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miércoles, 15 de junio de 2016

Me compadeceré... Y los salvaré...No los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos, ni con jinetes... Yo seré para vosotros YO SOY.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Llevemos pastos frescos a la congregación
INFIDELIDAD VERSUS FIDELIDAD
OSEAS 1:1-11
1      Revelación de YHVH que tuvo Oseas ben Beeri, en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá, y en los días de Jeroboam ben Joás, rey de Israel.
2      Cuando YHVH comenzó a hablar por Oseas, dijo YHVH a Oseas: Ve, tómate a una mujer prostituta y engendra hijos de prostitución, porque la tierra se prostituye totalmente, apartándose de YHVH.
3      Fue pues y tomó a Gomer, hija de Diblaim, quien concibió y le dio a luz un hijo.
4      YHVH le dijo: Ponle por nombre Jezreel, porque muy pronto visitaré a la casa de Jehú por la sangre derramada en Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de Israel.
5      Y sucederá que en aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel.
6      De nuevo concibió, y dio a luz una hija. Le dijo: Ponle por nombre Lo-ruhama, porque no seguiré compadeciéndome de la casa de Israel para perdonarlos.
7      Pero me compadeceré de la casa de Judá y los salvaré por YHVH, su Dios. No los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos, ni con jinetes.
8      Cuando destetó a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo.
9      Le dijo: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo ni Yo seré para vosotros YO SOY.
10 Con todo, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y sucederá que donde se les haya dicho: Vosotros no sois mi pueblo; se les dirá: Hijos del Dios viviente.
11      Y los hijos de Judá y los hijos de Israel serán reunidos en uno, y designarán un único caudillo, y resurgirán de la tierra, porque es el día grande de Jezreel.

Oseas, Josué y Jesús, significa salvación

OSEAS, EL PROFETA
OSEAS 1:1-10

EL HOMBRE LLAMADO OSEAS

El libro mismo de Oseas es nuestra única fuente de información sobre la vida y el ministerio del profeta.

Su nombre, que aparece en la Biblia como Oseas, Josué y Jesús, significa salvación. Fue contemporáneo de los profetas de Judá Isaías y Miqueas (Compárese Oseas 1:1 con Isaías 1:1 y Miqueas 1:1).

En tanto que el ministerio de estos dos últimos profetas estaba dirigido al reino meridional de Judá, la labor de Oseas se centró primordialmente en el reino septentrional de Israel, fundado por Jeroboam, hijo de Nabat.

Oseas ejerció su ministerio durante los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías de Judá, y en el período de Jeroboam II, hijo de Joas de Israel. Si comparamos las fechas, comprobaremos que Oseas vivió mucho más que Jeroboam II. Sin embargo, no es necesario sostener que su ministerio tuviera lugar desde el primer año del reinado de Uzías hasta el último de Ezequías, lo que significaría un período de aproximadamente un siglo (debemos recordar que el reinado de Jotam traslapa al de Uzías, su padre, que era leproso; su enfermedad hizo que fuera imperativa una corregencia, 2 Reyes 15:5).

Es probable que Oseas profetizara durante un poco más de medio siglo. Algunos sostienen que lo hizo durante setenta u ochenta años.

Vida doméstica
De ninguno de los otros profetas tenemos tanta información sobre su vida en el hogar como de Oseas, porque es en ella donde radica el mensaje de Dios para su pueblo. Tanto la esposa como los hijos de Oseas fueron señales y presagios para Israel, Judá y la nación reunida del futuro.

Si Isaías pudo decir: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos, que mora en el monte de Sion” (Isaías 8:18), Oseas pudo decir lo mismo con igual derecho.

Con mucha frecuencia, por haber pasado por alto este hecho, se ha disipado la fuerza del mensaje de su profecía, considerando simbólicos los eventos relatados. Sin embargo, el mensaje era real porque los hechos señalados tuvieron lugar verdaderamente en la vida del profeta.

Su mensaje

  • Los capítulos 1 al 3 constituyen una sección bien definida del libro, en la que se nos dan a conocer las experiencias domésticas del profeta. 
  • Los mensajes proféticos propiamente dichos los encontramos en los capítulos 4 al 14. Amos había predicado el arrepentimiento para conducir a Israel de vuelta a Dios; pero Oseas proclamaba el amor. Amós había dado a conocer la inalcanzable justicia de Dios; Oseas, el indefectible amor de Dios. 
  • Nuestro profeta presenta al Señor como el Dios del corazón lleno de amor. Alguien dijo muy acertadamente que Oseas fue el primer profeta de la gracia, el primer evangelista de Israel. Del mismo modo que Lucas nos presenta al hijo pródigo, Oseas nos da un retrato de la esposa pródiga. En ninguna otra parte de toda la amplia revelación de Dios encontramos palabras de amor más hermosas que en Oseas 2:14–16; 6:1–4; 11:1–4, 8, 9; 14:4–8.

Su época
Para entender correctamente el mensaje de cada profeta, se debe estudiar en el trasfondo de su momento histórico.

Oseas vivió en un período aparente de prosperidad material.

El reinado de Uzías se caracterizó por una serie de batallas triunfales, un número creciente de proyectos de construcción en el país, la multiplicación de las fortificaciones y el fomento de la agricultura (véase 2 Crónicas 26). Los reyes que lo sucedieron tuvieron también prosperidad, aunque no en la misma magnitud. En cuanto a Jeroboam II, logró recuperar para Israel un dominio territorial mayor que el que había tenido desde el rompimiento del reinado salomónico (2 Reyes 14:25), anexando incluso Damasco, que ya se había perdido desde los días de Salomón (1 Reyes 11:24).

