevó su relato a su fin declarando que Pablo pasó dos años enteros en Roma en libertad, y que predicaba la palabra de Dios sin impedimento. La tradición sostiene que el apóstol, habiéndose defendido, volvió a ser enviado a su ministerio de predicación, y al volver por segunda vez a la misma ciudad, sufrió el martirio bajo Nerón. Crisóstomo, Jerónimo y otros dan por válido el segundo encarcelamiento romano, y afirman que Pablo fue liberado de sus primeras prisiones, emprendió nuevos viajes y sufrió el martirio bajo Nerón.
  Así pues, la explicación más sencilla del porqué los datos personales de las Pastorales no encajan bien con la información del Libro de los Hechos es que no pertenecen a esa etapa de la vida del apóstol, sino a años posteriores.
  Si nos preguntamos por qué la narración de Hechos acaba de una manera abrupta, sin contar el martirio del apóstol, la respuesta obvia es que Lucas la escribió al estar con Pablo en Roma durante su primera prisión, aproximadamente entre los años 61 y 63. En el momento de escribirla, Pablo aún no había comparecido ante el emperador. Lucas mismo, pues, no sabía el desenlace de la historia. Por eso, no nos cuenta los viajes finales del apóstol ni su posterior martirio.


FECHA Y TRASFONDO HISTÓRICO DE LAS PASTORALES

Según esta tercera explicación, pues, las Epístolas Pastorales pertenecen al período posterior a la primera prisión narrada en Hechos 28:1 Timoteo y Tito fueron escritas mientras el apóstol estaba en libertad; es decir, en algún momento de sus últimos viajes misioneros. En cambio, 2 Timoteo fue escrita desde su segundo encarcelamiento romano, poco antes de su martirio.
Naturalmente, es imposible describir con seguridad los eventos de aquellos años. Pero una posible reconstrucción de algunos de los hitos de la vida de Pablo posteriores a los narrados en Hechos sería la siguiente:

  —      Posiblemente, después de su liberación en Roma (probablemente en el año 63), Pablo decidió realizar su proyecto de visitar España. Pablo, al ser liberado de la prisión en Roma, ahora puede reunirse con los creyentes romanos y seguir adelante con su plan.
  —      Es posible también que, al ir a España o volver de allí, Pablo se detuviera en Francia y quizás también en Dalmacia. Esto explicaría el que luego quisiera enviar a Crescente y a Tito a esas dos áreas.
  —      Después de su viaje a España, Francia, Italia y Dalmacia, Pablo habría llegado a Grecia, desde donde habría zarpado para Creta, quizás para visitar a algunos contactos hechos en Buenos Puertos durante su estancia allí, o quizás para hacer obra pionera en la isla. En todo caso no tendría que partir de cero, ya que podría contar con la presencia y testimonio de algunos cretenses convertidos en el día de Pentecostés (Hechos 2:11).
  —      Al marcharse de Creta, habría dejado allí a Tito con el encargo de velar por el buen desarrollo de las iglesias (Tito 1:5).
  —      Después de salir de Creta, Pablo quizás pasara por Éfeso, donde habría dejado a Timoteo (1 Timoteo 1:3).
  —      Seguramente habría sido por esta época cuando Pablo habría hecho la prometida visita a la casa de Filemón en Colosas (Filemón 22).
  —      Desde allí, puede haberse dirigido a Mileto, donde dejó a Trófimo enfermo (2 Timoteo 4:20). Desde Mileto puede haber ido a Troas, donde dejó su capote y sus libros en casa de Carpo (2 Timoteo 4:13). Desde Troas habría pasado a Macedonia (1 Timoteo 1:3) para visitar a las iglesias de Filipos (Filipenses 2:24), Tesalónica y otras. Después de su estancia en Macedonia, habría bajado hasta Corinto, donde dejó a Erasto (2 Timoteo 4:20).
  —      En algún momento durante estos viajes habría redactado 1 Timoteo y Tito (¿en los años 64–66?). En estas dos epístolas revela sus planes de cara al futuro: pasaría el invierno en Nicópolis (Tito 3:12); y después volvería a visitar Éfeso (1 Timoteo 3:14). Podemos suponer, pues, que desde Corinto Pablo se trasladó a la costa occidental de Grecia, donde pasó el invierno en compañía de Tito. Desde Nicópolis, Tito habría sido enviado a Dalmacia a visitar a los grupos establecidos allí por Pablo (2 Timoteo 4:10).
  —      Mientras tanto, Pablo mismo se habría dirigido a Éfeso otra vez. Posiblemente allí fue arrestado (¿en el año 65 o 66?). Al menos, sabemos que en Éfeso tuvo problemas, porque dice en 2 Timoteo 4:14: Alejandro, el calderero, me hizo mucho daño, y este Alejandro probablemente es el mismo mencionado en 1 Timoteo 1:20 como uno de los dos líderes de la iglesia en Éfeso que habían apostatado de la fe y que, como consecuencia, se habían convertido en enemigos de Pablo.
  —      Pablo, entonces, habría sido llevado nuevamente a Roma, donde sufriría una segunda y última prisión. Allí escribiría 2 Timoteo (¿otoño del 66?), pidiendo a Timoteo que se uniera con él antes del invierno. Podemos suponer que fue al año siguiente (¿el año 67?) cuando sufrió el martirio.

