jueves, 27 de agosto de 2015

Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y...será sanado.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 

Preparamos un sermón Homilético
Jesús sana al siervo del centurión 
Lucas 7:1-10
1 Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. 2 Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. 3 Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. 4 Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: 
—El es digno de que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga. 
6 Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: 
—Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. 7 Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado.  8 Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a éste: "Vé", y él va; digo al otro: "Ven", y él viene; y digo a mi siervo: "Haz esto", y él lo hace. 
9 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía: 
—¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe! 
10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo. 

La curación del siervo del centurión (7:1–10)
El autor sigue presentando las evidencias que debían haber identificado al Hijo del Hombre ante cualquier testigo. Desafortunadamente, por la ceguera espiritual que había en la nación, pocos respondieron de corazón. No obstante, de vez en cuando alguien daba muestras de tener una gran fe; aun entre los gentiles, a quienes los judíos consideraban religiosamente marginados.
Varios puntos del siguiente encuentro nos llaman la atención:
1. Por lo regular, el Nuevo Testamento presenta a los centuriones romanos como personas, si no finas, cuando menos mejor que otros.
2. El de esta narración era reconocido por los mismos judíos como “digno” (término que se empleaba para indicar que tenía cierto valor), el autor cita la razón: “porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga” (7:5).
3. Algo de su carácter se revela en que quería mucho a su siervo (7:2) y al reconocer: “No soy digno” (7:6). Esta palabra significa “no llegar a la medida” o “deficiente”, dando muestras de humildad.

¡PENSEMOS!

 ¡Dichoso su siervo! El ambiente de su hogar debe haber estado controlado por la fe del centurión. Las ventajas de semejante relación son obvias. El soldado tenía interés en el siervo, lo cuidaba en lo material y, por lógica, se preocupaba de su bienestar espiritual. Alguien ha dicho: “El futuro de la sociedad está en las familias piadosas”. Si por “piadoso” se entiende “obediente a lo que Dios ha dicho”, es cierto. ¡Ojalá que así sea nuestra familia!


4. Lo más importante es que el soldado demostró tener una fe muy grande: “Dí la palabra, y mi siervo será sano” (7:7). Jesús mismo quedó muy impresionado: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”(7:9). La fe y la humildad son dos ingredientes indispensables para recibir las bendiciones de Dios. Cabe notar que la misma fórmula sigue vigente hoy.


LA FE SE APROPIA DE LAS PROMESAS DE
DIOS. LA HUMILDAD RECONOCE QUE NO LAS
MERECE.



Cristo sigue demostrando su autoridad, esta vez no estando presente al momento de realizarse el milagro, lo cual es una evidencia más en la lista de acontecimientos que prueban que es el Mesías.


    La sanidad del siervo del centurión (7:1–10)


Este episodio se encuentra también en Mateo. Para su discusión vea el comentario sobre Mateo 8:5–13. Lucas omite el contenido de los versos 11 y 12 de ese evangelista. Este es el pasaje donde Jesús dice: “Y… vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera.” Esta es una omisión característica, porque Lucas rara vez incluye pasajes que sean exclusivos para los judíos.


Lucas hace también una importante contribución a la historia. En el relato de Mateo, no se nos dice que el centurión en persona haya acudido a Jesús, sino que había entrado en contacto con El por medio de intermediarios. De hecho, si sólo hubiéramos contado con el material de Mateo solamente habríamos llegado a la conclusión de que el centurión había acudido directamente a Jesús. 

Pero Lucas nos dice que su primer contacto en esta ocasión fue realizado mediante los ancianos judíos que fueron a Jesús con la petición del centurión y lo declararon digno de la consideración del Señor. La alta estima en que era tenido se debía a que había construido una sinagoga. 

Lucas también nos informa que cuando Jesús se acercaba a la casa, y el centurión vio que llegaba, mandó a sus siervos para decirle al Maestro que no era digno de que El entrara en su casa. En el relato de Lucas, Jesús y el centurión nunca estuvieron en contacto directo. Esto no es una contradicción con el relato de Mateo. Mateo simplemente está siguiendo la antigua costumbre de omitir sin comentario todo el material que no contribuía a su propósito.

Un centurión era un oficial militar romano. El del relato, seguramente pertenecía a una unidad auxiliar que estaba bajo el mando de Herodes Antipas, Gobernador de Galilea, en el camino a la ciudad de Capernaún. Cuando Jesús pasó cerca de su casa, mandó a dos amigos con la misión de interceptarlo para que orara por su siervo que estaba muy enfermo.

