viernes, 20 de marzo de 2015

Si uno dice que conoce a Dios y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información 


La Obediencia y la Comunión
1 Juan 2:3–17
En esta sección, Juan cambia su fraseología. Hasta este punto, su tema había sido la comunión. Ahora comienza a hablar de conocer a Dios. No por eso abandona el asunto de la comunión, porque hay una relación entre la comunión con y el conocimiento de una persona. Al estrechar los lazos de la comunión, se profundiza nuestro conocimiento de la persona.
CUARTO REQUISITO PARA DISFRUTAR DE LA COMUNIÓN: OBEDECER LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR 2:3–6
Todos los creyentes conocen a Cristo como su Salvador personal y debido a eso, conocen a Dios también. Cristo mismo dijo en Juan 14:7 que el conocerle a él equivale a conocer al Padre. En 1 Juan 2:3 Juan hace referencia a otro aspecto del conocimiento, y establece una prueba para saber si uno conoce a Dios.
Pablo expresó en una de sus cartas que anhelaba conocer a Cristo (Filipenses 3:10). No existe ninguna duda acerca de su conocimiento de Cristo como su Salvador porque había sido salvo unos treinta años antes y en esa ocasión estaba preso por él, posiblemente en Roma. Su meta al mencionar el deseo de conocerle era llegar “a ser semejante a él en sus padecimientos”.
“Y EN ESTO SABEMOS QUE NOSOTROS LE
CONOCEMOS, SI GUARDAMOS SUS
MANDAMIENTOS” (1 JUAN 2:3).
Si uno dice que conoce a Dios y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él (2:4). La conclusión es igual a la que aparece en 1:6, donde el apóstol afirma que quien dice que tiene comunión con Dios, pero anda en tinieblas, miente, y no practica la verdad. Así como una espiritualidad fingida no conduce a la comunión, una obediencia fingida tampoco puede proporcionarnos un conocimiento íntimo de Dios.
La obediencia a la palabra de Dios resulta en una experiencia plena del amor de Dios, y nos ayuda a saber con certidumbre que estamos en él (2:5). Se puede decir lo mismo en cuanto a nuestro amor hacia el Señor. Si guardamos su palabra, nuestro amor para con él también se perfecciona. Dicho de otra manera, el amor es producto de la obediencia a la palabra de Dios.
¡PENSEMOS!
¿Qué relación existe entre tener comunión con Dios y conocer a Dios? ¿En qué sentido conocen todos los creyentes a Dios? ¿Qué quería decir Pablo al expresar su deseo ardiente de conocer a Cristo? Según 2:3, ¿cómo podemos saber sin lugar a duda que conocemos a Dios? ¿Cuál es la clave para que el amor de Dios se perfeccione en nosotros?
“EL QUE DICE QUE PERMANECE EN ÉL,
DEBE ANDAR COMO ÉL ANDUVO” (2:6).
¡Qué meta para los discípulos de Cristo! ¡Andar como él anduvo! ¿Quién puede hacerlo? Sólo aquél que permanece en él (2:6). ¿Qué significa esto? La contestación se encuentra en 1 Juan 3:24 donde dice: “Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él”.
En Juan 15:10, Cristo dio la misma enseñanza. Asimismo, prometió mucho fruto al que permanece en él (Juan 15:5). El fruto del Espíritu Santo mencionado en Gálatas 5:22–23 es la reproducción de la vida de Cristo en el creyente. Únicamente la persona salva por su gracia y llena del Espíritu Santo puede andar como él anduvo.
¿QUÉ PASA AL QUE NO PERMANECE
EN CRISTO?
En Juan 15:6 Cristo también advirtió que el que no permaneciera en él sería echado fuera y quemado en el fuego. Muchas personas indoctas han tropezado con esta enseñanza. Concluyen diciendo que un creyente puede perder su salvación y ser echado para siempre en el infierno o el lago de fuego.
Es más probable que este pasaje sea semejante a lo que Pablo enseña en 1 Corintios 3:12–15, donde trata de ciertas obras del creyente, que al pasar por la prueba de fuego, no persevera en la fe y por lo tanto, sus obras serán quemadas. Aclara Pablo que: “él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Corintios 3:15).
UN NUEVO MANDAMIENTO 2:7–11
En 1 Juan 2:7–8 tenemos una aparente contradicción. El versículo 7 comienza así: “No os escribo mandamiento nuevo”. En cambio, el versículo 8 dice: “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo”. ¿Qué hemos de creer? Era nuevo, ¿o no? Y, ¿cuál era el mandamiento? En realidad el mandamiento es uno, y es el mismo mandamiento antiguo (2:7).
2 Juan 5 aclara que ese mandamiento antiguo es: “que nos amemos unos a otros”. Realmente no es nuevo. Se encuentra en Levítico 19:18 y fue repetido por nuestro Señor Jesucristo en Marcos 12:28–31 en respuesta a la pregunta que le hicieron: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” Cristo agregó algo nuevo a ese mandamiento antiguo en Juan 13, después de lavar los pies de sus apóstoles y anunciar quién era el traidor.
“UN NUEVO MANDAMIENTO OS DOY: QUE OS
AMÉIS UNOS A OTROS; COMO YO OS HE
AMADO” (JUAN 13:34).
La parte nueva del mandamiento es como yo os he amado. Entre los cristianos se ha hecho muy común usar la palabra griega ágape. Es la que se usa para definir el amor de Cristo. El nos amó sin que nosotros le amáramos primero. Lo hizo sin esperar una respuesta recíproca. Amó sin que fuéramos amables o atractivos. Así hemos de amarnos los unos a los otros.
