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martes, 1 de mayo de 2012

La exigencia maternal: Un drama para el dia de la madre - Escuela Dominical

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10 Minutos y 2 Personajes. Dos chicas se quejan de sus madres pero al final, si tuvieran que elegir a una madre volverían a elegir a la suya.

LA MADRE ES MUY EXIGENTE
PERSONAJES

MELISA
ESTEFANÍA
(Las muchachas entran juntas, pasan cruzando suavemente mientras hablan)

MELISA ¿Tú piensas que tu mamá sea exigente? Mi madre me hace limpiar mi habitación aún cuando no esperamos visitas.

ESTEFANÍA. Mi madre me hace quitar las manchas del teléfono, aún cuando nadie más necesita usarlo.

MELISA (Manos sobre caderas, imitando.) ¡Usted podría sembrar papas debajo de esa cama, jovencita!

ESTEFANÍA. (Manos sobre caderas, imitando.) ¡Hay otras personas en esta familia, jovencita!

AMBAS. ¡Madre!

MELISA ¿Aún tu madre te da una escupidera?

ESTEFANÍA. Y justamente en público. “Tienes algo en tu barbilla” (lo demuestra, se lame, con los dedos pretende quitar el tizne o la mancha restregando la barbilla de MELISA)

MELISA (Lo demuestra, se lame, con los dedos pretende quitar el tizne o la mancha restregando la barbilla de ESTEFANÍA.) “Aquí, déjame limpiártela”.

AMBAS. ¡Madres!

MELISA Y ¿por qué yo parezco tener la única madre en el pueblo que insiste en despedirse con un beso cada vez que me deja en la escuela?

ESTEFANÍA. Y cuando ella me recoge.

MELISA En los labios.

ESTEFANÍA. Justo frente al chico que estoy tratando de impresionar.

AMBAS. ¡Madres!

MELISA Yo perdonaría a tu mamá el no hablar de la talla de tu ajustador en la reunión familiar (cruzándose los brazos frente al pecho.)

ESTEFANÍA. ¿Qué te parece en la pizzería? Justo frente a otros 14 jugadores de fútbol (cruzándose los brazos frente al pecho.)

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. ¿Y cuántas veces le he dicho a mi madre que estoy muy vieja para llevar panties de los ositos?

MELISA ¿Y qué decir de las panties Mickey Mouse?

ESTEFANÍA. ¿Y el Pato Donald?

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. ¿Realmente mi madre piensa que seré mejor ciudadana si aprendo a sacar la basura sin recordármelo?

MELISA ¿Hay alguien más en la escuela completa cuya madre insista en acompañarla a CADA actividad de muchachos SOLTEROS de la escuela?

ESTEFANÍA. ¿Te arrastra tu mamá a todos esos banquetes Madre-Hija?

MELISA ¿Y qué hay con todo este compromiso madre-hija?

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. "Come tus vegetales, son buenos para ti."

MELISA "No te inclines, siéntate derecha."

ESTEFANÍA. "Di por favor."

MELISA "Di gracias.”

ESTEFANÍA. "Haz tu quehacer."

MELISA "Tú no vas a usar ESE vestido para la iglesia, ¿verdad?”

AMBAS. ¡Madres!

ESTEFANÍA. Si tú pudieras escoger una madre en todo el ancho mundo, ¿cómo la escogerías?

MELISA Mi Mami.

ESTEFANÍA. Yo también.

MELISA Yo no cambiaría ni una cosa.

Obsequios para una madre: Representaciones para la E.D. - Dia de la madre

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10 Minutos y 6 Personajes. La madre de la familia Rabito piensa que sus hijos se han olvidado del día de la madre... El mejor regalo que podemos dar a nuestras madres no es el que podemos comprar en un negocio, sino el que le entregamos desde lo más profundo de nuestro corazón.

