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jueves, 7 de julio de 2016

cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí...hasta en las partes más lejanas de la tierra.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El Espíritu Santo entra en acción para dar poder a los cristianos
CUESTIONES SALTANTES DE HECHOS 
Cuando Lucas escribió este libro, él no lo llamó Hechos. 
Alrededor del año 150 d.C., los creyentes comenzaron a llamar al libro de Lucas Los Hechos de los Apóstoles. La mayor parte de Hechos relata acontecimientos relacionados con los ministerios de los apóstoles Pedro y Pablo. 
  1. Hechos capítulos 1–12 se concentran en el ministerio de Pedro y 
  2. los capítulos 13–28 tratan del ministerio de Pablo
Aunque en Hechos 1:13 se mencionan los nombres de todos los apóstoles, la mayoría no se mencionan otra vez. Después del primer capítulo, solamente Pedro, Santiago, Juan y Pablo se nombran otra vez. En realidad, El Espíritu Santo es enfatizado más que cualquiera de los apóstoles. Lucas se refiere al Espíritu más de 50 veces en Hechos.
 
Lucas introduce al Espíritu Santo en el segundo versículo de Hechos:
 “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido” (Hechos 1:1–2). 
 
Lucas muestra que aun Jesús dependía del Espíritu Santo; luego él nos recuerda que los apóstoles continuaron el ministerio de Jesús con el poder del Espíritu Santo. Antes de que Jesús volviera al cielo Él mandó a los creyentes que permanecieran en Jerusalén. Ellos tenían que esperar para que el Espíritu Santo los llenara e invistiera con poder (Hechos 1:4–5). Este énfasis en el Espíritu Santo hace que muchas personas crean que el mejor título para este libro es: Los Hechos del Espíritu Santo.
 
A pesar de que Lucas escogió no escribir su nombre al principio de su Evangelio, o de Hechos, la mayoría de los profesores bíblicos concuerdan en que él fue el escritor de Hechos.
 
 Aunque a él no se le identificó como un apóstol, escribió más palabras en el Nuevo Testamento de las que Pablo escribió. Hasta donde se sabe, Lucas nunca predicó un sermón ni ejecutó un milagro. Lucas a menudo viajaba con Pablo, y fue cuidadoso al registrar con precisión el ministerio de los apóstoles.
 
Existen por lo menos cinco razones para creer que Lucas escribió Hechos.
          El escritor de Hechos fue uno de los que acompañó a Pablo en algunos viajes misioneros. En Hechos 16:10 dice: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia.” La palabra nosotros prueba que el escritor estaba con Pablo (léase también Hechos 20:5; 21:18; 27:1; 28:1–2, 10–16). 
     Además, Pablo escribió que una persona que viajaba con él era Lucas, un doctor gentil (Colosenses 4:14). Los pasajes con la palabra nosotros no son suficientes para probar la autoría, pero es una razón por la que los expertos creen que Lucas escribió Hechos.
 
          Quien haya escrito Hechos también escribió otro libro acerca de Jesús. Hechos 1:1 dice: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar.” Teófilo era un nombre común en los tiempos del Nuevo Testamento y era una combinación de dos palabras en griego, Theo “Dios”, y filo “amor”. Así que Teófilo significa “alguien que ama a Dios”. Ya que Hechos se escribió para aquel que ama a Dios, cada creyente puede sentirse incluido en este concepto.
 
     Tanto Lucas como Hechos fueron dirigidos a la misma persona, Teófilo. En Lucas 1:3 la palabra excelentísimo describe a Teófilo. Esto sugiere que él era un funcionario o una persona rica, de alta posición social. La iglesia siempre ha creído que el “primer tratado” mencionado en Hechos 1:1 es el Evangelio de Lucas. Lucas y Hechos funcionan juntos, como un escenario histórico, pues se entienden mejor juntos por las siguientes razones.
 
     Un apóstol es una persona enviada para cumplir una misión a través de la autoridad de quien la envía. En la Biblia, la palabra apóstol se usa especialmente para referirse a los doce que Jesús comisionó para que lo siguiesen. 
 
     Después de su comisión especial camino a Damasco, se contó también a Pablo como un apóstol. De entre los trece apóstoles, algunos escribieron varios libros del Nuevo Testamento. El autor del Evangelio de Lucas no era apóstol y sabemos esto por lo que dice en Lucas 1:1–3. Aquí nos damos cuenta de que Lucas no fue un testigo ocular del ministerio de Cristo en la tierra. 
 
    Así también, nada en Hechos sugiere que su escritor haya reclamado autoridad como apóstol. Lucas encaja con esta descripción, mientras que Pedro, Pablo y otros escritores no lo hacen.
 
          Los creyentes desde el tiempo de la iglesia primitiva hasta hoy día han aceptado que Lucas es el autor del tercer Evangelio y Hechos.
 
          Lucas y Hechos están organizados de manera semejante. Estudie el siguiente cuadro y observe el arreglo similar entre los libros Lucas y Hechos. Lucas hace un paralelo entre el ministerio de Cristo en su Evangelio, con el ministerio del cuerpo de Cristo, o sea, la iglesia en el libro de Hechos.

