miércoles, 18 de marzo de 2015

Hoy existen gran número de iglesias, muchas personas emigran de una a otra, buscando a un gran maestro para seguirlo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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¡No Sigas a ese Líder!
1 Corintios 1:10–3:4
Vivimos en una época caracterizada por la rebelión y la lucha. El divorcio se hace cada día más común, aun entre los evangélicos. Los pleitos legales se multiplican como nunca. Cada uno quiere hacer valer sus propios derechos.
Aun en la iglesia de Jesucristo se ven antagonismos. Conservadoramente se ha calculado que las iglesias evangélicas se dividen a razón de cinco por ciento anual. La mayoría de los cristianos sólo aguantan cierto número de divisiones antes de abandonar por completo a sus congregaciones. Algunos soportan una de estas crisis pero muy pocos sobreviven a dos. Sólo un puñado de personas, las más fuertes, siguen siendo fieles después de pasar por tres, pero casi nadie resiste más.
En nuestro siglo existen gran número de iglesias, lo que ha producido que muchas personas emigren de una a otra, buscando a un gran maestro al que puedan seguir. Este problema es muy similar al que enfrentaban los corintios.
LA SITUACION PRESENTADA
1:10–17
En su introducción a esta epístola (1:1–9), Pablo daba gracias a Dios porque podía observar que en esa iglesia eran evidentes las grandes verdades doctrinales. Estaba seguro de que los corintios serían encontrados irreprochables en el día de Jesucristo gracias a que Dios es fiel, no por los esfuerzos o logros personales de los creyentes.
Los hermanos de esa congregación lo tenían todo; comprendían correctamente la revelación divina y mostraban todos los dones espirituales. Pero a pesar de la gran herencia que habían recibido, no tenían amor unos por otros. Poseían todo y todavía eran carnales; les faltaba el amor y la unidad. Debido a ello, Pablo trata en primer lugar el prblema principal, que eran las divisiones.
Tres exhortaciones a la unidad 1:10
Pablo inicia su disertación con tres exhortaciones a la unidad. En la primera, les pide que se pongan de acuerdo en decir lo mismo. El apóstol no deseaba que fueran como loros, repitiendo siempre las mismas palabras sin pensarlas. Tampoco que impidieran la diversidad en el cuerpo de Cristo, sino que hubiera equilibrio entre unidad y diversidad. Teniendo libertad para expresarse, debían hacerlo en un espíritu de unidad.
En la segunda, les advierte que eviten las divisiones. La palabra que emplea aquí se usaba para describir la rotura de una tela. En Marcos 2:21 se refiere a lo que sucede cuando se coloca un remiendo de tela nueva en un vestido viejo. El mismo vocablo aparece en los pasajes que relatan que el velo del templo se rasgó en dos el día de la crucifixión de Jesucristo (Marcos 15:38) y cuando al llegar el Señor con los discípulos a la Playa después de su resurrección, les ordenó echar la red a un lado de la barca, misma que no se rompió cuando la sacaron llena (Juan 21:11). Esta expresión llegó a usarse más tarde en relación con el rompimiento de la iglesia. Pablo quería evitar ese resultado.
En tercer lugar los exhorta a que permanezcan unidos, sintiendo lo mismo. Esta expresión es contraria a la anterior y se empleaba para denotar el acto de remendar las redes rotas de un pescador. Ya sean redes, los huesos del cuerpo, o los miembros de la iglesia, todas deben unirse en una relación efectiva para poder realizar juntos algún trabajo. El deseo de Pablo era que se unieran en pensamiento, en actitudes y opiniones. Earle ha dicho: “La idea es la de colocar juntas las piezas de un mosaico para que cada parte, por pequeña que sea, llene perfectamente el lugar que le corresponde”.
Descripción de las condiciones 1:11–12
Pablo les confronta con la, situación imperante según los reportes que había recibido y al mencionarla, identifica la fuente de su información. Parece que había dos clases de dificultades. La primera eran las divisiones causadas por los debates sobre los importantes temas que se tratan en el resto del libro: ¿Es mejor quedarse soltero o casarse? ¿Debían comer carne ofrecida a ídolos o no? Además, existían otros motivos, tales como si las mujeres debían dejar de usar el velo; carismáticos y no carismáticos; ricos y pobres; y así por el estilo.
La segunda clase de desacuerdos tenía que ver con los maestros líderes. Algunos seguían a uno, mientras que otros preferían a otro distinto. Los filósofos griegos de los pueblos acostumbraban venir a la ciudad buscando discípulos y estos creyentes respondían de la misma manera. Cada uno quería identificarse con un gran maestro o predicador. Habían puesto los ojos en el mensajero y no en Dios que era quien les había enviado el mensaje.
