martes, 18 de diciembre de 2012

Curso para Obreros y Ministros Itinerantes: El Evangelio de Juan


. Curso para Pastores y Obreros Itinerantes: El Evangelio de Juan
. biblias y miles de comentarios



INTRODUCCIÓN AL CURSO
 
INTRODUCCIÓN: Los eruditos han revisado cuidadosamente las cuatro narraciones del Evangelio que existen en la Biblia, y concuerdan en que Mateo, Marcos y Lucas tienen gran similitud en cuanto al lenguaje, al material que usan, a los comentarios sobre la vida de Cristo y al orden en que se desarrollaron los acontecimientos; a estas narraciones se les conoce como los “Evangelios Sinópticos”; los mismos que son complementados con la narración de Juan, especialmente, en lo que se relaciona al ministerio de Jesús en Judea.
No es que haya cuatro evangelios, es uno solo; es decir, existe solamente el Evangelio de Dios acerca de su Hijo”, según nos expresa el apóstol Pablo en: Ro. 1:1-3.
El Evangelio de Juan, se caracteriza por tener un lenguaje sencillo y comprensible, cuyo propósito principal es el de presentar la suficiente evidencia para que el lector quede convencido de que “Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios”. Esta evidencia convenció a Juan y a muchos de aquel tiempo, y está preservada en la Biblia para los que ahora deseen considerar honestamente esta evidencia, y así puedan llegar a una conclusión justa, la misma que los guiará hacia un hermoso final de FE profunda. Por favor lea: Lc. 8:15; Jn. 7:17; 8:31,32.
 
TEXTO DE LA LECCIÓN: Jn. 20:30,31

OBJETIVO
:
Que pueda usted considerar estas evidencias, presentadas por el apóstol Juan, sobre la divinidad de Jesucristo.
ADELANTO
:
Usted aprenderá sobre los siguientes temas:

1.     El Autor, la Fecha de Escritura, los Receptores y el Propósito de Juan al Narrar el Evangelio.
2.     Que Jesucristo existía ya, antes del Principio de la Creación.
3.     Que Jesucristo es el Creador de todo.
4.     Que Jesucristo estuvo con Dios en la Creación.
5.     Que Jesucristo, el Verbo, es Dios mismo.
 
“Jesús hizo muchas otras señales milagrosas
en presencia de sus discípulos,
las cuales no están registradas en este libro.
Pero éstas se han escrito para que ustedes crean
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,
y para que al creer en su nombre tengan vida”. Jn. 20:30,31.

I.   DATOS INTRODUCTORIOS.

A.   El Autor. El versículo 24 del capítulo 21 del Evangelio de Juan, nos asegura que es el mismo discípulo de Jesús quien escribe esta narración del Evangelio; también menciona a varias personas que están convencidas sobre la identidad del autor y de la veracidad de su testimonio.

Siendo el mismo discípulo y apóstol de Jesús, el autor del Evangelio de Juan, es importante que conozcamos un poco sobre su vida antes de ser escogido por Jesús como uno de sus apóstoles; con tal motivo, será relevante también que nos empapemos de datos como son: su actividad, su temperamento, su ascendencia, etc.

Sabemos que su padre era Zebedeo y su madre Salomé, que su hermano mayor era Jacobo, y que su actividad era la de pescador, ya que su padre tenía un bote pesquero en el que trabajaba junto con sus hijos y varios jornaleros, según nos dice Mr. 1:1-21. Su nombre Juan, es una forma abreviada de la palabra hebrea que significa: “Jehová ha sido Misericordioso”.

A Juan, hijo de Zebedeo, lo encontramos en el grupo de los apóstoles escogidos por Jesús en la cita de Mr. 3:17. En varios pasajes de la Biblia, podemos encontrar que Juan perteneció al círculo íntimo de Jesús y con certeza se puede decir que era “el discípulo a quien Jesús amaba” (Jn. 13:23; 19:26; 20:2; 21:7,20,24), el cual acompañó por un tiempo aproximado de tres años a Jesús, junto a los otros hombres escogidos para ser sus apóstoles; por tanto, este tiempo de caminar junto a Jesucristo, garantiza la narración de un testigo ocular de los eventos que se dieron durante el ministerio de Jesucristo.
 
