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sábado, 27 de febrero de 2016

¡Levántate, oh YHVH, y sálvame Dios mío! Porque Tú eres el que golpea a todos mis enemigos en la mejilla, Y quebrantas los dientes de los malvados.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6







    NOS PREPARAMOS PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
                            ORACIÓN DE CONFIANZA
3      1 ¡Oh YHVH, cómo se han multiplicado mis adversidades!
            Muchos son los que se levantan contra mí.
    2      Muchos dicen de mi alma:
            No hay salvación para él en ’Elohim.      Selah
    3      Pero tú, oh YHVH, eres escudo alrededor mío,
            Mi gloria, y el que hace levantar mi cabeza.
    4      Con mi voz clamé a YHVH,
            Y Él me respondió desde su Santo Monte.      Selah
    5      Yo me acosté y dormí,
            Y desperté, porque YHVH me sostiene.
    6      No temeré a decenas de millares de gente
            Que pongan sitio contra mí.
    7      ¡Levántate, oh YHVH, y sálvame Dios mío!
            Porque Tú eres el que golpea a todos mis enemigos en la mejilla,
            Y quebrantas los dientes de los malvados.
    8      La salvación es de YHVH,
            Sobre tu pueblo sea tu bendición.      Selah

La Oración Matutina de David

El tercer salmo presenta una oración intensa, profunda, sentida. El salmista clama por apoyo y seguridad, en medio de la persecución y delante de la multitud de los adversarios. 

Su fuente de esperanza está en el Señor, y su salvación proviene del Dios que se «levanta». Para el poeta del salmo, su refugio no es humano sino divino, y su futuro está en las manos de quien tiene el poder y el deseo de redimirlo. Luego de los primeros dos salmos de énfasis didáctico y sapiencial, se presenta esta plegaria individual que reclama ayuda divina en medio de la crisis.

Generalmente este salmo se relaciona con los lamentos individuales del Salterio. En su título hebreo se indica que es un salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón (2 S 15–19). Como el resto de estos títulos hebreos, esta referencia es una añadidura posterior que intentaba relacionar los salmos con David, que era reconocido en el pueblo no solo como monarca y militar, sino como poeta, músico y «dulce cantor». En el salmo se alude a los enemigos en forma general, y no se menciona específicamente a Absalón, tercer hijo de David, cuya madre, Talmai, era la hija de Geshur, monarca de Aram (2 S 3:3).

El lenguaje militar que se manifiesta en el salmo puede ser indicativo de que su autor era parte de la corte real—o inclusive ¡un rey de la dinastía de David!—, aunque alguien fuera de esos círculos reales pudo haber escrito un poema de angustia personal, fundamentado en sus experiencias adversas en la vida. 

Y si quien habla en el salmo es el rey, entonces el contexto litúrgico era algún día de dolor e intercesión nacional; si, por el contrario, su autor es un israelita afligido y necesitado, el contexto del poema era la plegaria personal e individual en algún momento de particular crisis, enfermedad o acusación injusta. Posiblemente el salmo fue escrito en el período preexílico, pues el idioma manifiesta un tipo de ambiente bélico tradicionalmente relacionado con el período de la monarquía israelita.

La poesía del salmo incluye cuatro estrofas y una métrica regular. Comienza con una invocación al Señor, que precede la descripción de la plegaria. El tema del salmo se mueve del clamor en la dificultad a la afirmación de confianza y seguridad en Dios: Desde la expresión de herida profunda y mortal (v. 7), hasta la celebración de la victoria que proviene del Señor (v. 8).
La estructura del salmo es la siguiente:

    •      La crisis del salmista: vv. 1–2
    •      El Señor es mi escudo: vv. 3–4
    •      El Señor es mi victoria: vv. 5–7
    •      El Señor es mi salvación: v. 8

vv. 1–2: El salmo comienza con preocupación y dolor: ¡Se han multiplicado los adversarios y enemigos del salmista! El poeta se admira de las dinámicas que le rodean, que en vez de propiciar seguridad y esperanza presagian conflicto y lucha. La oración final de la estrofa es reveladora: ¡Los enemigos le indican que Dios no lo puede ni quiere salvar! Se afirma de esta forma lo extremo de la crisis, se pone de relieve la naturaleza del dolor, se revela la desesperanza en grado sumo.

Lo que caracteriza el inicio de la oración es la preocupación, sin embargo, como la plegaria se hace a Dios, manifiesta un sentido implícito y solapado de esperanza. El salmista se allega al Señor en medio de la crisis, pues entiende que su las fuerzas que afectan sus existencia pueden cambiar ante las acciones divinas de liberación. La admiración de la primera estrofa pone en evidencia la seriedad del problema.

En el poema no se identifican con precisión los «adversarios», aunque la referencia puede aludir a los enemigos tradicionales del rey—p.ej., naciones enemigas y monarcas extranjeros, y cuando el salmo se leía posteriormente en la historia, cuando la monarquía había cesado, la expresión podía entenderse en términos de los antagonismos personales e individuales. La multitud que habla en contra del adorador describe apropiadamente tanto a gente rebelde (2 S 18:31, 32) como a los enemigos personales (Jue 20:5) y las naciones extranjeras (Ab 1).

Según los adversarios y las personas que se levantaban en su contra, la condición del salmista no propiciaba ningún tipo de ayuda, ni resistía el apoyo. Para sus enemigos, ¡ni Dios mismo podía intervenir para rescatar y salvar al salmista de su crisis! La gravedad de su condición llegó a tal punto, que no tenía remedio, ni futuro. Posiblemente, de acuerdo a la teología de la época, se pensaba que la persona aludida había pecado de forma extraordinaria (Job 8:6), para estar en esa condición terminal.

La palabra hebrea Selah, que no se traduce en las versiones Reina-Valera de la Biblia, se encuentra en 74 ocasiones en el Antiguo Testamento: 71 en el Salterio, y 3 en Habacuc. Tenía, posiblemente, algún valor musical, invitaba a la congregación a responder de alguna manera, e inspiraba al pueblo a incorporarse en el culto (véase la Introducción).

vv. 3–4: Luego de comprender la gravedad de su condición y situación, el salmista profesa su fe en el Señor, que es «escudo» y «gloria». La imagen del escudo alude a una muy importante armadura de defensa del guerrero. Este equipo de batalla era de forma redonda, y podía ser de metal o más probablemente de madera cubierta de cuero, que previamente había sido preparado con aceites y grasa de animales (Is 21:5).

