domingo, 29 de marzo de 2015

Un cristiano que domine el contenido y el significado del A.T. junto con el Nuevo Testamento, estará «enteramente preparado para toda buena obra».

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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     La Apócrifa

Todos los estudiantes bíblicos de la Iglesia Ortodoxa Oriental, la Iglesia Católica Romana y las iglesias protestantes concuerdan acerca de los veintisiete libros del canon del Nuevo Testamento, y generalmente en el mismo orden. Con el Antiguo Testamento la situación es un poco más compleja.
Los protestantes y los judíos están de acuerdo sobre el contenido del Antiguo Testamento, pero la Iglesia Ortodoxa Oriental y los católico romanos aceptan algunos libros judíos de historia y poesía, que ellos llaman «deuterocanónicos» (gr. «segundo canon»). Protestantes y judíos llaman a estos libros «apócrifos» (gr. «oculto»).
Los treinta y nueve libros de la Reina Valera, la Biblia de las Américas y otras versiones verdaderamente protestantes tienen exactamente el mismo material que los veinticuatro libros de la Biblia hebrea. La diferencia en el número de libros es debida a varias combinaciones de libros en las versiones judías. Por ejemplo, los seis libros de Samuel, Reyes y Crónicas son considerados tres libros, y los profetas menores están en un solo libro llamado «El Libro de los Doce».
Los judíos escribieron muchos otros libros religiosos, a veces ni siquiera en hebreo, los cuales ni ellos consideraron inspirados ni autoritativos. Algunos, por ejemplo, 1 y 2 Macabeos, tienen valor en el sentido de historia intertestamentaria. Otros, tales como «Bel y el Dragón», sólo tienen que ser leídos por los que tienen discernimiento para que se descubra que no son canónicos.
Los escritos judíos que menos valor tienen son los Pseudepigrafa (gr. «escritos falsos»), y los mejores son llamados Apócrifa.

Algunos judíos y cristianos antiguos aceptaron un canon más amplio, pero esto lo hicieron sobre todo los gnósticos de Egipto. Aun aceptaron algunos de estos libros.
Cuando Damasus el obispo de Roma pidió al erudito Jerónimo traducir los libros apócrifos al latín, los tradujo bajo protesta. Esto fue porque conocía bien el texto hebreo, y también porque ellos no eran parte auténtica del canon judío. Por eso, aunque Jerónimo podía discernir que eran de segunda categoría (como mucho), los tradujo para la Vulgata latína. Hoy en día aparecen en versiones católico romanas como la Nácar Colunga, la Nueva Biblia de las Américas y la Biblia de Jerusalén. También aparecen en versiones ecuménicas (llamadas a veces «interconfesionales») como la New English Bible, la Revised English Bible, y Dios Habla Hoy. [La Sociedad Bíblica ha editado dos versiones de «Dios Habla Hoy», una con fecha de 1987 dice: «La Biblia con Deuterocanónicos», esto es, con los libros apócrifos, aparentemente en conjunto con la Iglesia Católica para su consumo.]
La Iglesia Católica Romana no reconoció oficialmente la Apócrifa como libros canónicos hasta el periodo de la Contra Reforma (siglo XVI). Una razón por la que el Vaticano hizo esto es que algunas de sus enseñanzas, como por ejemplo la de las oraciones por los muertos, se hallan en la Apócrifa. Realmente, la Apócrifa es principalmente literatura judía e historia, sin relevancia a la doctrina cristiana. Aunque no son inspirados, merece la pena leer algunos de los libros desde una perspectiva cultural e histórica, después de que uno haya llegado a entender bien los libros inspirados del canon hebreo.

     IV. Los Autores
El Autor Divino del Antiguo Testamento es el Espíritu Santo. Él impulsó a Moisés, Esdras, Isaías y los escritores anónimos a escribir bajo Su dirección. La comprensión mejor y más correcta de la cuestión de cómo fueron producidos los libros del Antiguo Testamento es algo que llamamos «autoría dual».
El Antiguo Testamento no es parte humano y parte divino, sino totalmente humano y totalmente divino a la vez. El elemento divino previno que el elemento humano cometiera algún error. El resultado es un libro inerrante, sin fallos, en los manuscritos originales.
Una analogía que nos ayuda a entender esta naturaleza dual de la Palabra de Dios es la naturaleza del Verbo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Él no es parte humano y parte divino (como algún mito griego), sino completamente humano y completamente divino a la vez. La naturaleza divina produjo una naturaleza humana incapaz de pecar.

    V. Las Fechas
  A diferencia del Nuevo Testamento, que sólo costó medio siglo escribir (aprox. de 50
d.C. a 100 d.C.), el Antiguo Testamento tomó como mínimo un milenio para completarse (aprox. de 1400 a.C. a 400 a.C.). Los primeros libros que se escribieron fueron el Pentateuco (cerca de 1.400 a.C.) o Job (fecha desconocida, pero el contenido sugiere la era antes de que fuera dada la ley).
Se escribieron otros libros que siguieron antes del exilio (cerca de 600 a.C.), tales como Josué hasta Samuel; durante el exilio (tales como Lamentaciones y Ezequiel), o después del exilio, como Crónicas, Hageo, Zacarías y Malaquías (cerca de 400 a.C.).