Evidencias: El grupo de personas que constan en el capítulo 21, versículo 24, dicen estar convencidas de la identidad del autor del libro de Juan y de lo verdadero de su testimonio, refiriéndose al discípulo al cual Jesús amaba, que es mencionado en el versículo 20 del mismo capítulo.
La Escritura no menciona el nombre de Juan en este versículo antes citado, como que fuese el “discípulo amado”; pero indudablemente se refiere a uno de los apóstoles que se encontraban en el Aposento Alto; y coincide con lo que el historiador Ireneo declara enfáticamente sobre el hecho de que Juan escribió su narración sobre el Evangelio, en Éfeso (Turquía en nuestros días), después de la aparición de las otras narraciones del Evangelio de Mateo, Marcos y Lucas.
Ireneo, uno de los Padres de la Iglesia, quien tuvo una estrecha relación con dos discípulos del apóstol Juan, los mismos que eran: Policarpo de Esmirna en el Oriente y Potinio de Lyons en el Occidente, recuerda cuando en los días de su juventud escuchaba a Policarpo hablar de su relación con Juan y otros hombres que habían visto personalmente a Jesucristo. El testimonio de Ireneo es de especial importancia, ya que entre el Discípulo Amado y él transcurrió tan sólo una generación de cristianos.
Cuando el escritor dice: “…la casa se llenó de la fragancia del perfume”, (Jn. 12:3); señala un detalle que puede provenir solamente de un testigo presencial.
            Nota: Mientras usted estudia el curso, le sugerimos que lea al menos tres veces el Evangelio de Juan, ya que le ayudará a memorizar los puntos relevantes y le facilitará su estudio, amenamente.
B.  La Fecha y el Lugar de Escritura.
      Para mencionar una fecha aproximada, es necesario mencionar dos puntos, que son:
1.    La evidencia que muestra la Arqueología, indica que el Libro de Juan no puede tener una fecha posterior a los finales del primer siglo.
2.    La terminología contenida en el libro, al final, señala su opinión con respecto a la fecha de escritura, la misma que podemos anotarla entre los años 85 y 96 d.C.
      En cuanto al lugar de escritura, los escritores considerados como los padres de la fe; es decir: Ireneo, Policarpo, Polícrates, señalan a Efeso como la ciudad donde el apóstol Juan vivió por varios años y donde finalmente sería el lugar de su sepultura.
C.  Los Receptores.
El apóstol Pablo tuvo como objetivo presentar a Jesús como el Cristo, al predicar a los judíos que se encontraban fuera del país, a quiénes se les conocía como los de la Dispersión o de la “Diáspora”. El apóstol Juan en su libro, demuestra igualmente un vivo interés por los judíos que se encontraban dispersos en otras naciones; por favor, lea usted: Jn. 7:35; 10:16; 11:52.
Esto nos demuestra que Juan escribió para los de la “Diáspora”; pero igualmente su mensaje es universal, vigente para nosotros hoy; esto podemos apreciarlo al leer: Jn. 3:16; 10:16 y 12:32.
  1.  Los Propósitos del Autor.
1.    Como ya hemos mencionado en la introducción, Juan tiene como propósito principal, el de llevar al lector a la fe en Cristo Jesús, como el Hijo de Dios; esta escritura se halla en: Jn. 20:30,31. Esto era muy necesario en aquellos tiempos en que este libro fue escrito, ya que un movimiento filosófico denominado “Gnosticismo”, propagaba una falsa enseñanza en relación a Jesucristo, la misma que podemos resumir en los siguientes puntos:
a.      Su doctrina principal enseñaba que la materia era mala en sí misma, pero que el espíritu era esencialmente bueno.
b.      En base a esta doctrina, ellos llegaban a concluir que; siendo Dios Espíritu y por lo tanto bueno, no pudo crear un mundo compuesto de materia por ser mala.
c.       De esta manera, enseñaban que una creación de Dios inferior a Él, creó el mundo material, refiriéndose a los ángeles o a Jesús mismo.
d.      En cuanto a Jesús, algunos lo consideraban “un dios” inferior al Padre, que representaba solamente un eslabón de la cadena entre Dios y el mundo material.
e.       Otros pensaban que Jesús era solamente un fantasma; es decir, que no poseía un cuerpo material con carne y sangre, y que únicamente parecía ser un hombre. Esta corriente de pensamiento era conocida como “Docetismo”, palabra que viene del griego “dokein” que traducida al castellano significa: parecer.
f.       Algunos “Gnósticos” cambiaron este concepto anterior, otorgando a Jesús tan sólo la calidad de un ser humano en quién el Espíritu Santo entró a morar al ser bautizado, pero lo abandonó en la crucifixión porque el Espíritu no puede sufrir y menos morir.
g.      En conclusión, estas filosofías, o bien negaban la Deidad de Jesús o negaban su humanidad.
2.  Otro propósito del autor era resaltar la superioridad de Jesús sobre Juan el Bautista, asunto que era muy necesario por lo que vemos que estaba sucediendo en Éfeso; lea, por favor: Hch. 19:1–7; de tal manera enfatizar sobre este punto era indispensable; revisemos los siguientes versículos: Jn. 1:7–9,30; 3:30.
E.   Palabra Clave: Deidad (Ser Divino o Esencia Divina).