A pesar de la prosperidad que les concedió Dios, el pueblo substituyó la realidad interior con formas exteriores (véase Isaías capítulos 1 y 58). Cometían toda clase de pecados y estaban en una gran decadencia moral y espiritual. Jesurún había engordado y tirado coces (Deuteronomio 32:15).

El profeta Oseas y sus contemporáneos prorrumpieron en expresiones de desaprobación contra ese bajo nivel de espiritualidad del pueblo.

LA INTRODUCCIÓN

Los primeros tres capítulos del libro tienen un carácter introductorio y nos proporcionan un resumen del mensaje completo del profeta. (Por razones de espacio omitimos el texto de la profecía; pero el lector debe tenerlo a mano para aprovechar al máximo el estudio.)

Oseas inicia su profecía situándola en el tiempo. A pesar de ser un profeta de Israel, marcó su mensaje primordialmente con los nombres de los reyes de Judá, porque las promesas de Dios se centraban en el linaje de David.

La primera comunicación que el profeta recibió de Dios fue una orden para que se casara con una mujer que más tarde se convertiría en ramera. Esta orden dada por Dios al profeta ha sido objeto de muchos debates y desacuerdos. Se sostiene que si esto fuera literalmente cierto, Dios le estaba imponiendo a Oseas la realización de un acto indigno, por no decir pecaminoso. Este modo de razonar es difícil de entender, ya que el profeta no podía contaminarse personalmente tan sólo por casarse con una mujer que más tarde resultó ser una ramera, o más bien una adúltera, puesto que sus delitos los cometió después de haberse casado.

Sólo es posible comprender plenamente el significado del mensaje del profeta cuando se considera la transición en su carácter literal como que señala la relación entre Dios e Israel.

En otras palabras, Dios escogió a Israel y estableció una relación muy bendecida entre ellos y El, semejante a los lazos matrimoniales; y estando en esa condición, el pueblo se prostituyó. Su pecado consiste en alejarse de Dios.

Del mismo modo que la prostitución y el adulterio, pecados profundamente viles y aborrecibles, son el resultado de la infidelidad, así también la prostitución espiritual (una situación en la que lo físico se transfiere a los dominios de lo espiritual, como lo vemos en repetidas ocasiones en las Escrituras) es el resultado del alejamiento espiritual de Dios.

Dios había establecido un pacto eterno con Abraham y deseaba permanecer ligado a su pueblo. Pero, en correspondencia justa, esperaba que el pueblo tuviera también presente sus lazos con El. No obstante, los israelitas no lo hicieron así y Dios ilustra la infidelidad de Israel mediante la vida doméstica del profeta (véase Salmo 73:27. Cualquier buena concordancia le mostrará al lector cuantas veces se transfiere al ámbito espiritual la figura natural de la prostitución. Será muy instructivo ver cuántas veces usaron esta analogía los mensajeros de Dios).

¿Será necesario que digamos cuánto hería al profeta la conducta vergonzosa de su esposa? ¿Cuánto mayor era el dolor que la conducta de Israel le causó a Dios? A los hijos de Gomer se los llama “hijos de fornicación” no porque no fuesen hijos de Oseas, ya que los que recibieron esta designación aún no habían nacido.

En otras palabras, el matrimonio del profeta fue normal en cuanto a la procreación de hijos, los cuales reciben este calificativo (“hijos de fornicación”) porque su madre fue una esposa infiel. La madre representa a Israel en forma colectiva, en tanto que los hijos representan a la nación individualmente, aunque las relaciones en el hogar de Oseas fueron literales e históricas.

Los hijos como señales
El primer hijo de la unión del profeta con Gomer, hija de Diblaim, fue varón. Dios ordenó que se le diera el nombre de Jezreel, porque al poco tiempo Dios iba a vengar la sangre de Jezreel sobre la casa de Jehú e iba a poner fin al reinado de la casa de Israel. ¿Qué quería decir Dios por medio de ese nombre? La larga y triste historia de Jezreel comienza en los días del vacilante y débil Acab y su malvada e intrigante esposa Jezabel (1 Reyes 21). Nabot el jezreelita, propietario de una viña cercana al palacio de Acab, fue asesinado gracias a un plan infame urdido por Jezabel para despojarlo de la herencia de su padre. Por esta atrocidad, Dios pronunció sentencia en contra de Acab, Jezabel y sus descendientes, habiendo de cumplirse esa sentencia en Jezreel, en el lugar donde Nabot fue asesinado. La sentencia se cumplió primeramente contra Acab, en la batalla de Ramot de Galaad (1 Reyes 22). Después el juicio cayó sobre Jezabel y Joram por medio de Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi (2 Reyes 9).

Jehú fue el instrumento que usó Dios para ejecutar su juicio contra la casa de Acab. Pero Jehú llegó al trono mediante crímenes alevosos y sangrientos (2 Reyes 9:14 y ss.). Es cierto que su proceder fue elogiado (2 Reyes 10:30), ya que era loable por sí mismo; pero los acontecimientos posteriores demuestran que las causas que motivaron la vida de Jehú fueron el orgullo y la ambición.

El pronunciamiento del profeta Oseas había encontrado allí su objetivo, porque Jeroboam II, que reinaba entonces, era de la casa de Jehú. Dios no sólo iba a castigar a esa casa porque se había metido en la idolatría, sino a todo Israel, destruyendo su reino, porque se habían alejado completamente de El.