AMOR Y OBSEQUIOS
Introducción:
Una vez más ha llegado el día de la madre. Una vez más los negociantes esperan ver vacíos los escaparates de sus locales como consecuencia de las buenas ventas realizadas. Una vez más la publicidad nos hace creer que para ser buenos hijos tenemos que comprarle a nuestra madre el más caro electrodoméstico, o el más costoso objeto. No creemos que esté mal demostrar así nuestro cariño, pero sí que no debemos dejar de demostrar cuánto amamos a nuestra madre mediante otras cosas, que nacen de un corazón amante y agradecido.
PERSONAJES
DON PEDRO - el relator.
DON FRANCISCO RABITO - el padre
DOÑA EMILIA RABITO - la madre
ANTEOJOS - hijo
SALTARÍN - hijo
OREJAS – hijo
ESCENOGRAFÍA. Las escenas se desarrollan en una habitación decorada con muebles adaptados para el uso de los niños. Como telón de fondo se puede colocar un teatro de títeres, que a la vez provee de una ventana que se va a utilizar durante el transcurso de la obra. En caso de carecer de muebles pequeños, se pueden utilizar cubos o prismas hechos con madera de cajón y pintados de colores adecuados.


VESTUARIO. Para caracterizar a los niños se pueden usar gorros fabricados en cartulina blanca y decorados con algodón, guantes del mismo color y una cola de algodón con base de cartulina. Se puede completar con unas calzas o pantalones en colores adecuados. Además, si es factible, cada uno de los conejitos llevará algún detalle relacionado con su nombre. Por ejemplo, Anteojos podrá usar un par de anteojos grandes.


ACTO 1

(Aparece don Pedro caminando con paso apurado por uno de los costados del escenario. Mira su reloj con impaciencia, se detiene ante el público y luego de aclarase la voz, comienza a hablar.)

DON PEDRO ¡Buenos días!, o ¡buenas tardes! En realidad ya ni sé lo que digo. Yo soy don Pedro. Disculpen por la demora. Estuve entreteniendo a unos niños y me había olvidado de ustedes. Hoy vamos a ver la historia de la familia Rabito. Esta es la casa de los conejos del cuento que disfrutaremos juntos. Hoy es el día de la madre. Los tres hijos se han levantado temprano y ya van a venir a desayunar. Pero, mejor me escondo porque allí llegan los personajes.

(Sale por el mismo lado por el que entró. En ese momento, por el costado opuesto aparece doña Emilia trayendo una bandeja con el desayuno. La coloca sobre la mesa, distribuye las tazas y luego con voz fuerte y clara llama a sus hijos.)

DOÑA EMILIA. ¡Orejas! ¡Anteojos! ¡Saltarín! ¡El desayuno está servido! ¡Vengan pronto que se va a enfriar!

(Los tres conejitos entran corriendo por la misma puerta que la madre y le dan un beso.)

TODOS. ¡Buenos días, mamá!

DOÑA EMILIA. ¡Buenos días, hijos!

(Se ubican en las sillas correspondientes y mamá coneja comienza a servir el café con leche en las tacitas.)

DOÑA EMILIA. ¿Cómo han dormido, mis niños?

ANTEOJOS. ¡Muy bien, mamá! Yo tenía tanto sueño que casi no podía abrir los ojos.

OREJAS. Yo tuve un sueño muy lindo. ¿Quieres que te lo cuente?

SALTARÍN. ¡Ah... no! Yo tengo mucho apetito y sería mejor que diéramos gracias a Dios por los alimentos y luego tomáramos el desayuno, ¿no les parece?

OREJAS. Entonces yo voy a orar. "Señor Jesús: te damos gracias por este día y por estos alimentos, amén".

(La mamá se retira y los conejitos comienzan a tomar el desayuno mientras entablan una conversación interesante.)

ANTEOJOS. Yo estaba pensando en que hoy es el día de la madre y nosotros no preparamos nada especial para regalarle a mamá.

SALTARÍN. Las mamás no quieren regalos, Anteojos.
OREJAS. No quieren regalos que nos cuesten dinero, pero les agradan aquellas cosas que conseguimos con nuestro esfuerzo.
ANTEOJOS. ¡Claro! Por ejemplo: una buena calificación en la escuela, algún trabajo manual, una buena contestación, un beso...
SALTARÍN. ¡Eso sí! Y como buenos hijos, siempre tenemos que darle regalos a mamá.

OREJAS. Sí, y especialmente en un día como hoy.

ANTEOJOS. ¡Tengo una idea! ¡Vengan! (Los tres unen sus cabezas comentando algo que el público no llega a oír. Luego terminan de desayunar apurados.)
SALTARÍN. ¡No tenemos tiempo que perder!
(Se disponen a salir de la casa.)
ANTEOJOS. ¡Mamá! Vamos a salir a dar nuestro paseo acostumbrado. Volveremos a la hora de almorzar.
DOÑA EMILIA. (Desde fuera del escenario.) Bueno, hijitos. ¡Vuelvan temprano!

