martes, 20 de octubre de 2015

El Primer Libro que leían los niños judíos: Uno de los libros de la Biblia menos leídos entre los cristianos, quizás porque muchos piensan que no tiene aplicación para ellos

RECUERDAEl que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
1Timoteo3:2,6








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Levítico - exégesis

El Primer Libro que leían los niños judíos

En tiempos antiguos, Levítico fue un libro de la Biblia que se leía con frecuencia; en efecto, era el primer libro que leían los niños judíos. Sin embargo, eso ya no es el caso. Actualmente, el libro de Levítico es tal vez uno de los libros de la Biblia menos leídos entre los cristianos, quizás porque muchos piensan que no tiene aplicación para ellos. Muchas personas que han comenzado a leer la Biblia con Génesis han desistido de continuar con la lectura al llegar a Levítico. 

Algunos, durante su lectura de la Biblia, han pasado por alto Levítico para seguir con otra parte de La Escritura que les pareció que era mas interesante. No pocos han concluído que la lectura de las leyes levíticas de santidad y sacrificios es infructuosa y hasta tediosa.

Es verdad que Levítico describe una sociedad muy lejana, con un estilo de vida y de adoración completamente diferente de la nuestra. No obstante, Levítico no carece de importancia ni de interés. En ese aspecto, no es diferente a ningún otro libro de la Biblia. Proclama la ley con toda su severidad y el evangelio en toda su dulzura.

Alguien podría preguntar: “¿Por qué me debo interesar en Levítico, si ya tengo el Nuevo Testamento? Estoy seguro de que es bueno tener un conocimiento general de las historias de la Biblia en el Antiguo Testamento, pero ¿por qué gastar el tiempo en un estudio detallado de las sombras cuando estamos caminando en la luz?” ¡Sencillamente porque las sombras nos ayudan a ver la luz más claramente!

Hay muchas razones para estudiar el libro de Levítico. En primer lugar, nos ayuda a tener una mejor percepción del pecado. Hace que nos demos cuenta de lo serio que es el pecado, de cuáles son las consecuencias del pecado, de cómo se siente Dios respecto a nuestro pecado, y qué castigo merecemos. 

El libro de Levítico también nos ayuda a darnos cuenta de que Dios nunca cambia; él es el mismo ayer, hoy y por lo siglos. Hoy en día, Dios siente lo mismo que sentía en los días de Moisés respecto del pecado; su plan de salvación también permanece igual. En efecto la libertad que disfrutamos en el evangelio tiene su raices en los sacrificios de sangre del Antiguo Testamento. Mediante el estudio cuidadoso de Levítico, llegamos a entender que “sin derramamiento de sangre, no hay remisión” (Hebreos 9:22), y que “la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

Cuanto más tiempo invirtamos en tratar de entender el Antiguo Testamento, tanto mejor será nuestro entendimiento del Nuevo Testamento. Una vez alguien dijo respecto a los dos testamentos de la Biblia: “El Nuevo está escondido en el Antiguo y el Antiguo está revelado en el Nuevo”. El ver el Nuevo Testamento como prefigurado en el Antiguo Testamento y contemplar el claro cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento, verdaderamente fortalece la fe.

También es importante estudiar el libro de Levítico porque nos enseña cómo era la adoración del pueblo de Dios del Antiguo Testamento. Cuando estudiamos los detalles de sus ritos de adoración, llegamos a entender y a apreciar mucho mejor nuestras propias formas de adoración. Desde luego, se han producido muchos cambios desde entonces. Por ejemplo, nosotros adoramos al Salvador que ya vino, sufrió, murió y resucitó. El pueblo que seguía el orden levítico de adoración esperaba al Salvador cuyo nacimiento aún estaba en el futuro. Sin embargo, ellos adoraron al mismo Dios que nosotros adoramos, y su plan de salvación siempre ha sido el mismo.

Al estudiar el libro de Levítico llegaremos a la conclusión de que es un libro emocionante y valioso. Emocionante, porque en él se encuentran todos los tipos y sombras de Cristo y de su obra redentora. 

Por ejemplo, la Pascua tipifica la crucifixión de Cristo. La fiesta de los Panes sin Levadura prefigura la resurrección de Cristo y su significado para nuestra vida. El sábado, el año sabático, y el año del jubileo, nos enseñan sobre el descanso, la paz y la libertad que tenemos en Cristo actualmente y que disfrutaremos por siempre en el cielo.

