martes, 24 de noviembre de 2015

Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






¿Dios se arrepiente?

¿HASTA DÓNDE ALCANZA LA MISERICORDIA DE JEHOVÁ?

¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?

Jonás 3:9

Como si no fuera suficiente la misericordia de Jehová en la salvación de Jonás descrita en capítulo 2, Jehová le derrama aun más en 3:1: Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás. ¡Por segunda vez! Puede haberle dicho Jehová: Ya aprendiste tu lección, Jonás. Gracias por haber sido mi profeta. Te perdono, te estimo, pero ahora voy a buscar a otro mejor capacitado para la obra profética.

Imagine que somos dueños de una compañía y descubrimos que uno de nuestros supervisores ha causado una gran pérdida de dinero por no cumplir sus responsabilidades. ¡Cuántos de nosotros nos felicitaríamos por nuestra actitud perdonadora al decir a ese empleado: Te perdono; no te llevo a la corte; no te quito nada de tu salario; pero, ya no tienes trabajo aquí: te doy una carta de recomendación para conseguir trabajo en otra parte si deseas! Pero, ¿entregarles las mismas responsabilidades otra vez? La misericordia de Jehová no tiene comparación con la nuestra. Es mucho más atrevida; vuelve a utilizar las mismas herramientas rotas y gastadas como si fueran nuevas.

Mateo 12:20–21 nos cuenta de Jesucristo:

  La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. Y en su nombre esperarán los gentiles.

La gracia de Jesucristo se extiende a las cañas cascadas; es decir, a los menospreciados, a los extranjeros, a las personas más necesitadas, a los incapacitados, a los pueblos y a los ranchos acusados de estorbar el progreso de la sociedad, a las familias sumergidas en miseria y analfabetismo de por generaciones, a los seres a quienes los adinerados retratan como inútiles porque hay que gastar en su preservación una cantidad de dinero que nunca serán capaces de producir. La gracia de Jesucristo se extiende hacia ellos, y por eso es más atrevida que la nuestra; tan atrevida que utilizaría a un profeta quebrado, antes desobediente pero ahora perdonado, una segunda vez para alcanzarlos.

  PORQUE PARA SIEMPRE ES SU MISERICORDIA

Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad. (Jonás 3:1–2) Aunque el tiempo ha pasado, la misericordia de Jehová por salvar a las almas de Nínive no ha cambiado. El Señor no retarda su promesa, según algunos tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9) Su peso por la salvación de las almas de Nínive no se disminuye por el tiempo. No se aumenta para luego bajarse como el entusiasmo de algunos en las campañas masivas de evangelismo. Se mantiene constante, apasionado, con la atención a cada clamor si es por uno solo como Jonás en el vientre del pez o por una ciudad entera.

Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. (Jonás 3:1–2) Es esencialmente el mismo mensaje que la primera vez, un mensaje dado por Jehová mismo. 

La responsabilidad de Jonás es proclamarlo sin cambio para que sea auténtico, la palabra de Dios a los almas en Nínive. Jonás no tiene que parar a considerar: ¿cómo haré que este mensaje sea más relevante a los asirios? ¿Cómo los voy a atraer para que lo escuchen? ¿Qué diré para que les parezca un mensaje positivo y deseable? Jonás no tiene que poner su confianza en ninguna clase de manipulación de sus oyentes; sólo tiene que predicar el mensaje tal como es. Y al proclamarlo tal como es, puede descansar en la seguridad de que habla con la autoridad de Jehová.

Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. (Jonás 3:3) Si este versículo se hubiera encontrado en Jonás 1:3, habríamos pasado por encima de lo mismo sin mucho comentario, listos a entrar en la historia. Pero la Palabra nos cuenta antes: Se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis (Jonás 1:3); y ahora: Se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Es la misma acción (levantarse) pero dos direcciones muy distintas. ¡Cuánto le costó a Jonás el llegar a este punto de obediencia! ¡Y cuán dulce suena la obediencia del profeta a su Dios esta vez!

Deseamos que nuestra obediencia siempre sea como la de Jonás la segunda vez: una reacción inmediata, normal y dulce; la reacción de un corazón que confía en la palabra de Jehová sin discusión. Que el decir la verdad completa, sin manipulaciones, sea la reacción normal e inmediata de nuestras lenguas. Que el cubrir los oídos sea nuestra reacción inmediata al oír los chismes. Que el desviar los ojos a otra parte sea la reacción normal cuando se presenta la pornografía o cuando vemos a alguien vestido de una forma inapropiada. 

Que el huir sea nuestra reacción normal a las invitaciones al pecado sexual. Que el pago completo de nuestras deudas sea la reacción normal de nuestras manos y carteras. Que las obras de compasión y misericordia sean las reacciones automáticas de nuestras manos cuando encontramos a alguien en necesidad. Que el amor sea la reacción inmediata a nuestras esposas. Que la obediencia sea nuestra reacción normal a las autoridades. Que meditemos y nos entrenemos tanto en la palabra de Dios que nuestra reacción a cada tentación sea siempre como la obediencia de Jonás aquí, “conforme a la palabra de Jehová”.

