sábado, 25 de abril de 2015

Nuestra ciudadanía está en los cielos: Recalca la importancia para el cristiano de considerar su ciudadanía espiritual por encima de la terrenal

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 




 1. ¿Quienes fueron los primeros convertidos?
Se considera al llamado macedónico como el acto que cambió el curso de la historia universal. Por medio de ese evento, el evangelio inició su viaje hacia el occidente para penetrar por primera vez en el continente europeo. Zarpando de Troas, Pablo y su equipo pasaron a Samotracia y Neápolis y de allí posiblemente caminaron los 15 kilómetros que los separaban de Filipos, la primera ciudad de la provincia de Macedonia. Fue aquí donde se reunieron con un grupo de mujeres judías que acostumbraban salir de la ciudad, y junto al río tener su tiempo de oración en el día de reposo. Como era su costumbre, Pablo se dirigió primero a los judíos para compartir el mensaje de salvación (Ro. 1:16). De entre las mujeres reunidas, Dios preparó el corazón de Lidia. Ella no sólo estuvo atenta a la nueva enseñanza, sino que recibió la gloriosa salvación por medio de Cristo Jesús. Lidia fue la primera convertida europea. Más tarde su familia daría el mismo paso.
En este capítulo 16 de los Hechos encontramos dos dignos ejemplos del interés que Dios tiene en alcanzar a las familias completas. La experiencia de esta vendedora de púrpura es muy semejante a la del carcelero que testifica de su salvación y la de su casa (Hch. 16:22–34). Lucas, el autor, enfatiza la salvación de las familias. Es alentador pensar en la importancia que Dios da a los componentes del hogar de un creyente. Cuando una persona se convierte, puede estar segura de que sus familiares están bajo la promesa de salvación, aunque esta no es automática, ya que cada uno de ellos tendrá que tomar su decisión personal por Cristo Jesús. Un acto de fe sería hacer una lista de sus familiares más cercanos que aún no han recibido a Cristo como Salvador y registrar la fecha cuando comience a orar por ellos. Como respuesta a la oración fiel, el Espíritu Santo comenzará a mover sus corazones para venir a Cristo.
La narración del capítulo 16 de los Hechos concluye hablando de una reunión que se efectuó en casa de Lidia, donde ya se congregaba un grupo de hermanos. Esta fue la semilla que hizo nacer a una iglesia ejemplar. Los primeros convertidos fueron bautizados. Diez años después, el apóstol escribe esta epístola a ese grupo reconocido de santos ya organizados que contaba con obispos y diáconos. Casi todos habían sido gentiles y paganos anteriormente, pero ahora formaban una congregación escogida por el Señor.

    2.      La ciudad de Filipos
Ubicada al este de Macedonia y al norte de lo que hoy conocemos como Grecia, estaba situada en la importante ruta comercial que existía entre Europa y Asia. Fue fundada alrededor del año 357 por Felipe II, padre de Alejandro Magno, a.C. Era rica en minas de oro y plata; su tierra era fértil y su comercio abundante. Esta era una situación geográfica estratégica para la iglesia cristiana, puesto que sus visitantes podían escuchar el evangelio ahí y llevarlo a sus lugares de origen.
En el año 31 a.C., Filipos fue establecida como colonia romana con privilegios especiales de ciudadanía. Este último hecho explica por qué Pablo hace énfasis en que “nuestra ciudadanía está en los cielos” (3:20). Quería recalcar la importancia para el cristiano de considerar su ciudadanía espiritual por encima de la terrenal, aun siendo tan distinguida como era la romana. La comunidad judía era pequeña y no tenía sinagoga propia. Por esta razón preferían reunirse a la orilla del río (Hch. 16:13).

    3.      Lugar donde se escribió
Se mencionan tres posibles lugares: Éfeso, Cesarea y Roma. Diversos argumentos respaldan estos sitios. Pero a la luz de las deducciones obtenidas por los conocidos comentaristas Lightfoot y Hendriksen2, el lugar más aceptado es Roma. La palabra que se traduce como “pretorio” en 1:13 ha inclinado a varios a considerar Éfeso como el lugar desde donde Pablo escribió. Por otro lado, Hch. 23:35 menciona el pretorio en Cesarea y, por eso, algunos respaldan este lugar como la cuna de esta epístola. Considerando la mención que Pablo hace de su encarcelamiento, y su referencia a la casa de César (4:22), el origen de esta carta nos refiere a Roma. Existen serias dudas con respecto a su encarcelamiento en Éfeso. J. B. Lightfoot señala que la palabra “pretorio” significa propiamente la guardia pretoriana, tal como se traduce en muchas versiones, más que un palacio o casa de gobierno. En Hch. 28:16 se indica que Pablo fue a Roma y en 28:30 leemos que vivió en su propia casa alquilada vigilado por guardias.

