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martes, 7 de abril de 2015

Nuestro Dios es fiel y siempre brinda protección a los suyos cuando lo siguen fielmente: Sé fiel

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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David: poeta, protegido y presuntuoso
2 Samuel 22:1–24:25
Existe una relación estrecha entre el final del capítulo 21 y el contenido del 22. En aquella porción se registraron cuatro acontecimientos en los cuales David fue protegido de la muerte segura. En ésta, el rey agradece al Señor su fidelidad al cuidarle en todas las circunstancias. El capítulo 23 comienza recordando el pacto perpetuo hecho con él por Jehová; y finaliza con otra lista de los valientes de David. El último capítulo relata una segunda ocasión (la primera fue 21:1–14) en que el pueblo sufrió por causa de la mala conducta de su rey que quebrantaba el pacto.
DAVID EL POETA 22:1–23:7
Esta porción es la más importante del apéndice del libro. Es el meollo o el centro. La estructura de la sección hace que la atención del lector se concentre en ella. ¿Cuál es la verdad central? El Señor es fiel al pacto perpetuo que hizo con David y sus descendientes, y por eso cuidaba y protegía a su ungido.
Salmo de acción de gracias por la liberación 22:1–51
Este capítulo se repite en el Salmo 18. El versículo 1 contiene tiene similitud con el encabezado del salmo. Se compuso después que David fuere liberado de todos sus enemigos, especialmente de Saúl. El mensaje del salmo es que Jehová, el Rey verdadero, siempre cuidó a su virrey con quien pactó. A nosotros nos enseña que nuestro Dios es fiel y siempre brinda protección a los suyos cuando lo siguen fielmente.
En esencia, este cántico se relaciona con la confianza que la fidelidad divina infundía en su siervo David. Lo que Dios había hecho en el pasado y el presente generaba la confianza en lo que haría en el futuro.
La confesión de confianza vv. 2–4. David confiesa gozosamente que Jehová es su roca, fortaleza, libertador, escudo, fuerte, alto refugio y salvador, quien le había librado de toda violencia. Teniendo esta experiencia como base, asevera que en el futuro confiará en él, le invocará y será salvo. Estos últimos verbos se encuentran en un tiempo que en hebreo son acciones continuas. Su confianza no era fortuita sino constante, en todas las vicisitudes de la vida.
La experiencia que estimula la confianza vv. 5–35. Hasta el versículo 25, todos los verbos se encuentran en el tiempo pasado. David estaba reflexionando sobre realidades históricas. El salmista se había encontrado en una situación desesperada (vv. 5–6) cuando invocó y clamó al Señor, y éste le escuchó (v. 7). En los versículos 8–16 menciona ilustraciones tomadas de la naturaleza para enfocar los recursos inagotables que Jehová tenía a su disposición para guardar a su siervo. Por medio do todos estos medios, el Omnipotente le había librado de todos sus enemigos (vv. 17–20).
¿Por qué lo trató el Señor así? La contestación se halla en los versículos 21–26a. Hay dos partes en la respuesta: la humana y la divina. Por el lado humano, Dios lo había cuidado porque era justo (vv. 21a, 24a, 25a), puro (vv. 21b, 24b, 25b) y, lo que es más importante, obediente (vv. 22–23). Por el lado divino, vemos que Jehová es misericordioso (v. 26a). Siempre trata a los suyos de acuerdo con su “hesed”, amor leal. Recuerde que esta palabra tiene que ver con un pacto realizado entre dos partes. El Señor había pactado con David (capítulo 7) y siempre le trataría conforme a su “hesed”, fidelidad al pacto.
¡PENSEMOS!
Vale la pena notar que, hasta cierto punto, la fidelidad de Dios depende de la nuestra. David era justo, puro y obediente y por eso el Señor pudo tratarlo con misericordia. ¿Piensa que nuestro Padre busca las mismas cualidades en nuestra vida? ¿Nos bendecirá y protegerá si no las poseemos? Pídale que le ayude a poner su parte para que él pueda hacer su parte.
En los versículos 26–27 el salmista pasa al futuro. Su confianza es que Dios, que se ha manifestado fiel a su siervo justo, puro y obediente, siempre lo hará. También tratará al perverso (astuto) con severidad.
David siguió su cántico alabando al Señor por lo que era y hacía. Al escribir el salmo, se expresó en tiempo presente (vv. 28–35).