En el contexto del salmo se compara a Dios con el escudo del guerrero, que revela su utilidad e importancia al fragor de la batalla. Dios protege al salmista de los ataques de sus enemigos y adversarios, y se convierte en la fuente de su seguridad y esperanza. 

Esa capacidad protectora de Dios le hace merecedor del ser la «gloria» del salmista. Posiblemente la expresión debe entenderse como una referencia a Dios, en «quien me glorío», que transmite la idea de «quien restablece mi honor, afirma mi dignidad y reconoce mi integridad» (Sal 21:5; 62:7).

«Levantar la cabeza» es generalmente una imagen legal y jurídica. Puede aludir al gesto del juez cuando declara la inocencia de algún acusado, y lo demuestra ordenando el gesto de levantar la cabeza. La expresión también puede reflejar los antiguos entornos penales, cuando se liberaba de la prisión a alguna persona (Gen 40:13, 20; 2 R 25:27; Jer 52:31). 

En el contexto teológico y espiritual del salmo, la expresión revela la actitud divina que es capaz de transformar las realidades adversas de las personas afligidas y necesitadas al «levantarlos» y ponerlos en algún sitial de honor y dignidad. De un lado, el salmista acepta la gravedad de su condición; del otro, reconoce la capacidad de divina de liberación.

Ante el clamor y grito del salmista, el Señor responde desde su monte santo. Dios recibe las plegarias que surgen de la angustia y responde las oraciones que reconocen su necesidad. Su monte santo alude a la morada divina, que en el salmo es una referencia a Sión (Sal 2:6). Y aunque en Israel la santidad divina se manifestaba en la presencia del Arca del pacto o en el Templo, el monte santo era para las culturas del Medio Oriente el particular lugar de morada de la divinidad; y representaba, además, la bóveda celeste y la tierra que le pertenecía al Señor (Sal 14:7; 20:2).

vv. 5–7: Luego de las afirmaciones de dolor y de preocupación, el salmo incluye varios elementos de esperanza. El salmista durmió—¡y tuvo lo que parece ser una pesadilla!—y al despertar se percató que Dios le acompañaba y sustentaba. El apoyo divino el da valentía y fortaleza para enfrentar a los enemigos que le sitiaban. La presencia de Dios le permite despertar con sentido de futuro y seguridad. Y la oración del salmista, al descubrirse protegido y cuidado, es de afirmación y seguridad: ¡El Dios bíblico hiere a los enemigos y quebranta a los perversos!

Las referencias al sueño aluden al proceso de descanso y reposo, no son indicaciones de búsqueda de revelación. Y la invocación «levántate», más que al acto físico de incorporarse, revela el deseo de intervención divina que manifiesta el salmista, revela su apetito por la revelación de Dios, alude a su anhelo de salvación y futuro (Is 60:1). Posiblemente esa expresión «levántate Señor» era un tipo de grito de guerra relacionado con el Arca del pacto (Num 10:35; Sal 68:1), que simbolizaba la presencia divina. 

¡El Dios del salmista tiene el poder de salvar y el deseo y de redimir!
«Herir en la mejilla» es una forma de insulto y desprecio (1 R 22:24; Job 16:10; Lam 3:30; Mic 5:1). Y la metáfora de «los dientes de los perversos quebrantados», evoca la imagen de las fieras salvajes que no tienen el poder de hacer daño (Job 29:17; Sal 58:6). Juntos, estos dos artificios literarios ponen de manifiesto el poder divino que le permite al salmista levantarse airoso de la crisis.

v. 8: La afirmación final del salmo es de seguridad y esperanza: La salvación le pertenece a Dios, y la bendición es para el pueblo. Luego del reconocimiento de las complejidades y dificultades de la crisis, el salmista profesa que el dolor no tiene la última palabra contra la gente de bien, ni la angustia es la condición definitiva de las personas con fe. La primera parte del versículo final es una confesión pública de fe; y la segunda, una petición de bendición divina.

La lectura cuidadosa del salmo pone de relieve la realidad de la vida, con sus complejidades, contradicciones y desafíos. El salmista expresa su queja ante sus enemigos, pero también revela su convicción de que Dios responde a sus plegarias e interviene en la vida. Y fundamentado en esas convicciones, declara su fe y esperanza, y afirma con seguridad que la victoria en la vida emana del Señor.

Este salmo comienza una serie importante de oraciones (p.ej., Sal 4–6) que son una especie de respuesta a la teología y los propósitos de los primeros dos poemas del Salterio: ¡La gente bienaventurada, que medita en la Ley y confía en el Señor, reconoce la importancia de la oración!

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miércoles, 19 de agosto de 2015

El Espíritu del Señor está sobre mí, Porque me ungió para evangelizar a los pobres; Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, Y restauración de vista a los ciegos, A enviar en libertad a los oprimidos, A proclamar el año favorable del Señor

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


CONSTRUCCIÓN DE SERMONES

En Nazaret
Lucas 4:16-30

16      Y fue a Nazaret, donde había sido criado, y en el día sábado entró en la sinagoga, y             conforme a su costumbre se levantó a leer.
17      Y le fue entregado el rollo del profeta Isaías; y habiendo desenrollado el volumen,                 halló el lugar donde estaba escrito:
18      El Espíritu del Señor está sobre mí,
       Porque me ungió para evangelizar a los pobres;
       Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos,
       Y restauración de vista a los ciegos,
       A enviar en libertad a los oprimidos,
19   A proclamar el año favorable del Señor.
20      Y habiendo envuelto el rollo, lo devolvió al asistente, y se sentó. Y los ojos de todos             en la sinagoga estaban fijos en Él.
21      Y comenzó a decirles: 
          Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros                  oídos.
22      Y todos daban testimonio de Él, y se maravillaban de las palabras de gracia que                   salían de su boca, pero decían: ¿No es éste el hijo de José?
23      Entonces les dijo: 
      Sin duda me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti       mismo. Cuantas cosas oímos que se han hecho en           Cafarnaúm, hazlas también aquí en tu tierra.
24      Y añadió: 
      En verdad os digo que ningún profeta es grato en su        tierra;
25      y en verdad os digo que muchas viudas había en             Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue                   cerrado por tres años y seis meses, mientras hubo           una gran hambre en toda la tierra;
26      pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una        mujer viuda en Sarepta de Sidón.
27      Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del              profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue limpiado, sino         Naamán el sirio.
28      Oyendo estas cosas, todos se llenaron de ira en la sinagoga;
29      y levantándose, lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte           sobre el cual había sido edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo;
30      pero Él, pasando por en medio de ellos, prosiguió.
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Jesús en la sinagoga de Nazaret, 4:16–30
En Lucas, el ministerio de Jesús inicia en Galilea en la sinagoga de Nazaret, con su lectura de Isaías 61:1, 2. Esta sección es clave en toda la obra lucana. Realmente este evento ocurrió más tarde (comp. 4:23 con Juan 2:1–12), pero Lucas lo ubicó aquí estratégicamente, porque tiene relación con la perspectiva histórica y teológica que él quiere desarrollar en toda su obra, pensando en sus receptores gentiles. 