Muchos profesores de la Biblia creen que Lucas escribió Hechos aproximadamente en el año 63 d.C. Tres fechas históricas nos ayudan a establecer esta dirección. 
  • Primero, Hechos menciona la primera vez que Pablo estuvo encancelado en Roma, lo que tuvo lugar cerca de los años 60–63 d.C. Así que Hechos debe de haber sido escrito después. 
  • Segundo, Roma se incendió en el año 64 d.C. El César Nerón culpó a los cristianos y comenzó a perseguirlos. La buena relación que Pablo tenía con los líderes romanos sugiere que Hechos fue escrito antes de que este suceso clave aconteciera. 
  •  Finalmente, no se menciona en Hechos la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Parece indudable que Hechos fue escrito antes de ese tiempo.
 
Hechos está tan lleno de acción que podríamos pasar por alto el cuadro mayor. Sin embargo, Lucas escogió algunas historias por razones específicas. Ellas funcionan en conjunto para darnos un cuadro de la obra del Espíritu Santo.
 
Hechos nos relata la historia de los primeros treinta años de la iglesia. Lucas dibujó el cuadro mayor de la historia pero no cada detalle. 
 
Por ejemplo, en Hechos 20:7 él escribió que Pablo enseñó en Troas hasta la medianoche, pero Lucas no dice nada acerca de lo que Pablo enseñó allí. Un libro que registrara todas las enseñanzas de Pablo en Troas esa noche probablemente sería más extenso que el libro de Hechos. Imagínese cuántos libros hubiera tomado para contar todo lo que pasó en la iglesia durante sus primeros treinta años. 
 
Así que Hechos contiene sólo una fracción de lo que sucedió en la iglesia primitiva. (Véase Juan 20:30–31; 21:25.) ¿Por qué Lucas escogió las historias y eventos que él incluyó en Hechos? ¿Por qué el Espíritu Santo guió a Lucas para escribir acerca de ciertas cosas? Se pueden identificar por lo menos cinco cosas que Lucas logró en Hechos.
 
En el Nuevo Testamento, Hechos es un vínculo entre los Evangelios y las epístolas de Pablo. Al principio, el Nuevo Testamento solamente tenía dos partes, que incluían los cuatro Evangelios y las epístolas que Pablo escribió a varias iglesias y creyentes. Esto dejó un vacío en la historia escrita de la iglesia.
 
Lucas escribió Hechos después de que Pablo escribió Primera y Segunda de Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y Primera y Segunda de Tesalonicenses. Los capítulos 13–28 de Hechos hablan de los viajes de Pablo y suplementan muchos detalles. 
 
En Hechos se puede ver cómo Pablo comenzó las iglesias en Galacia, Tesalónica, Corinto, Éfeso y Filipos. Hechos también nos presenta a Timoteo y Tito, pastores a quienes Pablo les escribió tres o más epístolas. Así, Hechos nos da antecedentes importantes de las cartas de Pablo.
 
Lucas revela que la iglesia crecía por lo menos en cuatro aspectos.
1.     La iglesia crecía en número.
En el Día de Pentecostés, la iglesia cabía en una habitación. Luego, miles de judíos fueron salvos en Jerusalén (Hechos 2:41, 47; 4:4). Poco tiempo después hubo otro incremento en número para la iglesia. “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7). A través de Hechos el número de creyentes crecía.
 
2.     La iglesia se extendía geográficamente.
Hechos cuenta cómo la iglesia creció desde Jerusalén hasta Roma, el corazón del Imperio Romano. Hechos 8:1 muestra cómo la persecución esparció a los creyentes desde Jerusalén hasta nuevos lugares. Lo que algunos se propusieron para silenciar el mensaje de Cristo sirvió más bien para acelerar el evangelio a través del Imperio Romano. Posiblemente ésta es la razón del porqué la iglesia llegó a Roma aun antes de que Pablo, el gran misionero de la iglesia, llegara allá (Hechos 28:14–15). Hechos también muestra cómo los viajes de Pablo ayudaron a expandir el alcance de la iglesia. No es casualidad que Hechos 1 comienza con Jerusalén y Hechos 28 termina en Roma. Lucas ordenó sus historias para mostrar el crecimiento geográfico de la iglesia.
 
3.     La iglesia expande su misión.
La iglesia temprana (Hechos 1:1–7:60) era estrictamente judía. ¿Cómo fue que la iglesia abrió sus puertas a otros grupos étnicos y culturales? Observe tal progresión en Hechos.
 
  En Hechos 2, los viajeros de quince regiones oyeron el evangelio; sin embargo, ellos eran principalmente judíos y convertidos al judaísmo que habían llegado a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés. 
 
En Hechos 6:1 la iglesia incluía dos grupos de judíos: uno hebreo y otro griego. 
 
En Hechos 8 se observa que Felipe alcanzó a otros que no eran judíos, les predicó a los samaritanos y luego a un etíope. Aun así, los samaritanos compartían un trasfondo étnico y religioso común con los judíos, y el etíope estaba estudiando las Escrituras de los judíos.
 