    4.      Circunstancias
Los eventos más sobresalientes o las experiencias más significativas de la vida no siempre se efectúan en circunstancias positivas o favorables. Basta recorrer las páginas de la Biblia para ver que los grandes héroes de la fe saborearon las victorias en medio de lo adverso y negativo. He. 11 es un resumen de aquéllos que podían testificar de su “gozo” después de haber pasado por persecución, pérdida material, enfermedad, maltrato, malos entendidos y pruebas. Por cierto, algunos no recibieron lo prometido. El mundo no era digno de ellos, pero dejaron un testimonio mediante su fe.
Pablo podría estar incluido en esta lista, pues no sólo sufrió en sus años de ministerio (2 Co. 11:23–28), sino también en los últimos dos, cuando estuvo privado de su libertad. Esta carta fue escrita desde la prisión (1:12–17); de modo que podemos reconocerla como parte del cuarteto epistolar que contiene melodías de victoria escritas bajo condiciones adversas. Las otras tres son: Efesios, Colosenses y Filemón. Comúnmente se les llama a estas cuatro epístolas “las cartas de la prisión”. Note que, en el nacimiento de la iglesia de Filipos, es la actitud de gozo la que se pone de manifiesto. En lugar de escuchar quejas, lamentos y sentir autocompasión por la injusticia de los azotes, el cepo y el encierro en una celda oscura y maloliente, Pablo y Silas entonaban alabanzas al Señor (Hch. 16:25).
En mis años de estudiante se hizo muy popular un himno cuyo tema central era: “Pero en el dolor, es mejor cantar”. Si el mundo sin Cristo encuentra en el canto un desahogo para sus sentimientos, cuanto más el creyente en Cristo debe recurrir a este método de alabanza, para hallar contentamiento y sumisión a la voluntad soberana de Dios.
Más de 16 veces encontramos la palabra “regocijo” en alguna de sus formas, en los 104 versículos de la epístola. Pablo amonestaba a la iglesia a gozarse en Cristo a pesar de las circunstancias adversas (cap. 1), de las personas (cap. 2), de las cosas (cap. 3) y de las preocupaciones (cap. 4). El creyente tiene que aprender a estar gozoso, pues tiene el gozo de Cristo. Aunque Pablo escribió desde una casa alquilada, es muy posible que estuviera custodiado por la guardia del palacio, y aun encadenado a un soldado que era relevado cada seis horas (Hch. 28:20; Fil. 1:7, 14, 16; Col. 4:18). Pablo aprovechaba todas las oportunidades para compartir el evangelio con los que le rodeaban. Es interesante notar las múltiples ocasiones en que el libro de los Hechos presenta a Pablo como fiel testigo de Cristo. Pablo cumplió su comisión con cabalidad y llevó el nombre de Jesucristo “en presencia de los gentiles y de los reyes, y de los hijos de Israel” (Hch. 9:15). Su ciudadanía romana le permitía algunos privilegios y cierta libertad para predicar (Hch. 28:30–31). Al parecer, sus amigos podían visitarlo. Aunque no se mencionan muchos nombres en esta epístola, es posible que conociera a muchos cristianos, a quienes cita en el capítulo 16 de su carta a los Romanos.

    5.      Autor y fecha
Pablo visitó Filipos por primera vez en su segundo viaje misionero, alrededor del año 51 o 52 d.C. Tres años más tarde visitaría a los hermanos de nuevo, durante el tercer viaje misionero, después del cual sería puesto en custodia, acusado falsamente de sacrílego por haber llevado un gentil al templo judío (Hch. 21:29–33). Permaneció dos años en una prisión militar en Cesarea esperando ser juzgado. Apeló a César y fue enviado a Roma, donde estuvo encarcelado otros dos años (Hch. 24:27; 25:11–12; 26:32; 28:30). En el comentario de J.B. Lightfoot, se presentan sólidos argumentos que proponen que la epístola fue escrita a fines del primer año de la llegada de Pablo a Roma y antes de las otras tres “cartas de la prisión”. Esto da una fecha probable de alrededor del año 62 d.C.
La opinión casi universalmente aceptada designa a Pablo como el autor de la carta. Él mismo asienta su firma al principio de ella y utiliza a Timoteo como un testigo silencioso (1:1). El estilo es el de una carta sencilla, afectuosa y no estudiada. Brota de un corazón amoroso y agradecido que expresa su sentir personal como un padre que escribe a sus hijos. Filipenses aparece en todos los cánones de la Escritura del segundo siglo porque tiene un alto grado de evidencia de inspiración divina. Su origen genuino es tan reconocido, que algunos comentaristas creen innecesaria cualquier acerca del asunto.

    6.      Propósito
La epístola fue escrita a los creyentes de la ciudad de Filipos. El propósito encerrado en sus líneas es cuádruple:

    a)      Proveer información acerca de su condición en la cárcel en Roma (1:12).
    b)      Expresar su gratitud por la ayuda económica que había recibido de ellos por medio de Epafrodito (4:17–18).
    c)      Corregir un conflicto personal que existía entre dos creyentes en la iglesia a causa del egoísmo y la rivalidad (4:2).
    d)      Acentuar la importancia de la “kenosis” (su significado literal en griego es “vaciamiento”), que se traduce como que Cristo “se despojó”; es el acto por el cual Dios se hizo hombre, tomando forma de siervo y humillándose hasta morir en la cruz (2:5–8).

Este último punto es quizá la máxima afirmación teológica del libro, aunque el énfasis es más existencial y personal, dirigido a un grupo de hermanos unidos a él por lazos de amistad, cuidado y amor recíproco. Para facilitar y llevar una continuidad en el estudio y comentarios de esta epístola, he escogido el siguiente bosquejo:
Capítulo 1. Magnificando a Cristo (v. 20)
Capítulo 2. Imitando a Cristo (v. 5)
Capítulo 3. Conociendo a Cristo (v. 10)
Capítulo 4. Gozando a Cristo (v. 4)
 
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