miércoles, 5 de agosto de 2015

Haz conforme a tu sabiduría, pero no permitas que sus canas desciendan en paz al Seol.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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CONSTRUCCIÓN DE BOSQUEJOS EXPOSITIVOS
1 REYES 2: 1- 12


1      Cuando se acercaban los días de la muerte de David, mandó a su hijo Salomón                   diciendo:
2      Yo sigo el camino de todos en la tierra. Tú, ¡sé fuerte y sé hombre!
3      Guardarás la observancia de YHVH tu Dios, para andar en sus caminos, y guardar sus         estatutos, y sus mandamientos, y sus decretos y sus testimonios, como está escrito en         la Ley de Moisés, a fin de que procedas sabiamente en todo lo que hagas y a todo lo           que te inclines;
4      a fin de que YHVH cumpla su palabra que habló acerca de mí, diciendo: Si tus hijos             guardan sus caminos andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con          toda su alma, jamás te faltará varón sobre el trono de Israel.
5      Ahora, tú sabes lo que me hizo Joab hijo de Sarvia; lo que hizo a dos generales de los         ejércitos de Israel: a Abner ben Ner y a Amasa ben Jeter, a quienes mató derramando         sangre de guerra en tiempo de paz, y poniendo sangre de guerra en el cinturón que             llevaba sobre sus lomos, y en el calzado que tenía en sus pies.
6      Haz conforme a tu sabiduría, pero no permitas que sus canas desciendan en paz al             Seol.
7      Pero mostrarás benevolencia a los hijos de Barzilai galadita, y permite que estén entre         los que comen a tu mesa, porque se pusieron a mi lado cuando iba huyendo de la faz           de Absalón tu hermano.
8      He aquí, tienes contigo a Simei ben Gera, benjamita, hijo de Bajurim, quien me maldijo        con una cruel maldición el día que yo iba a Majanaim. Pero él bajó a recibirme al                  Jordán, por lo que le juré por YHVH diciendo: No te haré morir con la espada.
9      Pero ahora, no lo absolverás, pues eres hombre sabio, y sabes cómo debes hablar               con él, y harás descender sus canas con sangre al Seol.
10      Y David durmió con sus padres, y fue sepultado en la Ciudad de David.
11      Los días que David reinó sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en                   Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalem.

Últimas instrucciones de David al nuevo rey
1 Reyes 2:1–11
La estructura de este pasaje es típica para informar la muerte de una persona de renombre. Tales reportajes tradicionalmente contienen lo siguiente:

(1) Una introducción que alude a la edad avanzada y a la muerte inminente, 
(2) un discurso de despedida que contiene amonestaciones o profecías, y 
(3) una conclusión que informa sobre la muerte y sepultura del personaje aludido. 

(Ver Gén. 49:1–50:13; Jos. 23:1–24:30; Deut. 31–33.) El historiador deuteronómico hace uso de este patrón de forma clara.

David pelea su última batalla: la de la muerte. 
Como guerrero sobrevive a sus presentimientos: “Ahora bien, algún día voy a perecer por la mano de…” (1 Sam. 27:1). ¿Cuántos años pasan entre el ascenso de Salomón al trono y la muerte de David? No se sabe a ciencia cierta (1 Crón. 22:6–29:25). Es posible que hubiera un correinado.

Las instrucciones de David tienen la fuerza de una orden. 
En otras palabras, dice a su hijo: “Sé un hombre sabio, prudente, justo y magnánimo; combina la justicia con la benevolencia y la misericordia. Pero, sobre todo, sé fiel y obediente a la voluntad de tu Rey. El futuro y destino de tu reinado y de tu dinastía dependerán de tu fiel cumplimiento a las promesas a David.”

¿Tendría el padre poca confianza en su hijo? 
Debía conocer muy bien a quien había sido criado en la comodidad, holganza y lujos de la vida de palacio, y entre mujeres. ¿Conservaría aún Salomón el gusto por ese tipo de vida? En cambio él, David, había sido formado en la rígida disciplina del campo, de las cuevas, en el fragor de la guerra.

Por otro lado, la prudencia había obligado a David a ser indulgente. Algunos de sus hombres de mayor confianza habían caído en el desfavor real. Este fue el caso con su anterior Ministro de Defensa, el general Joab. Para la seguridad del Estado, hay que tomar precauciones. Ha llegado la hora de ajustar cuentas.