Algunos eran adeptos a Pablo, el apóstol a los gentiles que había sido el iniciador de la iglesia. Los miembros fundadores permanecían fieles a él. Recordaban cómo había llegado para predicarles. Entre ellos tal vez se encontraban los intelectuales y teólogos del grupo. Otros por su lado, apoyaban a Apolos, un judío elocuente. Por ser un gran predicador, su presentación de la Palabra de Dios debe haber sido maravillosa.
Otros preferían a Cefas, el apóstol a los judíos, cuya autoridad había sido establecida por el Señor Jesús personalmente. Era considerado varón de varones, fuerte e impresionante. Por último, había otro grupo que no quería seguir a ninguno de los mencionados; sencillamente querían obedecer sólo a Cristo. Se, sentían “demasiado espirituales” para confiar en los hombres. El orgullo que demostraban tal vez era lo peor de todo.
Corrección del concepto 1:13–17
Pablo se dirige a los hermanos de Corinto para corregir el concepto que tenían acerca de seguir líderes humanos, haciendo distinción entre ellos. Para hacerlos meditar, les hace tres preguntas:
• ¿Ha sido Cristo cortado en pedazos y distribuido entre distintas personas para que cada una lo presente como quiera?
• ¿Fue Pablo crucificado por ustedes?
• ¿Fueron bautizados en el nombre de Pablo?
Estos cuestionamientos deberían suscitar una respuesta negativa de parte de sus lectores. Además, les confirmó que no había nada malo en el bautismo porque a través de ese paso de obediencia hecho en el nombre del Señor, se habían identificado públicamente con Cristo, no con quien lo realizó ni con quien predicaba. Así que el apóstol los conmina a que quiten sus ojos del mensajero y los pongan en el Salvador.
Cada líder representa a Jesucristo, no a sí mismo, porque fue él quien Murió y habían sido bautizados en su nombre. Los dirigentes estaban unidos en él; Apolos y Pablo no estaban divididos. Aún más, se habían reunido para hablar del problema y estaban preocupados por la actitud de sus seguidores. Pablo había querido enviar a Apolos para corregir la situación, pero él se negó porque no deseaba que surgieran mayores complicaciones (1 Corintios 16:12).
La carta continúa diciendo que cada quien tiene una comisión dada por el Señor (1:17). Todos debían procurar servirle a él. El apóstol afirma que tenía cosas más importantes qué hacer y carecía de tiempo para ir a buscar seguidores personales. Tampoco quería convertirse en un bautizador para ver cuántos se identificaban con él, sino que quería lograr que todos fueran como Jesucristo. Su interés principal era predicar el evangelio.
En lugar de imitar a los filósofos griegos, deseaba que vieran solamente la cruz. La sabiduría humana y los trucos publicitarios populares los distraerían de su divino mensaje. Por eso, no había por qué dividir la iglesia a causa de los líderes que Dios había enviado.
CONCEPTO EQUIVOCADO DEL MENSAJE
1:18–3:4
Su mensaje no estaba basado en la sabiduría humana 1:18-2:9
Pablo se daba cuenta de que el origen de las divisiones era el concepto falso que tenían acerca del mensaje de redención, que habían adquirido de la filosofía contemporánea pagana. Los hermanos pensaban que la predicación era una filosofía más que requería usar la mente y por lo tanto, era lógico que buscaran al mejor maestro para imitarlo.
Por eso, el apóstol hace énfasis en que el evangelio no se basa en conocimientos y no puede ser limitado por ellos. En esta sección emplea dos palabras claves que están en contraste para señalar la distinción entre el intelecto y el evangelio. Se hace una diferencia entre el poder divino y la debilidad, y entre la sabiduría de Dios y la locura. En resumen, demuestra que Cristo es el poder y la sabiduría del Señor, que nos da salvación.
EL MENSAJE DEL EVANGELIO NO ESTA DE
ACUERDO CON LA SABIDURIA HUMANA
A continuación, presenta siete principios que contradicen la manera en que los hombres captan la verdad. El primero es un resumen de los demás: “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1:18).
El evangelio se fundamenta en Cristo crucificado, y no en filosofías. Los hombres nunca podrán entender ese plan por mucho que se esfuercen. No se nos pidió opinión para que se realizara; fue iniciativa exclusivamente divina.
El segundo principio es que desde la perspectiva divina, los muchos avances intelectuales del hombre son demencia (1:19–20). Los respetados sabios, escribas y los que disertan ante las masas no vienen de Diso sino que buscan la realización de sus ambiciones usando métodos humanos. El programa divino es muy diferente al de ellos porque ellos buscan algo tangible, que se pueda ver y tocar, que sea lógico y que vaya de acuerdo con su manera de pensar.