Otro aspecto nuevo del mandamiento se menciona en 1 Juan 2:8.
“LAS TINIEBLAS VAN PASANDO,
Y LA LUZ VERDADERA YA ALUMBRA”.
Cuando Cristo dio el nuevo mandamiento a sus discípulos la noche en que fue aprehendido, todavía no había sufrido en la cruz. Las tinieblas prevalecían por la obra del diablo. Satanás recibió un golpe fatal en la cabeza con la muerte de Cristo y las tinieblas desaparecieron. En aquel entonces, tampoco había venido al mundo el Consolador. Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, el Espíritu Santo vino a los discípulos y la luz verdadera empezó a alumbrar en todo el mundo por obra del Espíritu. Ahora los creyentes podemos amar como él nos amó.
Pero no es algo automático. El pecado está presente (1 Juan 1:8) y la lucha interna es real y verdadera (Romanos 7:18–19). Pero podemos triunfar, “porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
El que aborrece a su hermano 2:9 y 11
Cada pasaje dificil tiene su clave. Esta sección no es la excepción. La clave es el uso que se da a la palabra hermano en cada uno de estos dos versículos. El pecado cometido se lleva a cabo por hermanos, y la acción es contra hermanos. El que aborrece a su hermano no se ha apropiado del poder del Espíritu Santo para vencer su propia carne. El resultado es que está todavía en tinieblas, anda en ellas, y no sabe a dónde va (9 y 11).
El odio no debe existir en el corazón de un creyente, pero la realidad de la historia cristiana es que cualquier hermano extraviado puede cometer cualquier pecado. Aunque tiene que sufrir las consecuencias de su pecado, sigue siendo creyente. Uno de los casos más tristes de la Biblia es el relato del pecado del gran rey David con Betsabé.
El monarca dio órdenes que provocaron la muerte de Urías, su rival. David era creyente en Dios, y la Biblia no indica que perdiera su salvación, pero tuvo que pagar un precio enorme por este pecado.
El amor a los hermanos 2:10
En este caso, el amor se manifiesta porque el hermano permanece en la luz. De acuerdo con lo que vimos en el v.6, el que permanece en Cristo es el que guarda sus mandamientos. Además de permanecer en la luz, no hay ningún tropiezo en él. Él esparce claridad sobre el camino de sus hermanos y su ejemplo es bueno.
LA LÓGICA ES EVIDENTE. EL QUE ABORRECE
A SU HERMANO ES UN TROPIEZO PARA LOS
OTROS. ¡QUÉ TRISTE!
¡PENSEMOS!
¿Cómo podemos andar como Cristo anduvo? ¿Cuál es el mandamiento antiguo que Cristo mencionó? Según Juan 13:34, ¿cuál era el aspecto nuevo del mandamiento? ¿Qué otro aspecto del mandamiento es nuevo después de la muerte de Cristo? Lea de nuevo 2:9–11. ¿Cuál es la clave para entender este pasaje? Describa el estado del que aborrece a su hermano. ¿Cuáles son las características del que ama a su hermano?
PALABRAS DE ESTÍMULO PARA TRES GRUPOS 2:12–14
Juan menciona tres grupos y explica la razón por la que escribe a cada uno.
A hijitos
A padres
A jóvenes
Porque vuestros pecados han sido perdonados por su nombre (2:12), y habéis conocido al Padre (2:13c)
Porque conocéis al que es desde el principio (2:13a y 14a)
Porque habéis vencido al maligno (2:13b), sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros (2:14b y c)
Sus palabras en 2:9 y 11 tienen la forma de regaño. Sus lectores podrían creer que estaba descontento con todos. Pero por el estímulo expresado en 2:12–14, es obvio que no era así, sino que les habla como a creyentes que van avanzando en su conocimiento de Dios y demostrando fuerza vencedora.
En la forma de referirse a sus lectores como hijitos, hay una evidente progresión de experiencias. Sus pecados habían sido perdonados por el Señor y habían llegado a conocerle en forma íntima.
Al dirigirse al otro grupo como padres, también hace hincapié en el hecho de que conocen al que es desde el principio. Vuelve a usar un término que indica madurez y una comunión íntima con el Señor.
Al llamar a los jóvenes, los alaba por la fuerza que han logrado y por la cual han vencido al maligno. Además, atribuye esa fuerza a la palabra de Dios que permanece en ellos.
INCOMPATIBILIDAD ENTRE EL MUNDO Y DIOS 2:15–17
La Biblia usa la palabra mundo de diferentes maneras. El mundo fue creado por Dios (Juan 1:10). El amó al mundo (Juan 3:16). En 1 Juan 2:15–17 se habla del mundo como un sistema totalmente opuesto a Dios. El mismo está encabezado por Satanás (1 Juan 5:19), quien lucha en forma sutil para frustrar los propósitos divinos.
La enseñanza bíblica es clara en cuanto a la actitud que los creyentes deben manifestar hacia ese sistema llamado mundo: No han de amar al mundo ni las cosas que están en el mundo (2:15).
Juan usa tres cosas bien conocidas para definir lo que está en el mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria (2:16a). El gran peligro de participar en estas cosas es que no provienen del Padre, sino del mundo (2:16b).
El resultado final es que el mundo con sus deseos pasa, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (2:17).
¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente 2:12–14. ¿Qué dice Juan a cada uno de los tres grupos? Reflexione en Juan 3:16. ¿Le parece que nosotros debemos amar al mundo de la misma manera en que Dios lo amó? En 1 Juan 2:15–17, ¿cuál es el significado de la palabra mundo? ¿Por qué no debemos amar al mundo? ¿Cuáles son las tres cosas que Juan menciona para definir lo que está en el mundo?
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