Una distinción con una diferencia
Aquí debemos desviarnos del tema por un momento, puesto que se está enunciando un gran principio del gobierno divino. Está claro que aun cuando Jehú fue el instrumento utilizado por Dios para castigar a Acab y su dinastía; sin embargo, Dios se lo demandó porque su propio corazón no era recto y porque tenía ambiciones personales contrarias a la voluntad del Señor.

¿No podríamos sacar de esto una buena lección respecto a Israel y las otras naciones de la tierra?

A pesar de que Dios profetizó la esclavitud en Egipto, lo que en cierto sentido fue un castigo sobre la simiente de Jacob por haber dejado la tierra de bendición, Dios juzgó a los egipcios por haber oprimido a su pueblo.

El profeta Habacuc dejó en claro que Israel estaba maduro para el juicio a causa de la maldad existente en todas partes, y Dios predijo que los babilonios serían los instrumentos del castigo.

No obstante, el mismo profeta revela que la ira de Dios estaba sobre los enemigos de Israel porque no estaban llevando a cabo la voluntad de Dios en sus actos, sino que los dirigía la maldad de su propio corazón.

Ningún hombre puede oprimir al pueblo de Dios con fines egoístas y esperar una recompensa de Dios, por el hecho de pretender ser instrumentos en las manos del Señor. Dios exige verdad en lo interior del hombre, y lo desea tanto en el corazón de Israel como en el de los demás.

Alguien dijo muy acertadamente: “Es algo muy tremendo ser instrumentos de Dios para castigar o reprobar a otros, si no mantenemos, mediante su gracia, nuestras manos y nuestro corazón limpios de pecado.”

Hasta el momento, ninguna nación ni individuo alguno ha logrado realizar esto, por lo que el camino más fácil y seguro de seguir, el que cuenta con la aprobación de la sabiduría, es el de no descargar una mano dura sobre Israel bajo ninguna condición ni circunstancia.

El cumplimiento
Aun cuando en ese entonces el reino del Norte prosperaba y todo parecía ir bien, Oseas les advierte anticipadamente el fin de la dinastía de Jehú y la destrucción del reino, junto con su poder militar en el valle de Jezreel (versículo 5). Esos hechos tuvieron lugar, si bien con una separación de al menos cuarenta años, tal y como se había predicho (véase 2 Reyes 15:8–12 y el capítulo 8).

El valle de Jezreel es la gran llanura de Esdraelón, en Palestina central. Oseas vivió lo suficiente para ver el cumplimiento de esta profecía en la victoria de Salmanasar en Bet-arbel (Oseas 10:14). Fue la última advertencia pavorosa que hizo Dios antes de la caída de Samaria.


NO COMPADECIDA

El segundo descendiente de Oseas y Gomer fue una hija a la que le pusieron el nombre de Lo-ruhama, “no compadecida”. En el original, la palabra expresa un profundo amor y una gran ternura.

Había llegado la hora del castigo de Israel, el reino del norte, y nada lo podía evitar. Estaba maduro para el juicio, el cual se aproximaba con rapidez. Pero al mismo tiempo Dios promete que su ira no alcanzaría a Judá entonces. Para ellos tenía todavía una reserva de misericordia, una liberación que no sería lograda por esfuerzo humano, sino únicamente por el poder de Dios.

La derrota de Senaquerib ante Jerusalén durante la última parte del siglo ocho a.C., cuando el ángel de Jehová mató a 185.000 hombres en una noche (véase 2 Reyes 19 e Isaías 37), fue un glorioso cumplimiento de esta predicción; pero las profecías de todos los profetas resplandecen con promesas acerca de la completa liberación (física) y salvación (espiritual) futuras de Israel.

No pueblo mío
Cuando se destetó a Lo-ruhama (y en el Oriente esto ocurre dos o tres años después del nacimiento), la esposa del profeta concibió y le dio a luz un segundo hijo, varón, Lo-ammi. De este modo, Dios le estaba diciendo a Israel que ellos ya no eran su pueblo y que El ya no era su Dios. ¿Cómo puede ser cierto esto? ¿Había derogado Dios su pacto incondicional con Abraham? ¿Acaso Pablo no se refiere todavía a Israel como “su pueblo” (de Dios) en Romanos 11:1?

La dificultad desaparece si nos damos cuenta de que el pacto abrahámico permanece firme, haga lo que haga Israel. Es un pacto incondicional bajo todos los conceptos. Esto hace que la simiente de Abraham sea siempre el pueblo escogido de Dios; pero ellos deben permanecer en obediencia y seguir la voluntad de Dios antes de que puedan experimentar la realización del pacto mismo en su vida.

Cuando se apartan del camino del Señor y en consecuencia Dios los castiga, parecen ser prácticamente como “no pueblo mío”, Lo-ammi. Un día, cuando vuelvan a Dios por mediación de Cristo, serán lo que siempre han sido en los planes de Dios.

Este mismo principio opera en la actualidad en los cristianos, ya sean de Israel o de los gentiles.

Por la fe en Cristo y en su obra consumada en el Calvario, cualquier alma, judía o gentil, nace nuevamente del Espíritu de Dios a vida eterna. Sin embargo, puede ser que ese hijo de Dios no esté lo suficientemente separado del mundo y parezca no conocer nada el cuidado paternal de Dios, y no disfrute nada de las bendiciones de la intimidad con el corazón de Dios.