 Hechos 10 trae un cambio notable en este patrón; pues aquí Dios específicamente instruye a Pedro para compartir el evangelio con Cornelio, que era un oficial importante en el aborrecido ejército de Roma. Esto llevó a un cambio de actitud hacia los no judíos, pues cualquiera podía ser salvo, no solamente los judíos (Hechos 11:18). Dios había dicho esto y les había dado a estos Romanos el Espíritu Santo, lo cual fue sorprendente para los creyentes judíos.
 
Los muros de prejuicio estaban comenzando a caer. En Hechos 11:19–21, mientras la mayoría de los cristianos esparcidos compartían el evangelio sólo con judíos, unos pocos comenzaron a testificar a los griegos. Hechos 13 señala un desarrollo aun mayor. Vemos que Pablo se vuelve a los gentiles intencionalmente después de que los judíos en Antioquía de Pisidia rechazaron las buenas nuevas (Hechos 13:43–47). Esto fue un cumplimiento del plan original de Dios de que “serán benditas en ti [los judíos] todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3) y la dirección de Dios para que Pablo como el instrumento escogido llevara el nombre de Dios a los gentiles (Hechos 9:15). Sostenidamente la iglesia crecía a fin de incluir gente de cada tribu, nación, lengua y cultura.
 
4.     La iglesia crecía en teología.
En los primeros días los cristianos judíos seguían las leyes estrictas de Moisés. Les tomó tiempo entender la relación correcta entre la ley y la gracia: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras” (Efesios 2:8–9). 
 
 Hechos 15 documenta la lucha de la iglesia con una pregunta crucial. ¿Deben los gentiles circuncidarse y seguir la ley de Moisés (Hechos 15:5)? La respuesta de Pedro fue no, porque la salvación no viene por volverse judío sino a través de la gracia de Jesucristo (Hechos 15:11).
 
Hechos ofrece una guía en cuanto a lo que la iglesia debiera creer y hacer. 
Algunas personas argumentan que Hechos es un documento histórico, y que por lo tanto no debería usarse como guía. Sin embargo, hay que recordar que Lucas escribió una historia selectiva de la iglesia y no una completa. 
 
Lucas usó la historia para enseñar ciertos temas (Stronstad 1995, 47). 
Uno de sus propósitos era enfatizar lo que la iglesia primitiva creía. ¿Cuál es la utilidad de saber lo que ellos creían? Es que los primeros creyentes estaban bajo el mismo pacto que tienen los de hoy. Hechos nos enseña lo siguiente:
     las Escrituras, oración, compartir y fraternidad
     la obra del Espíritu Santo de glorificar a Cristo
     conocer y alabar a Dios
     testimonio, señales y maravillas, y ser lleno del Espíritu
     hablar en lenguas, profetizar, y otros dones espirituales
     resolver problemas de crecimiento de la iglesia, evangelizar, y enseñar a nuevos creyentes
     el poder de Dios actuando durante la persecución
     el amor de Dios por la gente de todas las naciones
 
Tal entendimiento de fe sirve como un antecedente crucial a la apologética. Lucas probablemente escribió Hechos mientras Pablo estaba prisionero en Roma. Tal vez cuando Pablo fue al juicio, Hechos apoyó su defensa. Hechos también ayudaría a defender a otros creyentes en otros lugares.
 
     Lea Hechos 4:8–12. Nótese cómo defiende el cristianismo ante los judíos. Ahora lea Hechos 25:8–11. En este pasaje se presenta la defensa ante los gentiles. El Espíritu guió a Lucas para incluir en Hechos respuestas a conflictos que involucran tanto a judíos como a gentiles.
     Hechos también responde preguntas que los líderes del gobierno harían acerca del cristianismo. Lucas mostró que la iglesia es pacífica y que los creyentes respetan a los líderes del gobierno. Los desórdenes y problemas civiles que aparecen en Hechos eran causados por los enemigos de la iglesia y no por los cristianos.
 
Lucas no se imaginaba por cuanto tiempo la iglesia permanecería en la tierra, sin embargo uno de sus propósitos fue enseñar a futuros creyentes. El poder y los principios de Hechos son válidos para la iglesia hasta que Cristo regrese.
 
  Hechos muestra que el Espíritu usaba apóstoles, líderes y laicos (Hechos 2:17–18). 
Por cada apóstol en el aposento alto había nueve laicos. Lucas organizó Hechos en torno al ministerio de dos apóstoles, Pedro y Pablo. También, incluyó los ministerios de muchos creyentes comunes.
 
Tal vez el propósito más grande de Lucas en el libro de Hechos fue enfatizar el ministerio del Espíritu Santo a través de los creyentes.  
En su Evangelio Lucas estableció que Jesús dependía del Espíritu (Lucas 4:1, 14, 18). Él también registró la promesa de Jesús, que el Espíritu vendría sobre todos los creyentes (Lucas 11:13; 24:49). Sin embargo, en Hechos, ¡Lucas enfatizó al Espíritu cincuenta y cinco veces! 
 