El libro de Levítico es valioso porque hace énfasis en la vida de santidad a la que Dios nos ha llamado, y qué debe ser nuestra respuesta a la salvación que Cristo ganó para nosotros. Los rituales, las leyes y los reglamentos de Levítico fueron la manera como Dios le enseñó a su pueblo sobre la importancia de la santidad en su vida. 

Ellos aprendieron que el pecado era una barrera entre ellos y Dios que era necesario quitar esa barrera, y que era necesaria la expiación para que ellos pudieran estar delante de Dios y vivir en comunión con él. El sacrificio de animales y el derramamiento de su sangre prefiguraban simbólicamente el sacrificio del Mesías prometido y el derramamiento de su sangre como el precio del pago por los pecados de ellos y los pecados de todo el mundo. En respuesta, Dios esperaba que todos en su pueblo viviera en santidad.

Hoy Dios también espera santidad de parte de nosotros. Él quiere que sometamos todo lo que somos y todo lo que tenemos (todos los aspectos de la vida) a él. Nosotros no somos dueños de nosotros mismos, así como el apóstol Pedro lo dice con palabras que nos recuerdan el libro de Levítico: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Pedro dice de nuevo, teniendo presente los sacrificos de Levítico: “Pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18, 19). “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).

El escritor a los Hebreos dice, con palabras que obviamente se refieren al libro de Levítico: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto Tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los impuros, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:11–14).

Nombre

El nombre Levítico viene del nombre que se le dio a este libro en la traducción del Antiguo Testamento al griego, conocida como la Septuaginta. Posteriormente, también se utilizó ese nombre en la traducción de la Biblia al latín, conocida como la Vulgata. Es un nombre que resume el contenido del libro ya que se refiere a las responsabilidades religiosas que realizaban y supervisaban los levitas, los miembros de la tribu de Leví.

Una continuación de la historia

Tenemos la tendencia a pensar que los cinco libros de Moisés son libros independientes, pero en realidad todos ellos forman parte de una historia continua. El libro de Levítico continúa donde termina el libro de Éxodo; y a continuación de Levítico, el libro de Números continúa con la historia que cuenta Éxodo, respecto a la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto, y cómo en el camino hacia la tierra prometida, los israelitas llegaron al monte de Sinaí donde Dios les dio su Ley. En el libro de Éxodo nos enteramos de que, cuando la gloria de Jehová llenaba el Tabernáculo de reunión, ni aun Moisés, el gran líder, se podía acercar a él. 

¿Entonces cómo podía tener el pueblo de Israel comunión con el santo Dios? ¿Cómo podían ellos cumplir las exigencias de la vida santa que Dios les exigía en los Diez Mandamientos? El libro de Levítico contesta estas preguntas mediante la explicación de los sacrificios y los ritos que se requerían para establecer la relación correcta con Dios.
El escenario del libro de Levítico es el monte de Sinaí. Fue ahí donde Dios entregó los detalles para la adoración. 

En efecto, él le dijo a su pueblo: “Esta es la manera como yo quiero que me adoren. Esto es lo que los hace diferentes de las otras naciones. Esta es la manera como ustedes deben utilizar el Tabernáculo.” Después, el libro de Números continúa con la historia desde el monte de Sinaí hasta que los hijos de Israel llegaron al límite de la tierra prometida.

El Tabernáculo

El Tabernáculo es de suma importancia en el Levítico. Mientras las instrucciones para su construcción se dieron en Éxodo, Levítico se centra en su uso. Muchas veces se hace referencia al Tabernáculo como el “Tabernáculo de reunión”, porque este era el lugar del habitación del Señor entre su pueblo y el lugar donde él se reunía con sus líderes escogidos. Muchos detalles del Tabernáculo tenían el propósito de ser ayudas visuales para enseñar a los hijos de Israel el respecto a Dios y a su relación con él.

Autor

El libro de Levítico no dice en sí que Moisés es el autor. Sin embargo, reclama la autoría Mosaica consistentemente.

Ya en el primer versículo se nos dice que Jehová le habló a Moisés. Palabras similares a estas se repiten treinta y siete veces más a lo largo del libro. El hecho de que Jehová le habló a Moisés hace énfasis en la naturaleza divina de este libro. ¡En efecto, ningún otro libro de la Biblia afirma la doctrina de la inspiración tan frecuentemente como lo hace el Levítico!