Igual fue el caso de Simei (2 Sam. 16:5–8 y 19:16–18). David había perdonado las injurias hechas a su persona. Pero la majestad real y el principio de autoridad habían sido agraviados. Ahora tiene que ser castigado como delito contra el Estado. Por esto aconsejó al sucesor que fuera inexorable en el ejercicio del deber. Maldecir al rey era una ofensa capital (Exo. 22:28). Además, se consideraba que la maldición tenía fuerza activa vigente y sólo podía ser neutralizada con la muerte del culpable. Aquí debe hablar la voz de la justicia, no la de la venganza.

Pero el magnánimo anciano no puede olvidar a quien le había socorrido cuando tuvo que exiliarse por la rebelión de su propio hijo (2 Sam. 17:27 y 19:32). Hasta recomienda que los hijos de Barzilai fueran incluidos en la familia real.

David reposó con sus padres (v. 10). 
Esta es una expresión tradicional para afirmar que David muere en paz en contraste con una muerte violenta. El que David fuera sepultado en la Ciudad de David es significativo. Lo común habría sido el ser sepultado en la tumba de sus antepasados en Belén. En lugar de lo tradicional, David es sepultado en la ciudad que había sido conquistada por sus propias tropas personales, no las de las tribus de Judá o Israel. De modo que como fundador de una nueva dinastía, era correcto que se sepultase en Jerusalén, su propia ciudad. Reyes futuros de Israel también serían sepultados en la misma área posteriormente.

Así llega el fin de David (1 Crón. 29:28). 
Se puede decir de él: “Grande en su vida; grande en su muerte”. Lega a su sucesor un reino unido, en la cima de su gloria política, material y religiosa.

“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (He. 9:27) son palabras aplicables a David aunque no se registraron en la Escritura hasta muchos siglos después.

La consciencia de la proximidad de la muerte puede evocar expresiones de los pensamientos más elevados, de los más profundos remordimientos o las más apremiantes preocupaciones. Para David fue expresión de gran preocupación: 
primero, por el desarrollo moral y espiritual del reino, y, 
segundo, por su estabilidad política.

a. La admonición a ser obediente (2:2–4). 
La principal preocupación de David era que Salomón viviera una vida santa y condujera así a Israel en santidad. El anciano rey comprendía que el crecimiento moral y espiritual, el desarrollo de una vida santa, sólo eran posibles mediante la obediencia a lo que había sido revelado por medio de Moisés. 

Esta revelación colocaba a Salomón y al pueblo de Israel bajo la responsabilidad ante Dios de andar en sus caminos (3): 
(a) sus estatutos, algo prescrito que luego se convertía en práctica acostumbrada (cf. Ex. 30:21; Lv. 10:13–14); 
(b) sus mandamientos, designación aplicada primero al Decálogo (los debarim, Ex. 20:1–17) y también, en su sentido más amplio, a las instrucciones de la ley mosaica; 
(c) sus decretos (mishpatim, lit. “juicios” u “ordenanzas”); se trataba de decisiones judiciales referentes a casos específicos, las leyes “si … entonces” que se hallan principalmente en Exodo 21:1–23:5; 
(d) sus testimonios, en un sentido específico, los Diez Mandamientos (Ex. 31:18), pero en términos generales, cualquier observancia que fuera un testimonio de Dios (véase Sal. 19:7; 119:88). La obediencia, ejemplificando la vida de santidad, era la condición para experimentar una vida rica y plena—próspera y que honrara a Dios. La obediencia era también la condición para el cumplimiento de la promesa: jamás … faltará a ti varón en el trono de Israel (4; cf. 2 S. 7:12–16).

b. Acerca de ciertos individuos (2:5–9). La otra preocupación principal de David era que Salomón comenzara su reinado prestando la debida atención a asuntos que él, por diversas razones, había dejado de atender:
(1) Joab (5–6). David recordaba en particular la forma en que Joab se había encargado de dar muerte a Abner (2 S. 3:27), y la forma injustificada en que impulsivamente asesinara a Amasa (2 S. 20:8–10). De esa manera Joab había puesto sangre sobre la vida de David, pues éste había sido responsable por la vida de esos hombres. A primera vista este pasaje parece reflejar un espíritu vengativo, pero hay circunstancias atenuantes. David estaba obligado a hacer justicia castigando a Joab, pero nunca se había decidido a hacerlo. Se levantaba, pues, un espectro del pasado; la justicia había quedado defraudada. David encargó a Salomón que castigara a Joab según sus crímenes.