Expresiones de confianza vv. 36–46. El rey agradecido graba en su corazón la confianza inquebrantable en el Dios que lo había preservado: “Me libraste (pasado) y por esto confiaré en ti (futuro)”.
ME LIBRASTE Y POR ESTO,
CONFIARE EN TI.
VV. 36–37; VV. 38–39; VV. 40–44A, B; VV. 44B, C–46
Alabanza y voto vv. 47–50. Después de haber reflexionado sobre la gran fidelidad de Jehová, David no podía hacer otra cosa que prorrumpir en alabanza a él (vv. 47–49) y prometer serle fiel en proclamar su nombre entre las naciones (v. 50).
Confianza en el Dios del pacto v. 51. Terminó su cántico en tiempo presente, refiriéndose una vez más al pacto. David era “su rey”, “su ungido” y él y su descendencia disfrutarían de los beneficios del pacto para siempre. La base de este trato es la misericordia (“hesed”, fidelidad al pacto, compare el v. 26).
Este versículo sirve de puente entre los capítulos 22 y 23. Es a la vez el final del 22 y la introducción al 23. El tema del pacto se desarrollará en éste.
Las palabras postreras de David 23:1–7
Esta frase no se debe tomar en forma literal, sino que este es el último oráculo que pronunció bajo la inspiración divina. Este es su salmo final inspirado por Dios, el Espíritu Santo (v. 2).
Las primeras frases tienen que ver con el autor del salmo (vv. l–3a). Estos textos son muy importantes para la doctrina de la inspiración bíblica, porque enseñan que las Escrituras inspiradas tienen autor divino y humano. David es el humano y se describe con cuatro frases en el versículo 1. Las dos de en medio son las más importantes, porque introducen el tema del salmo. El fue levantado en alto cuando Jehová lo ungió rey sobre Israel. La iniciativa de constituirlo rey no vino de David, sino de Dios mismo. El autor divino es el Espíritu de Jehová, quien le dio al salmista las palabras que había de hablar y escribir. En el momento de la inspiración, las palabras de David se volvieron en palabra de Dios (v. 2). Lo dicho fue por Dios de Israel y lo hablado por la Roca de Israel (v. 3a).
El mensaje del salmo se encuentra en los versículos 3b–7. Esta porción es definitivamente mesiánica. Se refiere al reinado del Hijo de David en un tiempo futuro. La primera parte del mensaje se encuentra en tiempo futuro y es una promesa divina del establecimiento de un rey justo sobre los hombres (v. 3b). Este se describe en el versículo 4 con tres ilustraciones que se tomaron de la naturaleza.
En el versículo 5 el autor cambió al tiempo presente para describir la situación que él vivía. David confesó que al momento de escribir, ese rey y reino aun no se habían establecido: “No es así mi casa para con Dios…Aunque todavía no haga él florecer toda mi salvación y mi deseo”. Entre estas dos declaraciones encontramos una afirmación de fe: “Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado”. No existía ni una duda en la mente del salmista. Dios había concertado pacto con él y su casa y lo cumpliría cabalmente. El Señor es fiel y hace todo lo que promete. Todos estos textos son muy semejantes a Salmos 72:1–7 que también es porción mesiánica.
La condición de los impíos durante el reino mesiánico (el milenio) se trata en los versículos 6–7.
David el poeta terminó su carrera literaria con dos cánticos inspirados que encontramos en estos dos capítulos. Uno de los temas principales es que Jehová siempre será fiel al pacto que concertó con David (capítulo 7). El virrey de Israel, ungido por el Señor, siempre sería miembro de la casa de David. Según Lucas 1:32–33, el cumplimiento cabal del pacto sería por medio de Jesús, el Hijo de David: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
¡PENSEMOS!
¡Cuánto confía en las promesas de Dios? Medite por un rato en la confianza de David. Apunte cinco promesas divinas que tadavía no se han cumplido. Pídale al Señor que aumente su fe para confiar cabalmente en ellas. Medite en la fidelidad de nuestro Padre.
DAVID EL PROTEGIDO 23:8–39
Esta porción corresponde al 21:15–22. Ambas registran los nombres de los valientes de David. Estos eran los hombres que el Señor usó para proteger al virrey y hacer grandes proezas en el nombre de él. Esta lista habla de los tres (vv. 8–12) y los treinta (vv. 13–39).
