jueves, 3 de abril de 2014

¿Son las tribulaciones una bendición o una maldición?: La locura de la Cruz

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


Sometidos a Prueba
1 Pedro 1:6–12
El siglo XX ha traído intensos sufrimientos a muchas vidas y familias. La violencia de los conflictos armados, el terrorismo, la delincuencia y la opresión matan y aplastan a los seres humanos. Por su lado, los terremotos, erupciones volcánicas, tempestades e inundaciones causan daños materiales y personales incalculables. La enfermedad provoca debilidad, dolencia y luto y todos padecemos por diversos motivos, ya sea por sueños irrealizados, fracasos que no pueden olvidarse o relaciones familiares destruidas. La vida humana es dura y dolorosa, a tal punto, que algunos dudan de la existencia de Dios.
¿Puede el humano comprender el significado de todas estas penas? ¿Qué postura debe tomar cuando se presentan? ¿Qué actitud ha de tener un cristiano cuando pasa por una experiencia negativa?
El pasaje mencionado se tratará en dos secciones. Los primeros versículos enseñan que el Señor tiene un propósito muy específico al permitir las tribulaciones en la vida del cristiano. Además, el apóstol Pedro habla de las emociones positivas que debemos sentir a pesar de los padecimientos.
En los últimos tres versículos, el autor introduce el misterio del sufrimiento y gloria que se aprecia en la vida del Jesucristo. El interés que los profetas y ángeles tienen en este acontecimiento debe hacer que el hijo de Dios agradezca la maravilla de la salvación que Cristo provee.
1:6–9
1:10–12
Las pruebas refinan la fe.
La gloria sigue al sufrimiento.
¡PENSEMOS!
Medite cuidadosamente en los versículos 6–9. ¿Qué emociones encuentra en ellos? ¿Cuál es el propósito real de las pruebas que pasa el cristiano? De esta figura, ¿qué se puede aprender con relación al proceso de refinar nuestra fe? ¿Cuáles son los detalles en esta porción que le ayudan a tener la perspectiva correcta de las aflicciones?
LAS PRUEBAS REFINAN LA FE 1:6–9
Los versículos 3–5 tenían como objeto animar a los lectores dándoles la seguridad de que Dios tiene reservado para ellos un futuro de grandes bendiciones, las cuales recibirán cuando se cumpla la etapa final de la salvación al estar con Jesucristo. Según eso, el creyente ha de tener esperanza y vivir con optimismo porque cree en el cumplimiento de las grandes promesas divinas.
El versículo 6 comienza diciendo que esa esperanza proporciona gran alegría y de ahí hasta el 9, continúa describiendo las emociones que palpitan en el corazón del cristiano.
No es fácil para el humano sentir optimismo y alegría en medio de las tribulaciones. La vida trae penas, dolores y desilusión. Pero los autores bíblicos, como Santiago en su capítulo 1:2–4, nos instruyen diciendo que podemos regocijarnos aun en medio de ellas. ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué es razonable?
Pedro afirma en este pasaje varias verdades acerca de las penas de los creyentes. Cuando comprendemos estas enseñanzas, entonces aprendemos la perspectiva bíblica para fortalecernos en medio de los problemas. Descubramos con el apóstol Pedro cómo debemos ver tales contrariedades.
Las tribulaciones son temporales (v. 6).
Por un poco de tiempo es la expresión que el apóstol usa. También Pablo habla de “esta leve tribulación momentánea” (2 Corintios 4:17). A nosotros esos momentos pueden parecernos demasiado largos y algunas personas sufren toda la vida, pero Dios y su pueblo tienen otra perspectiva acerca del tiempo, porque la eternidad de gloria y bendición permanece para siempre. En contraste, nuestras aflicciones tienen poca duración.
Recordemos cuando éramos niños y nuestros padres prometían llevarnos a pasear. ¡Aunque sólo faltaban cinco días, nos parecían un año! La madurez espiritual y el conocimiento de la Palabra de Dios nos proporcionan la perspectiva divina que nos asegura que en la eternidad seremos sanos y fuertes, que estaremos seguros, tranquilos, sin tener que derramar lágrimas ni sentir dolor.
No todas las aflicciones duran toda la vida. Dios sabe lo que necesitamos y cuánto podemos soportar. El conoce cuándo se ha cumplido su propósito en nosotros.
CUANDO PASAMOS POR UNA PRUEBA
DIOS ESTA EN CONTROL
TANTO DEL TERMOSTATO COMO DEL RELOJ
Las tribulaciones son necesarias (v. 6).