     VI. Contenidos

El contenido del Antiguo Testamento, presentado en el orden de las versiones protestantes, puede ser resumido concisamente así:

Pentateuco
De Génesis a Deuteronomio.

Histórico
De Josué a Ester

Poético
De Job a Cantares

Profético
De Isaías a Malaquías

Cada una de estas cuatro secciones principales del Antiguo Testamento tiene una introducción propia, está en el comentario en el lugar apropiado.
Un cristiano que aprende a dominar tanto el contenido como el significado de estos libros, junto con la revelación posterior y plena del Nuevo Testamento, estará «enteramente preparado para toda buena obra».
Es nuestra oración que el Comentario al Antiguo Testamento sea de gran ayuda para equipar así a muchos creyentes.

      VII. Idiomas

   1. Hebreo
El Antiguo Testamento fue escrito originalmente en el idioma hebreo, exceptuando unas pocas secciones en arameo, un idioma semita relacionado con el hebreo.
No debe sorprender a los creyentes que Dios usara así un medio totalmente apropiado para la porción más antigua de Su Palabra. Es un idioma expresivo, rico en color y vocabulario, bien adaptado a las narrativas inspiradas, la poesía y las leyes que constituyen el Antiguo Testamento. El hebreo es uno de los idiomas más antiguos, pero es el único que ha sido avivado (casi milagrosamente) como la lengua moderna de una nación: Israel.
El hebreo se escribe de derecha a izquierda, y originalmente sólo tenía consonantes. El lector, al conocer el idioma, suplía las vocales correctas al leer en voz alta. Providencialmente, esto hizo posible la legibilidad del texto hebreo durante muchos siglos, puesto que lo que principalmente cambia son las vocales, de siglo en siglo, de país en país, y de región en región.
A veces lo que se escribía (llamado kethiv), como el nombre de Dios, se pensaba que era demasiado sagrado para pronunciarlo, así que una nota marginal indicaba lo que se debía leer en voz alta (qere). Esto también se hacía en el caso de errores cometidos por los escribas al hacer copias, y en el caso de palabras que a lo largo de los siglos habían llegado a considerarse vulgares.
  En  los  primeros  siglos  de  la  era  cristiana  surgieron  los  eruditos  judíos  llamados Masoretes (de la palabra hebrea para tradición). Viendo que el hebreo se estaba volviendo un idioma obsoleto, y deseando preservar la lectura correcta del texto sagrado del Antiguo Testamento, ellos inventaron un sofisticado sistema fonético de puntos y guiones colocados arriba, en medio y principalmente debajo de las veintidós consonantes hebreas, para indicar la pronunciación aceptada de las palabras. Aún hoy en día este sistema antiguo de «puntos vocales», como es llamado, ¡es más científico y preciso al deletrearse que el inglés, el francés o el alemán!

El texto de consonantes también es la fuente de lecturas variantes que se disputan, puesto que una combinación de consonantes puede ser leída a veces con distintas vocales, y, por lo tanto, puede tener significados distintos. Normalmente el contexto determina cuál es el original, pero no siempre funciona. Las formas de deletrear nombres propios en Crónicas (ver el comentario acerca de Crónicas) que son distintas a los nombres  en Génesis, es debido en parte a este fenómeno.
No obstante, en gran parte el texto tradicional, o masoreta, ha sido maravillosamente preservado. Es un testimonio vivo a la gran reverencia de los judíos hacia la Palabra de Dios. Con frecuencia las versiones antiguas (Targum, Septuaginta y Vulgata) nos ayudan a escoger el sentido correcto cuando surge un problema. Desde mediados del siglo XX los rollos del Mar Muerto han sido otra fuente de información acerca del texto hebreo, y principalmente han confirmado la precisión del texto masoreta.
Afortunadamente para los lectores del inglés, el hebreo se traduce bien al inglés, mucho mejor que al latín, como señaló el gran traductor de la reforma del siglo XVI, William Tyndale.
La versión sobre la que este comentario se basa es descendiente directo de los comienzos de Tyndale con el texto del Antiguo Testamento. Él consiguió completar la sección de Génesis hasta incluso Crónicas, y algunas secciones de poesía y profecía antes de que la Inquisición le arrestara y quemara por sus obras (1536 d.C.). Su trabajo con el Antiguo Testamento fue terminado por otros y actualizado en la versión King James del año 1611, y más recientemente en la New King James del año 1982.