Los tres principales 23:8–12
Joseb-basebet liquidó a ochocientos enemigos en una sola batalla. Eleazar era tan persistente en pelear, que su mano se entumeció por haber tenido en ella su espada por largo tiempo. Sama defendió solo un terreno que los filisteos querían tomar. La frase más importante del relato se repite dos veces: “Jehová dio una gran victoria” (vv. 10b, 12b). Los hombres eran valientes, pero al fin y al cabo la victoria dependía de la intervención divina. El Rey verdadero usó hombres valientes para proteger a su ungido y su pueblo.
Los treinta valientes 23:13–39
Es obvio que “los treinta” era un título genérico que se aplicaba a todos los héroes de David, porque en el versículo 39 dice que el total de esta lista es treinta y siete. El número exacto variaba, pero se les conocía como “los treinta”.
Los versos 13–17 relatan la hazaña de tres de los treinta que no se identifican. Aprendemos que eran fieles a David, al punto de arriesgar sus vidas para satisfacer un antojo de su jefe. Es probable que el rey no pidiera agua del pozo de Belén (v. 15), sino que estuviera expresando su frustración al ver a los filisteos ocupar su pueblo natal que quedaba tan cerca de Jerusalén. Los tres lograron llegar hasta dicho pozo y llevaron el agua a su monarca. Este reconoció el peligro por el cual habían pasado, y en vez de beber el líquido refrescante, lo derramó en tierra en sacrificio a Jehová. Este rey ponía la gloria de Dios y el bienestar de los suyos antes que sus propios deseos.
DIOS Y LOS DEMAS DEBEN SER NUESTRA
PREOCUPACION PRINCIPAL
Dos de los más renombrados se mencionan en los versículos 18–23. Abisai (vv. 18–19) era el principal de los treinta y Benaía (vv. 20–23) llegó a ser jefe de la guardia personal de David (8:18; 20:23b).
Treinta y uno enlistados vv. 24–39. De algunos se mencionan sus parientes, de otros, su procedencia, pero sólo de Naharai (v. 37b) se nos revela su ocupación: escudero de Joab.
Según el versículo 39, el total de la lista es de 37 valientes. Saquemos la cuenta. Se nombran específicamente tres en los versículos 8–12, dos en 18–23 y treinta y uno en 24–39. La suma es de treinta y seis. ¿Quién faltó? La gran mayoría de los intérpretes cree que era Joab. El era único. Pertenecía a una categoría especial. Era muy conocido como jefe de todas las tropas, incluyendo a los treinta y no era necesario incluir su nombre en la lista.
Es interesante notar que el último enlistado fue Urías heteo. David había mandado asesinar a uno de sus valientes sólo porque creía que así le convenía.
DAVID EL PRESUNTUOSO
24:1–25
Esta porción corresponde a la de 21:1–14 en la estructura del apéndice. Hay varias similitudes entre las dos: Jehová es el protagonista principal, quien castiga a su pueblo por una transgresión cometida por el rey. Cuando el rey cumplía con la voluntad divina, Jehová volvía a bendecir al pueblo. Los finales de las narraciones son muy semejantes: “Y Dios fue propicio a la tierra después de esto” (21:14b), “Y Jehová oyó las súplicas de la tierra” (24:25b). Así que cuando el autor escribió: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel” (v. 1). Esto se debe relacionar con el capítulo 21:1–14. Aquí, el pecado de David fue levantar un censo sin tener la dirección divina para hacerlo. Todo el capítulo está relacionado con el censo no autorizado.
El censo 24:1–9
La incitación v. 1. Nuestro texto dice que Jehová incitó a David, pero la porción paralela (1 Crónicas 21:1) afirma que fue Satanás. ¿Quién fue el responsable de impulsar a David a pecar? Obviamente no fue el Señor porque él es tres veces santo (Isaías 6:3). Parece que el Omnipotente permitió que el diablo tentara al rey. Fue la voluntad permisiva de Dios.
La orden vv. 2–3. Joab recibió la orden de levantar el censo e inmediatamente quedó perplejo. No entendía por qué David quería hacerlo. Sentía que algo andaba mal.
Levantar un censo no es pecado (Exodo 30:12); entonces parece que el problema era el móvil. Joab no comprendía qué motivaba a David a levantarlo. El versículo 9 indica que era un censo militar para que el rey supiera con cuántos podía contar para sus conquistas. Es probable que en esta época de su vida el monarca se ufanara de su poderío militar y en forma presuntuosa comenzara a confiar en él en vez de en Jehová. Depositaba su confianza en el hombre y esta fue una equivocación fatal.