Por esta razón, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto a que se separen del mundo, para que Dios pueda ser su Padre y ellos, sus hijos e hijas (2 Corintios 6:14–18). ¿Es que acaso no lo eran ya por el hecho de ser creyentes? Sí, pero Pablo quería que comprendieran en la experiencia diaria qué eran en su verdadera posición delante de Dios.

La situación es similar en lo que se refiere a Israel y recalcamos esta gran verdad, puesto que hay tanto error respecto a esta característica vital de la relación de Dios con Israel. En pocas palabras, Israel, por haber estimado muy livianamente el privilegio que tiene con relación a Dios (una verdadera Gomer), no disfrutará de la bendición ni de la realidad de ella.

Las bendiciones y promesas patriarcales nunca son abrogadas, porque Israel, como nación, son “amados por causa de los padres”, aun cuando son enemigos del evangelio por causa de los gentiles (Romanos 11:28, 29).

Promesa de bendición
Del mismo modo que ningún otro profeta pronuncia juicio solo contra Israel, sin una promesa de bendición futura, así también Oseas, luego de sus oscuras predicciones, pronuncia palabras de gran consuelo. En la porción comprendida entre 1:10 y 2:1 el profeta promete cinco grandes bendiciones a Israel:

  1. incremento nacional (Oseas 1:10a); 
  2. conversión nacional (Oseas 1:10b); 
  3. reunión nacional (Oseas 1:11a); 
  4. liderazgo nacional (Oseas 1:11b) y 
  5. restauración nacional (Oseas 2:1). 
Si se tiene en cuenta la espantosa diezma de Israel en Europa, realizada por los criminales nazis, la promesa de crecimiento demográfico es una esperanza brillante.

¿No nos recuerdan estas palabras una de las mismísimas promesas hechas a Abraham, de que tendría una numerosa progenie? No sólo eso, sino que entonces vivirían de acuerdo a su herencia, por la gracia divina, como hijos del Dios vivo. Véanse Romanos 9:25 y 1 Pedro 2:10, donde la expresión se aplica tanto a gentiles redimidos como a judíos, pues unos y otros están en igual condición ante la gracia de Dios.

La unificación de la nación dividida manifestará la restauración del favor de Dios para con su pueblo (véase Ezequiel 37:15–23). El único gobernante que tendrán será su glorioso Mesías Rey, el mayor de los hijos de David, en quien confiarán (Oseas 3:5; Jeremías 23:1–5; Ezequiel 34:23; 37:15–28).

Su subida de la tierra se ha interpretado como su ida a la batalla de Esdraelón, la cual será decisivamente victoriosa para ellos; pero tal vez sea mejor ver en la predicción la subida de las gentes desde todas las partes de la tierra para celebrar sus fiestas solemnes (de entre las muchas referencias a este respecto, véanse Isaías 2:1–4 y Zacarías 14).

“El día de Jezreel será grande” pues en aquel día Dios, en Cristo, derrotará al enemigo de una vez para siempre, cuando el Mesías de Israel afirme sus pies sobre el monte de los Olivos para abogar personalmente por la causa de Israel. Entonces serán ellos Ammi (pueblo mío) y Ruhama (compadecida). De este modo vuelven a aparecer los tres nombres; pero ahora son portadores de bendiciones.

Las malas consecuencias de la desobediencia
En los versículos 2 al 13 del capítulo 2 encontramos la declaración de Dios respecto al juicio que iba a caer sobre Israel a causa de sus muchos pecados. Dios repudia a Israel: éste es el valle de Acor. En la última parte del capítulo (versículos 14–23) se expresan las bendiciones de la obediencia y la restauración. Dios vuelve a llamar así a Israel: ésta es la puerta abierta a la esperanza (véase Oseas 2:15 que es la clave de todo el capítulo).

Los aludidos en el versículo 2 no son los hijos del profeta, sino Israel. Se considera a la nación de Israel como la madre, mientras que los hijos son los ciudadanos individuales. El propósito de esta distinción es hacer recaer sobre la madre el reproche que se merece por sus actos pecaminosos y hacerla desistir de su continua infidelidad.

En todo este pasaje y por medio de las figuras empleadas, se puede apreciar más claramente la enormidad del abandono espiritual de Israel al Señor y lo aborrecible que eso era.

La desvergüenza de su infidelidad se describe con las palabras: “sus fornicaciones de su rostro”. Dios nunca disculpa el pecado. Este es un rasgo distintivo de la Biblia que la diferencia de cualquier otro libro, antiguo o moderno. Nunca excusa el pecado, sea quien sea que esté involucrado. Por lo tanto, Israel debe sufrir el amargo castigo y adversidad por sus adulterios y fornicaciones espirituales.

La advertencia indica que se verá privada de toda subsistencia y posesiones terrenales. Todo esto se da a conocer bajo la figura de la desnudez (véase Ezequiel 16:4), la desolación, el estrago y la muerte de sed. Tenemos aquí una insinuación de la cautividad futura del reino del Norte en Asiria; pero sin establecerse todavía de modo específico.

La vergüenza de la infidelidad
Como ramera desvergonzada, Israel declara su intención de seguir a sus “amantes” (los ídolos de su adoración pagana) para conseguir pan, agua (necesidades de alimentos), lana, lino (necesidades de vestido), aceite y bebidas (lujos).

Consideraban que la prosperidad que disfrutaban en esa época, una manifestación generosa del amor de Dios, era un beneficio proveniente de los dioses falsos que estaban adorando.

El profeta exclama a gran voz, en el nombre de Dios. “Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal” (versículo 8). Nótese el énfasis en el posesivo “mi” en el versículo 5.