(Salen los tres caminando y cantando alguna canción. Entra la mamá y levanta la mesa. Suspira y se ve triste. Sale don Pedro).

DON PEDRO No se extrañen los niños presentes, que los conejitos vayan a pasear con tanta libertad y sin la compañía de sus padres. Lo que pasa es que en el bosque, donde ellos viven, no hay tantos peligros como en las ciudades. Además, los animales desde muy pequeños aprenden a andar solos. ¡Así son ellos! Se comportan de forma un poco diferente que los niños, quienes deben permanecer más cerca de papá y mamá. Bueno, pero no tengo que hablar tanto. Vuelvo a mi escondite.

(Mientras tanto se escucha una suave música de fondo.)

ACTO II
(Entra don Francisco con herramientas en sus manos que inmediatamente deja dentro de un cajón o caja colocada a un costado del escenario.)

DON FRANCISCO. ¡Qué rápido pasa la mañana! Ya es mediodía. ¡Qué cansado estoy! Así es la vida de los animales en el bosque. ¡Trabajar, trabajar y trabajar! Bueno... voy a saludar a Emilia porque hoy es el día de 1a madre, y tanto mis hijos como yo debemos agasajar. ¡Emilia! ¡Ya llegué!

DOÑA EMILIA. (Entra con paso suave.) Buenos días Francisco. ¡Qué alegría tenerte en casa! (Le da un beso.)
DON FRANCISCO. Hoy había un clima de alegría entre los animales del bosque. Todos los padres estaban trabajando en la construcción de la cabaña para esa ardilla anciana que no tiene familia. Nosotros, los animales, no somos como los humanos que tienen un templo adónde ir. Pero, igualmente, aunque nadie nos lo enseñe, sabemos que Jesús nos mira y se pone contento cuando hacemos algo por nuestros vecinos que nos necesitan. ¿No te parece, Emilia?
DOÑA EMILIA. Tienes mucha razón.
DON FRANCISCO. Mientras nosotros trabajábamos, los niños iban y venían llevando regalos a sus mamás, por ser hoy el día de la madre.

DOÑA EMILIA. Yo estoy muy triste. Mis hijos no se han acordado de darme un beso especial hoy. Además, se fueron temprano y todavía no han vuelto.

DON FRANCISCO. Bueno, bueno. Ya van a venir. Por ahora podemos comenzar a almorzar.

DOÑA EMILIA. Ya traigo la comida.
(Don Francisco se sienta a leer el diario y doña Emilia sale. Muy pronto vuelve a entrar trayendo una bandeja con comida.)
DON FRANCISCO. ¡Qué bien huele eso! Sentémonos pronto.
(Ambos se sientan, inclinan sus cabezas y oran en silencio. Don Francisco empieza a comer, pero doña Emilia se queda pensativa. De repente se oye un ruido, como el de una piedra golpeando contra la pared.)
DOÑA EMILIA. (Sobresaltada.) ¿Qué fue ese ruido?
(Los dos conejos padres se asoman por la ventana. En ese momento abre la puerta y entran sigilosamente los 3 conejos portando una enorme zanahoria. Se colocan al lado de la mesa. El papá y la mamá se vuelven a su posición anterior.)

DOÑA EMILIA. (Asustada.) ¡Eh! ¿Por dónde entraron?
ANTEOJOS. Por la puerta. (Risas.)
TODOS. ¡Feliz día, mamá! Nuestro regalo es muy humilde, pero nos costó bastante conseguirlo.
(Le entregan la zanahoria.)
DOÑA EMILIA. (Emocionada.) ¡Gracias, muchas gracias!
SALTARÍN. Tardamos más de lo debido porque como todos los conejos pensaron en el mismo obsequio, no encontramos ninguna zanahoria por aquí cerca.
ANTEOJOS. También tenemos otra cosa para ti. Orejas, es tu turno.
OREJAS. Mamá, te queremos mucho. Deseamos ser buenos y obedientes para que tú y papá estén siempre contentos.
DON FRANCISCO. ¿Viste, Emilia, que no se habían olvidado?
DOÑA EMILIA. (Abrazando a todos y dirigiéndose con ellos al centro del escenario y mirando al público.) ¡Qué linda familia tengo!
ANTEOJOS. ¡Viva la familia Rabito!
TODOS. ¡Viva!
(Todos los personajes se toman de la mano para salir, pero don Pedro los detiene.)