El tercer principio que encontramos es que la ciencia no puede llevarnos a Dios (1:21–25). Para los judíos, el evangelio era piedra de tropiezo porque habían esperado un rey poderoso, capaz de hacer grandes milagros, que dominara a todos sus enemigos y los librara del yugo romano. Pero Cristo había muerto en una cruz como un criminal común.
Para los griegos, el mensaje del evangelio también era una insensatez, porque para ellos todo tenía que ser lógico y este plan no lo era. ¿Por qué había de morir un dios? ¿Por qué salvar a los perdidos sin pedir nada a cambio? ¿La salvación propuesta por el Señor era demasiado fácil! Sin embargo, a pesar de la dificultad que la gente tiene para creerlo, la predicación del evangelio es la manera que Dios eligió para alcanzar a los hombres.
LA SABIDURIA HUMANA
JAMAS NOS LLEVARA A DIOS
El cuarto principio que Pablo establece acerca del evangelio es que Dios ha escogido a personas consideradas de poca importancia por el mundo y las ha salvado, para que él sea quien recíba toda la gloria (1:26–31). El Señor selecciona gente sencilla, débil, común. Entre los seguidores de Cristo en Corinto había uno que había sido gobernante de la sinagoga, un tesorero municipal, y dos o tres comerciantes importantes, pero la mayoría no tenía credenciales educativas, culturales, sociales o religiosas.
Dios había escogido a los necios según ellos, para avergonzar a, los sabios; a los débiles para apenar a los fuertes; a los despreciados por la clase alta para que los importantes y reconocidos por el mundo fueran puestos en su lugar.
El principal propósito de esta selección divina es que nadie se puede jactar antar el Señor porque él es el único que debe ser glorificado por su maravilloso plan y merece la alabanza. Como dice el Antiguo Testamento: “El que se gloría, gloríese en el Señor” (l:31; Jeremías 9:23–24). Esos hermanos no buscaban dar la honra a Dios, se comportaban como si él tuviera la obligación de amarlos porque lo merecían.
¡PENSEMOS!
¿Cuáles son las implicaciones lógicas de la naturaleza del evangelio según lo describe Pablo en este pasaje? ¿Cómo debía cambiar la actitud de los hermanos? ¿Qué diferencia debe producir en nuestra conducta y estilo de vida?
El quinto principio que Pablo señala es que el mensaje de Cristo no es una ideología más (2:1–4). En sus disertaciones, los filósofos griegos empleaban palabras grandilocuentes, expresiones refinadas y argumentos lógicos, que al igual que en nuestra cultura, entre más complicados suenan, más se impresiona la gente, aunque no entiendan lo que se está diciendo. El resultado es que muchas veces los escuchas prefieren dormirse mientras los otros hablan.
Pablo estaba interesado en que comprendieran la verdad del evangelio a pesar de su simplicidad. No pretendía seguir la moda del día; de ninguna manera buscaba impresionar a sus oyentes. Sólo se preocupaba de que la gente le entendiera.
El sexto principio que menciona es que el mensaje de Cristo se basa en el poder de Dios (2:5). Pablo quería que su fe se fundara en el poder divino, no en su predicación. El Padre Celestial tendría que convencerlos de la verdad del mensaje, no la elocuencia de quien lo exponía.
Por último, muestra que el terstimonio se basa en la sabiduría del Altísimo, incomprensible a la mente humana (2:6–9). Aceptar el evangelio no equivale a Suicidarse intelectualmente; no se puede dejar de pensar. Sin embargo, nuestra mente es transformada. Empezamos a ver la vida desde una perspectiva superior, la divina. Pero éste no es el camino más popular, ni el que apoyan los líderes poderosos del mundo, sólo el Señor lo entiende perfectamente y lo ha compartido con nosotros.
Si nuestro mensaje no es humano, no tenemos por qué aferrarnos a maestros imperfectos, sino a aquél que nos envió el mensaje. Todos los demás son sus siervos.
¡PENSEMOS!
¿Cómo debieron eastos principios afectar la vida diaria de los Corintios? ¿Cómo deben cambiar la nuestra y nuestras relaciones con otros creyentes?
Mensaje basado en la sabiduría divina 2:10–3:4
Si el intelecto es incapaz de llevarnos al Señor entonces, ¿cómo lo lograremos? ¿De dónde viene la enseñanza adecuada? La segunda verdad principal que tenían que asimilar era que el mensaje venía de Dios y estaba basado en su sabiduría. Por eso, tenían que ser instruidos por el Espíritu Santo.
Si logramos comprender la verdad espiritual por medio de algún instructor, no es él el que merece el crédito. En última instancia, el comunicador verdadero es la divina persona que también provee paz y unidad en el cuerpo de Cristo. Los que no demuestran estas características no han sido enseñados por el Espíritu de Dios (2:10–11).
