jueves, 9 de abril de 2015

Nos podemos poner toda la armadura de Dios mas si tu corazón no está bien detrás de la armadura, esto ofrece una brecha al adversario

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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Vistiéndonos con la armadura de Dios
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo … Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Efesios 6:10–11; 13
A través de los años me he encontrado con numerosas situaciones en las cuales individuos con buenas intenciones se propusieron entrar en guerra espiritual a un nivel al que Dios no los había llamado. Muchos de ellos habían logrado cierta medida de conocimiento sobre el tema y se consideraron sabios a sus propios ojos. Todos los conceptos de guerra espiritual deben ser sometidos a las autoridades espirituales que Dios ha puesto en nuestras vidas.
El libro de Proverbios contiene maravillosos consejos respecto a la guerra espiritual.
Los pensamientos con el consejo se ordenan; Y con dirección sabia se hace la guerra.
Proverbios 20:18
Porque con ingenio harás la guerra, Y en la multitud de consejeros está la victoria.
Proverbios 24:6
Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.
Eclesiastés 9:18
Antes de lanzarnos a militar contra las huestes del mal es necesario examinar nuestras propias vidas y poner en orden aquellos aspectos que no están bien con Dios.
Toda guerra deja heridos a su paso. No hay batallas sin víctimas ni vencedores. La responsabilidad de los oficiales es reducir el número de víctimas entre sus tropas y en especial la de los comandantes. Nos podemos poner toda la armadura de Dios mas si tu corazón no está bien detrás de la armadura, esto ofrece una brecha al adversario.
El Cuerpo de Cristo no ha llegado a un conocimiento claro de lo que es la santidad. Ella mantiene nuestra protección. La armadura de Dios tiene una garantía de un solo día. Tenemos que revestirnos con ella diariamente.
Los teólogos hacen en su teología reformada el énfasis en la santidad de Dios. Esto es muy bueno pero no es suficiente. Necesitamos saber acerca de la santidad a la que el cristiano ha sido llamado. Es necesario tener una percepción clara y precisa sobre la santidad.
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y el se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
Santiago 3:13–4:8
En estas Escrituras hallamos cuatro verbos activos. Lo que somos llamados a hacer.
1. Someteos (Nuestra relación con Dios).
2. Acercaos (Nuestra relación con Dios).
3. Limpiad (Comportamiento en las relaciones con otros; algo externo).
4. Purificad (Comportamiento en nuestro andar; algo interno).
¿Hacemos esto en nuestro tiempo de oración? Sí, en parte. ¿Hacemos esto en nuestro tiempo de congregarnos? Sí, en parte. Mas esto no es suficiente. Adán y Eva estaban en la presencia de Dios diariamente. ¿Por qué cayeron? Porque no se mantuvieron en la instrucción de Dios. El primer paso es la fe; mas esto no es suficiente. Nuestro comportamiento refleja nuestro tipo de fe.
Martín Lutero no podía aceptar el libro de Santiago y lo llamaba un libro de paja. No concebía su contraste con el mensaje de Pablo un mensaje centrado en la gracia y no en las obras.
Hoy en día nos hallamos con una generación de hombres muy peculiar. Una generación independiente y autónoma que tiene dificultades para someterse a las autoridades superiores. Uno de cada cuatro creyentes rehúsa creer en la verdad «absoluta» de la Biblia. Aunque la obediencia no sea de gran importancia para esta generación sí lo es para Dios.
Santidad significa «hageos», del griego separado. ¿De qué? No solamente de qué sino por qué. Para Dios. Todo texto en la Biblia que habla de santidad habla de patrones de conducta a seguir.
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Colosenses 3:12–17
Los versículos del cinco al once nos indican doce cosas que debemos hacer y doce cosas que debemos evitar para vivir en santidad. En 1 Juan 2:3 nos encontramos con la declaración de «en esto sabemos que nosotros le conocemos». ¿Obedezco a Dios? Al desobedecerle plantamos desastrosos resultados: iglesias disfuncionales.
Nuestra obediencia al Espíritu Santo conduce a la santidad. Él vino para traer convicción. Entonces, nos preguntamos: ¿Podemos verdaderamente vivir una vida de santidad? Yo creo que sí aunque no lo suficiente. De hecho tenemos un mandamiento a ser santos, así como nuestro Padre es santo. En 1 Juan 3:6 vemos que el pecado no es parte de nuestro diario vivir. No debe ser parte de nuestra vida cotidiana. Asimismo 1 Juan 1:8 nos indica que todos pecamos diariamente. ¿Cuál es nuestra alternativa? ¿Qué podemos hacer? ¿Acaso debemos vivir con esos pecados? No. Dios nos instruye a resistirlos, mas cuando caemos, Él es justo y fiel de perdonarnos todos aquellos pecados y limpiarnos de toda iniquidad.