El cumplimiento vv. 4–9. A pesar de sus inquietudes, Joab obedeció al rey, y el censo se levantó durante el lapso de nueve meses y veinte días. Fíjese en el hecho de que el informe marcó la distinción entre los de Israel y los de Judá.
El censo condenado y castigado 24:10–15
No pasó mucho tiempo antes que David se diera cuenta de que había pecado. El Espíritu Santo también realizaba el ministerio de redargüir en la antigua dispensación. Lo importante es ver la reacción del rey. Hizo sa confesión de inmediato (v. 10). El versículo 11 indica que pasó toda una noche lamentando y confesando su falta. Esta es una de las grandes diferencias con Saúl, quien quería encubrir sus pecados, y David que los confesaba.
LA CONFESION DEBE SER INMEDIATA
Las opciones ofrecidas vv. 11–15. El pecado fue perdonado, pero sus consecuencias no se pudieron evitar. El Señor mandó a su profeta Gad para proponer al rey tres opciones: siete años de hambre, tres meses de derrotas o tres días de plaga. David optó por la última apelando a la misericordia de Dios. El resultado de la peste fue la muerte de setenta mil hombres en toda la tierra.
El pecado perdonado 24:16–25
El daño no fue tan extenso como pudiera haber sido porque Jehová se arrepintió y detuvo al ángel destructor. El verbo “arrepentirse” bien puede traducirse “entristecerse”. Su tristeza fue tanta, que decidió acortar el tiempo de castigo (v. 16). Esta manifestación de la misericordia divina pudo verse porque David intercedió por el pueblo y se ofreció a sí mismo como sacrificio, si fuere necesario (v. 17). Note bien que en este versículo todos los pronombres personales son enfáticos.
David obedeció edificando un altar vv. 18–25. La instrucción vino por medio de Gad: David debía levantar un altar a Jehová en el mismo lugar donde el ángel destructor se había detenido, la era de Arauna jebuseo. Este ofreció regalar el terreno al rey, pero David rechazó la oferta e insistió en pagarle el precio justo. La razón que dio fue: “porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (v. 24a). La propiedad llegó a ser el sitio donde se construyó el templo. En ese lugar, David “edificó… un altar a Jehová, y sacrificó holocaustos y ofrendas de paz” (v. 25a). Los versículos 21b y 25b dan a entender que la intercessión y obediencia de David ocurrieron antes de que cesara la mortandad. El Señor detuvo la plaga por la intercesión y obediencia de David.
¡PENSEMOS!
David cambió el rumbo de la historia cuando intercedió por su pueblo y obedeció la palabra del Señor. El Señor respondió misericordiosamente al comportamiento del rey y detuvo la plaga. El no ha cambiado y puede hacer lo mismo en nuestros días cuando reconocemos que es nuestro “rey soberano”, intercedemos por los suyos y vivimos en obediencia. No hay límite a lo que Dios puede hacer cuando nosotros estamos bien relacionados con él.
La historia relatada en este capítulo es muy apropiada para el cierre del libro. En ella vemos a Jehová como el Rey verdadero. Su virrey no era perfecto, pero cuando pecaba, lo confesaba, aceptaba las consecuencias de su pecado y el perdón del Señor. Cuando la relación era correcta entre ambos reyes, el terrenal adoraba y obedecía al Rey verdadero, y él bendice a su pueblo.
El autor logró sus propósitos. Todo el que leyera su libro sabría que Jehová es el Rey verdadero de todo Israel, que escogió a David y su casa para que fueran reyes sobre su pueblo y que el único rey legítimo sobre la nación tenía que ser descendiente de David y someterse totalmente a la voluntad divina. Cuando el rey y el pueblo cumplían el pacto, el Señor los colmaba de bendiciones. La mortandad siempre era consecuencia de la desobediencia y rebelión.

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miércoles, 11 de marzo de 2015

¿Cuántas oportunidades debe darnos Dios para obedecerlo?: a toda costa debemos evitar el pecado y sus terribles consecuencias.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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El principio del fin
1 Reyes 11:1–12:24
¿Acaso no nos deprime que una historia tenga un final triste? Muy pocas son las personas que se gozan leyendo relatos inconclusos o deprimentes. Sin embargo, en este estudio hemos llegado al principio del trágico fin del gran reino de Israel.