Por supuesto, esta reconstrucción contiene muchas suposiciones imposibles de confirmar o de negar. Pero quizás no estemos muy lejos de la verdad si postulamos que la Epístola a fue escrita en algún momento de los últimos viajes de Pablo, alrededor del año 65.


ESTRUCTURA LITERARIA

Antes de considerar los temas de la Epístola y, por lo tanto, el interés que puede tener para nosotros hoy, debemos contemplar su estructura literaria. Es decir, para entender bien cuál es su contenido, necesitamos distanciarnos de los detalles del texto y verlo en su conjunto.
Como es habitual en las epístolas paulinas, Tito empieza y termina con salutaciones personales que son como un prólogo y un epílogo. El texto intermedio es la parte principal del mensaje de Pablo, pero, como veremos, la salutación inicial (1:1–4) y las instrucciones y salutaciones finales (3:12–15) no son ajenas a la temática principal.
El grueso de la Epístola se puede dividir en cuatro secciones. Cada sección se compone de dos partes: en la primera, Pablo insta a Tito a que asuma alguna responsabilidad; en la segunda, explica la razón por la cual es importante que Tito la asuma. Veamos estas cuatro secciones:

  1.      En la primera (1:5–16), la responsabilidad que Tito debe asumir es la de asegurar que haya ancianos adecuados en cada una de las iglesias de la isla de Creta (1:5–9). Pablo, a continuación, establece cuáles son los requisitos mínimos para que alguien sea anciano.
  La razón del nombramiento de ancianos la encontramos a partir del versículo 10 —en este sentido, es significativo el porque que aparece al principio de ese versículo—: Tito debe establecer ancianos, porque los falsos maestros están sembrando contención en las iglesias y es necesario taparles la boca. Una razón adicional es que los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos (v. 12); es decir, el problema está agravado por el carácter cretense que se presta a escuchar a los falsos maestros y entrar en su juego.
  Ésta, pues, es la primera sección: la urgente necesidad del nombramiento de ancianos a causa de los falsos maestros que están sembrando confusión.

  2.      La segunda responsabilidad que Tito debe asumir (2:1–10) es la de enseñar los deberes particulares de diferentes grupos dentro de la iglesia: los varones viejos y las ancianas, los jóvenes, los esclavos, todos tienen responsabilidades espirituales y éticas particulares, y Tito debe enseñarles a vivir en consecuencia.
  La razón, explicada por Pablo a partir del versículo 11, es ésta: porque —notemos otra vez el porque— la gracia de Dios se ha manifestado; es decir, porque el evangelio que predicamos trae consecuencias morales que deben reflejarse en los diferentes estamentos en los cuales el Señor nos ha colocado.

  3.      En tercer lugar (3:1–7), Tito tiene que enseñar los deberes generales de todos los miembros de la iglesia de cara a la sociedad (vs. 1–2). Nuevamente, la razón aducida (vs. 3–7) tiene que ver con el evangelio y sus implicaciones morales para nuestra vida: porque nosotros también en otro tiempo éramos necios… Antes vivíamos de una manera consecuente con la impiedad, pero ahora que somos creyentes, hemos adquirido una nueva manera de vivir y debemos comportarnos en consecuencia.