Entonces nuestro andar diario debe ser el de tratar de vivir sin pecado día a día. ¿Acaso podemos vivir un día sin pecar? Los que apresuradamente dicen ¡no!, tienen una teología reformada. Muchos piensan que no pueden hacerlo y como consecuencia se rinden al yugo del pecado y se justifican exclusivamente en la gracia y la misericordia de Dios.
Yo creo que podemos vivir sin pecado al menos temporalmente. Jesús nos dejó un patrón de oración. Debemos clamar cada día al Padre pidiéndole perdón por los pecados y ofensas cometidos el día anterior. «Padre, perdónanos nuestras ofensas … y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos de todo mal». Comenzamos dándole al Señor loor y honra. Clamamos para que el mandato de Dios de establecer su reino aquí en la tierra se haga una realidad. Clamamos por nuestras necesidades y pedimos perdón por nuestras ofensas.
Dios demanda mucho más de sus líderes y pastores que de sus ovejas. Jesucristo dijo que al que mucho le es dado mucho se requiere de él.
Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
Santiago 3:1
La Biblia Plenitud comenta en sus notas sobre «Dinámica del Reino» acerca de los rasgos del líder, diciendo: «A los líderes se les juzga con una norma más alta que a aquellos que lo siguen … a los líderes del reino se les juzga no tanto por lo que logran llevar a cabo como por el carácter que revelan. Es decir, de acuerdo a lo que son y no a lo que hacen. Esta alta norma se aplica no tanto a los logros del líder como a la condición de su corazón y su espíritu».1
Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Santiago 3:2
La Biblia Plenitud hablando sobre integridad y moralidad, dice: «El carácter y el reino. El privilegio de llegar a ser un representante autorizado y poderoso del reino de Dios para ministrar la vida de Cristo y los dones del Espíritu Santo a otros, no forma parte de la herencia de quien no vive en santidad … La santidad del corazón y de la vida mantiene expeditas las líneas de comunicación con Dios y aleja de nosotros cualquier agenda privada o carnal. También aseguran el libre acceso del Espíritu Santo para la distribución de sus dones y el cumplimiento de la voluntad del Padre en cualquier situación».2
En el Nuevo Testamento no hallamos muchos requisitos para la membresía de la Iglesia. La Iglesia de Corinto estaba llena de pecado; mas el Señor solo recomendó la excomunión a uno. Sin embargo, siempre que hallamos un patrón o nivel de vida en el Nuevo Testamento, casi sin excepción es para sus líderes.
Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso estoy justificado; pero el que me juzga es el Señor … Sed imitadores de mi, así como yo de Cristo.
1 Corintios 4:4; 11:1
El apóstol Pablo se examina y se halla limpio de conciencia mas no se justifica ante el hombre sino ante Dios. «Sed imitadores de mí» ¿Podemos como el apóstol abrir nuestras vidas para que sean examinadas? ¿Podemos ser en verdad transparentes y abiertos?
Los discípulos le dijeron a Jesús: Muéstranos al Padre y el Señor les respondió: Si me veis a mí habéis visto al Padre.
Si no podemos decir «imítame a mí» no debemos estar en una posición de liderazgo.
Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas.
Efesios 5:11
Cuatro principios no negociables de la santidad
1. Asegúrate de una relación correcta con Dios. ¿Has experimentado un nuevo nacimiento? ¿Tienes comunión diaria con Dios?
2. Confiesa diariamente todos tus pecados. Permite que el Espíritu Santo te traiga convicción cada día.
3. Busca sanidad para patrones de pecado y la influencia de tus enemigos: la carne, el mundo y el diablo.
No estamos exentos de la influencia de los demonios cuyas principales víctimas son los pastores y líderes. La hermana Doris Wagner tiene un ministerio de liberación y la mayoría de su clientela son pastores. Si en tu vida hay un pecado persistente seguramente es algo de naturaleza espiritual y necesitas de ayuda.
4. Permite que otros lean tu barómetro espiritual. No podemos vivir en un vacío. Es necesario que estemos dispuestos a ser responsables y sujetos al escrutinio de nuestras vidas. Puede ser por parte de un amigo o de un compañero de oración. Por escrito y verbalmente debemos darle libertad a Dios para que les revele a estas personas quiénes somos en realidad, y que el discernimiento del Espíritu Santo les revele aspectos de nuestra vida que debemos rendir al Señor.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Salmo 51:10
Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón.
Proverbios 20:27
Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.
Salmo 119:9
En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.
Salmo 119:11
1 Op. cit. p. 1648.
2 Ibid., p. 1484.

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