El Tabernáculo

Como dijimos antes, el Levítico fluye de Éxodo y se dirige hacia Números. Esto, por sí mismo, nos dice quién es el autor, especialmente cuando consideramos el último capítulo de Éxodo y el primer capítulo de Números. En Éxodo 40:16 y 17, leemos las siguientes palabras: “Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo. En el primer mes del año segundo, el día primero del mes, fue erigido el Tabernáculo”. Después, en el primer versículo del capítulo uno de Números leemos: “Habló Jehová a Moisés en el desierto de Sinaí, en el Tabernáculo de reunión, el primer día del segundo mes, el año segundo de su salida de la tierra de Egipto”. 

Por lo tanto, los eventos que se narran en Números comienzan a tener lugar un mes después del día en que ocurieron los hechos que se registran al final del Éxodo. Eso significa que lo que leemos en Levítico tuvo lugar durante ese mes y con seguridad fue escrito por Moisés, como lo fueron Éxodo y Números.

Los autores del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento siempre le atribuyen todos los primeros cinco libros de la Biblia a Moisés. Una y otra vez, se afirma que pasajes específicos del Pentateuco fueron dichos y escritos por Moisés. Por ejemplo, en el capítulo ocho de Josué se nos dice que Josué edificó un altar a Dios “como Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado a los hijos de Israel, y como está escrito en el libro de la ley de Moisés: un altar de piedras enteras sin labrar. 

Ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz” (Josué 8:31; vea también Deuteronomio 27:2, 3).

A través de las Escrituras, se refieren consistentemente a los primeros cinco libros de la Biblia como: “la Ley de Moisés”, o “los Libros de Moisés”, u otras expresiones similares.
Jesús dijo claramente que Moisés escribió los primeros cinco libros de la Biblia. Una vez Jesús les dijo a los judíos incrédulos: “Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza, es quien os acusa, porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5:45–47). En una de sus apariciones a los discípulos, el Señor resucitado les dijo: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés” (Lucas 24:44).

A pesar de esto, hoy muchos estudiosos de la Biblia atacan y niegan la autoridad mosáica de Levítico. No es difícil entender el por qué; si Moisés es el autor, entonces nosotros somos responsables de nuestros actos ante Dios, quien reveló su voluntad por medio de Moisés.

Contenido

Existe un número de temas básicos recurrentes a lo largo de Levítico. Por ejemplo, a los hijos de Israel se les recordaba repetidamente que ellos eran el pueblo especial de Dios, que debían estar apartados del mundo para Dios. Sus vidas tendrían que caracterizarse por una actitud de amor a Dios y al hombre. En sus ofrendas a Dios, no le podían llevar nada que estuviera contaminado o que fuera suceptible de corromperse.

Una y otra vez se le recordó al pueblo de Dios que el hombre no es santo por naturaleza ni puede llegar a ser santo por algo que haga. Para que el hombre tenga acceso a Dios, todos sus pecados se tienen que pagar. Por lo tanto, el Señor en su gracia les dio las únicas normas mediante las cuales su pueblo podía acercarse a él, y les enseñó que es necesario el derramamiento de sangre inocente para la expiación de los pecados de los culpables.
La palabra “santo” se presenta noventa veces en Levítico. En efecto, tal vez el versículo que mejor sirve como tema para todo el libro es: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (19:2).

Pero, ¿cómo podría ser santo el pueblo de Israel? ¿Cómo podrían ellos estar delante del Dios santo? El medio para obtener la santidad es “la expiación”, una expresión que aparece cuarenta veces en Levítico y que significa “satisfacción por el pecado”. La expiación se debía obtener mediante los muchos sacrificios que Dios exigía de su pueblo. Se debía tomar la vida inocente de un animal a cambio de la vida del pueblo culpable de Israel. Se derramaba la sangre inocente de un animal para que el pueblo pudiera ser santo delante de Dios. 

Por ejemplo, en el día anual de la expiación, el sumo sacerdote debía poner las manos sobre la cabeza del animal que se iba a sacrificar, indicando así que los pecados del pueblo le eran transferidos a ese animal. Después se mataba al animal para mostrar que el castigo del pecado es la muerte, pero que Dios aceptó que otro fuera sustituto en la muerte por los pecados del pueblo.

Podríamos pensar que los laicos tendrían poco interés en todas estas leyes que rigen los sacrificios. Después de todo, eso era básicamente la responsabilidad de los sacerdotes y de los levitas, ¿verdad? Sí, pero Levítico es más que un manual para los sacerdotes; está igualmente, si no más, relacionado con el papel que los laicos deberían desempeñar en la adoración. 