Aunque es verdad que la historia de esa nación todavía está inconclusa en el gran esquema del plan de Dios, sabemos que algún día recuperará su lugar como poder político. Esto será con la ayuda y por la voluntad de Dios a través de Jesucristo y se realizará durante el período final del milenio (Isaías caps. 35, 60 y 66). Sin embargo, no ha podido recuperar la gloria que por la gracia de Dios alcanzó durante los reinados de David y Salomón.
¿A qué se debió esto? A que Salomón, aun siendo el hombre más sabio y rico del mundo, no supo controlar sus pasiones más recónditas. Su amor a Jehová fue reemplazado por el de las muchas mujeres que poseía y su lealtad fue transferida a los dioses ajenos que ellas trajeron a Israel. Salomón se olvidó de Dios. Qué triste conclusión para el rey de Israel y qué tremendo precio pagaría todo el reino por ello.
Salomón reveló su triste condición al confesar: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra…” (Eclesiastés 7:20). Y: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8).
“…NO HAY HOMBRE JUSTO EN LA TIERRA”
(Eclesiastés 7:20)
LA NECEDAD DEL REY 11:1–8
Sus concubinas 11:1–3
La inauguración del templo para Jehová todavía no pasaba cuando Salomón empezó a alejarse del compromiso hecho con Dios. Esto se debió a las obligaciones contraídas con las mujeres idólatras de su harén.
En los pueblos de oriente, el tamaño del harén era indicación de la grandeza de un monarca. Las alianzas políticas a través del matrimonio eran actividades “normales”. Con ellas se trataba de garantizar la paz con las naciones vecinas. No sabemos si Salomón usó esto como pretexto para tener 700 esposas y 300 concubinas o si fue por su debilidad sexual. Cualquiera que sea la razón, cometió un serio pecado contra las leyes dadas por Dios en relación con la poligamia y por no confiar en él para que le diera paz con sus vecinos. Dios condena los matrimonios múltiples y por sobre todas las cosas, que su pueblo se mezcle con paganos. Estas acciones desobedientes llevaron al rey y a todo el pueblo a la idolatría (comp. Deuteronomio 7:3–4; 17:17; Éxodo 34:15–16).
Sus dioses ajenos 11:4–8
El texto no nos aclara si Salomón adoraba personalmente a esos dioses, pero sí nos dice que construyó lugares altos para que sus esposas lo hicieran. Por primera vez aparece aquí la frase que más se usa en el resto del relato: “Hizo lo malo ante los ojos de Jehová…” (v. 6) refiriéndose a Salomón. Esta frase es peligrosa, porque se aplica a quienes fueron traidores a Jehová.
Astoret, Milcom, Quemos y Moloc se mencionan entre los dioses “abominables”. Astoret, más conocida como Venus, era la diosa de la fertilidad y la guerra. Quemos era el dios nacional de los moabitas y a veces pedía sacrificios humanos, en especial, el hijo primogénito de las familias. Moloc era una deidad amonita que también demandaba sacrificios humanos. Los lugares altos fueron suficiente evidencia de que el corazón de Salomón ya no estaba puesto en Jehová y que la paz de Israel había terminado. (Vea la lista de dioses de los cananeos al final de este capítulo).
Imagínese que cada una de las esposas y concubinas tenían a su servicio innumerables profetas y sacerdotes que se peleaban el favor del rey para practicar su religión o rito sin importar el precio. Por otro lado, había pleitos entre los hijos de ellas, quienes exigían lealtad a su nación o tradiciones. Sin duda aquel hogar debe haber sido un circo de naciones extrañas.
UN PECADO ENGENDRA MIL
¡PENSEMOS!
Son tres áreas que Satanás ataca en el cristiano: convicción, lealtad y propósito. La primera es la que nos sostiene sobre la base inconmovible de la verdad. El enemigo sabe que no es necesario destruir esas cualidades, sino simplemente diluirlas, impidiendo así que cumplamos la voluntad de Dios. Si quiere saber cuál es el éxito en la vida espiritual, lea Santiago 1:1–12 y 2 Juan y anote las consecuencias del doble ánimo y lo que se exige del creyente.