  4.      La cuarta responsabilidad de Tito (3:8–11) es la de enseñar las verdaderas prioridades de la fe. Es decir, debe inculcar en la iglesia la importancia de vivir vidas santas, caracterizadas por las buenas obras, en contraste con las cuestiones necias y secundarias que están ocupando mayormente la atención de los creyentes.
  La razón —porque (v. 9b)— es sencillamente que éstas no contribuyen en nada positivo a la vida de la congregación.

Observemos dos cosas en torno a esta estructura. En primer lugar, puesto que uno de los énfasis principales de la Epístola recae sobre el hecho de que Tito debe asumir estas responsabilidades, el texto está sembrado de exhortaciones en este sentido. Además de verbos imperativos que Pablo emplea a lo largo de la Epístola —evita … recuerda … exhorta …—, encontramos versículos enteros dedicados a recalcar la urgente necesidad de que Tito cumpla su ministerio:

  —      En cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina (2:1).
  —      Esto habla, exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te desprecie (2:15).
  —      En cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza (3:8).

De hecho, es de notar que estas exhortaciones sirven para marcar las separaciones entre las diferentes secciones.
En segundo lugar, hay cierta simetría en torno a las cuatro razones que Pablo presenta para instar a Tito en cuanto a sus obligaciones:

  —      La primera y la cuarta tienen que ver con los falsos maestros: Tito debe establecer ancianos porque los falsos maestros están sembrando confusión (1:10–11), y debe enseñar la importancia de las buenas obras porque las enseñanzas de los falsos maestros están conduciendo a situaciones dañinas en las iglesias en las que los miembros no están viviendo una vida consecuente con el evangelio (3:8b–9).

  —      En cambio, las razones dadas en la segunda y tercera sección tienen que ver con el evangelio. En ambos casos (2:11–14; 3:3–7); Pablo explica que el evangelio debe producir resultados morales en la vivencia del creyente, y que éste debe vivir en consecuencia con aquellos deberes —tanto particulares como generales— que lá fe en el Señor Jesucristo comporta.

En resumidas cuentas, por lo tanto, podemos dividir la Epístola de la manera siguiente:


LA ESTRUCTURA DE LA EPÍSTOLA A TITO

  Prólogo (1:1–4).

  Primera sección (1:5–16).
  Obligación de Tito: nombrar ancianos (1:5–9).
  … porque… (1:10a).
  Razón: sutileza de falsos maestros y torpeza de cretenses (1:10–16).

  Exhortación a Tito (2:1).

  Segunda sección (2:2–14).
  Obligación de Tito: enseñanza ética a diversos grupos sociales en las iglesias (2:2–10).
  … porque… (2:11a).
  Razón: la obra salvadora de Cristo tiene la finalidad de transformar vidas (2:11–14).

  Exhortación a Tito (2:15).

  Tercera sección (3:1–7).
  Obligación de Tito: enseñanza ética a la iglesia acerca de sus deberes sociales (3:1–2).
  … porque… (3:3a).
  Razón: la obra regeneradora del Espíritu tiene la finalidad de transformar vidas (3:3–7).

  Exhortación a Tito (3:8a).

  Cuarta sección (3:8b–9)10.
  Obligación de Tito: medidas disciplinarias en las iglesias (enseñanza sana y rechazo de los que causan división) (3:8, 10–11).
  … porque… (3:9b).
  Razón: los estragos que está causando la enseñanza de los falsos maestros (3:9).

  Epílogo (3:12–15).


¿POR QUÉ ESTUDIAR LA EPÍSTOLA A TITO?

¿Por qué nos interesa hoy estudiar la Epístola a Tito? ¿Qué beneficios nos puede proporcionar?
Creo que vamos a ver que, de entre las muchas lecciones que el texto tiene que enseñarnos, destacan seis como principales.

1. La predicación fiel de la Palabra
En primer lugar, la Epístola es un fuerte revulsivo para los líderes cristianos para que enseñen con insistencia y fidelidad todo el consejo de Dios, tanto el mensaje básico del evangelio como aquella doctrina y ética que deben ser la manifestación práctica del evangelio en la vida del creyente. Esta insistencia la vemos en textos como los siguientes:

  Este testimonio es verdadero. Por eso, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe (1:13).