Israel tomó esas abundancias como que le pertenecían legítimamente. Pero en el versículo 9 se les muestra cómo en realidad eran de Dios, porque El las reclama con un reiterado “mi”. Este caso lo podemos comparar con el que aparece en Jeremías 44:15–23, donde Israel nuevamente atribuye los beneficios de Dios a la adoración de los ídolos falsos.

Ninguna expresión podría dar a conocer más acertadamente lo insensato de la adoración de los ídolos. Esta práctica entenebrece y obscurece de tal modo la mente, que las beneficencias de Dios se atribuyen a vanidades insensatas y que nada aprovechan (véase Romanos 1).

Retribución de parte de Dios
A raíz de este cáncer purulento en la vida espiritual de Israel, Dios le pondrá límites por todos lados, para separarla de sus amantes. Irá incesantemente tras ellos; pero no los encontrará. Su desilusión será tan grande que anhelará volver a su verdadero y “primer esposo”. Se verá privada de trigo, vino nuevo, lana y lino, y le tocará en suerte una depresión de gran magnitud.

Para vergüenza de ella, Dios la desnudará ante sus amantes. Además, le quitará toda ocasión de gozo o alegría: sus banquetes, sus lunas nuevas, sus días de reposo y sus asambleas solemnes.

En esas ocasiones su asociación con la idolatría encontraba su máxima expresión, en vez de ser tiempos para honrar a Dios.

Por esta profanación de las cosas de Dios, El devastará sus tierras, convirtiéndolas en matorrales y multiplicará en contra de ellos las bestias del campo. Los “días de los baales” en los que Israel se olvidó de Dios, le serían tomados en cuenta para su retribución.

De este modo, el profeta bosqueja con un lenguaje vívido e inequívoco la maldición y la adversidad de la desobediencia de Israel; su triste salario sería desnudez, devastación, hambre, sed, vergüenza, tristeza, soledad y aflicción.

Las bendiciones de la obediencia
Oseas no concluirá esta profecía hasta que no haya proclamado las futuras bendiciones y la gloria reservadas para Israel cuando viva en obediencia a la voluntad de Dios revelada. En aquel día Dios traerá a Israel al desierto, es decir, le hablará a solas a su corazón. De este encuentro cara a cara con el Señor, el valle de Acor de Israel, valle de la tribulación, se tornará en puerta de esperanza.

La mención del valle de Acor es otro de los frecuentes usos de acontecimientos pasados en la historia de Israel. Nos recuerda la entrada de Israel a la tierra de Canaán en los días de Josué.

Por medio de la fe, el Señor les había dado una victoria gloriosa sobre Jericó; pero Acán había tomado del botín maldito de la ciudad, que había sido prohibido estrictamente por Dios. La consecuencia de ese pecado fue la derrota de Israel en Hai. Sólo después que Acán y su casa quedaron al descubierto y fueron apedreados, el Señor les dio éxito en su campaña contra Hai.

De este modo, el pecado de Acán se convirtió en bendición, al abrirse el paso al territorio mediante la derrota de Hai. Véase Josué 7:24–26 y también Isaías 65:10, donde el valle de Acor llega a ser un lugar de pastoreo para el ganado. Del mismo modo, cuando Israel haya reconocido su pecado y se haya liberado de él en verdad, habrá restauración. Por eso el valle de Acor será transformado en una puerta de esperanza.

El Señor restaurará y añadirá a los años que devoraron las orugas. Aun los mismos nombres de los baales (ídolos de Baal) serán quitados de Israel.

A Dios lo llamarán Ishi (esposo mío) y no Baali (mi señor o mi amo). La primera palabra sugiere afecto, mientras que la segunda manifiesta autoridad. Sin embargo, todavía hay más: la palabra Baal debe desaparecer por causa de su connotación maligna y los actos pecaminosos realizados en los cultos a Baal.

Misericordia abundante
El día que Israel regrese al Señor, tendrá bajo su dominio toda la creación. Las bestias del campo, las aves de los cielos y los reptiles de la tierra serán refrenados por Dios, para que Israel pueda habitar seguro. Ya no existirán el arco, la espada ni las batallas. Tal como lo profetizara Miqueas, cada hombre se sentará debajo de su propia vid y debajo de su higuera, y nadie los intimidará (Miqueas 4:4).

Sin embargo, lo mejor de todo será la nueva relación en que se hará entrar a Israel. Habrá una renovación de los votos matrimoniales.

Tres veces le dice Dios a Israel que lo desposará consigo:

  1. para siempre, 
  2. en justicia, juicio, benignidad y misericordia y 
  3. en fidelidad. 
(Todo israelita ortodoxo recita los versículos 19 y 20 del capítulo 2, mientras se coloca la filacteria en el dedo medio de la mano izquierda.)

La palabra usada para “desposar” (’aras, o sea, cortejar a una doncella) dice mucho acerca de la gracia de Dios que borra el pecado. Ya no se mira a Israel como una ramera o adúltera, sino como una virgen sin mancilla. Se lo considera como si nunca hubiese pecado. Compárase esto con 2 Corintios 11:2 respecto a la iglesia a pesar de todas sus faltas. En cuanto a Israel, véase también la notable declaración de Números 23:21 y la designación benévola de Deuteronomio 32:15 (Jesurún es un diminutivo que significa “el pequeño justo”).

