miércoles, 28 de enero de 2015

Jesucristo el modelo perfecto de siervo: El siervo aprobado se sujeta aun cuando sufre injustamente

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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Información

Las Pisadas del Pastor
1 Pedro 2:18–25
Este pasaje se dirige a los esclavos del primer siglo. Aunque la esclavitud es repugnante para el hombre moderno, era aceptada por la sociedad de aquellos tiempos.
Algunos calculan que solo en el Imperio Romano había 60 millones de siervos; esta práctica permeaba la estructura social y económica del mundo romano. Muchos eran prisioneros de guerra o habían sido secuestrados y cubrían toda la gama de talentos y oficios. Además de ayuda doméstica y agricultores, había artesanos, maestros, médicos, contadores, secretarios y otros con habilidades especiales.
Muchos esclavos se habían añadido a las nuevas congregaciones cristianas. 1 Corintios, Efesios, Colosenses, 1 Timoteo, Tito y Filemón contienen enseñanzas para los creyentes esclavos. Algunos pensaban que la libertad espiritual también les daba derecho a ser libres legalmente, pero Pablo aclara en 1 Corintios 7:20–24 y en Filemón que debían respetar las leyes establecidas.
Los apóstoles y las iglesias del primer siglo no se dedicaron a luchar en contra de la esclavitud aunque se sabe de casos en que los cristianos contribuyeron para comprar la libertad de un miembro de la iglesia. Damos gracias a Dios porque los primeros cristianos ayudaron a que terminara esa desagradable práctica en el imperio algunos siglos después.
Las instrucciones de Pedro para los siervos continúan haciendo el mismo énfasis en la sujeción que se estudió en el párrafo anterior. Debían ser respetuosos y colaborar con sus amos.
En este pasaje, el apóstol vuelve a referirse a Jesucristo como el modelo perfecto de siervo. De nuevo veremos que los deberes del creyente están relacionados con la doctrina, especialmente la que trata de Jesús y la salvación (1:2, 3, 10–11, 13, 18–21; 2:4–6).
Las enseñanzas principales se desarrollan en dos etapas: las exhortaciones a los siervos y el ejemplo de Jesucristo.
2:18–20
2:21–25
El siervo aprobado se sujeta aun cuando sufre injustamente.
El siervo ha de seguir el ejemplo de Jesucristo.
EL MANDATO: LA SUJECION 2:18–20
La sociedad del siglo XX es distinta a la del primer siglo de la era cristiana. Damos gracias a Dios porque las iglesias no tienen miembros que son “esclavos” y que las leyes no permiten que un ser humano sea propiedad de otro. Sin embargo, existen todavía en nuestro mundo hombres y mujeres que viven bajo la opresión y la injusticia, que no gozan de los derechos, opciones y protección legal que se esperan en la actualidad. Al tomar en cuenta estos problemas contemporáneos se pueden entender mejor las frustraciones, penas y peligros que enfrentaban los primeros lectores de esta carta.
¡PENSEMOS!
Lea 2:18–25 antes de contestar las preguntas. Puesto que esta enseñanza era para los esclavos, ¿en qué circunstancias piensa que podríamos aplicarlas hoy? Según el apóstol Pedro, ¿cuáles son algunas de las posibles reacciones que se esperan cuando el patrón trata a una persona injustamente? ¿Cuáles son las razones por las que el creyente debe sujetarse?
Normalmente uno labora dentro de una estructura en la cual es dependiente de otra persona. Las normas que los apóstoles dejaron para los amos y los siervos son aplicables a las relaciones laborales en el día de hoy.
La conducta correcta
El versículo 18 enseña las actitudes y conducta que deben caracterizar al obrero cristiano: el respeto y la obediencia. Es interesante notar que no se hace la pregunta: ¿quién tiene derecho sobre mí? sino ¿cuál debe ser mi reacción ante los que tienen autoridad sobre mí?
La sociedad ha cambiado y los empleados tienen muchas facilidades que los creyentes de aquel tiempo no disfrutaban. Si los esclavos de la época de Pedro que carecían de protección legal tenían que obedecer estas normas, cuánto más los que ahora trabajamos teniendo tantas ventajas y derechos.
Las circunstancias contemporáneas
Los versículos 18–20 aclaran que nuestra responsabilidad al patrón no se limita a los casos en que él es amable y comprensivo; tampoco se limita a las circunstancias en que sus órdenes y disposiciones son justas y correctas.
“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo” (Lucas 6:32–33).
Pedro continúa orientando a los creyentes para que obraran correctamente en medio de una sociedad que no los aceptaba. Les enseñó que debían mostrarse leales y servir con entusiasmo. En ciertos lugares y circunstancias todavía nuestra conducta puede ponernos en peligro.
Se debe reconocer que estos versículos contradicen la doctrina tan popular en la actualidad en algunas iglesias que afirma que Dios promete prosperidad, salud y bienestar al creyente que lo obedece y deposita su confianza en él.
OBEDECER + SUFRIR + SOPORTAR
= SER APROBADO
El anhelo preeminente
Esta porción señala que la meta del cristiano es ser aprobado por Dios, aunque no lo sea por los hombres. El siervo que más merece la aprobación divina es el que colabora y es paciente aun cuando se le trate injustamente.
Alternativas bíblicas
Habiendo estudiado la exhortación tan clara que da en estos versículos, debemos considerar algunas cuestiones de ética que no se mencionan.
