lunes, 24 de agosto de 2015

¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!... más bien, sus corazones estaban endurecidos.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 

Construyamos Sermones expositivos 
Jesús camina sobre el agua 
Marcos 6:45-52
45 En seguida obligó a sus discípulos a subir en la barca para ir delante de él a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. 46 Y habiéndose despedido de ellos, se fue al monte a orar. 47 Al caer la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. 48 Viendo que ellos se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia  de la noche, él fue a ellos caminando sobre el mar, y quería pasarlos de largo. 49 Pero cuando ellos vieron que él caminaba sobre el mar, pensaron que era un fantasma y clamaron a gritos; 50 porque todos le vieron y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: "¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!" 
51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento. Ellos estaban sumamente perplejos,  52 pues aún no habían comprendido lo de los panes; más bien, sus corazones estaban endurecidos. 
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Jesús camina sobre el agua
Marcos 6:45–52

Jesús y sus discípulos se separan, momentáneamente. 
Les ha ordenado que crucen una vez más el lago, en esta ocasión en dirección a Betsaida. La expresión con la que Marcos refleja el mandato de Jesús a los discípulos es bastante tajante, pues les obliga a marchar sin dilación. 

No queda claro en el texto si la actitud de Jesús refleja la frustración ante unos discípulos incapaces de entender su ministerio (cf. v. 52) o el hecho de que está preparando la siguiente escena. El caso es que los discípulos se dirigen por orden de Jesús a Betsaida, en la orilla oriental del mar de Galilea, aunque el v. 53 afirma que finalmente desembarcaron en tierra de Genesaret, que se encuentra en su orilla occidental. 

Hay quienes han explicado esta situación afirmando que la tempestad causó que se desviaran en su ruta, pero no aclaran por qué una vez calmada la tormenta no se dirigieron a su destino inicial. Otra interpretación habla de dos Betsaida, cada una en orillas diferentes. La primera sería la situada en la orilla occidental, de la que provendrían Felipe, Andrés y Pedro (cf. Juan 1:44). La segunda sería la ciudad llamada Betsaida Julias, construida por Herodes Filipe, llamada así en honor de la hija del emperador Augusto, y situada en el lado oriental, cuya población era mayoritariamente gentil. Sin embargo, no hay justificación para la existencia de dos entidades llamadas Betsaida fuera del texto bíblico. Entre tanto que los discípulos viajan, Jesús despide a la multitud.

Una segunda mención a Jesús despidiéndose de ellos apunta a que se despide de los discípulos, que ahora ocupan un primer plano en la narración. Jesús aprovecha el momento de tranquilidad para apartarse a orar (cf. 1:35), lo cual acontece en este Evangelio en momentos clave como es el inicio del mismo (1:35) y en Getsemaní, previo a su pasión (14:32). La oración de Jesús es real, muestra de su naturaleza humana y dependencia del Padre. Marcos dice que Jesús fue a orar a un monte (óros3735), lugar tradicional en el judaísmo de revelación y encuentro con Dios (Éxo. 19:3; Deut. 33:2; Hab. 3:3), y que en este Evangelio se relaciona con experiencias destacadas en el ministerio de Jesús, como la elección de los doce (3:13); la transfiguración (9:2); la entrada triunfal en Jerusalén (11:1); la preparación la pasión (13:3) y antes de su arresto (14:26).

Marcos prepara al lector con una breve descripción de la situación en la que la acción va a tener lugar: es de noche, los discípulos están en la barca en medio del mar y Jesús en tierra firme.

Después de haber orado, Jesús aparece mirando a sus discípulos remar en medio de un viento contrario, y percibe que se encuentran en una situación difícil. La mención del mirar (eídon1492) de Jesús evidencia una característica peculiar en él, pues es capaz de reconocer actitudes y situaciones de la gente, más allá de lo que es evidente exteriormente (cf. 2:5; 5:32; 6:34; 10:21; 12:34). En este caso es capaz de ver la difícil situación de los discípulos, a pesar de la noche y la distancia.