TEXTO CLAVE: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”: Jn. 1:1.

II.  LA DEIDAD DE JESUCRISTO.
Basado en su propósito principal, el autor da mayor importancia a la divinidad de Jesucristo que a su humanidad, y nos presenta importantes elementos para nuestro entendimiento, como son:


A.    La Preexistencia del Verbo: Jn. 1:1,14; 8:58; 17:5. (Usted debe memorizar estos versículos).
1.     Su Eternidad. El Verbo ya existía antes de la Creación. “El principio”, proviene del griego “arche”, y se refiere al origen de todas las cosas; para entonces el Verbo ya existía.
       Gn. 1:1, nos presenta “el principio” como el inicio del tiempo, el mismo que tendrá su fin, según: Jn. 5:28,29.
Luego del fin del tiempo, continuará la Eternidad, porque ésta es antes del tiempo y después del tiempo; es decir, NO TIENE PRINCIPIO NI TIENE FIN.
2.    Su personalidad. El Verbo estaba con Dios. Esto significa que eternamente ha existido una comunión íntima del Verbo con la gloria del Padre: Jn. 1:2; 17:5.
La frase “con Dios” en el griego es: “pros ton theon”, que traducido al español quiere decir: cara a cara con Dios; lo que indica dos personalidades divinas en estrecha comunión.

3.    Su naturaleza. El Verbo era Dios; es decir, su misma esencia. En esta frase, el lenguaje griego usa el verbo ser en tiempo imperfecto: “era” para expresar existencia sin referencia a tiempo, sino para explicar que siempre ha sido: Jn. 5:20.
Del griego “theos” proviene la traducción Dios, y de esta frase del versículo, el Verbo era Dios. (Jn. 1:1). Este orden enfatiza su naturaleza, ya que el sujeto es indicado por el artículo. Porque no dice: que Dios era el Verbo, sino: El Verbo era Dios; por lo tanto, “Dios” no va precedido del artículo, porque éste está señalando la naturaleza del Verbo en su condición legítima de Dios, y no de “un dios” inferior al Padre como
presenta la traducción del Nuevo Mundo[1]. (Versión de la Biblia de los Testigos de Jehová)
El apóstol Pablo, en su Carta a los Filipenses; en el capítulo (2:5,6), nos enseña con evidente claridad, la condición similar de Dios y Jesús en esencia y naturaleza.
A.    Jesús es el Verbo.  

“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.
 (Jn. 1:14).

Jesús, o sea el Verbo, estaba con Dios en el principio, cuando todas las cosas tuvieron su origen y fueron creadas por medio del Verbo o sea de Jesús; y sin Él nada de lo que existe habría sido hecho (Jn. 1:2–3).
Jesús es el Agente Divino en la Creación, ya que siendo el Verbo, recibe también el nombre de LOGOS, y en su acción creadora encontramos la explicación del origen del universo; pues, revisando los siguientes versículos: (Ro. 11:36; 1 Co. 8:6; Col. 1:6; y He. 1:2); vamos a llegar a las siguientes conclusiones:
1.    Todas las cosas por Él “fueron hechas”, esta frase en el griego es “egeneto”, cuya traducción al español es: llegaron a ser. Esto destruye el falso concepto sobre la eternidad de la materia cuyo enunciado es: que la materia nunca muere, sólo se transforma. Con esto queda demostrando el grave error de la Teoría de la Evolución.
2.    Cristo, o Jesús, o el Verbo, o el Logos NO fue creado; siempre ha existido, porque Dios es eterno. Tal es así que, por cuatro veces nos indica que Él ya “era” antes de que todas las cosas  “fueran hechas”, en los versículos 1 y 2 del capítulo 1 de Juan.
3.    Las investigaciones científicas concluyen que la materia necesariamente debe tener un origen, pero no pueden explicar su procedencia. La explicación es el EVENTO milagroso de la Creación por el poder de Dios.
4.    Por lo tanto, lo que “no ha sido hecho” se refiere a Dios y a La Deidad.
5.    En cambio, “todas las cosas hechas” han sido creadas por el Verbo.