Si Dios permite una prueba, es porque es imprescindible. El no desea que suframos sin propósito; más bien está llevando a cabo sus maravillosos y eternos designios para nuestro bien, para el de otros y para su gloria. El creyente está en la “escuela de Dios”; nos está forjando para que seamos como su Hijo y transformando día con día para que mostremos al mundo cómo es su divina persona. En otras palabras, nos está preparando para llegar al cielo.
Pablo escribió en Romanos 8:28 que para los creyentes “todas las cosas les ayudan a bien”. Recordemos el pastel que prepara la madre o la esposa. Utiliza en su elaboración varios ingredientes que aisladamente no tienen buen sabor como la harina, el polvo de hornear y la manteca. Otros sí son apetitosos, como el azúcar y la fruta. De la misma manera son las experiencias que Dios diseña para sus hijos. Algunas son agradables y otras amargas. ¡Pero todas contribuyen para hacer un “pastel” bello y sabroso cuando sale del horno!
Las tribulaciones son difíciles (v. 6)
El lenguaje de Pedro demuestra que él sentía junto con los destinatarios el dolor de las pruebas que estaban pasando; sabía cuán pesadas eran y que podían causar además de trastornos físicos y materiales, angustia mental y emocional. El autor conocía lo penoso, doloroso y deprimente que pueden ser los problemas que enfrentamos.
Todavía podía recordar el miedo y vergüenza que sintió la noche en que negó a su Señor; los azotes y amenazas que sufrió por parte del concilio. Traía a la memoria la prisión y el peligro de muerte en que se había encontrado. Sí, Pedro había experimentado en carne propia lo que es sufrir por Jesucristo, pero había aprendido a ver todo desde el punto de vista divino y de la eternidad.
Las tribulaciones son variadas (v. 6).
Como los múltiples colores del arco iris son diferentes, así es la gama de problemas. Impactan el cuerpo, la mente o las emociones. Pueden afectar a nuestro matrimonio, a los hijos, la familia o a los amigos. A veces producen cambios difíciles en el trabajo, los estudios o los proyectos y sueños personales. En ocasiones ponen en peligro la vida, provocan soledad, nos incapacitan o debilitan.
Estos nos enseñan que no debemos sorprendernos de ninguna experiencia, aun la más inesperada. Dios sabe lo que necesitamos para cumplir sus propósitos. Tampoco debemos comparar nuestras experiencias con las de otras personas aunque a veces nos parezca que ellos no padecen problemas tan difíciles como nosotros, pero el Señor conoce a cada persona y sólo él sabe lo que puede sufrir ahora o en el futuro. El calendario de problemas y causas de sufrimiento varía.
El humano siempre sueña con el momento en que sus pruebas terminen y pueda vivir tranquilo. Dios no promete la desaparición de ellos por completo, sino que los ejemplos en la Biblia muestran que las dificultades son una circunstancia normal para los humanos. Cuando termine una prueba, puede comenzar otra. Pero de distinta naturaleza, porque se nos dice que pasaremos por “diversas pruebas”.
Las tribulaciones refinan la vida espiritual (v. 7).
Lo que purifica al oro es el crisol. El encargado o “acrisolador” calienta el oro en una caldera hasta hacerlo líquido. Poco a poco, la llamada “escoria”, lo que no es oro, sube a la superficie. Con cuidado y paciencia, va quitando todo lo que flota. Después, observa atentamente el metal hasta que no quedan materiales contaminantes y la superficie brilla con claridad.
Dicen que cuando el oro es cien por ciento puro, el acrisolador puede ver su propia imagen reflejada en él porque se asemeja a un espejo. Job dijo tocante a Dios, “Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro” (Job 23:10).
¡Qué bella esta comparación del acrisolador con Dios y la comparación del oro con la fe! El Creador está depurando pacientemente nuestra fe. No es fácil, porque se requiere que el creyente pase por el fuego de las pruebas y las tribulaciones.
Pero, ¡vale la pena! Pedro dice que la fe es más valiosa que el oro. El oro perecerá, pero la confianza en Dios trae resultados eternos. La fe produce la alabanza divina, la gloria y la honra para nosotros y para Jesucristo cuando regrese en gloria. Ignacio, un líder cristiano de la antigüedad, fue encarcelado por su fe en Cristo pero llamó a sus cadenas “perlas espirituales”.
