martes, 1 de septiembre de 2015

Recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos...hasta lo último de la tierra

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 

Preparemos nuestro sermón
Texto Bíblico
Hechos 1:6-8
6 Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo: 
—Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo? 
7 El les respondió: 
—A vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad. 
8 Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. 


  La Autoridad de Dios actuando, 
Hechos 1:6-8

La pregunta de los apóstoles de si por fin iba a restablecer el reino a Israel parece estar sugerida por la anterior promesa del Señor de que, pasados pocos días, serían bautizados en el Espíritu Santo. A través de todo su ministerio Jesús trabajó dentro de un concepto del reino de Dios completamente diferente del de los líderes del judaísmo (pensamiento religioso judío) del primer siglo. 

Es interesante hacer notar cómo los discípulos, después de varios años de convivencia con el Maestro, seguían aún esperando una restauración temporal de la realeza davídica, con dominio de Israel sobre los otros pueblos. Por tanto, así interpretaban lo dicho por los profetas sobre el reino mesiánico (ver Isa. 11:12; 14:2; 49:23; Eze. 11:17; Ose. 3:5; Amós 9:11–15; Sal. 2:8; 110:2–5), a pesar de que ya Jesús, en varias ocasiones, les había declarado la naturaleza espiritual de ese reino (ver Mat. 16:21–28; 20:26–28; Luc. 17:20, 21; 18:31–34; Juan 18:36).

Los discípulos no negaban con esta pregunta su fe en Jesús, antes al contrario, viéndole ahora resucitado y triunfante, se sentían más confiados y unidos a él. Sin embargo, tenían aún muy firme la concepción políticomesiánica que tantas veces se encuentra en los Evangelios (ver Mat. 20:21; Luc. 24:21; Juan 6:15) y que exigía a Jesús suma prudencia al manifestar su carácter de Mesías, a fin de no provocar alzamientos peligrosos que impidieran su misión (ver Mat. 13:13; 16:20; Mar. 3:11, 12; 9:9). 

Solamente la iluminación del Espíritu Santo logrará corregir estos prejuicios judaicos de los apóstoles, dándose a conocer la verdadera naturaleza del evangelio y así del reino. Dios es un Dios que realiza sus propósitos. La historia no es un rompecabezas de hechos desconectados, presididos por el azar; es un proceso dirigido por un Dios actuante y capaz de ver el fin en el principio.

En esta ocasión, Jesús no considera oportuno volver a insistir sobre el particular, y se contenta con responder a la cuestión cronológica. Les informa que el pleno establecimiento del reino mesiánico, de cuya naturaleza él ahora no va a especificar, es de la sola competencia del Padre, que es quien ha fijado los diversos tiempos: de preparación (Hech. 17:30; Rom. 3:26; 1 Ped. 1:11), de inauguración (Mar. 1:15; Gál. 4:4; 1 Tim. 2:6), de desarrollo (Mat. 13:30; Rom. 11:25; 1 Cor. 1:7, 8), y ahora de consumación final (Mat. 24:33–36; 25:31–46; Rom. 2:5–11; 2 Tes. 1:6–10). 

En tal ignorancia, lo que a ellos toca, una vez recibida la fuerza del Espíritu Santo, es obrar por ese restablecimiento, manifestándose como testigos de los hechos y enseñanzas de Jesús, primero en Jerusalén, luego en toda Palestina, y finalmente hasta lo último de la tierra (es decir, en medio del mundo gentil).

Ahora, en el v. 8, se ve claramente lo que es el reino (la soberanía) de Dios actuando. La declaración en este versículo, … me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra, se había aceptado comúnmente como el bosquejo de Los Hechos y la indicación del propósito de Lucas. 

Desde luego esto provee algún plan dentro del cual escribió Lucas, pero en ninguna manera representa su interés principal. Contrario a lo expuesto por varios comentarios, antiguos y recientes, Lucas no demostró cómo el evangelio se extendía de Jerusalén a Roma. Hasta hoy día no conocemos cómo el evangelio alcanzó a Roma, a Damasco, a Chipre, a Cirene, a Efeso, a Troas, a Corinto, a Creta y a innumerables otros lugares. Aparentemente, Lucas no dio estos datos porque su propósito iba en otra dirección.

Esto no quiere decir que en Los Hechos no encontramos mucha atención dedicada a la expansión geográfica; obviamente todo lo contrario, los cristianos se presentaban moviéndose constantemente. Se preconiza aquí, sin embargo, que estar demasiado preocupado con este factor es perder un asunto más importante, aquello que aparentemente Lucas quería presentar. Las fronteras más difíciles de cruzar —en aquel entonces como hoy en día— eran las religiosas, nacionales, raciales y de clase social, y no los límites geográficos. 