DON PEDRO. ¡Un momento! ¡No se vayan! Aquí, entre estas personas que los están mirando (señala al auditorio), puede haber mamás que no tengan a sus hijos cerca, y hoy ellas también quieren recibir un regalo. ¿No quieren ustedes ofrecérselo?
OREJAS. ¡Cómo no! ¿Que les parece si cantamos la canción que nosotros preparamos?
TODOS. ¡Buena idea!
(Cantan la siguiente canción con la música de "Cumpleaños feliz": “Feliz día, mamá; feliz día, mamá; que Jesús te bendiga, ¡feliz día, mamá!” Salen todos tomados de la mano. Don Pedro se une a ellos y salen saludando al público.)
Telón.
(A continuación pueden pasar algunos hijos, de cualquier edad, que hablen de las cualidades o actitudes que más admiran en sus madres, o cuenten algún incidente que permita destacar un hecho especial realizado por su madre. En el caso de las hijas pueden hablar acerca de las cualidades que admiran en sus madres y que ellas desean imitar como madres, esposas, amas de casa o mujeres profesionales. Pedir esto con suficiente anticipación y elegir las mejores expresiones. Si las madres están presentes pueden pasar al frente una vez concluida la exposición de sus hijos. Será la oportunidad de darles un beso).

domingo, 29 de abril de 2012

Obras para el Dia de la Madre: Especial para E.D.


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MAMITA QUIERO CAMBIAR
PERSONAJES
AMALIA
BEBÉ
ARMANDO NIÑO
ARMANDO ADULTO
ALFREDO
NATALIA
DELINCUENTE 1
DELINCUENTE 2

INTRODUCCIÓN

Este es una historia que pudiera pasar en cualquier sitio de nuestra ciudad, donde una madre soltera tiene que luchar con su pequeño niño, por causa del abandono. En esta situación encontramos a Amalia, una joven madre, que tiene que afrontar la vida sola con su pequeño hijo Armando, a causa de la ruptura de su matrimonio. Amalia confía en que sola cubrirá todas sus necesidades. Con la ayuda del Señor Dios Todopoderoso, confía en que en un futuro Armandito, será un hombre de provecho que estará caminando cada día con Dios. Pero por una mala casualidad le tocará vivir la trágica jugada del destino, donde será separada de su hijo.

PRIMERA ESCENA.

(Se encuentra Amalia en un parque de la ciudad conversando con su pequeño hijito Armando.)

AMALIA. ¡Mi niño querido! ¡Viniste a llenar un vacío tan grande en mi vida! Nunca te voy a dejar solo, ¡siempre te voy a querer! Haré de ti un hombre de provecho, serás un buen hombre, ¡un profesional! Te enseñaré a valorar la vida, a amarme, a respetar a tu esposa... (Con desilusión.) No como tu padre que se fue y nos dejó solos... ¡Mi niño querido! ¡Mi Armandito! Vas a crecer fuerte y saludable, nunca te hará falta nada; el Señor ha prometido estar con nosotros y sustentarnos en todo momento, pero tú ahora estás muy chiquitico para entender estas cosas, ¿no? Eres tan pequeñito, tan indefenso, necesitas tanto de mis cuidados, de mi protección... Te pareces tanto a mí... No, no, no, ¿cómo te vas a parecer a mí? Si tú eres tan lindo… Tú eres un regalo de Dios, tú eres mi pedacito de cielo. (Comienza a canta una canción de cuna.)



SEGUNDA ESCENA

(Pasados ocho años se encuentra Armandito jugando canicas cerca de su casa, con Alfredito su amigo.)

ARMANDO. Dale, dale, que te toca a ti...

ALFREDO. Sabes que si le pego, te quedas sin nada...

ARMANDO. ¡Ok! ¡Está bien! Si es que logras pegarle… (Viendo sus anteojos.) Porque con esas lupas que tienes, lo dudo mucho… (Risas.)

ALFREDO. (Molesto.) ¿Te estás burlando de mis lentes?

ARMANDO. (Sigue burlándose.) ¡Dale! ¿Qué se va a hacer tarde…? Y ya va a ser hora de almorzar y mi mamá me va a llamar.

ALFREDO. ¡No te sigas burlando! Si te sigues riendo de mí, ya vas a ver… (Hace como que va a jugar y Alfredito se tapa la boca aguantando las ganas de reír.) Entonces, ¿te vas a seguir burlando de mí? (Arroja las canicas al suelo y se le encima tomándole por el cuello.)