La ubicación aquí no obedece por tanto a una razón cronológica, sino más bien teológica. Lucas describe a Jesús como el Ungido de Dios (Rey, Profeta y Sacerdote), que trae la salvación no sólo a los judíos, que terminarán rechazándolo; sino a todos los que se atrevan a creer en él.

(a) Con el poder de su plan redentor, 4:16–20
Es la primera y única vez que encontramos a Jesús leyendo las Escrituras en una sinagoga. 
  • ¿Por qué Lucas seleccionó este relato? 
  • ¿Por qué Jesús eligió el pasaje de Isaías 61:1, 2? Finalmente, 
  • ¿qué quiso expresar con ciertas palabras como: pobres (ptocós4434), cautivos (aicmálotos164) y oprimidos (thráuo2352)? 


Este pasaje no tiene paralelos en los demás Evangelios, es exclusivo de Lucas. 

Los eventos antecedentes tienen que ver, en primera instancia, con el “Evangelio de la Infancia del Señor” (1–2:52); en segunda instancia, con la irrupción del ministerio público de Jesús, precedido por el ministerio precursor de Juan (3:1–20). 

Finalmente, la autenticación de Jesús como el Mesías, por medio de su bautismo, genealogía materna y la tentación fracasada en el desierto (3:21–4:13). Tan crucial es este pasaje que muchos autores piensan, con toda razón, que parte en dos el Evangelio de Lucas, y que es el inicio de una especie de plan geográfico, social y teológico; aunque Lucas conoce poco la región de Palestina, pues probablemente nunca estuvo allí. 

Los eventos consecuentes de la lectura en Nazaret son un desarrollo de lo que Jesús declara allí. Como si toda la teología que quiere presentar Lucas se encontrara en cápsula en la agenda redentora del Mesías (Isa. 61:1 ss.).

Joya bíblica
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año agradable del Señor (4:18, 19).

Con los vv. 16–20 Lucas quiere resaltar tres aspectos básicos, para sus lectores gentiles: 
  1. La unción especial del Espíritu Santo sobre la persona y misión de Jesús. 
  2. El cumplimiento profético del mesianismo de Jesús, enfatizando que aquel joven carpintero, que había confeccionado varias cosas para los pobladores de Nazaret, era en verdad el Hijo de Dios, concebido por el Espíritu Santo. 
  3. Resaltar el lugar de los gentiles, y en especial de los más marginados, como uno de los objetivos fundamentales y preferenciales del Señor. 

Se puede decir que la misión de Jesús, descrita por Isaías y asumida por Jesús, tiene tres condicionamientos imprescindibles: 
  • Unción, 
  • visión y 
  • compasión. 
Y ese es el Cristo de Dios, que Lucas presenta: un Cristo ungido, visionario y compasivo.

Posiblemente Jesús regresó a Nazaret en abril del año 28 d. de J.C. Esta es la primera vez que Jesús visitó Nazaret luego de recibir el bautismo y entrar en su ministerio público.

Regresó para predicar a sus amigos, parientes y vecinos que lo habían conocido toda la vida. (Un año después, en la primavera del 29 d. J.C., volvió por segunda vez, y se cree que fue la última vez que honró a Nazaret con su presencia). 

Entró en la sinagoga en el día de reposo, conforme a su costumbre judía, y se levantó para leer, para mostrar reverencia por la lectura de la Sagrada Escritura, conforme a la tradición de los judíos (comp. Neh. 9:3). Es interesante la postura física de Jesús, se “levanta” para leer, y se “sienta” (v. 20) para enseñar.

Jesús fue un maestro por excelencia, de tal manera que cuando regresó a su pueblo era natural que enseñara en la sinagoga. Como cualquier adulto judío, Jesús frecuentó la sinagoga de Nazaret, donde se hacían oraciones, lecturas seguidas de comentarios, generalmente de la ley y los Profetas. 

Los lectores eran miembros muy bien instruidos de la comunidad o maestros invitados que conocían profundamente las Escrituras. Lucas marca así el ministerio oficial de Jesús, no en el templo de Jerusalén, según la expectativa mesiánica judía, sino en una sinagoga y en la despreciada región de Galilea. Lucas denuncia claramente su perspectiva.

Abrió el rollo, según la enseñanza de su madre y de los rabinos con quienes Jesús había estudiado la Escritura con regularidad desde su niñez y juventud. 

Es claro que el Señor conocía perfectamente el rollo (biblíion975), lo que permitió que encontrara sin dificultad el texto de Isaías. Es posible, además, que él leyera más de lo que Lucas presenta, no obstante Lucas corta, por así decirlo, la lectura de Jesús porque es el texto suficiente y fundamental de su tesis en el Evangelio. Además, para un escritor gentil no era ningún problema hacerlo, pero sí para un escritor judío, que por respeto a la Escritura habría citado todo el texto de la lectura.

Se ha discutido también si Jesús buscó deliberadamente ese texto, lo encontró coincidencialmente, o se lo dieron según el calendario acostumbrado de lecturas y comentarios. Como sea, no fue un acto que le escapó a Dios en su cuidadosa, perfecta y eterna planificación, no sólo de la encarnación del Verbo, sino también de su ministerio. Es posible que se unieran todos los factores mencionados; aunque tampoco se puede descartar que el Señor Jesús buscó y seleccionó ese texto en particular. 

Jesús seleccionó el pasaje que representaba su misión en este mundo y su dotación para cumplirla.

Cada sábado tenían los judíos siete lectores; 
primero un sacerdote, 
luego un levita, y finalmente 
cinco piadosos israelitas de la respectiva sinagoga. 

Jesús había sido miembro muchos años de esta sinagoga. Lucas refiere que se le entregó el rollo del profeta Isaías; es muy probable que de ese libro se sacasen las lecturas de aquellos sábados, y no hay que pensar que la frase encontró el lugar donde estaba escrito signifique que abrió el libro “por donde saliera”, al azar. La idea de desenrollar un texto sagrado ocurre solamente aquí (v. 17) en todo el NT.

