lunes, 24 de agosto de 2015

Jesús...vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


La multitud y la compasión del Señor
Marcos—6:30–44
30Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. 31El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. 32Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto. 33Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. 34Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. 35Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. 36Despídelos para que vayan a los pampos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. 37Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer? 38El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces. 39Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. 40Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta. 41Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos. 42Y comieron todos, y se saciaron. 43Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces. 44Y los que comieron eran cinco mil hombres.

a. El reposo sugerido (vv. 30–33)
(i) El informe realizado (v. 30). Por primera y única vez Marcos los llama apóstoles. Los “discípulos” o “alumnos” se habían convertido en “apóstoles” o “enviados”. Ya habían pasado más de un año en la mejor escuela bíblica jamás creada, nada menos que con el mismo Hijo de Dios como instructor.
Notamos que dieron su informe al Señor y le contaron “todo lo que habían hecho … y enseñado”. Suponemos que esto habría incluido tanto los fracasos como los éxitos. Solemos pensar únicamente en estos últimos, cuando podemos y debemos aprender valiosas lecciones de los primeros. Lo que más satisfacción produjo al Señor no fue tanto el éxito de la misión sino que ellos habían cumplido fielmente con lo que él les había mandado. Cristo siempre recompensa la fidelidad (ver 1 Co. 4:1, 2).
(ii) La intención que tuvo (v. 31). Notemos la ternura de su invitación: “Venid vosotros aparte … y descansad un poco.” Quería que estuvieran a solas con él, en la quietud del desierto. Pensando ahora en los obreros que dedican gran parte de su tiempo a la obra del Señor y el ministerio, es importante señalar que ese trabajo produce gran fatiga y desgaste. Si bien nuestras almas han sido redimidas, no así nuestros cuerpos, que sólo pueden soportar cierta medida de esfuerzo y labor. Por eso actuamos con sabiduría cuando apartamos un poco de tiempo para la restauración de nervios exhaustos y recuperación de cuerpos desfallecidos. Necesitamos renovar nuestras fuerzas físicas y mentales, a solas y en comunión con el Señor.
Desde el comienzo de su ministerio (Mr. 1:35) Jesucristo puso énfasis en la necesidad de apartar tiempo para tener comunión espiritual con su Padre.
(iii) La interrupción aparentemente inconveniente (vv. 32, 33). Así podría haber considerado la presencia de aquella multitud que había frustrado la intención de un retiro reposado. Sin embargo, él no los consideró interrupción ni estorbo, sino que los miró con compasión. No se sintió irritado ni impaciente, sino que tomó en cuenta su condición y su necesidad espiritual. ¡Cómo necesitamos aprender de él en cuanto a este espíritu que nos debe mover y conmover!
b. Los recursos suficientes (vv. 34–44). Este milagro es el único que se menciona en los cuatro evangelios1 y marcó el comienzo del tercer
(i) La compasión evidente (v. 34). Jesús no despachó a la multitud sino que tuvo compasión de ella. Los consideraba como “ovejas sin pastor”, perdidos y sin ayuda, guía ni protección.
“Comenzó a enseñarles muchas cosas”. Martín Lutero lo traduce “Les predicó un largo sermón”, y en verdad lo fue porque duró hasta el atardecer. Evidentemente, consideró más importante su necesidad espiritual que la física. Luego, también tomó en cuenta lo que les hacía falta en el terreno físico—en este caso, alimento adecuado.
La compasión del Señor se extiende a todas nuestras necesidades y actúa proveyendo de distintas maneras.
(ii) La comida necesaria (vv. 35–38). En estos versículos apreciamos:
* La despedida propuesta por los discípulos (35, 36). Esto les parecía lo más razonable en vista de las circunstancias. Siempre hay una alternativa ‘razonable’ a la fe. Después de todo, era tarde y no había dónde conseguir comida en el desierto, y menos para tantas personas. Por eso, lo más ‘lógico’ parecía ser enviarlos de vuelta a sus casas.
¡Cuán culpables hemos sido en nuestra actitud hacia la condición espiritual de los perdidos! ¡Con cuánta frecuencia hemos despachado vacías e insatisfechas las almas que padecen hambre espiritual! Han venido buscando ayuda y consejo y no se lo hemos dado, y se han alejado desilusionadas. En vez de recibir “palabras de vida”, sólo les hemos dado conversación hueca.

* La disposición del Señor (37, 38). “Dadles vosotros de comer”.
No contaban con mucho alimento, sólo cinco panes de centeno y dos peces, por lo tanto la orden de Jesús de alimentar a la multitud parecía incongruente con una situación que no podía ser solucionada desde el punto de vista humano.

Por otro lado, sin duda el Señor también estaba enseñando una lección espiritual sobre el pan de vida que será dado en abundancia a los que tienen fe. Esto es lo que involucra la evangelización: dar a las multitudes el Pan de Vida (ver Mt. 28:19). Esa sigue siendo nuestra responsabilidad como pastores de la grey: apacentar, dar de comer, alimentar a las almas que están tan necesitadas del pan celestial y del espiritual (ver Jn. 21:15–17).
De acuerdo a los cálculos de los discípulos, hacían falta doscientos denarios para comprar comida para semejante multitud. Esto equivalía al sueldo de más de ocho meses de labor, algo totalmente fuera de sus posibilidades.
(iii) El control absoluto (vv. 39–44.) de la situación.
* El arreglo ordenado (39, 40) y sistemático. Dios siempre se caracteriza por el orden y no por la confusión (1 Co. 14:40). Así facilitaría la distribución posterior del alimento. Exigió fe por parte de los discípulos hacer que la multitud se sentara en grupos cuando todavía no había alimento para ellos.

En la mención de la “hierba verde” otra vez vemos el relato de un observador directo, probablemente Pedros, y parece señalar que la época del año era primavera ya que con la llegada del verano se secaría.

* La acción de gracias (41a): “Levantando los ojos al cielo”—el origen de toda bendición—“bendijo”. La acción de gracias revela nuestra confesión de incapacidad y dependencia en la mano omnipotente de nuestro Padre celestial.
El Señor multiplicó aquello que primero le habían traído. Cuando le damos a él lo que tenemos, él puede multiplicarlo en gran bendición hasta para las multitudes. Pero sin su bendición, aquellos panes y peces jamás hubieran alcanzado para alimentar a toda esa muchedumbre. Lo poco se convierte en mucho cuando Dios añade su bendición.

* La ayuda de los discípulos (v. 41b). Jesús no distribuyó la comida sino que la dio a sus discípulos para que ellos lo hicieran. Necesitó de su colaboración. El placer del Señor sigue siendo alimentar espiritualmente al mundo a través de los suyos.

* La abundancia de la provisión (42–44). Hubo más que suficiente para todos. Así se cumplía lo anticipado en Sal. 132:15, y se puso “mesa en el desierto” (Sal. 78:19) como en el pasado.

Lo que sobró (doce cestos) fue mucho más de lo que había al comienzo, como testimonio palpable de la generosidad divina. Sin embargo, nada fue desperdiciado. Sucede que el desperdicio no existe en la economía de Dios, y el derroche innecesario no es tolerado por el Señor (Pr. 18:9). Por eso como discípulos del Maestro aprendamos a ser buenos mayordomos y administradores de la abundancia de Dios (Lc. 16:1, 2).
1 Por otro lado, la resurrección también está registrada en los cuatro evangelios.
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