ARMANDO. ¡¡Yaaaa!! Suéltame… (Logra soltarse.) Oye, suéltame, no te pongas bravo… No fue mi intención… ¡¡DISCÚLPAME!!

ALFREDO. (Llorando.) ¡¡Cállate!! Tú eres como los demás, todos se burlan de mis lentes… Yo no pedí ser así… Mi mamá me dijo que los necesito para poder ver bien y tú que dices ser mi amigo, te burlas como los demás, no es justo…

ARMANDO. (Apenado.) Oye, de verdad, discúlpame… No fue mi intención, cometí un error… Te prometo jamás volverme a burlar de ti… pero no llores… Mira, mi mamá me dice que la palabra de Dios dice: “un amigo es más que un hermano” y tú eres mi mejor amigo…eres como un hermano para mí y te quiero mucho; no nos volvamos a pelear por tonterías OK. ¡Dame esos cinco, amigo!

ALFREDO. (Secándose las lagrimas.) Bueno, pero ya sabes… (Estrecha las manos con Armando.)

ARMANDO. Bien terminemos.

VOZ EN OFF. (Interrumpiendo.) ¡Armandito!, ¡la comida está servida, ven a comer!

ARMANDO. ¡Epa! Me tengo que ir, mi mamá me está llamando.

ALFREDO. (Protestando.) ¿Y no vas a terminar de jugar?

ARMANDO. No, no, no... Mi mamá me está llamando, tengo que ser muy obediente por que eso le agrada a Dios. ¿No sabes que tenemos que honrar a nuestros padres? Después seguimos. (Sale de escena corriendo.)



TERCERA ESCENA

(Diecisiete años más tarde, Armandito convertido en un hombre se encuentra conversando con su mamá, quien está planchando.)

AMALIA. Menos mal, mijo, que por lo menos conseguiste un empleo estable, porque un muchacho corno tú, bachiller de esta República, haciendo cualquier cosa por ahí, no resulta. Imagínate que ninguna nevera se descompusiera, ¿qué va ser de nosotros? ¿Ah? Porque con lo poquito que gano planchando, no alcanza, y entre pagar el apartamento, la compra de la comida, y cancelar todos los servicios, se va todo el dinero, pero el Señor escuchó mi oración y pudiste conseguir ese empleo y hasta en gracia has caído, porque tu jefe te trataba muy bien, ¿no es así? (Armando no contesta ~ vuelve a preguntar) ¿No es así, Armando? Armando, ¿tú me estás escuchando?

ARMANDO. Sí, sí, yo te estoy escuchando, mamá, pero es que estoy apurado porque hoy es la fiesta de Lisbeth, y voy a ir con Belice. Es más, me acaba de llamar y me dijo que baje en 5 minutos y no quiero hacerla esperar.

AMALIA. (Preocupada.) Pero, ¡Armando! ¿En qué habíamos quedado? ¿No me dijiste ayer que me ibas acompañar a visitar a la hermana Rosa? Ella te aprecia mucho y le gustaría verte, además siempre te he dicho que ese camino que pretendes llevar, no te va a producir a nada bueno. ¿No sabes que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios?

ARMANDO. (Molesto.) Pero bueno, mamá, ¿vas a empezar de nuevo con tu sermón? Siempre andas criticando mis amistades: que no te gusta lo que hacen…

AMALIA. Lo hago por tu bien. Tú naciste bajo la bendición de un hogar cristiano y tú me prometiste que hoy…

ARMANDO. ¡Que hoy nada mamá! Cambié los planes, ¿OK? ¿Tú crees que voy a perder mi tiempo con esa señora? No, mamá, lo siento mucho, además, ¡que la visite su familia! ¿Es que acaso se olvidaron de ella, que nosotros tenemos que estar arriba de ella?

AMALIA. ¡No hables así, Armando! Te desconozco… ¡Me estas faltando el respeto!