Este pasaje procura explicar el sentido de la acción y palabra de Jesús, pero sobre todo busca enfatizar la identidad y propósito de Jesús como el Mesías. 

Es decir, hay dos propósitos: 
ontológico y 
teleológico, 

Pues para los nazarenos Jesús no era más que un carpintero. Cristo venía cumpliendo con la profecía hecha por Isaías unos (700 años) a. de J.C. En el AT se ungía a profetas, reyes y sacerdotes. 

La profecía comienza precisamente identificando al ungido como Rey, Sacerdote y Profeta (los magos hicieron algo parecido con sus regalos, que son símbolos proféticos de la identidad de Jesús: 
“oro”—Rey—; 
“incienso”—Sacerdote—; y 
“mirra”—Profeta—, ver Mat. 2:11). 

Comenzando su misión, Jesús fue ungido directamente por el Espíritu Santo de Dios (3:22; Hech. 10:37, 38), y no con ungimiento de aceite—óleo—como los antiguos siervos de Dios. Pero el énfasis aquí no solamente es identidad, sino también propósito.

Libertad
4:18, 19
Ahora mismo vivimos una de las etapas más trágicas de la historia de la humanidad en relación con la violación de los derechos humanos, especialmente con respecto al derecho inalienable de la libertad. 

En América Latina, lamentablemente, se encuentran algunos de los países con el mayor número de secuestrados del mundo; en algunos casos esta cifra alcanza las cinco mil personas secuestradas en un solo país. 

Qué maravilloso sería ver hecha realidad la promesa del Señor para todos los cautivos y oprimidos de nuestro continente, que no son sólo los que están privados de su libertad, sino todos los que les rodean, aman y sufren; el mensaje del evangelio para ellos es de esperanza; este es el año agradable del Señor.

El texto que Jesús leyó fue Isaías 61:1, 2 (comp. Isa. 35:5; 58:6) 

El Espíritu lo había ungido a Jesús, como Hijo de Dios, para cumplir la agenda redentora del Mesías, que Isaías había profetizado de antemano, y que el pueblo conocía: 
  • anunciar el evangelio a los pobres, 
  • pregonar libertad a los cautivos y 
  • vista a los ciegos, 
  • poner libertad a los oprimidos y 
  • pregonar el año agradable del Señor (jubileo, comp. Lev. 25:8–13), 
Cuando todos los esclavos fueron puestos en libertad, las deudas perdonadas, las tierras restituidas, etc. Hay mss. que añaden “para sanar a los quebrantados de corazón” (ver nota de la RVA), pero esta frase no consta en el texto griego más antiguo y confiable.

Anunciar buenas nuevas a los pobres
Esto es a los desposeídos, a los marginados, a los que no tienen “cupo” en la sociedad, a los que tienen que agachar la cabeza por la vergüenza de no pertenecer a un rango social, o porque simplemente tienen que pedir qué comer. 

La palabra para pobre es ptocós4434 y Lucas la usa en forma literal, no metafórica. 
La palabra ocurre unas 33 veces en el NT, y más en los Evangelios sinópticos; Mateo y Marcos la usan 5 veces cada uno, mientras que sólo Lucas la usa 10 veces (comp. 6:20; 18:22). Para Lucas, la predicación se abre con la bendición a los pobres. Ptocós4434 es el término clave para referirse primariamente, por ejemplo, 16:19–31 (el rico y Lázaro, sin paralelos); 19:1–8 (Jesús y Zaqueo, sin paralelos).

Pobres son para Jesús los que tienen una necesidad real, en la línea de Isaías 61:1. Pobres son los que: 
  • padecen necesidad, 
  • los hambrientos, 
  • sedientos, 
  • desnudos, 
  • forasteros, 
  • enfermos y 
  • encarcelados, 
  • los que tienen hambre, 
  • los que lloran, 
  • los que están agobiados por un peso. 
En definitiva, pobres aquí son todos aquellos que están bajo algún tipo de opresión real

Los pobres a los que se dirige la buena noticia del reino se hallan en algún tipo de miseria real y se ven agobiados por un doble peso: por un lado abarca tanto el desprecio público del que eran objeto por parte de los hombres, como también la falta de perspectiva de jamás hallar salvación ante Dios.

Por eso, los seguidores de Jesús mayormente eran personas difamadas, que no gozaban de buena reputación. Eran considerados incultos, ignorantes, a quienes por su condición de ignorancia religiosa y baja reputación moral, les cerraban la puerta a la salvación, según las convicciones de la época. Por esa razón el Señor Jesús privilegia en su visión misionera a estos despreciados. Son ellos los protagonistas en la historia de Jesús, los receptores primarios de la maravillosa noticia de redención (comp. 2:8–20).



BOSQUEJO homilético

El evangelio: un anuncio de esperanza
Lucas 4:16–19
Introducción: 
La Biblia enseña claramente que el evangelio es un anuncio de esperanza. ¿Para quién es el evangelio un anuncio de esperanza?

          I.      El evangelio es un anuncio de esperanza para los desposeídos (v. 18a).
    1. ¿Cómo capacita el Espíritu Santo?
    2. ¿Qué son las “buenas nuevas”?
    3. ¿Las buenas nuevas son solamente para los pobres?

          II.      El evangelio es un anuncio de esperanza para los que han perdido su                            libertad (v. 18b).
    1. ¿Qué clase de libertad provee Dios?
    2. ¿Cuántas cautividades y opresiones hay?
    3. El evangelio, ¿sólo proclama libertad o también pone en libertad?

          III.      El evangelio es un anuncio de esperanza y transformador (v. 19).
    1. ¿Qué es el “año agradable”?
    2. ¿En qué facetas de nuestra vida influye este “año agradable”?

Conclusión: 
El evangelio no es un mensaje que implique sólo “asuntos espirituales”, es un mensaje que influye en todo aspecto de la vida, y así esta vida recobra esperanza.
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Proclamar libertad a los cautivos. La palabra que usa Lucas para cautivos es aicmálotos164. La palabra significa literalmente “uno que ha sido tomado por la lanza”. De allí que denota la idea literal de cautivo, preso o prisionero. Tanto en el AT, como en el NT, significa “prisionero de guerra”. Puede ser descrito literalmente como una persona miserable, que está en una posición de crisis que necesita la ayuda de Dios (Sal. 79:11), temiendo ser aniquilado por terribles enemigos (Luc. 21:24; Apoc. 13:10). 