Tome algunos minutos para estudiar las referencias del cuadro que está al final de esta sección (“Referencias al Espíritu Santo”). Allí se enfatiza que el Espíritu Santo debe ser la fuente de todo lo que hacemos para Cristo. Lea esta lista a menudo y pídale al Espíritu Santo que actúe a través de su vida.
 
Las iglesias de crecimiento más rápido hoy enfatizan el ministerio de los laicos. Algunas de estas iglesias en crecimiento tienen más de cien ministerios que los laicos llevan a cabo. 
  • Ellos visitan a los enfermos, 
  • alimentan a los pobres y le enseñan a la gente a leer. 
  • Ayudan a estudiantes que tienen problemas con sus estudios. 
  • Los laicos ayudan a las viudas y a los huérfanos, y aconsejan a jóvenes en problemas.
  • Pintan escuelas en las comunidades. 
  • Construyen edificios para iglesias nuevas. 
  • Cosen y cocinan para levantar fondos para la iglesia. 
  • Los laicos leen historias de la Biblia a los niños de su comunidad. 
  • Tienen estudios bíblicos en sus hogares. 
  • Hablan con la gente que anda buscando respuestas.
  •  Ellos arreglan bicicletas o vehículos descompuestos. 
  • Algunos médicos instalan clínicas en iglesias locales para ofrecer servicio médico o dental en forma gratuita. 
  • Otros oran por los que tienen necesidad. 
Estos son algunos ejemplos de lo que los laicos pueden hacer. Cuando nosotros somos llenos con el Espíritu, Él puede guiarnos hacia muchos ministerios. Cada miembro del cuerpo de Cristo debería tener un ministerio. Cada creyente debería preguntarse “¿Qué estoy haciendo para servir a Dios y a los demás?”
 
El Espíritu Santo quiere actuar a través de todos los creyentes hoy. 
Su plenitud nos da el valor para servir y testificar de Jesús. La iglesia primitiva tenía poco de las cosas que se valoran hoy día, pero la iglesia se esparció como un fuego a través del mundo. 
 
Una vez más, repase la lista de los ministerios mencionados en Hechos. Observe los eventos e historias que se pudieron haber perdido en Hechos sin el ministerio del Espíritu Santo. El Espíritu es la clave para ayudar a cada creyente a ser un obrero.
 
Hechos cumple por lo menos cuatro funciones primordiales en el Nuevo Testamento. 
  • Primero, Hechos sirve como un vínculo entre los Evangelios y las epístolas de Pablo. 
  • Segundo, Hechos explica cómo la iglesia creció en número, geográficamente, en la extensión cultural de su misión y en teología. 
  • Tercero, Hechos sirve como una guía para la fe y la apologética. 
  • Cuarto, Lucas enfatiza el poder del Espíritu Santo. Si pasamos por alto el énfasis que Lucas hace sobre el Espíritu Santo, nos perderíamos del propósito más grande que él tuvo para escribirlo.
Lucas entrelazó cuatro temas en una historia dinámica. Hechos dice cómo el Espíritu Santo invistió de poder a la iglesia para que testificara de Jesús desde Jerusalén hasta Roma.
 
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martes, 21 de junio de 2016

Éstas señales se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis vida en su nombre

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




¿Qué propósitos tuvo Juan para escribir el Evangelio? Las Señales

Juan tuvo un propósito teológico al escribir "SU" Evangelio - comprender las señales

La intención que Juan tenía al escribir el Evangelio es muy clara. Nos dice explícitamente:

«Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:30, 31).

Esta declaración de principios dirige nuestra atención hacia las «señales» que Jesús hizo, al hecho de que Juan hace una selección de «todas ellas» y al propósito teológico y evangelístico que dirige todo el libro.

Juan escribe sobre muchos temas:

  • el ministerio de Juan el Bautista, 
  • los discursos de Jesús, 
  • la magnífica historia sobre lo que aconteció en el aposento alto, 
  • la última noche de la vida de Jesús, 
  • historias sobre acontecimientos tanto esperanzadoras como decepcionantes, 
  • llegando al clímax con la pasión y la resurrección. 
Pero al resumirlo todo en una frase, Juan destaca las «señales». Creo que este hecho no implica que Juan considere las señales como la parte más importante del Evangelio. Sin embargo, es evidente que, cuando él quiso aclarar el propósito global, las utilizó.

Las señales

Juan tiene su propia forma de utilizar la palabra «señal».
Es una palabra importante que indica algo que la trasciende. Cuando se usa para hablar de un milagro, se entiende que el hecho no es un fin en sí mismo. Tiene un significado que se completa con otros aspectos, además del milagro.

Por supuesto, Juan no es el único que utiliza este término. Los Sinópticos también lo usan a menudo.

  1. En Mateo lo encontramos trece veces, 
  2. en Marcos siete y 
  3. en Lucas once. 
Sin embargo, más bien lo utilizan para explicar la «señal» que el ángel dio a los pastores de que encontrarían a un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre (Lucas 2:12), o la «señal» del cielo que los fariseos pedían a Jesús. (Marcos 8:11).