Las leyes explican qué era lo que el pueblo debía sacrificar, cuándo tenían que ir al Tabernáculo, y qué debían esperar que hicieran los sacedotes en el Tabernáculo. Dios quería que los rituales de adoración le enseñaran al pueblo que, dado que ellos habían sido redimidos por el Dios misericordioso, debían consagrarle toda su vida a él. Aquí hay una lección para los que hoy piensan que el servicio de adoración debe ser de interés sólo para los clérigos, pero la verdad es que el servicio de adoración debe ser un punto primordial en la vida de todos nosotros.

En número 7 se encuentra muchas veces en Levítico. Cada séptimo día se tenía que guardar como el día sábado. Cada séptimo año era un año sabático, en el que la tierra descansaba. Despues de cada siete veces siete años era el año del jubileo, en el que la tierra volvía a sus propietarios originales y los esclavos eran liberados. 

El séptimo mes tenía una importancia particular, durante ese mes se realizaban tres fiestas importantes (la fiesta de las trompetas, el Día de la Expiación, y la fiesta de los tabernáculos). La fiesta de los tabernáculos duraba siete días, la fiesta de los panes sin levadura se celebraba durante los siete días posteriores a la Pascua, y la fiesta de pentecostés se celebraba siete veces siete días después de la ofrenda mecida. Se ha sugerido que el número siete es tan importante porque simboliza la obra perfecta de Dios a favor de su pueblo.


Bosquejo

  I.      Cómo se debía acercar Israel a Dios (Levítico 1–16)
    A.      Mediante el sacrificio de sangre (1–7)
      1.      Dos sacrificios que expresaban la relación del pacto entre Dios y su pueblo (1–3)
      2.      Dos sacrificios que restauraban la relación del pacto entre Dios y su pueblo (4–7)
    B.      Mediante el sacerdocio
      1.      La ordenación de Aarón y de sus hijos (8)
      2.      Los primeros sacrificios de Aarón (9)
      3.      El juicio de Dios sobre Nadab y Abiú (10)
    C.      Evitando la impureza
      1.      En asuntos de alimentos (11)
      2.      Después del parto (12)
      3.      Por enfermedades de la piel (13–14)
      4.      Por flujos del cuerpo (15)
      5.      Mediante el gran Día de la Expiación

  II.      Cómo debía mostrar Israel su relación con Dios (Levítico 17–27)
    A.      Santidad personal (17)
    B.      Santidad respecto al comportamiento sexual (18)
    C.      Santidad en la sociedad (19–20)
    D.      Santidad para los sacerdotes (21–22)
    E.      Fiestas santas (23–24)
    F.      Santidad de la tierra (25)
    G.      Recompensa por la obediencia y castigo por la desobediencia (26)
    H.      Redimiendo lo que es de Jehová (27)

Al examinar el bosquejo, nos damos cuenta de que la primera parte de Levítico, los capítulos 1–16, tiene que ver con la manera como Israel se debía acercar a Dios. La última parte, los capítulos 17–27, revelan cómo Israel debía responder a la gracia de Dios.
Hay solamente tres secciones narrativas en todo el libro: la consagración de los sacerdotes (capítulos 8 y 9), el incidente relacionado con Nadab y Abiú (capítulo 10), y el asunto relacionado con el blasfemo no israelita (capítulo 24). Sin embargo, todo el libro tiene una estructura narrativa. El lugar es el monte de Sinaí; el evento es la revelación de la voluntad de Jehová a su pueblo por medio de su siervo Moisés.

En el libro de Éxodo aprendemos que el pueblo de Israel estaba aterrorizado por los hechos que acompañaron a la entrega de la ley. Los truenos y los rayos, la nube espesa sobre el monte y el sonido muy fuerte de la trompeta, habían hecho estremecer a todos en el campamento. Mientras ellos estaban al pie del monte, Jehová descendió sobre él en fuego y humo. El humo subía como el humo de un horno, todo el monte se estremecía en gran manera, y el sonido de la trompeta aumentaba más y más.


No nos sorprende escuchar lo que le dice el pueblo a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éxodo 20:19). El poder de Dios es aterrador; su voluntad para con ellos gobernaba todo en la vida y era inflexible. Su ira era terrible. ¿Cómo podrían ellos acercarse alguna vez a ese Dios santo y poderoso? ¿Cómo podrían ellos tener la esperanza de estar en su presencia?


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