El proclamar libertad a los cautivos es una función mesiánica. El visitar a los prisioneros es uno de los deberes elementales del discipulado en el ejercicio del amor de Dios. La tarea es predicar la libertad verdadera en Cristo a los presos, no a sacarlos de la cárcel. Ellos necesitan experimentar la libertad sobrenatural que sólo el Señor provee, pero a la vez deben pagar las consecuencias razonables de sus actos, y de ese modo crecer en madurez.

También se puede entender el término en sentido figurado, como prisioneros de la moral y la religión. Este uso es exclusivo del NT, especialmente Pablo, que usa imágenes militares para ilustrar su teología (comp. Rom. 7:23, 6; 2 Cor. 10:5; Efe. 4:8; 2 Tim. 3:6). También encontramos este tipo de uso en la LXX (comp. Judit 16:9). Ocurre ocasionalmente también en los escritos posapostólicos, como en Ignacio.

Haftarah
4:16–21
Aquí hay una clara muestra de la familiaridad de Lucas con las costumbres de las sinagogas en las que los maestros u hombres piadosos eran invitados a leer y exponer el sentido de las Escrituras en el día sábado. Es posible que el trozo de pasaje que Jesús leyó correspondiera al Haftarah o parte de los profetas señalada para aquel día; la cita parece tomada de diferentes partes, quizá, de Isaías 61:1, 2; 58:6; 42:7.

Proclamar … vista a los ciegos. Desde la perspectiva médica de Lucas, no existía otra cosa más maravillosa que un ciego (tuflós5195) pueda ver físicamente. Esta fue una de las señales del mesianismo de Jesús (comp. Juan 9:1–41). La palabra ciego (tuflós5195) aparece en el NT al menos unas 50 veces, y la ceguera que denota es literal.

Poner en libertad a los oprimidos. La palabra oprimidos (thráuo2352) significa literalmente “golpear a través de; desmenuzar; romper en pedazos, quebrantado de corazón”, también del cuerpo. El uso específico en Lucas responde al sentido de ser “quebrantados por las calamidades” u “oprimidos por las adversidades”. 

Es de uso restringido de Lucas y siempre en sentido literal. Es conmovedor pensar que Jesús sentía, como parte de su misión, el recompensar corazones quebrantados como trozos de vasos de barro cocido; una verdadera obra de rescate. Jesús vino para recompensarlos y liberarlos de sus limitaciones. Jesús no vino a calmar sus conciencias, sino a rescatarlos literalmente de todo tipo de opresión, sea esta psicológica, demoníaca, social, ideológica o emocional.

Proclamar el año agradable del Señor. Se refiere al año del jubileo, que sólo ocurría cada (50 años). Cristo vino para establecer un jubileo íntegro, dinámico y permanente en la historia humana, y basado en la práctica del amor y la justicia. 

Un jubileo donde no haya más esclavitud de ningún tipo; donde no haya explotación u opresión del hombre por el hombre; donde se pueda vivir en completa integridad en comunión con el Creador, con lo creado y con nuestros semejantes. 

Un jubileo donde haya espacio suficiente para los pobres, cautivos, ciegos y oprimidos. Esta última tarea es una especie de síntesis misionera en la mente de Jesús. Por ello la iglesia debe ser el escenario del reino de Dios, para modelar ese jubileo permanente, generoso y gratificante, que sólo es posible vivir a partir de la conversión de vida a Cristo, como Señor y Salvador personal. 

Se debe entender también el año agradable del Señor como significando la era mesiánica. Jesús estaba interesado en las personas de carne y hueso, en sus necesidades concretas; y no en la institucionalidad de la religión establecida.

En la obra de Lucas, la enfermedad, la tiranía jerárquica religiosa y la persecución llegan a ser las formas principales de opresión. Frente a todas ellas, el Señor Jesús se presenta como el libertador y el redentor: curando a los enfermos, desenmascarando falsas pretensiones de las autoridades, y protegiendo y librando a sus enviados. Se trata de una liberación verdaderamente integral e íntegra.

El v. 20 marca el epílogo de la lectura, por cuanto Lucas refiere que luego de enrollar el libro, y devolverlo al ayudante (uperétes5257), Jesús se sentó. Aquello, en el contexto de la liturgia judía, era un indicativo de que ahora comenzaba un comentario por parte de lector de la porción que acababa de leer. Por ello, los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Después de lo que había leído, y el lugar y tiempo en el que estaban, el escenario era perfecto para presentarse como lo que realmente siempre fue: el Mesías de Dios, escondido en un taller de carpintería.

(b) Con el poder de su identidad mesiánica, 4:21, 22. 
En la profecía de Isaías, apropiada por Jesús en la sinagoga de Nazaret, encontramos la manera en que Jesús interpreta los alcances de su ministerio y misión. Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos (v. 21) expresa y revela su identificación total con lo que acaba de leer. 

No toda manifestación de Jesús a favor de los pobres es mesiánica, lo que se corrobora por el ocultamiento de su condición mesiánica hasta la revelación pascual. Esto último explica el fenómeno evangélico de las proclamaciones liberadoras de Jesús, en contextos no mesiánicos (vv. 16–21). 

Esta es una de las declaraciones más gloriosas en todo el NT, pues resume en una frase y en una persona, Jesús, toda la revelación veterotestamentaria (comp. 24:13–32). La inmediatez del hoy, en la persona de Jesús (comp. 2:11; 19:5, 9; 23:43), es la clave que desencadena la ofensa y el rechazo visceral.

En el pasaje de la lectura en Nazaret, es la figura del siervo sufriente del Señor la que trasciende. Este aspecto profético del siervo sufriente de Isaías como central está muy profundamente arraigado en el NT, especialmente en Lucas, donde aparece como Redentor de los pobres remontándose a la ideología real del AT, que es el que prefigura la teología mesiánica. 

Y es en esta línea del “Siervo del Señor” donde debe ubicarse misionológicamente la iglesia en América Latina y en el mundo. La lectura en Nazaret viene a nosotros como un proyecto abierto, como una invitación a descubrir los caminos y estrategias para historizar en misión el programa redentor de Jesús. Por ello, se debe afirmar que la iglesia no puede tener otro programa misionero que no sea el que asumió el Señor Jesucristo, Cabeza de la iglesia.