¿Estamos en libertad de aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente para mejorar las circunstancias de nuestro trabajo? 1 Corintios 7:20–24 dice que sí. ¿Se nos permite escapar del sufrimiento injusto? Hechos 9:23–25, 28–30 nos da un ejemplo.
A través de los padecimientos, ¿logra Dios resultados provechosos para nuestro desarrollo como personas? Romanos 8:28 dice que sí y el ejemplo de Pablo lo confirma (2 Corintios 12:9–10).
¿Es correcto orar pidiendo que se nos libre del sufrimiento? El salmista así lo hacía (Salmos 109:21–31, 116:1–11), pero Dios no siempre contesta como quisiéramos (2 Corintios 12:7–9).
¿Es permitido protestar cuando somos tratados injustamente? Las palabras de Cristo y de los apóstoles indican que sí: Juan 18:23, Hechos 5:40–42, 23:1–5, 25:8–11.
En el primer siglo, por lo general las leyes no proporcionaban garantías ni recursos para quienes eran objeto de injusticias. Cuando se desesperaba, a veces la gente protestaba en una manifestación violenta. Por el contrario, la sociedad actual algunas veces ofrece alternativas legales que permiten al ciudadano, cristiano o no, la posibilidad de mejorar su condición. Por ejemplo, existen las garantías del voto, de amparo, de acudir a una asamblea legal, las negociaciones obrero patronales y la protesta pacífica.
¡PENSEMOS!
¿Recuerda alguna vez haber tenido un patrón áspero o injusto? ¿Cuáles son las actitudes que normalmente surgen en estos casos? ¿Cómo manejó usted la situación? Si se volviera a encontrar en una circunstancia semejante, ¿cómo cambiaría usted su procedimiento?
EL MODELO: NUESTRO SALVADOR 2:21–25
El hombre no llega a ser cristiano por seguir el ejemplo de Jesucristo sino porque confiesa que es pecador y acepta que no puede conducirse de manera que agrade a Dios. En ese acto, tanto el hombre como la mujer reconocen su culpabilidad e impotencia y se aferran a la gracia y misericordia divinas. Estas, junto con el perdón, están disponibles porque Jesucristo murió en la cruz, llevando nuestro castigo.
Cuando una persona llega a ser creyente verdadero, imita al Hijo de Dios, quien es el ejemplo que le enseña como debe conducirse. Este pasaje revela algunos aspectos de su comportamiento modelo.
¡PENSEMOS!
Lea y medite en los versículos 21–25 y después conteste estas preguntas. ¿Encuentra en estos versículos algunos motivos por los que Cristo no reaccionaba en forma incorrecta? Según este pasaje, ¿por qué murió Jesús? ¿Cómo afecta su conducta esto, al recordar que usted ya no es una oveja descarriada, sino que está en el redil? Cuando los destinatarios abatidos y sufridos leyeron que Cristo es su “pastor y obispo”, ¿qué deben haber sentido?
El juicio, la sentencia condenatoria, la burla y la crucifixión de Jesús son los actos más injustos que registra la historia. El fue el único hombre perfecto, santo y obediente a Dios en todo detalle y había dado evidencias indubitables de su verdadera identidad. Se había conducido entre los hombres sin cometer pecado, ni siquiera en pensamiento, actitud, o palabra. Sin embargo, los jueces humanos y pecadores lo condenaron a morir.
Jesús lo soportó todo para dejarnos ejemplo (v. 21)
Nosotros hemos sido llamados por Dios para seguir el ejemplo de Cristo que padeció con paciencia aun cuando no merecía el sufrimiento. Ejemplo era un vocablo que los griegos usaban para referirse a las letras bien escritas en los cuadernos de los alumnos en la escuela. Ellos tenían que copiar las letras exactamente como las de un modelo para aprender a escribir bien. El cristiano, como buen alumno y discípulo de Cristo, ha de copiar exactamente su comportamiento para aprender en la escuela de Dios y salir aprobado.
Ninguna injusticia se puede comparar con la que Cristo sufrió. Debe hacernos sentir vergüenza cuando nos irritamos porque tenemos que padecer una injusticia.
BIENAVENTURADOS LOS QUE PADECEN
PERSECUCION POR CAUSA DE LA JUSTICIA
(MATEO 5:10A).
Jesús soportó porque es impecable (v. 22)
Aunque el Señor pasó por todo la presión, amenaza y mal trato del juicio nunca cometió un acto reprobable o dijo algo pecaminoso. Su conducta y reacciones fueron totalmente santas y correctas. Este versículo refleja Isaías 53:9.
Jesús soportó porque confiaba en un juez justo (v. 23)
Tal vez a nosotros nos parecería adecuado que el Hijo de Dios manifestara la justa ira de Dios y destruyera a sus enemigos con una palabra. Pero esto no era la voluntad del Padre. Su sufrimiento y muerte eran necesarias para proveer la salvación. Nunca maldijo ni amenazó a sus detractores.
BIENAVENTURADOS SOIS CUANDO POR MI CAUSA
OS VITUPEREN Y OS PERSIGAN, Y DIGAN TODA
CLASE DE MAL CONTRA VOSOTROS, MINTIENDO.
GOZAOS Y ALEGRAOS, PORQUE VUESTRO
GALARDON ES GRANDE EN LOS CIELOS
(MATEO 5:11–12A).
Jesucristo soportó el sufrimiento porque puso su vista en Dios y confiaba en su juicio perfecto. De la misma manera, nosotros no debemos buscar el desquite y la venganza. El juicio de los pecadores le toca al Creador, quien tomará las decisiones justas y no dejará escapar a ninguno. Compare Romanos 12:17–21.
Jesús soportó por las metas que tenía (vv. 24–25)
Nuestro Señor resistió el sufrimiento y la humillación porque no olvidaba los objetivos que tenía; padeció hasta lo sumo y murió para llevar sobre sí mismo el castigo de nuestro pecado (1:18–19) y para que fuésemos librados del dominio del pecado y viviéramos en rectitud (Romanos 6:1–14).
 