Las pruebas en la vida del cristiano tienen un propósito, aunque en el momento de sufrirlas tal vez no lo entendemos a la perfección. Sin embargo, nos está haciendo mejores personas. La tribulación revela la debilidad, y el carácter se transforma porque éstas nos obligan a acercarnos al Señor y a depender más de él. Dios desarrolla nuestra fe por medio de ellas.
En medio de las tribulaciones el cristiano ha de amar a Cristo (vs. 8–9).
Al estudiar este pasaje, el creyente debe sentir con Pedro todas la emociones que él describe. En el versículo 2 afirma que es un ser muy especial y privilegiado, porque Dios lo escogió para la salvación. En el versículo 3 habla de que tiene una bendita esperanza por ser hijo de Dios. Más adelante habla de gozo (v. 6) porque su herencia está bien segura. Después, en el mismo versículo, menciona la aflicción, pero ésta no debe quitarnos la felicidad.
El autor expresa el afecto que siente por Jesucristo, un amor que los lectores tenían aunque nunca habían visto al Señor en carne, pero Pedro sí. Jesús le había preguntado tres veces “¿Me amas?”, y cada ocasión afirmó su amor para el Señor (Juan 21:15–17). El apóstol había pasado por una prueba de su fe y había negado a Jesús. Después se había arrepentido con muchas lágrimas. Porque había pasado por la prueba ahora amaba mucho más a su Salvador. Pocos días después, en el día de Pentecostés, demostró gran valor y fe cuando se atrevió a predicar a las multitudes. Su fe se había fortalecido y su amor para Jesús crecía.
La alegría que Pedro menciona es muy intensa y fuerte: un sentimiento interno, profundo, inexpresable y glorioso. Según el versículo 8, este mismo gozo lo experimenta la persona que confía (creyendo) en Jesucristo aún en medio de las aflicciones de la vida. El versículo 9 dice que el creyente que confía, que ama a Cristo y que goza esta relación profundamente, está experimentando el resultado (fin) de su fe. Es un fruto de la nueva vida que tiene en Cristo.
Los versículos 8 y 9 enseñan que los cristianos podemos saborear y disfrutar por lo pronto una muestra de la gloria que gozaremos en la presencia del Señor. Las claves son que debemos:
1)     amar a Jesucristo,
2)     confiar en él,
3)     regocijarnos y
4)     apropiarnos (obtener) todo lo que la salvación nos provee.
No solo esperamos el futuro glorioso; ahora podemos empezar a experimentar el gozo. ¡Dios decide qué experiencias vamos a pasar; nosotros decidimos cómo vamos a pasarlas!
“UN POCO DE FE LLEVA EL ALMA AL CIELO,
PERO MUCHA FE TRAE EL CIELO AL ALMA”
Carlos Spurgeon
¡PENSEMOS!
¿Qué tipo de tribulación está usted experimentando? ¿Cómo debe manifestar su fe en Cristo durante ella? ¿Cómo cree que Dios está fortaleciendo su fe por medio de este problema? Si usted no ve el propósito de la prueba, ¿cómo le ayudará la fe? ¿Siente amor por el Señor y alegría a pesar de la aflicción? ¿Qué tiene que ver la fe con el experimentar esas emociones positivas? ¿Qué debe hacer usted para “traer el cielo a su alma”?
DESPUES DEL SUFRIMIENTO, VIENE LA GLORIA 1:10–12
Pedro magnifica la grandeza de la salvación en varias maneras. Es grande porque Dios nos escogió de antemano (v. 2). En segundo lugar, porque nos da una esperanza segura (vv. 3–5). También porque hace que el creyente se regocije en Dios y ame a Cristo aun en medio del sufrimiento (vv. 6–9). En los versículos 10–12, el escritor agrega otra enseñanza que muestra lo extraordinario de la salvación. Los mismos profetas del Antiguo Testamento deseaban comprender lo que profetizaban sobre ella pero su conocimiento era limitado. Aun los ángeles del cielo desean conocer las grandes obras que Dios planea.
Los profetas anunciaban que el Mesías traería bendición al mundo (v. 10).
Estos voceros del Antiguo Testamento recibieron de Dios muchas profecías acerca de Jesucristo. Sin embargo, no entendían el significado de todo lo que escribían. Esto hizo que se dedicaran a estudiar atentamente las promesas divinas y las Escrituras, porque querían entender la bendición que el Mesías traería al mundo. Sin embargo, seguían con muchas dudas.
Los profetas no entendieron por qué había de haber sufrimiento antes de la gloria (v. 11).