La reacción de la gente en el v. 22 implica claramente que lo del v. 21 es tan solo una declaración sumaria de parte de Jesús. Luego del comentario de rigor—que Lucas omite en gran parte—el resultado fue una sensación de asombro (thaumázo2296, comp. 2:18, 47). No encontraban coherencia entre la sabiduría excelsa con que Jesús hablaba y su humilde origen humano: ¿No es este el hijo de José? Jesús les era completamente familiar, pero no la sabiduría con que les hablaba. Ciertamente, entre un simple carpintero y el Mesías de Dios hay muchísima distancia, misma que Dios amorosamente recorrió para mostrarse humano y, desde esa condición, ser obediente hasta la muerte redentora (comp. Fil. 2:1–11).

(c) La apología del Mesías, 4:23–27
Al no poder comprender la inmanencia del Dios trascendente, al resistirse a creer en un Dios tan humanado, tan cercano, tan diferente a sus bélicas expectativas mesiánicas, optaron por el rechazo en lugar de la fe humilde y sencilla (comp. 2:16–20). 

Jesús les refiere, a propósito, dos refranes muy conocidos y dos eventos del AT, en los cuales la gracia y favor de Dios se desbordó precisamente por los gentiles. Recalcó de esa forma que no es nada nuevo que se ofreciera el evangelio a los gentiles. Es más, siempre el diseño de Dios en su plan de redención contempló a los despreciados gentiles.

El refrán del v. 23 viene de la literatura clásica y médica griega, que algunos rabinos habían acuñado en su propio contexto cultural. El otro refrán registrado en el v. 24 es una clara y directa alusión a la despreciable reputación de Israel como torturadora de sus propios profetas (comp. Jer. 11:18–23; Heb. 11). Estas simples referencias, más la inminencia de un Mesías presente, exasperaron a la audiencia. El v. 23 también explica que hubo un ministerio anterior a este evento desarrollado en la propia Galilea.

Ante la incredulidad de la gente, Jesús rememora dos eventos del AT, en los que se evidencia claramente la preferencia de Dios por los gentiles, ante la incredulidad y rebeldía de Israel. 

Elías—prefiguración de Juan el Bautista—que socorrió a una viuda extranjera de Sarepta de Sidón, en tiempo de hambre y sequía en Israel, cuando allí había muchas viudas igualmente necesitadas, v. 25 (1 Rey. 17); y Eliseo—sucesor de Elías—que curó a un leproso, jefe del ejército del rey de Siria, v. 26 (2 Rey. 5), cuando ningún leproso israelita recibió el mismo trato misericordioso en ese entonces. En las dos historias mencionadas del AT, Dios envió a sus siervos a hacer portentos a favor de los extranjeros. Este énfasis escandalizó a los judíos, que se consideraban el pueblo exclusivo de Dios. Pero la reflexión de Jesús resultó tan incendiaria que quisieron matarlo. Y aparentemente, luego de aquello, el Señor nunca más regresó a Nazaret.

(d) El rechazo del Mesías, 4:28–30
La autodeclaración mesiánica de Jesús, más la “ilustración” de la universalidad de la salvación y el rechazo a la incredulidad de Israel, terminó por enfurecer a todos los presentes en la sinagoga (v. 28). 

La ira produjo su fruto y los movió a actuar irracionalmente. Echaron de Nazaret a Jesús, y luego intentaron despeñarlo, pero él pasó por en medio de ellos y se fue (v. 30). En Israel, una turba no tenía poder legal para ejecutar a una persona, más complicado aún si se trataba de un día de reposo. La ciudad de Nazaret estaba rodeada de una región montañosa, de rocas escabrosas y de precipicios cercanos. Probablemente querían, además, lapidar a Jesús en el fondo del abismo.

Lucas no comenta acerca de la razón de porqué desistieron de la idea de asesinar a Jesús (v. 30). Tal vez Dios intervino directamente (comp. Jer. 36:26); recapacitaron a tiempo de su falta de jurisdicción para tamaña decisión; o se intimidaron por causa del día de reposo … no sabemos. Pero lo que es absolutamente claro es que su hora de morir vicariamente aún no había llegado. Aquí se puede observar el inicio del cumplimiento de la profecía de Simeón (comp. 2:34, 35). Este relato de Lucas marca un patrón a seguir en el ministerio de Jesús (comp. 23:46; Juan 10:15, 17, 18). 

Al parecer hubo más intentos de muerte previa que los registrados en el Evangelio, incluso algunos eruditos creen que Jesús se volvió un experto en escapar de este tipo de emboscadas (comp. Mar. 14:44; Juan 7:30, 44; 10:31, 39; 11:53, 54; 12:36). Pero de nada sirve la hostilidad contra el evangelio, este se abrirá paso abiertamente y sin impedimento en la vida y obra de Jesús, como también en la misión de la iglesia.

Jesús fue a su propio pueblo, a su nación, a su familia, pero fue rechazado y amenazado de muerte (Juan 1:11). El v. 30 marca de algún modo el resumen de toda la obra lucana. El costo amargo de extender el evangelio a todo el mundo es la exclusión sutil o burda de la gente que decide creer en Jesús. Vivimos en un mundo religioso que ama a Dios a su manera. Pero un signo de amar a Dios sinceramente es aceptar a su pueblo sin reservas, y estar dispuesto a compartir el camino.

(2) Capernaúm, 4:31–41
Luego del conflicto en Nazaret, Jesús continuó en la provincia de Galilea, pero se fue a Capernaúm. 

Al parecer, esta pequeña ciudad en Galilea se convirtió en el segundo hogar de Jesús luego del incidente en Nazaret. También era el hogar de Pedro y su hermano Andrés. Este puerto del mar de Galilea para el siglo II se convirtió en un centro del cristianismo judío, y en gran parte aquello fue consecuencia de la recepción y apertura con que recibieron a Jesús, en contraste con los nazarenos (vv. 16–30). 

Los estudios arqueológicos han confirmado la existencia de Capernaúm y de su sinagoga. En esta sección Lucas registra tres episodios milagrosos: un endemoniado liberado (vv. 31–37); una anciana sanada (vv. 38, 39); y una serie de varias sanidades y exorcismos (vv. 40, 41). 