Jesús condenó a sus contemporáneos como «generación adúltera y perversa» por buscar una señal, y llegó a decir que la única señal que verían sería la del profeta Jonás. Dios había obrado en Jonás y, por lo tanto, él era una «señal». De igual manera que el reluctante profeta estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, Jesús dijo que el Hijo del Hombre estaría «en la tierra tres días y tres noches» (Mateo 12:38–40).

En otra ocasión, cuando los saduceos y los fariseos se unieron para pedirle a Jesús una señal, Él les reprochó que pudieran interpretar la climatología, sabiendo leer en el cielo las señales de buen o mal tiempo, y no pudieran interpretar «las señales de los tiempos». De nuevo, la misma «generación adúltera y perversa» busca una señal, pero no recibirán nada aparte de la «señal de Jonás» (Mateo 16:1–4).

Los discípulos de Jesús podían buscar señales. Le preguntaron: «¿Cuándo sucederá esto y qué señal habrá cuando todas estas cosas se hayan de cumplir?» (Marcos 13:4, cf. Lucas 21:7). Mateo lo expresa de la siguiente manera: «¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu venida…?» (Mateo 24:3).

En el discurso que Jesús pronunció a continuación no solamente habló de «la señal«, sino de una multiplicidad de grandes señales y maravillas que aparecerían en el tiempo (Mateo 24:24, Marcos 13:22, Lucas 21:25–28), aunque Mateo habla específicamente de «la señal del Hijo del Hombre» que aparecerá en el cielo» (Mateo 24:30).

Puede ser importante notar que la demanda siempre es de una señal, no de señales. Nadie le pide a Jesús que realice una multitud de milagros. La razón que puede explicar este hecho es que «la señal» constituiría una prueba irrefutable de que Él venía de Dios. Nadie menciona qué tipo de señal era la que se esperaba, de modo que aparentemente, no esperaban nada específico que la constituyera.

Sin embargo, la gente pensaba que si ocurriera algo incuestionable que mostrara como un rayo de luz que Jesús era un ser celestial, las cosas estarían más claras. Ése era precisamente el tipo de señal que Jesús se negaba inmediatamente a dar.

Él debía ser reconocido por quién y qué era y por lo que habitualmente hacía. Existían señales para los que tenían ojos para ver, pero no había una actuación deslumbrante que implicara ningún tipo de creencia por parte de los espectadores. La demanda de una señal se fundamenta en la idea de que Dios tenía que actuar de acuerdo con las previsiones de los escribas y de los fariseos, y esto es hacer de él un dios en términos humanos. Por esto Jesús llama a los que demandaban una señal de este tipo una «generación perversa y adúltera».

Las señales en el Evangelio de Juan

Juan utiliza la palabra semeion 17 veces, de las cuales 11 se refieren a milagros de Jesús. Puede ser una referencia general, como la que tenía Nicodemo en la cabeza: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él» (Juan 3:2). Es importante observar que Nicodemo distingue que los milagros no son un fin en sí mismos (son «señales») y contempla este hecho como una prueba de que Jesús «venía de Dios» (Nicodemo entiende correctamente el significado de «señal»).

Encontramos una actitud parecida en algunos fariseos cuando Jesús sanó al ciego de nacimiento. La opinión de uno de ellos era: «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el día de reposo». Pero otros compañeros decían: «¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales?» (Juan 9:16). Esta opinión no se rebatió, pero aquellos que pensaban de otra manera tampoco cambiaron de idea. Los que exteriorizaron las palabras, entendieron que Dios estaba actuando en Jesús, y esto tenía más importancia de lo que los fariseos, en general, no podían entender sino como una violación del día de reposo.

Las señales podían llevar a la gente hacia Jesús, como los 5.000 a los que alimentó con los panes y los peces (Juan 6:2). Acercarse a Jesús por ese motivo no es el ideal, pero Él no rechaza a nadie, incluso a los que se le acercan por tales motivos.

Incluso más adelante se queja de los que vienen a Él con motivos más bajos: «Me buscáis no porque hayáis visto las señales, sino porque habéis comido de los panes y los peces y os habéis saciado» (Juan 6:26).

La fe que se apoya en las señales no es la clase de fe más elevada, pero es de lejos mucho mejor que acercarse a Jesús para obtener una buena comida. Las señales deben provocar la fe, y Jesús acoge a los que reaccionan a ellas creyendo en Él. Esto no significa que buscara hacer una señal que no diera posibilidad a la gente de no creer en Él.

Un poco más tarde en la misma situación le preguntaron: «¿Qué pues, haces tú como señal para que veamos y creamos?». Pero el Jesús del cuarto Evangelio se negaba a realizar tales señales, igual que el Jesús de los Sinópticos.

Las señales podían, y solían, traducirse en fe. Pero nunca fueron el arma que aplastase de manera definitiva a la oposición. Siempre cabía la posibilidad de que la gente se negara a ver la mano de Dios en las señales y que, por lo tanto, no creyeran. Solamente aquellos que estaban abiertos a lo que Dios decía, respondían con fe. Y esas personas querían y respondían de esta manera.