La fatiga de los discípulos es grande, pues ya era la cuarta vigilia de la noche, o sea, entre las tres y las seis de la mañana, puesto que los judíos dividían la noche en cuatro vigilias de tres horas cada una. Posiblemente llevan varias horas remando con gran dificultad y cansancio. Desde una perspectiva simbólica, presente en la tradición judía, este momento en el que la noche da paso al día, representando la ayuda de Dios que trae luz donde hay tinieblas.

Sorprende que, en medio de una situación tan dramática como la que viven los discípulos, la acción de Jesús sea expresada como un gesto de indiferencia hacia ellos, de pasar de largo, lo cual es un contrasentido, puesto que lo que motiva a Jesús a ir a ellos es el momento de peligro que están viviendo. El Evangelio de Mateo suprime esta referencia, posiblemente por la confusión que provoca. 

Algunos interpretan la frase como expresión de la precepción subjetiva de los discípulos, que piensan que Jesús pasa de largo. Sin embargo, la comprensión del aparente pasar de largo de Jesús proviene de la tradición veterotestamentaria en la que la gloria de Dios se manifiesta pasando por delante del testigo (cf. Éxo. 33:18–23, 34:6; 1 Rey. 19:11–13). Además, atendiendo a la afirmación de que la fe precede al milagro (cf. 6:4–6), se podría explicar que Jesús pretendiera pasar de largo, esperando la iniciativa de los discípulos solicitando su ayuda. 

Sin embargo, la reacción de los discípulos no refleja fe ni reconocimiento de que es Jesús quien pasa ante ellos. Él se acerca a los discípulos caminando sobre las aguas, acción que algunos han interpretado como que camina por la orilla. El texto deja claro que los discípulos están mar adentro cuando Jesús pasa junto a ellos; además, afirmar que Jesús tan solo camina por la orilla presenta la situación como absurda: ¿qué impide a los discípulos bajarse de la embarcación y llegar a la orilla por su propio pie? El relato es una narración milagrosa, con ecos del AT en el que Dios aparece como el único capaz de caminar sobre las aguas (Job 9:8; Sal. 77:19), lo cual contribuye a la comprensión cristológica que el pasaje pretende y define la acción de Jesús como una teofanía.

La descripción del encuentro entre los discípulos y Jesús es decepcionante. No hay expresión alguna de reconocimiento sobre quién se les acerca ni, por tanto, petición de ayuda o declaración de confianza en él. Confunden a Jesús con un fantasma (fantasma5326), lo cual provoca más desesperación. 

Los discípulos pierden control sobre sí y comienzan a gritar al ver a Jesús, visión muy real pues Marcos afirma que le vieron todos (pás3956). Ante tal muestra de temor, Jesús habla (laléo2980) a los discípulos y entra (anabáino305) en la barca, para que vean que no es un fantasma sino alguien real. Sus palabras pretenden calmarlos e infundirles aliento, además de confirmarles su identidad: ¡Yo soy! (egó eimi). Jesús se presenta a sus discípulos tal como Dios se revela en el AT (Éxo. 3:14; Deut. 32:39), tanto en su ser como en su hacer. Dios se muestra a ellos en Jesús, manifiesta su poder calmando el viento y les ofrece su fraternidad al entrar en la barca con ellos. Además, desde la visión antigua del mar como símbolo de caos y muerte, allí donde los poderes del mal habitan, el hecho de que Jesús calma el viento y, por tanto, calme las aguas es evidencia de su poder sobre la muerte, que se hará evidente en su resurrección.

La expresión que finalmente refleja la respuesta de los discípulos es que continúan perplejos (existemi1839), al igual que aquellos que vieron a Jesús sanar al hombre paralítico que fue bajado por el techo. Sin embargo, estos últimos glorificaron a Dios por cuanto habían visto (2:12), mientras que los discípulos no expresan nada, y es el narrador quien explica que tenían su corazón endurecido (poróo4456), a causa del milagro de la alimentación milagrosa. Marcos no explica por qué el milagro de la alimentación de los cinco mil es especialmente difícil de entender por los discípulos, pero la reacción de estos ante esos dos milagros describe la incredulidad de los discípulos.