La frase fuisteis sanados no se refiere a que la muerte de Cristo provee sanidad física sino la del alma, que viene por el perdón de pecados y la victoria sobre él (Salmos 103:3). El pasaje que estamos estudiando aclara que el creyente no está exento del sufrimiento. Dios puede sanar al enfermo como respuesta a las oraciones. Sin embargo, las enfermedades de Pablo, Timoteo y Epafrodito muestran que a veces es la voluntad divina que los creyentes padezcan físicamente (2 Corintios 12:1–10).
 
En el versículo 25, Pedro continúa hablando del propósito de los sufrimientos de Cristo. No eran porque los merecía, sino porque nuestra necesidad era enorme. Antes de conocer al Redentor, el hombre se encuentra perdido y descarriado como una oveja, sumido en la ignorancia, desorientado, en grave peligro de perderse, e impotente para ayudarse a sí mismo, como la oveja que se describe en Lucas 15:1–7. El pastor tuvo que poner su vida en peligro para rescatarla. Por eso tenemos un Pastor que nos ha rescatado de la muerte eterna, que nos alimenta, cuida y protege.
 
Obispo se refiere a la persona que vela por el bienestar de otros y los supervisa. Imaginemos el consuelo que los destinatarios sintieron en medio del sufrimiento, al recordar que tienen un Pastor que los cuida. En 5:1–4 Pedro habla de los ancianos de la iglesia llamándolos pastores y de Jesucristo como “Príncipe de los pastores”. Si nuestro Salvador no hubiera sufrido pacientemente, entonces nosotros no seríamos perdonados, seguiríamos descarriados y sin disfrutar del cuidado del Pastor de nuestras almas.
¡PENSEMOS!
¿Está usted viviendo una experiencia de injusticia? ¿Qué haría Jesús en esa circunstancia? ¿Cuáles de los propósitos del sufrimiento de Cristo le ayudan a actuar correctamente bajo la situación que está viviendo? ¿Tiene usted la seguridad que el Salvador llevó los pecados de usted en su cuerpo en la cruz? ¿Vive usted para la justicia? ¿Qué beneficio trae a su vida personal saber que tiene un “Pastor y Obispo”?
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