ARMANDO. Lo siento, mamá, pero es que a veces tú me cansas con tus sermones. Y me da mucha rabia. (Calmando las cosas.) Mira, dejemos esto hasta aquí, no quiero seguir discutiendo contigo, otro día te acompaño Ok…

AMALIA. (Reflexiva.) Como me gustaría verte en el grupo de danzas de la Iglesia. Danzándole al Señor… Dime: ¿cuándo piensas enseriarte con las cosas de Dios? Ya sabes lo que dice la palabra, “Acuérdate joven de tu creador en los días de tu juventud”. Él merece nuestra absoluta obediencia. A ver, explícame esto: ayer era Ana Teresa, ahora es Belice y mañana, ¿quién sabe? ¿Tú crees que vas a entrar en la universidad, si sigues con eso? ¿Si estás pendiente de fiestas y noviecitas?

ARMANDO. ¡Mamá, por favor! Yo entiendo que Jesucristo es mi Salvador, que murió por mí y todo eso, pero eso todavía no es para mí, ¡aún soy joven! Yo necesito vivir mi vida, ¡disfrutar mi juventud! Además, tú lo que quieres es tenerme sometido, tenerme aquí encerrado, ¿acaso tu me estás criando para que me quede contigo? Esta chica no te gusta, esta tampoco... ¡Yo no sé qué quieres tú!

AMALIA. Armando, yo solo quiero el bien para ti.

ARMANDO. ¡¡Ya!! No quiero escucharte más… ¡Me largo!

AMALIA. ¡¡Armando!! ¡¡Armando!!

(Armando sale de escena bruscamente, dejando a su madre sola.)



CUARTA ESCENA

(Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Amalia se disponía a ir al mercado con Armando.)

AMALIA. ¡Dios del cielo! Yo no sé qué pasa con este muchacho... ¡Armando, Armando! ¿Se puede saber a qué horas llegaste?

ARMANDO. (Despertándose.) ¿Qué? ¡¡Déjame dormir!! Tengo mucho sueño…

AMALIA. ¡¡No vas a tener sueño, si llegas de madrugada…!!! ¡¡Bien bonito que te está quedando esa costumbre de llegar de madrugada!! Si así fueras cuando te digo que nos quedemos en la Iglesia para hacer una vigilia… (Armando se arropa la cabeza.) ¡Anda, levántate! Necesito que me acompañes al mercadito popular. Sabes bien que hay que ir bien temprano para aprovechar los precios, además tú sabes cómo se llena eso y necesito que me ayudes con las bolsas.

ARMANDO. (Levantándose.) Mamá, todas las semanas te acompaño al mercadito popular, pero entiéndelo, acabo de llegar. Y estoy bien cansado, además los muchachos me vienen a buscar más tarde para ir a la playa. (Se vuelve a arropar.)

AMALIA. (Sarcástica.) Así que, ¿te vienen a buscar de nuevo? Bien bueno contigo... ¿Por qué mejor no te mudas y vives en la calle…? Porque ya casi ni te la pasas en la casa.

ARMANDO. (Se levanta muy molesto.) ¡Sí! ¡¡Lo que me provoca es largarme!!¡¡Ahora no se puede dormir en paz en esta casa!!

(Armando sale de escena.)

AMALIA. ¡Armando! ¡No me hables así! ¡Mira que soy tu madre! ¡Armando…! Pero, ¿quién se ha creído éste que soy yo? Que el Señor reprenda el diablo… ¡Dios mío dame paciencia con este muchacho! (En ese momento toca la puerta Natalia, la amiga de Amalia en busca de unos palitos de fósforos.) Ahora quién será…

NATALIA. Buenos días, Amalia, ¿eso que todavía estás aquí? Ya te hacia en el mercado con Armadito, como ustedes salen bien temprano... Pero menos mal que te consigo, vine para ver si me puedes regalar unos palitos de fósforos que se me apagó la cocina y… disculpa la molestia.

AMALIA. No te preocupes, Naty, no faltaba más. (Los busca y se los da.) Aquí están, ¿vas al mercado?

NATALIA. Sí, ¿por qué?

AMALIA. Para ir juntas, porque Armando no podrá ir conmigo. ¿Vamos?

NATALIA. (Extrañada.) Ah, bueno. Vamos pues. Pasamos por la casa y con eso te cuento algo de Alfredo, pero primero llevamos los fósforos, busco el monedero y nos vamos. Ese muchacho no sé qué le pasa.

(Salen de escena.)



QUINTA ESCENA.

(Horas después aparecen en escena caminando Amalia y Natalia, con las bolsas del mercado, comentando.)

NATALIA. Ay no, Amalia, con estos precios no vamos a poder ni comer. Figúrate que ya subieron la harina de trigo, no se dónde iremos a parar...