El contraste que Lucas quiere marcar es que mientras Jesús es rechazado en Nazaret, en la misma región hay muchas personas que están abiertas para escuchar su mensaje y recibir las bendiciones de su poder y autoridad.
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Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sanada de tu azote...a ti te digo, levántate

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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CONSTRUCCIÓN DE SERMONES
MARCOS 
5: 21-43



Jesús sana a una mujer 

21 Cuando Jesús había cruzado de nuevo en la barca a la otra orilla, se congregó alrededor de él una gran multitud. Y él estaba junto al mar. 22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo. Cuando le vio, se postró a sus pies 23 y le imploró mucho diciendo: 
—Mi hijita está agonizando. ¡Ven! Pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva. 
24 Jesús fue con él. Y le seguía una gran multitud, y le apretujaban. 
25 Había una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años. 26 Había sufrido mucho de muchos médicos y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado; más bien, iba de mal en peor. 27 Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás de él entre la multitud y tocó su manto, 28 porque ella pensaba: "Si sólo toco su manto, seré sanada." 29 Al instante, se secó la fuente de su sangre y sintió en su cuerpo que ya estaba sana de aquel azote. 30 De pronto Jesús, reconociendo dentro de sí que había salido poder de él, volviéndose a la multitud dijo: 
—¿Quién me ha tocado el manto? 
31 Sus discípulos le dijeron: 
—Ves la multitud que te apretuja, y preguntas: "¿Quién me tocó?" 
32 El miraba alrededor para ver a la que había hecho esto. 33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, fue y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. 
34 El le dijo: 
—Hija, tu fe te ha salvado.  Vete en paz y queda sanada de tu azote. 

Jesús resucita a la hija de Jairo 

35 Mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, diciendo: 
—Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestas más al Maestro? 
36 Pero Jesús, sin hacer caso a esta palabra  que se decía, dijo al principal de la sinagoga: 
—No temas; sólo cree. 
37 Y no permitió que nadie le acompañara, sino Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Llegaron  a la casa del principal de la sinagoga, y él vio el alboroto y los que lloraban y lamentaban mucho. 39 Y al entrar, les dijo: 
—¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme. 
40 Ellos se burlaban de él. Pero él los sacó a todos y tomó al padre y a la madre de la niña y a los que estaban con él, y entró a donde estaba la niña. 41 Tomó la mano de la niña y le dijo: 
—Talita, cumi  -que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate-. 
42 Y en seguida la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y quedaron atónitos. 43 El les mandó estrictamente que nadie lo supiese y ordenó que le diesen a ella de comer. 
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Resurrección de la hija de Jairo (5:21–43)

En la sección que está ante nosotros se describen “dos estupendos milagros”. 

Son únicos, en el sentido que uno interrumpe el progreso del otro sin frustrarlo. 

El primero representa a aquellos que buscan ayuda. 

El segundo a aquellos que la reciben mediante la instrumentalidad de otros. 

Uno ilustra el poder de Cristo sobre la enfermedad; el otro, su poder sobre la muerte.

a. El clamor de un padre (5:21–24). 
Regresando del lado oriental del mar de Galilea y la experiencia con el endemoniado gergeseno, Jesús pasó otra vez en una barca (21) al más poblado lado occidental. En agudo contraste con la hostil recepción entre los gergesenos, se reunió alrededor de él una gran multitud tan pronto como desembarcó en la costa cercana a Capernaum.

El primero en romper la curiosa muchedumbre fue uno de los más distinguidos miembros de la comunidad, uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo (22). Era algo así como el jefe de la congregación “en todo lo relacionado con el culto público y sus varias partes de oración, lectura de las Escrituras y exhortación”. 

En su desesperación, Jairo olvidó sus “prejuicios… dignidad… orgullo… amigos”. Y cayó a los pies de Jesús. Ningún hombre realmente ora hasta que está aplastado sobre sus rodillas.

Mi hija (en griego está en diminutivo, lenguaje peculiar de Marcos y era un término cariñoso) está agonizando… ven y pon las manos sobre ella (23). 

Jairo tenía una gran fe en Jesús y debe haber conocido su poder para sanar. Es una atractiva especulación que “puede haber pertenecido a los ancianos de los judíos” que buscaron a Jesús para que curara al siervo de un amigable centurión de Capernaum (Lc. 7:2–5).

Aunque presionado por todas partes y por los que le apretaban (24), Jesús fue con el atribulado padre, llevando la esperanza de que su hija sería salva.

b. Una patética interrupción (5:25–34)
Entre los que apretaban a Jesús (24), mientras se dirigía a la casa de Jairo, había una mujer (25) “que había tenido flujo de sangre durante 12 años” (Amp. N. T.). 

Su dolencia eran tan antigua como la edad de la niña que en esos momentos yacía “a punto de muerte” (23). La anónima mujer había buscado ayuda y sufrido… de muchos médicos (26) y nada había aprovechado, antes le iba peor. 

Marcos es descortés y nada lisonjero con los médicos de su tiempo. La mujer había sufrido mucho en sus manos y gastado todo lo que tenía y estaba peor. 

Lucas, el médico amado, es un poco más amigable con los de su profesión y nota que la enfermedad “no había podido ser curada” (Lc. 8:43).

El aprieto de la mujer era patético—“presumiblemente una de esas hemorragias crónicas, debilitantes, embarazosas, empobrecedoras… desanimadoras”. 

No es de sorprender que cuando oyó hablar de Jesús (27), cuya fama ya se había divulgado, buscara la liberación por su intermedio. Esperando “robar un milagro”, se puso entre la multitud detrás de Jesús y tocó su manto.

La práctica de la sanidad generalmente ha sido asociada con un toque. Ya hemos notado como Jesús “movido a compasión puso su mano sobre un leproso y le sanó” (1:41). Las multitudes a menudo “caían sobre él” para poder tocarle (3:10). Esto también concuerda con Santiago que da instrucciones con respecto a la oración por los enfermos (Stg. 5:14). 

Si tocare tan solamente su manto (28), pensó ella con una profunda esperanza, seré salva. Se exigía que los hombres de Israel llevaran un ribete en sus vestiduras: “en cada franja de los bordes, un cordón azul” (Nm. 15:38). Quizá sea esto lo que ella tocó (Lc. 8:44).

Y en seguida (adverbio favorito de Marcos, euthus) la fuente de su sangre (cf. Lv. 12:7) se secó (29); y sintió en el cuerpo que estaba sana de ese azote. La palabra traducida estaba sana es iatai y está en el tiempo perfecto e implica que “los resultados permanecen”.

Por el momento, el indecible gozo de la mujer se tornó en alarma, porque Jesús conociendo en sí mismo el poder (dynamis) que “había salido de él” (30, RSV), volviéndose a la multitud dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 

¿Por qué hizo Jesús esta pregunta? Probablemente para ayudar a la mujer a hacer una confesión abierta, asunto tan importante para la salvación (Ro. 10:10); y también para aclarar que el objeto de su fe, era El mismo y no su ropa.