La palabra «señal» en sí misma no tiene necesariamente una connotación sobrenatural.

  • Puede ser utilizada como «una indicación en el paisaje que señala direcciones». Utilizando la palabra en estos términos, 
  • Pablo escribe a los Tesalonicenses que el saludo con su propia mano es «una señal distintiva en todas mis cartas» (2 Tesalonicenses 3:17). 
  • También habla de la circuncisión como una «señal» (Romanos 4:11) y, por supuesto, ésta es una señal divina institucionalizada: Desde antaño Dios instituyó la circuncisión como señal del pacto que hizo con Abraham y sus descendientes (Génesis 17:10–14). Esto nos lleva al uso más característico del término en la Biblia, su uso en conexión con la presencia de Dios. En este caso, puede referirse, como la circuncisión, a algo que Dios ha ordenado y que tiene importancia para la práctica de la religión, o a algo que Dios mismo hace. 
  • Un ejemplo importante y característico es la expresión «señales y milagros» para describir lo que Dios hizo para sacar a Israel de Egipto (Deuteronomio 26:8). Al mismo tiempo que el término no perdió su antigua connotación secular usado para todo aquello que se pueda discernir como importante, llegó a tener un significado especial para los religiosos, una «señal» podía mostrar la actividad de Dios.Es esta «presencia de Dios» la que se busca en los pasajes de Juan donde aparece este término. 
  • Nicodemo se dio cuenta porque cuando se acercó a Jesús le saludó con las palabras: «sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él» (3:2). Es este momento de la narración, no sabemos a qué señales se está refiriendo Nicodemo.

Dado que Juan solamente ha mencionado la transformación del agua en vino en las bodas de Caná, no es probable que el fariseo de Jerusalén se refiera a este incidente rural. Pero Juan nos enseña que Jesús hizo un gran número de señales visibles para los habitantes de Jerusalén (2:23), y, evidentemente, Nicodemo había oído hablar de ellas. No solamente había oído hablar de estas señales, sino que supo reconocer su significado. De esta manera estaba reconociendo el origen celestial de Jesús.

Me gustaría pasar a comentar otras cosas que Juan dice sobre Jesús y sobre lo que sus señales nos enseñan. Pero antes de esto, me gustaría recalcar que las señales nos dicen mucho sobre Dios.

Nadie en su sano juicio intentaría minimizar el papel de Jesús en el cuarto Evangelio, pero lo que debe quedar muy claro es que este Evangelio sitúa a Dios en el lugar más alto. A través de estas señales es Dios mismo el que se muestra y actúa. C. K. Barret resalta una importante diferencia entre escritores como Filón y los gnósticos por un lado y Juan por otro.

Tanto Filón como los gnósticos comenzaron entendiendo la naturaleza de Dios: Él debe entenderse como pura bondad o un ser puro, como Omnipotente y, consecuentemente, capaz de hacer cumplir su voluntad. Se preguntan cosas como: «¿Cómo puede un Dios así amar y redimir a criaturas que no merecen ser amadas y que, por lo general, no desean salvarse?». De esta forma desarrollan «elaborados sistemas de mediación» para explicar cómo el Dios por el que postulan puede llevar a cabo estas cosas.

Pero Juan comienza con el Mediador, el Mediador que acerca al pueblo «al Dios de la tradición bíblica quien, a pesar de estar en las alturas, es el Creador de todas las cosas, siempre activo en las cuestiones humanas y siempre listo para morar en aquel que tenga un espíritu apesadumbrado y contrito.

Debe quedar claro que el cuarto Evangelio no es una teoría espiritualizada sobre la naturaleza de Dios y de cómo ese Dios acorta distancias entre Él y su creación. Existe un Mediador, uno que en lo que es y en lo que hace nos revela al mismo Dios. Y el Dios que encontramos en este Evangelio es un Dios que se interesa por su creación, que ama a su pueblo, que nunca abandona a los que ha creado. Este Dios que actúa consigue su propósito a través de Jesús. En la tumba de Lázaro Jesús oró: «para que crean que Tú me has enviado» (Juan 11:42). No estaba buscando nada para Él de la señal que iba a acontecer, buscaba que las personas vieran que Dios le había enviado. Juan hace una vívida descripción de Jesús. Pero también tranquiliza a sus lectores con el Dios vivo.

Las señales nos hablan sobre cómo Dios trabaja y cómo la mano de Dios está presente en ellas. Pero también nos muestran algo sobre Jesús. Según la versión de Juan, las señales eran tan especiales que ni siquiera un hombre piadoso podría hacerlas, a no ser que tuviera una relación muy especial con Dios. Son una indicación de la superioridad de Jesús con respecto a los hombres piadosos, no una prueba de que el lugar de Jesús estuviera entre ellos.

R. Schnackenburg, tras estudiar el significado teológico de las señales, cree que «finalmente nos conduce a asumir una conexión intrínseca entre la encarnación y la revelación de Jesucristo en “señales”, algo que presenta y hace posible». Las señales nos indican lo que Dios hace, pero su objeto es mostrar lo que Dios hace en Jesús, no en toda la humanidad.