Pedro habla aquí de un tema específico que esos mensajeros no comprendieron. Dios les revelaba profecías sobre el sufrimiento del Siervo de Dios. Sin embargo, otras profecías decían que el Mesías sería un personaje poderoso y victorioso. Lo cual les hacía preguntarse: “¿En qué tiempo y en qué clase de circunstancias podría el Mesías ser una persona sufrida y a la vez victoriosa?”
En Lucas 24:25–27, Jesús habló con los discípulos en el camino a Emaús. Les expuso este mismo tema para que entendieran que el Mesías tendría que sufrir y después ser glorificado: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Aun así, no captaron en toda su magnitud que Cristo vendría por segunda vez para manifestar su gloria.
Los profetas escribieron para nosotros (v. 12).
¡Qué privilegio saber que Dios inspiró a los autores del Antiguo Testamento para que sus escritos y sus profecías fueran de bendición para nosotros! Por supuesto, sirvieron de base para que los que vivían en aquellos tiempos entendieran lo que sucedía. Sin embargo, Pedro dice que hay enseñanzas que no les fueron reveladas pero nosotros sí las entendemos y podemos aprovecharlas.
También el apóstol Pablo subraya que el Antiguo Testamento tiene mucho que decirnos (Romanos 15:6, 1 Corintios 10:1–11). Menciona que los acontecimientos sucedidos a la nación de Israel: “…estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11).
Note el importante papel que juega el Espíritu Santo en la tarea de traernos las enseñanzas divinas. En el versículo 11 Pedro dice que fue él quien estaba en los profetas comunicando a través de ellos las enseñanzas acerca de Cristo. Además, sabemos que los guiaba cuando anotaban las palabras del Antiguo Testamento para que no se equivocaran en ningún detalle (2 Pedro 1:21, 2 Timoteo 3:16). Y el versículo 12 señala que esa divina persona estaba en los que predicaban el evangelio en el tiempo de Pedro, iluminando su entendimiento y capacitándoles para comunicar la verdad. Dios supervisó todo el proceso de llevar su mensaje a los hombres.
Pedro añade un dato más que nos hace apreciar el privilegio que tenemos de conocer a Cristo y de entender tanto los sufrimientos como la majestad del Mesías. No sólo los profetas anhelaban descubrir este secreto, ¡también los ángeles del cielo querían saber este misterio!
Es interesante ver en otros pasajes bíblicos que los ángeles están observando las obras de Dios (1 Corintios 4:9, Efesios 3:10). Aun ellos desconocían lo que Dios planeaba. Los ángeles se daban cuenta de que algo maravilloso iba a pasar, pero no se les había dado a conocer.
No obstante, por la gracia de Dios, ¡nos tocó a los cristianos entenderlo! Aprender que el Hijo de Dios vino del cielo y que sufrió y murió por nosotros. Además, sabemos que regresará en gloria y poder para juzgar a los hombres y para reinar sobre el mundo.
El sufrimiento y la gloria
Estos tres versículos (10–12) introducen una enseñanza que es muy clave. Necesitamos captarla para apreciar el gran impacto que tiene esta primera carta de Pedro. La encontremos muchas veces en ella. La enseñanza es esta: los cristianos experimentamos primero el sufrimiento, y después disfrutamos la gloria. El ejemplo de Jesucristo lo confirma:
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. (Hebreos 12:2)
SUFRIMIENTO > GLORIA
Sucede lo mismo en la vida del creyente. La cruz viene antes de la corona; la tierra antes del cielo; el sacrificio antes del triunfo; la guerra antes de la victoria. Cuando Dios permite las penas, hemos de confiar y esperar en él, porque al fin traerá la victoria y la tranquilidad.
¡PENSEMOS!
¿Recuerda usted alguna vez en que haya experimentado primero lo difícil y después, como resultado, lo bueno? ¿Cómo influyen los versículos 10–12 en su actitud hacia el Antiguo Testamento? ¿hacia Jesucristo? ¿hacia la salvación? ¿hacia las pruebas?
Piense en varias razones por qué el creyente puede regocijarse en medio de las tribulaciones ¿Qué nuevo descubrimiento hizo usted en los versículos 6–12? ¿Quién fue quien le comunicó el evangelio de Jesucristo? ¿Le ha dado las gracias?
¿Con quién debe usted compartir el evangelio? Ore con otro cristiano para que el Señor le ayude a compartir las buenas nuevas con esa persona. Según el versículo 12, ¿Quién le capacitará para hecerlo?

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