(2) Los hijos de Barzilai (7). Barzilai de Mahanain había dado una valiosa ayuda a David durante la rebelión de Absalón (cf. 2 S. 17:27–29). El rey dio instrucciones para que los hijos de Barzilai fueran huéspedes especiales en la corte. Esta era su manera de tratar de pagar la amistad que el padre le había demostrado. David no estaba satisfecho con lo que él mismo había hecho (2 S. 19:31–40). Probablemente Barzilai ya había muerto, y David estaba a punto de morir. La amistad de una generación debía ser perpetuada por la de la generación siguiente.

(3) Simei (8–9). Recordando a otra persona del pasado, David dio instrucciones a Salomón para que tratara a Simei hijo de Gera (8) según su ofensa, hasta el punto de ejecutarlo si era necesario. Simei le había faltado al respeto a David en una ocasión (2 S. 16:5–13). 

En ese momento, así como más tarde (2 S. 19:18–23), David no había permitido que sus hombres castigaran a Simei. No se trataba tanto de una ofensa contra David como persona, como contra “el ungido”. Esto era algo en lo cual David era sumamente estricto. El mismo había tenido cuidado de no levantar un dedo contra Saúl como ungido de Dios (1 S. 26:6–12; cf. la respuesta de David a la observación de Abisai en 2 S. 19:21–23). 

David había jurado no proceder contra Simei. Pero la causa de la justicia no había sido exaltada cabalmente en cuanto a alguien que había procedido injustamente contra “el ungido” del Señor. Así pues, David encargó a Salomón que se encargara de una situación que a los ojos de muchos no había sido corregida.

Muerte después de un reinado de cuarenta años (2:10–12)
El lugar donde se sepultaba a los reyes, la ciudad de David (10) era el monte de Sión. El día de Pentecostés, Pedro se refirió a la tumba de David implicando que todavía era reconocida (Hch. 2:29). Los 40 años del reinado de David se dividen en siete años … en Hebrón (11) y treinta y tres años …en Jerusalén (cf. 2 S. 5:4–5; 1 Cr. 3:4).

Bosquejo homilético
Sé fuerte, sé hombre
1Reyes 2:1–4
Introducción: 
Antes de morir, el rey David le dio a su hijo y sucesor palabras vitales de consejo. Salomón, un hombre muy joven aún, asumiría al trono de Israel encarando la intriga política, la oposición de miembros de su propia familia, y las decisiones múltiples y difíciles de gobernar a un pueblo único. Por todo ello, iba a necesitar una fuerza especial. Aunque nuestros jóvenes, al entrar al mundo de la adultez, quizá no van a ser reyes políticos, sí se van a enfrentar con la complejidad de nuestro mundo moderno y necesitarán recursos de fuerza para tomar decisiones adecuadas. Veamos cómo David sugirió que Salomón se esforzara y por qué debió hacerlo.

  I.      Cómo se esfuerza para ganar al mundo.
    1.      Guardando la ley de Dios.
    2.      Andando en los caminos de Dios.

  II.      Por qué esforzarse.
    1.      Para que tenga éxito en la vida.
    2.      Para que la línea de los familiares quienes cumplen los mandatos de Dios no se                    rompa.

Conclusión: 
Nuestro consejo a los jóvenes adultos que están por tomar las riendas de nuestro mundo es que guarden los mandatos de Dios y que anden en sus caminos. Así que, pueden esperar las bendiciones de Dios en sus vidas, y pueden tener la satisfacción de saber que continúan la línea de creyentes en nuestra familia para el beneficio de nuestros descendientes.
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Las historias de David, Adonías y Salomón hacen recordar al lector la importancia de tener relaciones apropiadas con nuestros hijos, y de enseñarles los preceptos de Dios. Se ha dicho que un pueblo siempre está a una sola generación de la herejía bíblica. Cuando uno les dé consejos a sus hijos, como lo hizo David con Salomón, vale apelar al papel de cada generación como eslabón en la cadena de fe.
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