Entonces la tierra producirá su fruto y la nación prosperará una vez más. Esta promesa se nos da en los versículos 21 y 22 como una personificación, como si los cielos le pidieran al Señor que les permita hacer caer lluvias refrescantes sobre la tierra para que produzca trigo, vino nuevo y aceite.

La respuesta de Dios será afirmativa e Israel será sembrado por el Señor: Jezreel (véase Miqueas 5:7 e Isaías 37:31). Finalmente, la promesa es que Lo-ruhama será Ruhama y Loammi será Ammi. De este modo se completa un ciclo.

No solamente se conjurará toda maldición, sino que será convertida en bendición. En nuestro resumen de las bendiciones sobre Israel vemos:

  1. consolación — versículo 14; 
  2. fecundidad de la tierra — versículos 15, 21 y 22; 
  3. eliminación de la idolatría — versículo 17 (Zacarías 13:2); 
  4. restauración de la gloria de la naturaleza — versículo 18 (Isaías 35); 
  5. seguridad en la tierra — versículo 18; 
  6. misericordia del Señor en su favor restaurado — versículo 23 y 
  7. conversión nacional — versículos 19, 20 y 23. 
¡Ciertamente el valle de Acor será la puerta de la esperanza!
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martes, 29 de septiembre de 2015

Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo...y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6









NUESTRO AUTO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
1Crónicas 17
Palabra Clave: FIDELIDAD 
1     Cuando David ya habitaba en su casa, sucedió que David dijo al profeta Natán: He aquí yo habito en casa de cedro, pero el Arca del Pacto de YHVH está entre cortinas.
2      Y Natán respondió a David: ¡Haz todo lo que está en tu corazón, porque Ha-’Elohim está contigo!
3      Pero esa misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo:
4      Ve y di a David mi siervo: Así dice YHVH: Tú no me edificarás Casa en que habite.
5      Porque no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los hijos de Israel hasta hoy, sino que estuve de tienda en tienda, y en tabernáculo.
6      Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿acaso he hablado palabra con alguno de los jueces de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo, para decirles: ¿Por qué no me edificáis una Casa de cedro?
7      Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo Israel,
8      y he estado contigo en todo cuanto has andado, y he cortado de tu presencia a todos tus enemigos, y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra.
9      Asimismo he dispuesto un lugar para mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite en él, y no sea más removido, ni los hijos de iniquidad continuen oprimiéndolo como al principio,
10      como desde los días en que puse jueces sobre mi pueblo Israel, y someteré a todos tus enemigos; además, te hago saber que YHVH te edificará casa.
11      Y cuando tus días sean cumplidos para ir con tus padres, levantaré descendencia después de ti a uno de entre tus hijos y afirmaré su reino.
12      Él me edificará Casa, y Yo confirmaré su trono eternamente.
13      Yo le seré por padre y él me será por hijo, y no apartaré de él mi misericordia, como la aparté de aquél que estaba antes de ti,
14      sino que lo confirmaré en mi Casa y en mi reino eternamente, y su trono permanecerá eternamente.
15      Conforme a todas estas palabras, y según toda esta visión, así habló Natán a David.
16      Entonces fue el rey David, y se sentó delante de YHVH, y dijo: ¡Oh YHVH ’Elohim! ¿Quién soy yo y qué es mi casa, para que me lleves tan lejos?
17      Y aun esto fue poco ante tus ojos, oh ’Elohim, pues también has hablado de la casa de tu siervo para un lejano porvenir, y me has considerado según la medida de un hombre excelso, oh YHVH ’Elohim.
18      ¿Y qué más puede decirte David en cuanto a la gloria con la que has honrado a tu siervo, si Tú conoces a tu siervo?
19      Que por amor a tu siervo, oh YHVH, y según tu corazón, has hecho toda esta gran obra, para dar a conocer todas tus grandezas.
20      ¡Oh YHVH!, no hay nadie como Tú, ni hay ’Elohim fuera de Ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
21      ¿Y quién como tu pueblo Israel, nación única en la tierra a la que Ha-’Elohim redimió como pueblo suyo, para manifestar tu Nombre mediante hazañas grandes y terribles, expulsando naciones de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto?
22      Pues hiciste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre, y Tú, oh YHVH, has llegado a ser su Dios.
23      Ahora pues, oh YHVH, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz como has dicho.
24      Y sea confirmado y engrandecido tu Nombre para siempre, a fin de que se diga: ¡YHVH Sebaot, Dios de Israel, es ’Elohim para Israel! Y sea la casa de tu siervo David establecida delante de tu presencia.
25      Porque tú, Dios mío, has revelado al oído de tu siervo que le edificarás una casa; por eso tu siervo ha hallado valor para orar ante Ti.
26      Ahora pues, YHVH, ¡Tú eres Ha-’Elohim!, y has prometido a tu siervo este bien.
27      Dígnate pues bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de Ti, porque Tú, oh YHVH, la has bendecido, y será bendita para siempre.