JUICIO Y ADVERSARIOS DE SALOMÓN 11:9–40
Un reino dividido 11:9–13
Notemos que el v. 9 dice que Dios “se le había aparecido dos veces” a Salomón. Esto nos da idea de que el rey había tenido dos oportunidades de arrepentirse y corregir sus errores. Ahora Jehová se aparece por tercera y última vez para declarar su juicio final. El resultado de sus transgresiones fue que Dios “…arrancó el reino de su descendencia”. (Vea el cuadro “Odisea espiritual regresiva del pueblo de Israel” al final de este capítulo)
Dios mostró compasión para Salomón al anunciarle que esto no sucedería durante los años que le quedaban de vida y permitiendo que su hijo Roboam reinara sobre una parte de la nación. El pacto incondicional que Dios hizo con David no se iba a quebrantar por amor a ese rey. La dinastía davídica continuaría hasta la venida del Mesías. “Y yo afligiré a la descendencia de David a causa de esto, mas no para siempre” (11:39).
Hadad y Rezón 11:14–25
Hadad, un edomita de sangre real fue el único varón que sobrevivió el ataque de David cuando Joab dio muerte a 18,000 edomitas en un período de seis meses (2 Samuel 8:13). Cuando David y Joab murieron, Hadad, quien había vivido muchos años en Egipto protegido por faraón, regresó para vengarse y reclamar su trono. Este adversario fue un continuo dolor de cabeza para Salomón así como Rezón.
Rezón, hijo de Eliada (vv. 23–25), era un viejo enemigo de David (2 Samuel 8:3). Había logrado fundar una dinastía al norte de Israel que luego llegaría a ser el estado asirio más poderoso durante los siglos IX y VIII a.C.
Jeroboam de Efraín 11:26–28
Ahora la atención del autor se dirige hacia Jeroboam, quien eventualmente dividió el reino de Israel y llegó a gobernar las diez tribus del norte. Jeroboam estuvo encargado de algunas construcciones en Jerusalén veinte años después del inicio del reino de Salomón. Fue un hombre de “rango”, o sea, que tenía propiedades y era muy industrioso. Por ello, Salomón le confió muchos de sus proyectos.
Profecía de Ahías silonita 11:29–37
No se nos revela la razón o naturaleza de la insubordinación de Jeroboam contra Salomón, pero es muy posible que la profecía de Ahías silonita haya motivado al rey a actuar contra él. Algo muy interesante de este relato es que parece que Dios fue la fuente de la rebeldía de Jeroboam. No obstante, tenemos que recordar que cuando una persona actúa, en su corazón ya debe haber germinado la semilla que lo motiva a actuar. Sin duda que para Jeroboam la tentación fue muy grande, puesto que se le estaba ofreciendo el reino más poderoso y rico de aquellos tiempos. El profeta aquí le promete diez tribus y no once, porque la tribu sacerdotal de Leví no poseía tierras.
Promesa de bendición o maldición 11:38–39
Algo muy curioso sucede aquí. Dios le ofrece también la oportunidad de recibir bendiciones tal como hizo con Salomón. La condición que se le da también es la misma. Podemos preguntar: “¿Por qué? ¿Acaso no debía reinar el hijo legal de Salomón conforme a las tradiciones orientales?” Aquí vemos un ejemplo claro del control total que ejerce Dios en el gobierno humano. Él está por encima de las tradiciones y planes de los hombres; actúa de acuerdo a su justicia y Salomón debía ser castigado. Sin duda alguna, Dios le ofreció bendición a Jeroboam porque quería dar oportunidad a las diez tribus para que se mantuvieran libres de pecado y en obediencia completa a Jehová.
DIOS NO ESTÁ SUJETO A LAS
MAQUINACIONES DEL HOMBRE
La ira de Salomón 11:40
“Por esto Salomón procuró matar a Jeroboam…” ¿Por qué? Tal vez porque sabía que iba a hacerle competencia a su hijo Roboam cuando falleciera. ¿Acaso no sucedió algo similar con el rey Saúl cuando supo que David sería el siguiente rey? El hecho de que intentara matar a su competidor nos declara qué tan lejos estaba ya de la voluntad de Dios. ¿Acaso olvidó el rey más sabio del mundo, que lo que Dios pone nadie lo puede quitar o cambiar?