Evidentemente la fama de Jesús ya había llegado a todos los estratos sociales de Palestina en aquel tiempo. Los amigos del centurión fueron representándolo ya que él no se consideraba a sí mismo digno de recibir a Jesús en su casa. Los dichos del centurión estaban tan cargados de fe que asombraron a Jesús, de tal manera que exclamó: “Ni aún en Israel he hallado tanta fe.” Jesús envió su palabra y lo sanó, de manera que cuando llegaron los amigos del centurión a su casa, encontraron sano al siervo.

La creencia en Jesús por parte del centurión salvó la vida de su siervo, por la fe, que es un don de Dios. La fe puede cambiar cualquier situación. Esa es una de las premisas fundamentales de la relación con Jesucristo quien dijo: “Al que cree todo es posible”.


Capernaúm era la ciudad donde Jesús había establecido su base durante su ministerio en Galilea. En esta ciudad estaba el hogar de Pedro y los demás discípulos, que eran pescadores. Por el incidente del centurión se sabe que la ciudad ya estaba aguardando con expectación la llegada de Jesús, quien tuvo allí un ministerio muy fructífero.


Ministerio urbano, 7:1–8:25. 
Lucas registra ahora el ministerio polifacético de Jesús en varias ciudades. Hay un cambio de énfasis geográfico, pero no teológico. Al contrario, se acentúa mucho más el interés de Lucas por trascender a los despreciados como sujetos de la gracia de Dios. La constante es el acercamiento ministerial a toda la gente, con especial predilección en los gentiles, con prodigios y señales. 

Se celebra la compasión humana de Jesús y el efecto multiplicador de sus enseñanzas. Para cuando Lucas registra su monumental obra, la fe cristiana ya había penetrado profundamente el mundo gentil. Ese impacto fue prefigurado en el ministerio de Jesús hacia los proscritos, enfermos, marginados y excluidos de la sociedad en general. Aquí Lucas pinta cuadros históricos impresionantes del contacto personal de Jesús con los desvalidos, en los que además se muestra el concepto y la importancia de la fe personal en Jesús como el Mesías.

¿Quién era un centurión?
Lucas7:2
Un centurión era un comandante del ejército romano que tenía a cargo 100 hombres (de la palabra latina centum). Su responsabilidad era muy grande ya que debía responder aun con su propia vida por los prisioneros, las ciudades o las provisiones que eran encomendadas a su cuidado.

Su ministerio a un centurión romano, 7:1–10. 

El encuentro de fe con este oficial militar romano se desarrolla en Capernaúm, la ciudad de Pedro (7:1). Luego de haber predicado al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en aquella ciudad. Es bueno resaltar que Jesús entendía que su responsabilidad primaria en el ministerio era proclamar y explicar adecuadamente el evangelio del reino de Dios. 

Pero no existen registros de que además haya forzado, manipulado o chantajeado a las personas para seguirle. Al contrario, cada vez que alguien se dispuso a seguirlo, Jesús le insistió en las demandas. Hoy en día, en algunos círculos, muchas veces se desvirtúa y pervierte la responsabilidad de la evangelización, transformándola en gran manera en un ejercicio eminentemente teórico, y con la inserción de “estrategias” de manipulación para conseguir “decisiones”.

En esa ciudad vivía un centurión romano, aparentemente en funciones, por su propio testimonio en el v. 8. Tenía un siervo muy enfermo y a punto de morir (v. 2). Un centurión usualmente gobernaba al menos 80 personas bajo su mando directo, regido con estricta disciplina. Era un hombre acomodado económicamente, pues su salario era muy significativo. Tenía a su haber algunos méritos humanos dignos de resaltar. De hecho, Lucas le hace justicia a su trayectoria: 

(1) Estimaba a su siervo (v. 2, dóulos1401), pues quizá era su única familia, puesto que les estaba prohibido el matrimonio a los soldados. 
(2) Tenía buena reputación entre los judíos, cosa fuera de lo común, pues la sedición y subversión contra Roma era tema cotidiano, y los soldados eran odiados pues eran símbolos vivos de la dominación (vv. 3, 4). Aunque no era un prosélito judío, amaba a la nación judía y como símbolo de su afecto les había construido una sinagoga (v. 5). 
(3) Los ancianos de los judíos lo tenían por digno y merecedor de cualquier favor humano y divino (v. 4). (5) Tenía muchos amigos, aparentemente sinceros (v. 6). (6) Era un hombre piadoso (v. 7).