  En cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina … Muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario sea avergonzado al no tener nada malo que decir de nosotros … Esto habla, exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te desprecie (2:1, 7–8, 15).

  Palabra fiel es ésta, y en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras (3:8).

La Epístola a Tito recuerda a todos los que tenemos responsabilidad en el ministerio cristiano que debemos insistir fielmente en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Esta insistencia es algo que se echa de menos en nuestra generación. Desgraciadamente, en situaciones eclesiásticas como las nuestras, en las que hay una pluralidad de iglesias en cada ciudad, los pastores están sujetos inevitablemente a la tentación de eludir las enseñanzas más comprometedoras y de halagar a sus congregaciones a fin de no «perder clientes» y no verlos pasar «a la competencia». Por lo tanto, procuran organizar cultos atractivos y tienen reticencias en cuanto a decir ciertas cosas. ¿Cuántos pastores de hoy se atreven a reprenderlos severamente para que sean sanos en la fe? ¿Y cuántos creyentes están dispuestos a aceptar la reprensión? Sin embargo, la fiel proclamación de todo el consejo de Dios es lo que nos hace falta. La alternativa es ir alejándonos paulatinamente de la revelación de Dios.

2. El carácter de los pastores
En segundo lugar, esta carta es importante porque nos enseña qué clase de hombres deben ser reconocidos como pastores (1:7–9). Observaremos que Pablo no habla de sus logros académicos o títulos teológicos, ni de su posición social o económica. Tampoco dice que necesariamente deban ser inteligentes, o divertidos, o buenos oradores. Aparentemente, ninguna de estas cosas es esencial para él. En cambio, su énfasis recae sobre la integridad moral y espiritual de los pastores y su testimonio irreprochable. Deben ser hombres que conocen a Dios, que hacen su voluntad y están dispuestos a ser fieles en su ministerio a su revelación.

3. Obligaciones morales
En tercer lugar, es importante porque nos enseña las obligaciones morales y espirituales de diferentes grupos en el seno de la iglesia (2:2–10): cómo tienen que comportarse los ancianos y las ancianas, los jóvenes, las mujeres jóvenes y los siervos. El evangelio trae implicaciones muy prácticas para los diversos grupos sociales que configuran una congregación.

4. Buenas obras
En cuarto lugar, nos enseña no solamente la importancia de la sana doctrina (1:13; 2:1, 8), sino también la de la santa vivencia (2:2–10; 3:1–2). La verdad que suscribimos con la mente y la santidad que caracteriza nuestra vivencia deben ser inseparables. En vano acumulamos conocimientos de sana doctrina si éstos no transforman nuestra manera de vivir. A este respecto, es de especial importancia el énfasis del apóstol sobre las buenas obras:

  —      Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena (1:16).
  —      Muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras (2:7).
  —      [Cristo] se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras (2:14).
  —      Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra (3:1).
  —      Palabra fiel es ésta, y en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras (3:8).
  —      Y que nuestro pueblo aprenda a ocuparse en buenas obras, atendiendo a las necesidades apremiantes (3:14).

5. La distracción de cosas secundarias
En quinto lugar, esta epístola nos enseña que no debemos dejarnos distraer por cuestiones secundarias que no contribuyen nada a la santa vivencia. Se ve que las iglesias de Creta eran como las nuestras en que les encantaba discutir interminablemente sobre cuestiones que no aumentaban para nada la espiritualidad de los miembros y, sin embargo, estas discusiones pasaban por espirituales. Lejos de esto —dice Pablo—, hay que distinguir entre lo que es primario y lo que es secundario y dar prioridad a lo que fomenta la santidad.

6. La obra salvadora de Dios
En sexto y último lugar, esta epístola es importante porque contiene preciosas descripciones de la obra salvadora de Dios. Pablo establece que la razón por la que tenemos que vivir de cierta manera tiene que ver con la naturaleza del evangelio y, aunque, en principio, la intención de Pablo no es la de desarrollar el contenido del evangelio, sin embargo, en dos ocasiones hace un pequeño resumen del mismo. Son dos pequeñas joyas insertadas en medio del texto. Aunque sólo fuese por estos dos textos, valdría la pena estudiar la Epístola a Tito:

  Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos que, negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús, quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras (2:11–14).

  Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, que él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna (3:4–7).

 


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