Es más fácil hoy día enviar misioneros a Africa que establecer y mantener una fraternidad que cruce las líneas raciales, nacionales y de clase social en la casa de uno. En el libro de Los Hechos es obvio que el cristianismo marchó de Jerusalén, Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra, pero al hacer esto se precipitaba el tema que resultó en la ruptura entre la sinagoga y la iglesia, y en la autoexclusión del mismo pueblo en quien vio la luz el cristianismo.

En la carta de Pablo a los efesios él nos comparte sus pensamientos sobre esta soberanía de Dios actuando. Cuando Pablo escribió esta epístola de la prisión, estaba dando testimonio personal a los primeros treinta años de la historia en la iglesia temprana, la que se halla en el libro de Los Hechos:

Bosquejo homilético
Poder en el Espíritu Santo
Hechos 1:8
Introducción: 
Tenemos grandes represas en varios países que han sido construidas con el fin de traer trabajo y riqueza. Pero aunque todo esté listo: los canales y tuberías, las compuertas y túneles, los motores y generadores, si falta el agua para producir la energía y poder, de nada van a servir dichas obras de la ingeniería moderna. Podemos tener todo en la iglesia, pero si no tenemos el Espíritu Santo, no produciremos nada efectivo.

  I.      La certeza de la promesa.
    1.      Pero recibiréis poder…; esto quiere decir, habilidad, potestad. 
    2.       Cuando el Espíritu Santo haya venido…; necesitamos el poder de Dios y no el poder del hombre.

  II.      El objeto de la promesa.
    1.      Darnos poder y libertad.
    2.      Darnos osadía y dependencia en él.

  III.      El resultado de la promesa.
    1.       Me seréis testigos…; en todas partes.
    2.      Testigos de los hechos gloriosos de Jesucristo

Conclusión: 
Una vez una persona trató de manejar un auto; trató de hacerlo arrancar varias veces y no pudo lograrlo. Al fin levantó la cubierta del motor y se dio cuenta que el motor del vehículo había sido robado. Reflexionemos en nuestra propia experiencia cristiana: ¿Estamos usando el motor del Espíritu Santo en nuestras vidas? 


Por revelación me fue dado a conocer este misterio… Por tanto… podréis entender cuál es mi comprensión en el misterio de Cristo. En otras generaciones, no se dio a conocer este misterio a los hijos de los hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu, a saber: que en Cristo Jesús los gentiles son coherederos, incorporados en el mismo cuerpo y copartícipes de la promesa por medio del evangelio (Ef. 3:3–6).

En su escrito a las iglesias de Galacia Pablo habla aun más explícitamente de lo que quiere decir el ministerio de Cristo (la soberanía de Dios actuando): Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gál. 3:28).

 Tesoro bíblico
 Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra (1:8).


¿Fue el cristianismo fiel al judaísmo? En su Evangelio y en el libro de Los Hechos Lucas demuestra que en verdad el cristianismo fue fiel al judaísmo. El cristianismo nació dentro del judaísmo más estricto. 

No abandonó las sinagogas o el templo en el principio del movimiento cristiano. Sin embargo los cristianos fueron excluidos de las sinagogas y del templo, porque el cristianismo incluía cualquiera que por fe seguía a Jesucristo. Vemos el interés verdadero de Jesús por toda la gente, no sólo por los judíos. A él le interesaban todas las necesidades de toda la gente. 

A Jesús no le interesaban las instituciones de la religión judía tales como el sábado, el ayuno, los ritos de purificación y otras por el estilo. Su interés estaba en Dios y en la gente. El definió su sentido de misión, tanto en su sermón en la sinagoga de Nazaret (Luc. 4:14–30) como en su respuesta a los mensajeros del encarcelado Juan el Bautista (Luc. 7:18–23). 

La crucifixión de Jesús resultó de este conflicto básico entre él y la religión institucional, tanto de los fariseos como de los saduceos. Jesús no dejó la sinagoga o el templo porque él quiso dejarlos, sino que fue echado de la sinagoga en Nazaret (Luc. 4:29) y fue rechazado en Jerusalén (Luc. 19:41–48; 23:1, 2).

La comunidad cristiana en los días de Lucas no había quitado la fe en el verdadero judaísmo ni en Cristo Jesús. Al llegar a ser una comunión de personas que pasa por alto las distinciones de nacionalidad, raza y ritos, el cristianismo es fiel a las enseñanzas de Cristo. El movimiento cristiano estaba logrando el pacto que Dios hizo con Abram y Moisés, los fundadores del pueblo de Dios (ver Gén. 12:3; Exo. 19:6–8; 1 Ped. 2:9, 10).

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