Lucas, como siempre, establece algunos contrastes en este relato. En primer lugar, entre el centurión y su siervo; luego, entre el pensamiento del centurión y el pensamiento de los judíos. Los ancianos de los judíos hablan mucho acerca del centurión. Pero del siervo no se sabe casi nada; es un perfecto anónimo, sólo se conoce que era esclavo de un oficial romano, que estuvo enfermo y que finalmente Jesús lo sanó, sin conocerlo personalmente. 

Ese es el perfil de los despreciados y marginados de la sociedad, no tenía “meritos” ante la sociedad judía, aunque debió haber sido un hombre de extraordinarios servicios y carácter como para merecer la alta estima de su amo. Sin embargo, la historia misma nos negó el privilegio de saber al menos su nombre. Por otro lado, los ancianos judíos basaron insistentemente la gracia divina en el mérito humano: Él es digno de que le concedas esto (v. 4, subrayado nuestro). 

Mientras el centurión basó su petición de sanidad en la sola misericordia de Dios: … no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti (vv. 6b, 7a, subrayado nuestro). Mientras los judíos, que habían recibido muchos favores, lo tenían por digno, este soldado romano insiste en su indignidad, incluso para hablar personalmente con Jesús, y por ello emplea dos comisiones diferentes: ancianos y amigos (comp. vv. 3 y 6). Aunque su intención original fue que Jesús viniera a su casa, luego desistió humildemente, al reconocerse un miserable gentil que no podía recibir en su casa inmunda a un rabino judío (comp. v. 3 con v. 6).

Pero lo más precioso del relato aún no se ha dicho, y es lo que impresionó a Jesús. De hecho, el NT menciona muy pocas ocasiones en las que Jesús fue impresionado por alguien, pero esta experiencia es una de ellas, si no la más importante. El centurión reconoció dos cosas fundamentalmente: el hecho de no ser digno ante Jesús (vv. 7:6b, 7a); y su certeza absoluta de la autoridad de Jesús (v. 8). 

El versículo clave del pasaje es sin duda el v. 9. Jesús, según el relato lucano, no conoció personalmente al centurión; lo que escuchó de él fue por otras personas, lo cual valida y autentica la persona y obra de aquel soldado. 

Porque siempre el testimonio de otros respecto de uno es más apropiado y genuino que la apreciación personal (a veces autoalabanza). El Señor aprovechó estratégicamente esta experiencia para enseñar algo impresionante a la multitud. De hecho, Lucas marca aquí otro contraste: la gente se había maravillado y asombrado por la persona, palabra y obra de Jesús; pero ahora, el impresionado (thaumázo2296) es Jesús mismo, por la persona, palabra y obra de un gentil (v. 9a).

Si hubiera que escoger un lema o texto clave para identificar a Lucas es precisamente la única frase que se registra de las palabras de Jesús: ¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe! (v. 9). Ese es el corazón del evangelio lucano: resaltar la fe y recepción del evangelio del reino por parte de los despreciados gentiles, en contraste con el rechazo de la nación judía. 

Aquella fue una manera tierna, pero a la vez dolorosa para Jesús, de reconocer públicamente que es entre los gentiles que su ministerio tiene resonancia y trascendencia. Jesús marca el último contraste del relato: entre un religiosidad que apelaba al merito y a las obras, y aquella espiritualidad simple pero trascendente que basaba todo el accionar de Dios en la sola gracia y misericordia. ¡Eso es fe! La fe del centurión se enfocó en tres objetivos específicos: él tuvo fe en la palabra (lógos3056) de Jesús (v. 7); en la autoridad (exousía1849) de Jesús (v. 8); y en la identidad (Señor, kúrios2962) de Jesús (v. 6). 

Dicho de otra manera, este sencillo soldado tuvo mayor discernimiento que los judíos para identificar correctamente la persona, palabra y obra de Jesús como el Mesías. El soldado asumió a Jesús bajo autoridad (la del Padre) y sobre autoridad, como él (comp. v. 8); por ello se puede deducir que él entendió plenamente el principio de autoridad ejercido por Jesús. Es evidente que aquello implicó una confesión mesiánica respecto de la persona de Jesús.

El desenlace del relato es obvio, cuando se confía plenamente en el Señor: el siervo fue encontrado sano por los que habían abogado por el centurión (v. 10). Y aunque no se menciona en el texto, aquello debió haber inundado de gozo la vida de aquel noble soldado y de todos los relacionados con él. 

Fue una sanidad “a control remoto”, por así decirlo, y eso sin duda debió haber sido considerado como algo extraordinario, como la sanidad misma. Otra vez, el milagro es solamente la circunstancia, no es el fin en sí mismo. Es la manera para que la gloria de Dios se manifieste en aquellos que se atreven a creer, correctamente, en Jesús.
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