Y lo que Dios hace en Jesús es consumar el decisivo acto de la salvación de los pecadores.

  • Se está revelando: gracias a lo que hizo en Jesús sabemos que «Dios es amor» (1 Juan 4:8, 16). 
  • Pero también está expiando, porque su amor implicaba entregar a su propio Hijo «para que todo aquel que crea en Él no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Las señales apuntan hacia este acto decisivo. Por esto Alan Richardson puede decir de la primera señal que Juan recoge, la transformación del agua en vino, que «implica un simbolismo muy sugerente, y hay un sentimiento como si todo el Evangelio girara en torno a este hecho». Indica también que en el capítulo 3 Nicodemo «aprende lo inadecuado del Judaísmo y la necesidad de nacer de nuevo en Cristo. 

El significado del milagro de Caná es que el Judaísmo debe ser purificado (cf. Juan 2:6) y transformado para encontrar plenitud en Cristo, el que trae la nueva vida, la vida eterna de Dios que ahora se ofrece al hombre a través de Su Hijo». El significado de una señal individual sólo puede entenderse dentro del gran plan de salvación que Dios lleva a cabo a través de su Hijo. J. D. G. Dunn insiste en ello. Puede decir: «El significado real de los milagros de Jesús es que apuntan hacia su muerte, resurrección y transformación, hacia la transformación producida por un nuevo espíritu, y por lo tanto nos llevan a creer en Jesús el (crucificado) Cristo, el (resucitado) Hijo de Dios». Puede que muchos no estén dispuestos a admitir esta visión de las señales, pero no cabe duda de que el hecho de que ellas apunten hacia la obra salvadora de Jesús no ofrece lugar a dudas.

Es importante resaltar que, a veces, Juan dice que las personas creyeron simplemente por las señales. Éste fue el caso del milagro de las bodas de Caná. Después de esta señal vemos cómo los discípulos «creyeron en Él» (Juan 2:11). No hubo discurso ni enseñanza sobre lo sucedido.

Simplemente fue la señal y después, la fe. Exactamente igual que en la sanación del hijo del oficial del rey. Cuando el oficial del rey supo que su hijo había sanado en Capernaum en el mismo momento en el que Jesús pronunció sus palabras en Cana, «creyó él y toda su casa» (Juan 4:53). De nuevo, sin discursos, Jesús no explica que Dios está en todo el proceso, y tampoco demanda fe. Simplemente hace la señal, que viene seguida de fe.

Había también una diferencia entre algunos de los oponentes de Jesús: los que le preguntaban: «Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras?» (Juan 2:18) y los que le decían «¿Qué, pues, haces tú como señal para que veamos y te creamos?» (Juan 6:30).

El primer ejemplo tiene lugar después de limpiar el templo y es una muestra de que, a través de lo que Jesús hizo ese día, estaba mostrando alguna prueba evidente de su carácter divino.

La petición era que Jesús diera pruebas de que Dios estaba en lo que hizo. Si no conseguía probarlo, la conclusión sería que su actividad era meramente humana y por lo tanto no debían prestarle atención. Pero si conseguía producir una «señal», entonces las cosas cambiarían. Sabrían que Dios obraba en Jesús y se darían cuenta de lo que hacía. Ésta era su reclamación.

Pero el segundo pasaje hace dudar de la sinceridad de los oponentes porque la demanda de una «señal» se hizo después de la alimentación de los 5.000, como si este milagro no fuese suficiente señal. Lógicamente, Jesús se queja de su actitud en el discurso que pronunció en aquella ocasión cuando dijo, entre otras cosas: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Juan 6:26).

La satisfacción física de disfrutar de una buena comida podía atraerles, pero eran incapaces de percibir la «señal» que Jesús estaba haciendo. Lo triste es que, además, esta señal nos enseña una gran verdad: que Jesús provee para nuestras necesidades espirituales más profundas y que esta provisión solo se encuentra en Él.

En otra ocasión, Jesús señaló que sus oyentes no creerían a no ser que vieran «señales y prodigios» (Juan 4:48). Buscaban actos espectaculares y milagrosos y, hasta que no los vieran, no verían al Mesías. Preferían elegir ese tipo de actos. Uno piensa que la serie de «señales» recogidas en este Evangelio son una prueba suficiente del poder milagroso, pero los enemigos de Jesús no estaban convencidos.

Con el tiempo llegaron a reconocer que Jesús hacía milagros, incluso aplicaron la palabra «señal» para describirlos: «Este hombre hace muchas señales» (Juan 11:47). Pero aún reconociendo esto, no descubrieron la mano de Dios y seguían dispuestos a enfrentarse a Jesús.

Por supuesto, desde la Antigüedad, personas ajenas al pueblo de Dios realizaron milagros (como los magos egipcios en la época de Moisés), e Israel fue advertida de no dejarse engañar por esta gente ni por sus hechos (Deuteronomio 13:1–5). Evidentemente, los líderes judíos tenían este punto de vista sobre las señales de Jesús: las reconocían como el tipo de cosas que la gente corriente no podía hacer, pero no aprendían nada sobre la persona de Jesús ni sobre su relación con Dios. No acertaron a ver la mano de Dios en todo ello.