   2. Arameo
Al igual que el hebreo, el arameo es una lengua semita, pero gentil, hablada ampliamente en el mundo antiguo durante muchos siglos. Cuando el hebreo se estaba volviendo un idioma muerto para los judíos, el Antiguo Testamento tuvo que traducirse al arameo para ellos, porque era el idioma «pariente» pero distinto que habían adoptado. La forma de escribir que asociamos con el hebreo probablemente fue tomado del arameo cerca del año 400 a.C. y desarrollado para ser las letras artísticas y cuadradas que son tan familiares hoy en día a los estudiantes del hebreo.
Muchos de los datos que acabamos de dar acerca del hebreo son también verdad en cuanto a las porciones del Antiguo Testamento en arameo. Esto pasajes son pocos, y es de comprender que principalmente tienen que ver con el contacto de Israel con sus vecinos gentiles, como por ejemplo durante el periodo del exilio en Babilonia y posteriormente.

      VIII. Traducción
El inglés ha sido bendecido con muchas traducciones (quizá demasiadas). Pero hay muchas menos traducciones del Antiguo que del Nuevo Testamento. Estas traducciones caben en cuatro categorías:

   1. Muy Literal
La traducción de J.N. Darby, New Translation («Nueva Traducción») de 1882 (el Nuevo Testamento fue hecho antes), la English Revised Version («Versión Inglesa Revisada») de 1881 y su variante estadounidense, la American Standard Version («Versión Americana Estandar») de 1901, son rigurosamente literales. Así ellas resultan ser de mucha ayuda para un estudio minucioso, pero flojas para adoración, lectura pública y memorización. La mayoría de los creyentes nunca han aceptado para uso común estas versiones, sino que sigue prefiriendo la majestad y hermosura de la traducción de Tyndale- King James (llamada «Versión Autorizada»), y, en español, la Reina Valera.

   2. Equivalencia Óptima
Hay versiones que son bastante literales y que siguen de cerca el texto hebreo o griego, pero que permiten una traducción más libre cuando es menester debido a cuestiones de estilo e idioma. Son las siguientes: la King James Version, la Revised Standard Version, la New American Standard Version, la New King James Version, y por supuesto sus equivalentes en español, tales como la Reina Valera y la Biblia de las Américas. Desafortunadamente, la Revised Standard Version, aunque fiable generalmente en el Nuevo Testamento, está basada sobre una versión del Antiguo Testamento que no da importancia a muchas de las profecías mesiánicas. Esta tendencia peligrosa se está viendo hoy en día en algunos eruditos conocidos anteriormente por su sana erudición. Este comentario ha sido editado en inglés basándose en el texto de la New King James Version (y en español, la Reina Valera Revisión de 1960) como la mejor combinación de hermosura y precisión del idioma, sin el lenguaje arcaico.

   3. Equivalencia Dinámica
Esta clase de traducción es más libre que la de equivalencia completa, y a veces recurre a la paráfrasis, una técnica válida siempre y cuando se avise al lector. La New English Bible, la Nueva Versión Internacional y la Biblia de Jerusalén están en esta categoría. Los traductores intentan expresar pensamientos completos en una estructura lingüística que tal vez hubieran usado Moisés o Isaías si hubieran escrito hoy en día. Cuando esto se hace de modo conservador, la metodología puede ser una herramienta útil. El peligro está en la liberalidad teológica de muchos de los traductores que emplean este método, y que pueden hacer al texto decir algo que no dice.

   4. Paráfrasis
Una paráfrasis busca transmitir el texto de pensamiento en pensamiento, pero muchas veces se toman grandes libertades al añadir material. Puesto que no está ceñido al texto original en su expresión, siempre existe el peligro de demasiada interpretación. La Biblia parafraseada por Taylor, la Living Bible, por ejemplo, aunque es evangélica, toma muchas decisiones interpretativas que son debatibles como mucho.
Está bien tener una Biblia de al menos tres de estas categorías con el propósito de comparar. No obstante, creemos que el método de equivalencia óptima (completa) es el más sano y seguro para la clase de estudio detallado de la Biblia que se presenta en este comentario.

     IX. Inspiración

En medio de todos estos detalles históricos y técnicos, sería bueno considerar las palabras de aquel gran predicador inglés, Charles Haddon Spurgeon:

«Este tomo es la escritura del Dios vivo: cada letra fue puesta con un dedo Todopoderoso; cada palabra en ella descendió de labios eternos; cada oración fue dictada por el Espíritu Santo. Aunque Moisés fuera empleado para escribir sus historias con su flamante pluma, Dios guió aquella pluma. Puede que David tocara su arpa y que salieron de sus dedos los dulces salmos y sus melodías, pero Dios movía sus manos sobre las cuerdas de su arpa de oro. Puede que Salomón cantara los cánticos de amor, o diera palabras de sabiduría sublime, pero Dios dirigía sus labios, e hizo elocuente al predicador. Si sigo a Nahúm en sus truenos, cuando sus caballos aran las aguas, o a Habacuc cuando ve las tiendas de Cus en aflicción; si leo Malaquías cuando la tierra arde como un horno;… es la voz de Dios, no del hombre; las palabras son palabras de Dios, las palabras del Eterno, el Invisible, el Todopoderoso, el Jehová de esta tierra».
 
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