Los discípulos evidentemente se sorprendieron y se exasperaron un poco por la pregunta de Jesús cuando la multitud le estaba apretando por todos lados: ¿Quién me ha tocado? (31). La interrogación no era muy respetuosa, pero sí un poco sarcástica. Empero, nos demuestra que la fuente de Marcos era digna de confianza.

La sanidad de la mujer nos recuerda que “hay un mundo de diferencia entre apretar a Jesús y tocarle con fe personal”.

Ignorando el comentario de sus discípulos, Jesús miraba alrededor (32) para ver quién había hecho esto. Nuevamente tenemos el detalle que sólo puede provenir de un testigo ocular. 

Marcos nos presenta un cuadro vivido de Jesús escudriñando los rostros de la multitud, como en 3:5, con excepción de que en esta ocasión era con bondad y no con ira.

Perfectamente consciente de que ella había hecho que Jesús quedara ceremonialmente inmundo (Lv. 15:19) y temblando por la incertidumbre de ignorar si El estaría enojado, la mujer, “sin embargo vino y le dijo toda la verdad” (33, RSV). 

Las palabras bondadosas de Jesús mitigaron su espíritu temeroso. 
Hija, tu fe te ha hecho salva (34). 

Ningún grupo puede ganar más por servir a Cristo, o tener más que perder por rechazarle, que las mujeres del mundo.

Jesús aclaró que era la fe de la mujer en El, no nada mágico al tocar sus ropas, lo que la había sanado. Sus palabras también fueron una confirmación exterior de lo que había acontecido en ella.

Vé en paz, y queda sana. Ahora que ella sabía que ya estaba sana y era libre de su azote, la mujer podía irse en paz. Las bendiciones de la buena salud y el consecuente sentir de bienestar son dones de Dios. En sustancia, Jesús dijo: “Que tu preocupación nunca más vuelva a afligirte.”

Marcos así ha preservado para todos los tiempos otra de las poderosas obras de Jesús, “porque él es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (He. 13:8).

c. Vida desde la muerte (5:35–43)
Uno puede imaginar la intensa ansiedad de Jairo durante la interrupción descrita en los versos 25–34. Si abrigó tales temores, éstos fueron confirmados cuando una persona endurecida apareció mientras él [Jesús] aún hablaba (35) a la mujer, para informarle: Tu hija ha muerto. 

Su pregunta: ¿para qué molestar más al Maestro? implica que Jairo le estaba importunando. Ellos no esperaban una resurrección.

Después de oir lo que se decía (36), pero ignorando la implicación, Jesús rápidamente le dijo a Jairo: No temas, cree solamente. ¡Cuán a menudo Jesús reprendía el temor y fortalecía la fe!

En ese momento hizo volver a la curiosa muchedumbre y no permitió que le siguiese nadie, excepto los del círculo íntimo, Pedro, Jacobo y Juan su hermano. El privilegio de estos tres de ser testigos de éste y otros acontecimientos notables (la transfiguración, 9:2; la agonía de Getsemaní, 14:33) fue equilibrado por las posteriores responsabilidades. Pedro fue el principal orador del día de Pentecostés; Jacobo fue uno de los primeros mártires y Juan ejerció una inmensa influencia con su apostolado de amor.

Cuando por fin Jesús y los que le acompañaban llegaron a casa del principal de la sinagoga (38), se había hecho un alboroto y grande confusión causada por el llanto a gritos y los lamentos. Era costumbre emplear lamentadores profesionales, aunque no hay duda de que estaban presentes los amigos cercanos que lloraban con dolor sincero.

Posiblemente apenado por causa de algunos que lloraban y lamentaban por ganancia, Jesús entrando a la casa o en el atrio, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? (39, lit.: “por qué hacéis un tumulto”), “la niña no está muerta, está durmiendo” (39, NEB).

La muerte de la niña tiene que haber sido real, porque el relato es el clímax de las “obras poderosas”. Para el poder de Dios en Jesús su muerte no era un obstáculo mayor si hubiera sido una persona dormida. “El otro mundo… está dentro de los límites de la voz del Salvador.”

Seguros de que la niña no estaba dormida sino realmente muerta, los lamentadores se burlaban de él (40). El término kategelon implica escarnio. “Ellos… le escarnecían” (Amp. N. T.). La mofa no sirve para contribuir a la atmósfera de fe, de modo que Jesús los echó fuera a todos. “Sólo los verdaderos dolientes tenían que ser confortados; únicamente ellos lo necesitaban.”

Acompañado por los tres discípulos, Jesús hizo un verdadero servicio pastoral, tal como lo hace a menudo un buen ministro de Jesucristo. Tomó al padre y a la madre… y entró donde estaba la niña. La presencia de otros con Jesús en la habitación tendría el valor de la evidencia y satisfaría la insistencia judía en la manera correcta de proceder.

Con un movimiento característico, (cf. 1:31), Jesús tomó la mano a la niña (41) y la llamó como generalmente lo hacían los padres cuando estaba dormida: “ ‘Levántate, hijita’ ” (NEB). Talitha cumi son probablemente las palabras arameas que Jesús hablo, porque ese era su idioma. La respuesta de la niña fue inmediata. Luego (42)… se levantó y andaba. Marcos nota que la niña tenía doce años, es decir, que tenía edad para caminar.

Una vez más nos enteramos de la reacción emocional de los testigos del poder divino de Jesús. Y se espantaron grandemente, es decir, “quedaron completamente maravillados” (42, Goodspeed). “La gente quedó muy admirada” (VP.); “se asombraron con grande asombro” (VM.). “La gran realidad de la vida cristiana es que aquello que es completamente imposible para los hombres, es posible para Dios.”

Por supuesto que era imposible ocultar el hecho de que se había realizado un tremendo milagro a pesar de que Jesús les había ordenado que nadie lo supiese (43). Nuestro Señor se negaba a inflamar las falsas esperanzas de los judíos de que El era el Mesías político que ellos esperaban. La historia termina con una nota de la consideración y sentido práctico de Jesús: Y dijo que se le diese de comer. Esto también serviría para demostrar la realidad del milagro efectuado. “La muerta ahora estaba viva y comiendo.”

Este capítulo pinta a “Cristo el Vencedor”: 
(1) Sobre los demonios, 1–20; 
(2) Sobre la enfermedad, 25–34; 
(3) Sobre la muerte, 35–43.


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