En otras palabras, no entendieron nada. R. T. Fortna señala que: «presenciar un milagro, incluso beneficiarse de él y buscar a su autor… y seguir sin entender que se trata de una “señal” es no comprender nada. Una señal, para ser entendida o “vista”, debe ser entendida con todo su sentido teológico».

Algunas personas vieron cómo Jesús alimentaba a una multitud con cinco panes y dos peces, e incluso participaron de la comida, y aún así seguían insistiendo en pedir una señal (Juan 6:30). Habían visto el milagro.

Se habían beneficiado personalmente de él, pero habían fracasado a la hora de entender su significado; no habían sabido entender que Dios estaba actuando en lo que hacía Jesús. No habían sabido entender la señal.

Lo que Juan dice es que deberían haberlo entendido. Lo que Jesús hacía no era simplemente milagroso (Juan nunca utiliza teras, «milagro» para describirlo); era significativo. Los signos o señales no tenían como objetivo mostrar lo bellísima persona que era Jesús, su objetivo era enseñar sobre Dios, mostrar cómo Dios actuaba a través de Jesús, y retarles a responder a esta iniciativa divina con fe.

El problema con los líderes judíos es que no podían ver la mano Dios cuando actuaba delante de ellos. Vieron que había una conexión entre los milagros y la fe: «Este hombre hace muchas señales. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en Él» (Juan 11:47, 48). Pero negaban tanto la realidad de los milagros como su poder para provocar la fe. Negaban la mano de Dios en ellos. Consideraban solo como obras de poder aquello que debía haberles llevado a la fe (aunque utilizaban la palabra «señal» no entendían su significado). Y dado que los milagros no eran más que obras de poder, el resultado era endurecimiento, no fe.

En un importante pasaje, Juan señala este fracaso como el cumplimiento de una profecía. Dice de Jesús: «Aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en Él, para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído nuestro anuncio…?» (Juan 12:37, 38).

Juan cita Isaías 53:1, y añade Isaías 6:10. Estaba convencido de que las señales de Jesús apuntaban a Dios, y que la gente debía reconocer esto y actuar en consecuencia. Pero también estaba seguro de que la gente malvada nunca se había distinguido por su obediencia a Dios, como los profetas documentan exhaustivamente. Por esto Juan halla apoyo en Isaías para sus convicciones sobre la lentitud de muchos judíos en aceptar a Jesús. Simplemente estaban viviendo un ejemplo clásico de incredulidad.

A la cita de Isaías le siguen las siguientes palabras: «Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló con Él» (Juan 12:41). La idea de la gloria está específicamente entrelazada con algunas de las señales.

De este modo, en la primera señal Jesús «manifestó su gloria» (Juan 2:11), y cuando le informaron sobre la enfermedad de Lázaro, Él dijo: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella» (Juan 11:4). Más tarde le dijo a Marta: «¿No te dije que si creías verías la gloria de Dios?» (Juan 11:40). En este Evangelio la gloria es compleja e incluye la idea de la gloria que vemos en la bajeza, para que la cruz sea el lugar donde Jesús es glorificado. Pero además de reconocer todo esto, Juan aclara que es en las señales donde el creyente puede discernir la gloria que de verdad pertenece a Cristo.

Dios no actúa sólo a través de las obras. El evangelista recoge las palabras «de muchos» que se acercaron a Jesús en la zona del país en la que había tenido su ministerio Juan el Bautista, «Juan no hizo ninguna señal» (Juan 10:41). No hay lugar a dudas de que la mano de Dios estaba presente en Juan el Bautista tal y como lo describe el cuarto Evangelio. Dios puede obrar y obra en personas sin necesidad de que tenga que aparecer lo milagroso. Pero Él obró en Jesús de una forma especial; así lo muestran las señales. Y lo que las señales muestran es lo que preocupa especialmente a Juan.

Por lo tanto, es muy importante la forma en la que Juan usa el término «señal». Para él, es un modo de resaltar la mano de Dios en el ministerio de Jesús. Juan no intenta ser comprensivo: simplemente recoge un grupo de señales que muestran lo que hizo Dios en Jesús. Es importante que estas cosas no se entiendan simplemente como milagros. Juan nunca describe lo que hizo Jesús como un teras (milagro).

Para él, el hecho de que el milagro sea inexplicable no es lo importante. Es cierto que un milagro no se puede explicar con premisas humanas, pero a Juan le preocupa más resaltar que lo de verdad importa en un milagro es que lleve el sello de Dios. No olvidemos que Juan el Bautista, que era sin lugar a dudas un hombre piadoso, no hizo ninguna señal. Las señales eran algo especial.

No pertenecían a los hombres piadosos en general, sino a Jesús. Lo que era importante era lo que Dios hacía en Jesús. Él estaba presente en Jesús de una manera en la que no estaba presente en ningún otro ser humano. Esto es lo importante para Juan, y las señales son la prueba de ello.

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