La fidelidad del creyente
La Fidelidad Recompensada
1 Crónicas 17–20

Dios había dicho al pueblo de Israel que si escuchaban Su voz y le obedecían, recibirían Su bendición. Crónicas demuestra que esta promesa divina, hecha a nivel nacional en Deuteronomio 28, se cumple tambien a nivel personal. En la vida de David como rey de Israel, se combinan estos dos aspectos de la promesa de Dios.
Crónicas intenta demostrar la importancia de la fidelidad a Jehová, tanto de parte del rey como del pueblo. De esta forma, David y todos ellos gozarían los beneficios de la fidelidad del rey elegido “conforme al corazón de Dios”.
EL PACTO DAVIDICO 17
Su Deseo de Construir el Templo 17:1–2
Después de llevar el arca a Jerusalén, la ciudad de David (15:29), el rey observó su propia mansión y la comparó con la tienda en que el arca residía. De allí, nació en él el deseo de construir una casa permanente para el arca de Jehová.
Antes de tomar acción alguna, David consultó con el profeta Natán, el vocero de Dios. Al conocer el deseo de David y la actitud que su corazón reflejaba, supuso que Dios había puesto esa intención de su corazón. Por lo tanto, dio su aprobación al plan. Al mismo tiempo, Natán pudo constatar lo que la nación había observado: que Dios estaba con David.
En la respuesta personal dada por Natán a David, se expresa un principio significativo para el que quiere andar con Dios. Cuando Dios está con alguien, puede hacer todo lo que está en su corazón. El que quiere agradar a Dios y busca que sea glorificado sobre todas las cosas, puede seguir los deseos de su corazón porque éstos persiguen los mismos fines de Dios. Por lo tanto, Dios se encarga de dirigir Ios anhelos de tales personas.
¡PENSEMOS!
Este principio es sumamente importante para la vida espiritual del hijo de Dios. Considere sus implicaciones. ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿De qué tenemos que estar seguros? Al hacer lo que nos corresponde a la luz de esta verdad, ¿qué podemos esperar de parte de Dios? ¿Cómo puede afectar esta verdad su vida esta semana?
Su Pacto Establecido 17:3–15
Tal como el principio expresado indica, Dios se encarga de dirigir el camino del que busca hacer Su voluntad ante todo y glorificarle. A través de Su vocero Natán, el Señor demostró su complacencia con el deseo de David. Sin embargo, tenía otro plan. No sería David quien realizaría el proyecto, sino su hijo.
En lugar de permitir que David construyera la casa de Dios, El establecería la casa real de David. Dios promete mantenerle, a él y a su familia, sobre el trono de Israel para siempre.
No era el plan de Dios que David le edificara un templo de cedro. Es más, hasta ese momento, Dios nunca había pedido a ningún líder que le construyera una casa. El fue quien escogió habitar en medio de Su pueblo y revelarse a ellos desde una tienda. Dios no estaba dispuesto a cambiar ese plan todavía (17:3–6).
Aunque el plan de David no fue aceptado, su deseo produjo dos resultados positivos. En primer lugar, Dios le bendeciría a él y a su descendencia por su deseo de darle el honor que sólo El merece (17:7–15). En segundo lugar, y dentro de ese mismo plan de bendición a la descendencia de David, su hijo llevaría a cabo la edificación del templo que deseaba construir (17:12).
El plan de Dios de bendecir a David demuestra una vez más la grandeza de Su gracia y misericordia. Dios le llamó a ser príncipe sobre Su pueblo, cuando era un simple pastor de ovejas sin importancia, tan insignificante que ni a su propio padre se le había ocurrido que podría llegar a ser una persona de renombre (1 Samuel 16:10–11). Sin embargo, Dios le engrandeció. Había estado con él y había cortado de delante de él a todos sus enemigos.
Dios quería mostrar a David que Su gracia no terminaba con llevarlo al trono, sino que engrandecería más aún su nombre y le haría uno de los reyes más importantes de la historia. Bajo su liderazgo, Dios daría paz al pueblo para que las naciones que les habían maltratado ya no lo hicieran. Dios humillaría a todos los que se le oponían y establecería su casa (17:7–10).
La promesa de Dios de engrandecer a David y a su casa no terminaría con su muerte. También se extendía a su descendencia. Uno de sus hijos, que más adelante se conoce como Salomón, sería confirmado en el trono. Este rey realizaría el sueño de David de edificar el templo, y Dios establecería su trono para siempre.
Salomón gozaría de una relación íntima con Dios como de padre a hijo. Como un padre que quiere a su hijo, Dios nunca le abandonaría ni le quitaría Su misericordia. Más bien, Dios garantizó la permanencia de su trono para siempre. Se debe notar que en cuanto a la promesa hecha a Salomón, Dios tomó toda la iniciativa para asegurar su trono, pues él ni siquiera estaba presente. Dios asumió la responsabilidad de cumplirla, aun cuando Salomón o su linaje fallaran (17:11–15).
Su Respuesta en Adoración 17:16–27
David manifestó la actitud correcta de parte de una persona que quiere ante todo servir a Dios y glorificarle. No le importaba quién realizara la obra ni quién recibiera las felicitaciones por haberla hecho. Lo que le interesaba, era que se llevara a cabo y que Dios fuera glorificado. Así es que David respondió a las promesas del pacto y al plan de Dios para el templo, depositando su confianza en El y adorándole.
LAS OBRAS MAYORES SE REALIZAN
CUANDO NO NOS IMPORTA
QUIEN LAS LLEVA A CABO
SINO QUE DIOS SEA GLORIFICADO