MUERTE DE SALOMÓN 11:41–43
Después de un largo reinado de 40 años (970–931 a.C.), Salomón sale de la escena y pasa a los libros de historia. Evidentemente murió de muerte natural, y aunque inició su reinado con gloria, obediencia y humildad; terminó siendo desobediente y orgulloso y dejando un reino moralmente destruido; ejemplo que imitaría la mayoría de los reyes siguientes, que “hicieron lo malo ante los ojos de Jehová…”
¡PENSEMOS!
¿Cuántas oportunidades piensa usted que debe darnos Dios para obedecerlo? Una de las lecciones más difíciles de aprender como cristianos es que a pesar de que estamos libres de la condenación eterna del pecado, se requiere un tremendo esfuerzo y valor para abandonar nuestras debilidades carnales. Para ello, Dios nos pide que usemos el poder que ha puesto a nuestra disposición. Lea Romanos cap. 8, escoja el versículo central y medite acerca de la solución que Dios da para ser libres. La conclusión es que a toda costa debemos evitar el pecado y sus terribles consecuencias.
LA DIVISIÓN DE ISRAEL 12:1–24
La gloria del reino de Israel llegó a un momento crucial creando una grave crisis socioeconómica. Por supuesto que el costo de esa gloria se reflejó en los altísimos impuestos que cada ciudadano tenía que pagar para sostener al rey. Esto se revela en el hecho de que Salomón recibía un salario anual de 25 toneladas de oro que hoy equivale a unos 380 millones de dólares. Asimismo, el tamaño y exigencias del harén requerían gastos inmensos; era el cáncer moral que carcomía el corazón de la sociedad israelita.
Desde el punto de vista humano, la carga financiera llegó a ser insoportable y la mayoría de las tribus no aguantaban el abuso. Desde el punto de visto divino, la apostasía llegó a ser también intolerable y la quiebra económica y espiritual era inevitable.


El pueblo clama 12:1–5
Inmediatamente después de la muerte de Salomón, Roboam fue reconocido como sucesor al trono. Pero el pueblo se mostraba receloso de que no aliviara la tremenda carga impositiva. Aparentemente, Salomón había tratado a las tribus del norte más duramente que a Judá en sus políticas administrativas. Es más, el norte siempre mantuvo una actitud semindependiente durante el reinado de David y Salomón. Ahora Roboam deseaba ser aceptado por ellos y por eso viajó a Siquem.
Es interesante que se mencione a Jeroboam otra vez cuando lo “enviaron a llamar” (v. 3). Es posible que hubiera comentado la profecía de Ahías a cierto grupo de líderes que empezaban a poner en marcha un plan secreto entre ellos. Pero dieron a Roboam la oportunidad de revelar qué tipo de rey sería al confiarle que su padre había agravado el yugo del pueblo: “Mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre… y te serviremos.” (v. 4). A Roboam se le dio una última oportunidad.
Los consejeros de Roboam 12:6–11
No era bueno que un poderoso monarca se doblegara ante cualquier demanda del pueblo sin pensarlo primero. Por lo tanto, pidió 3 días para buscar consejo. Primero acudió a los asesores de su padre, quienes habiendo servido a Salomón y conocido los detalles y problemas internos, le dieron el mejor consejo posible: “Si tu fueres hoy siervo de este pueblo… respondiéndoles buenas palabras…, ellos te servirán…” (v. 7).
Algo curioso sucede en el v. 8 que nos aclara qué tipo de corazón poseía Roboam: “Pero él dejó el consejo que los ancianos le habían dado”. Esta frase da la idea de que desechó el primer consejo y buscó el de los jóvenes. Tal vez quería vengarse de la soberbia de las tribus del norte al exigir respuesta a sus demandas. ¿Acaso un rey se humilla ante sus vasallos?
En fin, pidió consejo de otros líderes inexpertos en política, “jóvenes que se “habían criado con él…” (v. 8b). Esto nos da idea de la tremenda influencia que hay entre compañeros. Es posible que al igual que ellos, Roboam se hubiera engreído con la idea del poder absoluto que Salomón había ejercido durante su reinado y se sintiera con derecho a exigir lo mismo. Por ello, decidió incrementar la carga del yugo.
El error de Roboam 12:11–15
Tres días después, Roboam dio su respuesta. Tuvo suficiente tiempo para pensarlo, pero en su corazón no había lugar para la bondad, paciencia, amor o comprensión hacia las necesidades de su pueblo. ¿Acaso el rey no es elegido para ser servido? Inclusive el lenguaje que usó fue muy agresivo y ofensivo, ya que habló con insolencia y crueldad. Roboam nunca pidió consejo a Jehová porque no estaba en él hacerlo. El Dios de David y de Salomón nunca fue el Dios de Roboam y por consiguiente, dejó de ser el Dios de Israel.