AMALIA. Pero démosle gracias a Dios porque hasta ahora nunca nos ha faltado nada, y por ese mercadito que vende barato, porque yo vi. Esa misma harina la vi más cara la semana pasada en el abasto del señor Domingo.

NATALIA. Oye pero, no sé, a mí como que se me olvidó algo. ¿Qué será? ¡Ay! Se me olvidó comprar los fósforos...

AMALIA. (Risas.) Vaya, mujer, con esa cabeza tuya… Eres tan olvidadiza… No importa, no te preocupes, te voy a regalar una cajita que tengo en la alacena.

NATALIA. Gracias, mujer, eres tan buena… Eres una santa. (De pronto ve a dos delincuente en la esquina estaban drogados.) ¡Ay, Amalia! ¿Usted está viendo esos tipos de la esquina?

AMALIA. Sí, los he visto varias veces rondando el barrio. ¿Por qué, Natalia?

NATALIA. Porque esos tipos son unos delincuentes; le dicen los “morochos” y parece que lo están buscando y le digo una cosa: para nada bueno será. En el barrio dicen que la semana pasada mataron a uno por problemas de drogas… Mejor nos vamos por la otra calle…

NATALIA. No, se darían cuenta, además, ¿qué nos pueden hacer? Van a robar a dos pobres como nosotras… (Risas.) Vamos, el Señor nos cuida.

DELINCUENTE 1. Entonces my lady, buenos días. ¿Qué pasó, viejita? ¿Por qué van tan solitas? ¿Las acompañamos?

AMALIA. No, gracias, hijo, nosotras podemos solas.

DELINCUENTE 2. ¿Qué pasó morocho? ¿Te vas a meter con las señoras? No se preocupe mi vieja….

DELINCUENTE 1. ¿Qué pasó? ¿Por qué tan nerviosa, mi doña?

NATALIA. ¿Nerviosa yo…? Eh… para nada…

DELINCUENTE 1. Entonces, mi viejita, será que nos pasa alguito para comer…

AMALIA. Mira, muchacho, yo ni te conozco, y no te voy a dar nada porque ambos sabemos bien que no es para comer sino para comprar esa basura que te metes que además te está destruyendo la vida.

DELINCUENTE 2. (Molesto.) ¿Qué pasó, mi doña? Tampoco la cosa es así… (Saca una pistola.) Ahora, vieja estúpida, me vas dar la cartera o si no ¡¡te quiebro aquí mismo!!

AMALIA. ¡¡Suelta mi cartera!! ¡¡Auxilio!!

(Forcejean y el delincuente mata a Amalia.)

DELINCUENTE 1. ¡¡Vámonos!! ¡¡Te quebraste a la vieja!! ¡¡Corre!! (Salen corriendo.)

NATALIA. (Desesperada.) ¡Amalia, Amalia! ¡No! ¡Auxilio!, ¡ayúdenos!, ¡alguien que me ayude!, una ambulancia, ¡por favor!

AMALIA. (Agonizando.) ¡¡Natalia!!, me muero… me muero… Natalia..., cuida de mi hijo... dile que lo amo… que nunca se aparte de los caminos del Señor…... dile que lo amo... (Expira.)

NATALIA. (Gritando.) ¡¡Amalia!! ¡¡Amalia!!

(Entra en escena Armando apresuradamente.)

ARMANDO. ¿Qué pasó? Señora Natalia, ¿qué le pasó a mi mamá?

NATALIA. ¡La mataron! Armando… ¡la mataron!

ARMANDO. (Conmocionado.) ¡¡Noooo!! ¡¡Mamá!!, ¡¡mamá!!, (Grita desesperado pidiendo ayuda.) Mamá, despierta, estoy aquí, soy Armando, tu hijo Armando… ¿Quién pudo hacerte esto...? ¡Mamá, por favor, no te vayas!, por favor, ¡no me dejes solo!, contéstame mama... mamá, te quiero, tal vez no lo demostré cómo te lo merecías... si tú te vas, ¿quién va a estar en tu lugar? Nadie podrá sustituirte, ¿quién paralizó tus manos que trabajaron tanto por mí...?, ¿quién apagó tu voz...? ¡Mamita querida...! (Entona la canción y luego exclama.) Mamá: ¡¡TE PROMETO QUE VOY A SEGUIR A JESUCRISTO!! Escúchame: ¡¡acepto a Jesús!!


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