Al escuchar esta promesa de Dios en cuanto al futuro del trono de Israel y la bendición sobre su casa, David responde con alabanza. Como punto de partida, reconoce su indignidad para recibir las bendiciones que Dios en Su gracia le ha prometido, quien se las ha concedido para revelar Su propia grandeza. El puede tomar una persona común como David y transformarla en un gran rey y hacer que permanezca el reinado de su familia a través de muchas generaciones. Por haber hecho una obra tan grande, sólo Dios merece la gloria (17:16–19).
En segundo lugar, David alaba a Dios porque lo mismo que ha hecho con él individualmente, lo ha hecho con Israel como nación. No hay ningún otro dios que haya redimido a Su pueblo de la esclavitud ni que le haya librado de sus enemigos milagrosamente como Jehová había hecho. Dios tomó este pueblo, y de una posición de poca importancia, lo transformó en una gran nación con la que ha querido identificarse como su Dios. Esta obra también se ha efectuado por causa de Su gracia (17:20–22).
David termina su alabanza con la petición de que Dios realice lo que ha prometido de tal modo que El sea glorificado. Al fin y al cabo, el propósito mayor en este plan es que el nombre de Jehová sea exaltado. David desea que la bendición de Dios sobre Israel y sobre su propia familia resulte en honor y gloria para El (17:23–27).
El éxito futuro de Israel como nación y, por consiguiente, de la dinastía davídica, depende de esta condición: que se identifiquen con Jehová de tal manera que El sea reconocido como el Dios de Israel y de David y que sea glorificado en sus vidas. Esta petición establece la base para evaluar históricamente el comportamiento de Israel a través del resto del libro. Sirve como la clave para entender lo que sucede en esta narración. Cuando Israel y su rey son fieles a Jehová y se realiza esta petición de David, el pueblo prospera; cuando no sucede así, Dios les juzga. El juicio divino viene en contra de Su pueblo porque no acepta ser identificado sólo con El.
LAS VICTORIAS MILITARES 18–20:8
La bendición de Dios sobre el reinado de David se extendió al campo de batalla también, pues triunfó sobre muchos enemigos y su reino se engrandeció. Sus victorias fueron más que todo, contra los filisteos, sus principales enemigos, aunque también venció a los amonitas y sus aliados, los arameos. Todas estas hazañas resultaron en el engrandecimiento de su reino.
Dos veces el autor afirma que “Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba” (18:6, 13). Entre otros, se nota que David derrotó a los filisteos, a los moabitas y a los sirios. De todas estas batallas, se recogió mucho oro, plata y bronce. Además, se recibieron muchos regalos y ofrendas de naciones amigas que querían felicitarle y hacer paz con él. En todos los casos, David reconoció de dónde habían venido estas victorias y dedicó los frutos de la batalla a Dios. No se aprovechó de ellos para enriquecerse a sí mismo. Por lo tanto, Dios le bendijo (18:7–8, 10–11).
JEHOVA DABA
LA VICTORIA A DAVID
DONDEQUIERA QUE IBA
Al llegar a ser el rey de Israel, David tuvo que enfrentarse a un problema inesperado. Cuando Saúl le perseguía, David había hecho amistad con varios de los enemigos tradicionales de Israel (1 Samuel 27–30), quienes le ayudaron porque creían que algún día les serviría en su guerra contra Saúl.
David intentó mantener estas amistades y aprovecharse de ellas para alcanzar sus propios fines. Sin embargo, estos pueblos ya no le tenían la misma confianza de antes, porque ahora él representaba al enemigo. Un caso así se presentó cuando murió Nahas, rey de los amonitas. Los consejeros de su hijo le infundieron tanto miedo, que rechazó a los embajadores que David mandó para consolarle. Por el contrario, les tomaron por espías y les maltrataron. Por lo tanto, David tuvo que pelear contra ellos y vencerles. Aunque el autor no lo comenta, parece que Dios quiere enseñar a David a no confiar en alianzas políticas para su seguridad, sino sólo en El (19:1–19).
La actitud manifestada en esta batalla por Joab, el general del ejército de Israel, expresa una verdad importante en cuanto a la obra que Dios nos encomienda. Animó a su hermano diciendo: “Esfuérzate y esforcémonos”. Este ejemplo nos enseña que debemos poner todo nuestro empeño en obtener lo mejor que se pueda para la gloria de Dios. Sin embargo, las consecuencias de nuestro esfuerzo no están en nuestras manos. La victoria no depende de nosotros. Joab confió al resultado a Dios: “Haga Jehová lo que bien le parezca” (19:13).
CUANDO NOS ESFORZAMOS
PARA DAR A DIOS LO MEJOR
QUE PODEMOS PARA SU GLORIA,
EL SE ENCARGA DE LOS RESULTADOS
La consecuencia de esta combinación, el pueblo haciendo su mejor esfuerzo, y Dios dándoles la victoria, resultó en la caída de sus enemigos, aunque tuvieron que enfrentarse a los temibles gigantes de Gat (20:1–8). Cuando somos fieles en el uso de los recursos que Dios nos da y nos esforzamos con todo lo que podemos para Su gloria, El se hace responsable de los resultados y bendice nuestra fidelidad. Así fue como se extendieron las fronteras de Israel.
¡PENSEMOS!
Este equilibrio en la vida cristiana es de suma importancia; sin embargo, muchas veces se nos olvida. ¿Qué ministerio le ha encomendado Dios? ¿Qué es lo que Dios le ha indicado que quiere que haga? Al contemplar nuestro trabajo, necesitamos recordar esto. Muchas veces nos falta una exhortación para esforzarnos, para hacer todo lo que podemos para Su gloria. A la vez, tenemos que recordar a quién corresponde el resultado. Tenemos que confiar en Dios para asegurar que se cumpla lo que El quiere. ¿Cuál de estos dos recordatorios le hace falta en relación con el ministerio que se le ha señalado? ¿Se debe esforzar más para que Dios sea glorificado en este empeño? O, ¿tiene que dejar de luchar por su cuenta y encomendar su ministerio a Dios para que El haga Su voluntad?

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