LA FUENTE DE LA COMPRENSION DEL
EVANGELIO ES EL ESPIRITU SANTO
Sólo el Paracleto puede revelar la sabiduría divina y es el que nos da discernimiento espiritual (2:12–13). Quienes logran enseñar bien es porque por su poder comprenden el propósito eterno de Dios, el cual no está al alcance del hombre natural (2:14–16). La única manera en que podemos profundizar en las Sagradas Escrituras es conociendo personalmente a su autor, pero el que no está en comunión con él, aunque sepa mucho acerca de Dios y su Palabra, no puede discernir la verdad.
Aun entre los que sí pueden, existen diferentes niveles. Debido a su condición espiritual, los corintios no podían ser enseñados por el Espíritu, y por lo tanto, permanecían en la inmadurez. La solución a ese problema era que fueran instruidos por el Espíritu (3:1–4).
Pablo señala que hay cuatro clases de personas dependiendo del estado de instrucción espiritual en que se encuentren:
1.     El hombre natural que no conoce a Cristo. Todos éramos así cuando nacimos físicamente; no podíamos comprender lo espiritual. Para tales personas, la sabiduría de Dios parece locura (2:14) porque no conocen al maestro divino.
2.     El opuesto al anterior es el hombre espiritual que tiene el conocimiento divino,el que permanece en comunicación con el Espíritu Santo y por eso puede comprender la verdad. No obstante, nadie entiende a esta clase de persona, porque su estilo de vida y manera de pensar se alejan de la perspectiva humana para reflejar la divina. Parece muy raro a quienes lo observan, porque no piensa como ellos.
3.     El creyente recién nacido en las cosas espirituales. Como cualquier bebé, se porta mal y necesita muchos cuidados. A veces parece que lo único que sabe hacer es dejar todo sucio y en desorden; entre sus características están las siguientes: proporciona mucho gozo a sus padres, sólo toma leche y no camina ni habla. Los infantes espirituales son semejantes. Necesitan cuidados intensos porque no son autosuficientes ni comen por sí solos todavía. No hay nada de malo en ser bebé. ¡Todos empezamos así! Es la única manera de iniciar la vida.
4.     Los creyentes carnales viejos. Se caracterizan por un estilo de vida controlado por sus deseos naturales. Son como bebés que nunca crecieron, porque siguen comportándose como tales. Pablo indica que andan de la misma manera que las personas que no tienen a Cristo. Se identifican porque:
a.     No pueden comprender las verdades profundas de la fe.
b.     Solo toman leche.
c.     Sienten celos, promueven contiendas y divisiones.
d.     Quieren pelear cuando los demás no hacen las cosas a su manera.
Otros pasajes señalan distintos rasgos de estos inmaduros. Son inestables; se dejan Ilevar por cualquier viento de doctrina (Efesios 4:11–15); son débiles por falta de ejercicio espiritual y no practican la verdad (Hebreos 5:11–13).
Cuando una iglesia se distingue por falta de madurez espiritual, puede convertir cualquier cosa en un gran escándalo. Mas cuando hay madurez, puede enfrentar problemas tremendos y resolverlos adecuadamente. Una congregación así se hace más fuerte en medio de la adversidad.
Los corintios se comportaban como niños. No sabían distinguir entre el bien y el mal. Cuando no obtenían lo que querían, provocaban un escándalo. Como cualquier niño normal, en cuanto menos madurez tenían,menos querían escuchar esa verdad. Es común que los que carecen de madurez traten de comportarse como si fueran mayores para convencer al mundo de que son maduros.
Debido a esa condición, no podían ser enseñados por el Espíritu Santo; no comprendían la voluntad del Dios ni su mensaje. Las divisiones dan testimonio de su orientación mundana (en lugar de espiritual). Se asemejaban a los que no conocían al Espíritu e imitaban al mundo y sus métodos. Se comportaban como niños malcriados. No comprendían lo que el Señor estaba haciendo porque no estaban en comunión con él.
¡PENSEMOS!
¿Qué clase de persona es usted?
¿Natural?
Usted debe confiar en Cristo hoy.
¿Niño?
No se preocupe. Crecerá con el tiempo. Coma bien y haga sus ejercicios espirituales.
¿Carnal?
Es tiempo de someterse al control del Maestro y empezar a crecer.
¿Espritual?
Déle gracias a Dios y siga creciendo hacia la perfección, a la medida de la estatura de Cristo.
La única manera de comprender la Palabra de Dios es conocer íntimamente a su autor. Si no se considera maduro, es tiempo de establecer la comunión con él y empezar a crecer en el conocimiento práctico de Su Palabra. ¿Qué pasos debe dar esta semana?
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