EL PECADO QUE GERMINA,
PRODUCE ACCIONES QUE CORROEN
La división de Israel 12:16–19
“Cuando todo el pueblo vio que el rey no les había oído…” (v. 16a), se dieron cuenta que no tenía un corazón blando ni un oído atento a los clamores del pueblo; en concreto, no tenía la disposición para servir sino para ser servido. Aquí fue donde las diez tribus perdieron la paciencia, ya que desde los días de David había habido una especie de favoritismo hacia Judá en perjuicio de las diez tribus del norte (2 Samuel 19:9–15).
Hubo una denuncia de tal acción en 2 Samuel 19:40–43. Ahora se repite la expresión de 2 Samuel 20:1 “No tenemos nosotros parte en David ni heredad en el hijo de Isaí…” (v. 16b). Los del norte terminaron con la exclamación: “¡provee ahora en tu casa, David!” O sea, “¡encárgate de tus provisiones, porque nosotros no te serviremos!” Cuando Roboam mandó a Adoram, que estaba sobre los tributos, lo apedrearon y el rey optó por huir hacia Jerusalén. Es aquí donde empieza la triste ruptura del reino.
Jeroboam reina en Israel 12:20–24
Por fin se cumplieron los sueños acariciados en secreto de Jeroboam. El pueblo de Israel (las diez tribus del norte) lo invitaron a reinar sobre ellas. Él era de Efraín, una tribu muy orgullosa de que Abraham hubiera construido el primer altar en su territorio y porque Josué también perteneció a esa tribu. Una de sus quejas era que se les había asignado un territorio muy pequeño (Josué 17:14). Ahora, un hijo de esa tribu gozaba del favor y privilegios de rey.
Roboam hizo el intento de recuperar lo perdido reclutando 180 mil hombres para hacer guerra contra sus hermanos. El profeta Semaías le dio el mensaje de Dios y le advirtió que no lo hiciera, porque Dios había permitido la ruptura de Israel. Al fin, Roboam se dignó obedecer la palabra de Dios, cristalizando así el juicio de Dios sobre Israel.
¡PENSEMOS!
Lea Salmos 1 y anote los tres pasos o secuencias mencionados en relación con caer en el pecado. La tragedia es permitir que éste alcance su potencial destructivo. Piense en algunas consecuencias que usted podría pagar si insiste en permitir que la tentación que más le incita le haga pecar. Anote las más exageradas. Recuerde, si el pecado es grande, ¿no lo será la consecuencia?
DIOSES PAGANOS ADORADOS POR LOS ISRAELITAS
Nombre
Descripción
Referencia
Adramelec
Dios de guerra y amor
2 R. 17:31
Anamelec
Dios que demanda sacrificios de niños
2 R. 17:31
Asera
Esposa de Baal.
2 R. 13:6
Asima
Dios de los heteos.
2 R. 17:30
Astoret (Astarté, Istar)
Diosa del sexo, la fertilidad y reina del cielo.
2 R. 23:13
Baal
Dios de la lluvia, viento, nubes y fertilidad de la tierra
2 R. 3:2
Baal-zebub
Dios de Ecrón
2 R. 1:2
Quemos
Proveedor de terrenos
2 R. 23:13
Moloc, Milcom
Dios de los moabitas que demandaba sacrificios humanos.
2 R. 23:10
Nergal
Dios de la muerte
2 R. 17:30
Nibhaz
Adorado por los aveos
2 R. 17:31
Nisroc
Dios de Nínive
2 R. 19:37
Rimón
Dios de truenos, relampagos y lluvia
2 R. 5:18
Sucot-benot
Señora de Marduk, diosa de la guerra.
2 R. 17:30
Tartac
Dios de la fertilidad
2 R. 17:31
NOTA: Es interesante que estos dioses se mencionan más en 2 Reyes que en el primer libro. Esto se atribuye a:
1) Que el autor de Reyes se dedica a relatar el pecado de idolatría de Israel.
2) Al intenso grado de perversión a que Israel había llegado en 2 Reyes. Entre más se alejaban de Dios, más visible y agresiva era su dedicación a los dioses ajenos.
 
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