  NÍNIVE, AQUELLA GRAN CIUDAD

Esta segunda vez, la obediencia de Jonás lo lleva en dirección a Nínive: Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino (Jonás 3:3). No significa que Nínive estaba a tres días de camino de Israel, ni de tres días de camino del mar: está mucho más lejos. Los tres días de camino reflejan el tamaño de la ciudad.

Algunos dudan de que una ciudad de la antigüedad pueda haber sido de la extensión de tres días de camino. Además, una inscripción del rey Senaquerib de unos 75 años después de Jonás va a decir que los muros de Nínive sólo eran de 9300 codos (menos de 5 kilómetros) de circunferencia hasta que él los amplió a 12,515 codos (12 kilómetros).

Por eso entendemos que Jonás tomó tres días para cruzar de un lado de la ciudad a la otra si se incluía no sólo la ciudad amurallada sino todos los suburbios también, todas las colonias de los extranjeros, mercaderes, trabajadores en búsqueda de mejor vida en la economía de la ciudad, artesanos comunes y corrientes, refugiados de guerras, de hambre y de la urbanización, agricultores locales, y los demás que no tenían lugar propio dentro de los muros de la ciudad. Dependientes de la gran ciudad entre los muros, éstos se habrían edificado casas y negocios más temporarios, menos lujosos que los del centro.

Otros entienden que Jonás habría tomado un día para caminar de un extremo de la ciudad al otro y dos días más para caminar por todo el circuito de ella. Y mientras caminaba, encontró varias oportunidades para predicar: comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida (Jonás 3:4).

¿Qué haría toda la ciudad donde usted vive si supiera que tiene 40 días más de vida? ¿Negarían la posibilidad de tal juicio? ¿Se echarían a reír? ¿Todos se animarían a confiarse en sí mismos para aguantar el castigo lo mejor posible? ¿La gran mayoría la abandonaría? ¿Todos se estallarían en una orgía con el lema: comamos y bebamos porque mañana moriremos? Los habitantes de Nínive, aun con toda su cultura de violencia y opresión, no piensan en el reírse ni en el placer, sino en Dios:

  Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. (Jonás 3:5)

Se estalla no una orgía sino otro avivamiento. Hombres de la tercera edad, adolescentes, niños, amas de casa, mujeres de mala fama, mercaderes, gobernantes, obreros, criminales, justos e injustos, ricos y pobres, todos escuchan el mensaje de Jehová por medio de Jonás y por el Espíritu de Dios responden en el arrepentimiento. Se visten de acuerdo con sus corazones arrepentidos, de cilicio, una tela hecha de piel de cabra que irrita la piel, que incomoda la carne para que deje de estimularse hacia el placer y le despierte a buscar el alivio sólo en Dios.

  Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. (Jonás 3:6)

Aun el rey reconoce que hay un Ser de mucho más autoridad que él. Abandona su silla, el símbolo de su autoridad, para que lo ocupe Uno que es mucho más poderoso y justo. El rey se arrepiente también; reconoce que lejos de ser un dios, es simplemente otro ser humano, otro pecador como todos los demás y en necesidad del perdón divino. Se sienta sobre ceniza, una señal del llanto profundo que sólo recibirá la consolación de Dios mismo.

Hace una proclamación, la que puede ser su última si se cumple la profecía de Jonás:

  E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente. (Jonás 3:7–8)

Es un ayuno radical que incomodará a todos, aun a los animales, a clamar a Dios lo más rápido posible. Y para que Dios vea que no sólo es espectáculo de una piedad fingida, el rey insiste en que el ayuno sea acompañado de obras dignas del arrepentimiento: Y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. (Jonás 3:8)

La urgencia del arrepentimiento se motiva por la esperanza, la esperanza que tal vez Dios sea un Ser de misericordia: ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (Jonás 3:9) Brotan en los corazones arrepentidos la esperanza, la esperanza no en su propia capacidad de manipular a Dios a través de ritos y promesas sino la esperanza que el mismo Dios de justicia cuya ira han despertado sea también el Dios de misericordia.


  JEHOVÁ, GRANDE EN MISERICORDIA

Y en esta esperanza a los asirios paganos se les ha revelado una parte del significado del nombre Jehová sin que sepan que existe tal nombre. Una vez los israelitas, con una revelación más directa, aprendieron de esta combinación de justicia y misericordia. Arrepentidos de su idolatría con el becerro de oro, escucharon que su profeta e intercesor Moisés hasta pidió a Jehová que le mostrara su gloria. Cuando Jehová pasó por delante de él, proclamó:

  ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado, que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. (Éxodo 34:6–7)

El nombre Jehová declara que en este Ser existen juntas la perfecta justicia (“de ningún modo tendrá por inocente al malvado”) y la perfecta misericordia. En el libro de Jonás, los asirios nunca le llaman por este nombre, pero por la obra del Espíritu en sus corazones confían en esta misma combinación de justicia y misericordia, del justo juicio y del perdón.

¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? (Jonás 3:9) El arrepentimiento de pecadores endurecidos como los asirios nos sorprende. También es algo completamente inesperado que unos paganos entiendan la revelación ambos de la justicia y la misericordia del Dios de Israel. Pero es tal vez más sorprendente que Jehová Dios los perdone:

  Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. (Jonás 3:10)

El choque viene en que Jehová les demuestra a esos paganos violentos la misma misericordia que a su profeta israelita en capítulo 2. Ya les tiene preparado para los asirios un instrumento de salvación (la predicación de Jonás) tanto como tenía preparado un gran pez para tragar a Jonás. Jehová escucha el decreto de arrepentimiento del rey de Nínive tanto como escuchó el salmo de arrepentimiento de su siervo Jonás. Jehová salva la ciudad pagana de la destrucción segura tanto como salvó a Jonás del Seol.

La sorpresa viene porque Jehová no hace acepción de personas; recibe a todos los arrepentidos, no importa su lugar de origen ni la severidad de sus pecados. Como el apóstol Pedro les anuncia aun a los cómplices en la muerte del Hijo de Dios: Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. (Hechos 2:39) Como la temprana iglesia medita en maravilla: Oídas estas cosas [de la conversión de Cornelio y su casa], callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! (Hechos 11:18)

El arrepentimiento de Nínive nos enseña que la misma gracia perdonadora que nos ha alcanzado a nosotros también está lista a salvar sin acepción de personas. Si ha alcanzado a los asirios, seguramente se extiende a los indígenas de nuestros países, a la gente de otros dialectos, maneras de vestirse y costumbres que parecen otro mundo en comparación con el nuestro. Si ha alcanzado a los asirios, ciertamente se extiende a los que han hecho pacto no con Dios para seguir su ley sino entre sí mismos para robar, violar y matar.

Si ha alcanzado a los hombres de Nínive, seguramente se extiende a los fanáticos de otras religiones, a los moradores de barrios, pueblos y ciudades donde no escogeríamos nunca la vivienda, a gente que dan un olor desagradable, que comen comida desagradable, que trabajan en oficios desagradables, que son de perfiles desagradables. Dios por su gracia dio a su Hijo para que viviera entre nosotros y muriera en la cruz por ellos y por nosotros, logrando efectuar por su gracia el perdón de nuestros pecados en la cruz y el regalo de vivir con él eternamente.


  EL TESTIMONIO DE LOS HOMBRES DE NÍNIVE

Y si el arrepentimiento de Nínive nos enseña mucho sobre la gracia de Dios, también tiene mucho que enseñarnos sobre la justicia de Dios. Para este fin lo aplica Jesús en Mateo 12:41:

  Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.

¿Unos paganos violentos sin vergüenza se levantarán en el juicio contra una generación que desde su niñez se ha identificado siempre con la palabra, los ritos y las costumbres de Dios? Sí, dice Jesús, porque aun con menos revelación, ellos en el momento oportuno obedecieron la poca que tenían; en cambio, los más bendecidos, con una abundancia de revelación, la rechazaron para endurecerse más y más en rebelión. Si Dios no hace acepción de personas en la salvación, ¡tampoco hará acepción de personas en el juicio!

Por eso debemos reconocer que la iglesia que predica la Palabra de Dios es el lugar a la vez más seguro y más peligroso en toda la creación. Para los que obedecen las Escrituras y por fe en Cristo Jesús se arrepienten de sus pecados, la iglesia es un lugar de salvación. Para los que menosprecian las Escrituras por posponer su arrepentimiento, la iglesia viene a ser un lugar de condenación. No podemos aprender más si no obedecemos lo que primero recibimos.

Si hay cualquier pecado que usted guarda en su corazón, uno que esconde a medias porque no quiere que los demás se enteren pero a la vez de que no quiere desprenderse, reconozca que la destrucción lo espera: como los hombres de Nínive, arrepiéntase y clame al Dios de misericordia inmediatamente. Si hay un pecado que atesora secretamente aunque ya ha recibido instrucción sobre el mismo, no espere más: clame al Dios que juzga sin hacer acepción de personas. No importa cuánto tiempo tiene en la iglesia, ni cuántos años tiene como cristiano, ni qué excusas ha puesto antes para no arrepentirse. Ponga al lado este libro, ore, ayune, llore a Dios y arranque ese pecado de su vida por fe en Jesucristo antes de que los hombres de Nínive lo condenen por menospreciar la gracia perdonadora que ellos han encontrado en Dios.
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