La semejanza buscada entre la acción de Jesús pasando de largo frente a los discípulos como representación de la gloria de Dios manifestándose ante ellos fracasa en su propósito. Jesús tiene que pararse a hablar con ellos y subirse a la barca. Ni siquiera el milagro de calmar la tempestad abre los ojos de los discípulos, que no hacen más que mostrar perplejidad. La actitud de asombro sirve el propósito de resaltar la imagen de Jesús y no la fe de los discípulos, bastante mal parados aquí. La identidad de Jesús se hace manifiesta en su autoridad y poder divinos, más allá del reconocimiento que estos reciban de otros. La identidad de Jesús como enviado de Dios se hace cada vez más visible, en la misma medida que aumenta la dificultad de los discípulos para asimilar quién es Jesús, a pesar de que a ellos se les ha dado a conocer los misterios del reino de Dios (cf. 4:11).

El seguimiento de Jesús puede provocar vivencias difíciles y problemáticas, como las que los discípulos afrontaron en medio de la tormenta; pero el hecho de que sea una experiencia causada por obediencia a Jesús también supone la salvación final de Jesús. No obstante, es al Señor a quien esta historia invita a mirar y no a los discípulos, cuya actitud se acerca preocupantemente a la de aquellos que no aceptan ni creen en él.

Bosquejo homilético
Cuando el viento nos es contrario
Marcos 6:45–52
Introducción: 
La vida cristiana no es un lecho de rosas. El cristiano no está exento de sufrir las dificultades propias de esta existencia. Ocurre a menudo en la vida cristiana que en vez de ir todo “viento en popa”, en muchas ocasiones sentimos que el viento nos es contrario. Es precisamente en esos momentos cuando podemos experimentar mejor el amor de Jesús por nosotros.
        I.      Cuando el viento nos es contrario nos cansamos (v. 48).
    1.      Los discípulos se fatigaron queriendo remar.
    2.      Nos fatigamos queriendo solucionar la dificultad con nuestras fuerzas.

        II.      Cuando el viento nos es contrario nos desesperamos (v. 49).
    1.      Los discípulos clamaron a gritos por no reconocer a Jesús.
    2.      Nos llenamos de ansiedad por no reconocer a Jesús.

        III.      Cuando el viento nos es contrario nos atemorizamos (v. 50).
    1.      Los discípulos se turbaron.
    2.      Nos atemorizamos en lugar de confiar.

        IV.      Cuando el viento nos es contrario Jesús nos está mirando: (vv. 46, 48).
    1.      Mientras oraba estaba pendiente de ellos.
    2.      Hoy también intercede por nosotros en la dificultad (ver Rom. 8:34).

        V.      Cuando el viento nos es contrario Jesús viene a nuestro auxilio (vv. 48, 49)
    1.      Su presencia quitó el temor y les dio ánimo.
    2.      Hoy también su presencia nos anima librándonos del temor en la dificultad.

        VI.      Cuando el viento nos es contrario, Jesús manifiesta su poder (v. 50).
    1.      Jesús calmó el viento.
    2.      Hoy también él trae su calma en medio de la dificultad.

        VII.      Cuando Jesús calma la tempestad en nuestra vida le servimos mejor.
    1.      Ya no hay temor
    2.      Ya no hay confusión

Conclusión: 
Los discípulos se quedaron perplejos. El milagro de los panes no había sido suficiente para que pudieran comprender quién era Jesús. Necesitaron que el viento les fuera contrario para vivir una experiencia nueva del amor y poder de su Maestro. 

Es probable que la dificultad que estamos atravesando sea un medio que Dios está utilizando para que renovemos nuestra experiencia con un Jesús que nos ama y tiene poder en medio de nuestros problemas. Él mismo, hoy nos dice: “¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!” (6:50).

El valor de las pruebas
“La mayoría de las grandes verdades de Dios tienen que ser aprendidas por medio de la prueba; deben ser marcadas a fuego en nosotros por el acero al rojo de las dificultades, de otra forma no las recibiríamos verdaderamente”. C. Spurgeon
“Los golpes de la adversidad son muy amargos pero nunca son estériles”. E. Renán
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