C.  Jesús es Mayor que la Ley Mosaica: (Jn. 1:17).
La ley de Dios fue dada para el pueblo judío primeramente, a través de sus patriarcas a lo largo del tiempo y después reunidas en un conjunto de mandamientos por medio de Moisés. Algunos consideran a todo el Antiguo Testamento como la ley; la tradición judía consideraba y considera sólo al Pentateuco, o sea, a los primeros cinco libros de la Biblia como la Ley
Mosaica, más conocida por ellos con el nombre de la “Torá.” Estas leyes tenían un doble carácter o propósito, los mismos que eran: promover el amor a Dios y el amor a los semejantes, como lo resumió Jesús en: Mt. 22:35-40. Hasta la muerte de Jesucristo, el pueblo judío estaba “bajo la ley”; después de este evento sacrificial, toda la humanidad comenzó a estar “bajo la gracia”: Ro. 6:14. Por lo que, la gracia de Dios es, NO recibir lo que merecemos.
La ley fue impuesta para condenar; la gracia otorgada por medio de Jesús es para salvación. Si la ley condenaba y la gracia salva, la gracia es mejor que la ley; y si la gracia vino a través de Jesucristo, Jesucristo es mayor que la ley.
D.   Jesús es Mayor que el Templo: (Jn. 2:19-22).
En el capítulo 2, a partir del versículo 13, Juan nos presenta el pasaje sobre la purificación del templo por parte de Jesús, cuando subió a Jerusalén cerca de la Pascua de los judíos y encontrándose con que “la Casa de su Padre” había sido convertida en mercado; lo que constituía una irreverencia, y esto fue lo que lo llevó a echarlos de allí, haciendo uso de un látigo de cuerdas.
Ante esta airada acción de Jesús, los judíos le piden una muestra de su autoridad para proceder como lo hizo; a lo que Jesús responde con un desafío, el cual sería una profecía sobre su resurrección, ya que les asegura que si ellos destruyeran el templo, Él lo reedificaría en tres días. Sin embargo, los judíos no entendían esto, puesto que su pensamiento estaba en que este edificio se había empezado a reconstruir en el año 20 a.C. y habían pasado 46 años y aún no estaba totalmente terminado.
Para los judíos, lógicamente, la respuesta de Jesús era sencillamente imposible de realizar; es decir, el de levantar en tres días una obra que había tardado 46 años. Pues, ningún ser humano podría llevarla a cabo por su propia cuenta; esta obra únicamente podría hacerla el poder de Dios.
Cristianamente hablando y entendiendo, la respuesta estaba allí, ya que Jesús se refería a su propio cuerpo, que sería levantado de la tumba al tercer día por medio del poder de Dios, después de su muerte para que sea el nuevo templo; mejor dicho, la Iglesia del Dios Vivo, el Cuerpo de Jesucristo. Col. 1:18.
“Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo”. (Mt. 12:6).
E.   Jesús es Mayor que su Nube de Gloria: (Jn. 1:14).
Durante el éxodo del pueblo hebreo en los años que tuvieron que transitar por el desierto, adoraban a Dios en el tabernáculo que se les había ordenado construir; y, una nube señalaba la presencia de la gloria de Dios, colocándose sobre el tabernáculo de reunión, y cada vez que la nube se movía, levantaban el tabernáculo y seguían su marcha (Éx. 40:34-35). Esto significaba que la nube transportaba y señalaba la gloria de Dios por aquél entonces.
Así también, Cristo reveló su gloria a sus discípulos a través de los milagros que realizó, durante su ministerio en la Tierra nos dice: Jn. 2:11. Así mismo, corrobora con este versículo, lo que nos dice la Palabra de Dios en Jn.1:
14b, que a la letra dice:…“Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

D.   Jesús es Mayor que el Significado y La Santificación de sus Fiestas: (Jn. 7:3 –39).
Los judíos celebraban varias fiestas en el transcurso del año; las cuales tenían gran importancia para su vida religiosa, pero en ciertas ocasiones ellos olvidaban el propósito espiritual de sus festividades.
al inicio Cuando Jesús hizo la exclamación que consta en la cita bíblica mencionada de este punto, los judíos se encontraban en el último día de la Fiesta de los Tabernáculos, una de las más importantes para ellos. Y, esta exclamación es el punto culminante de las enseñanzas que les había impartido, en algunos días de esta fiesta que tenía una duración de siete días.
      “¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva!”.  (Jn. 7:37b).
      Con este mensaje, Jesús hace referencia a las citas de: Is. 12:2–3; 44:3–4; 58:11.
Igualmente, con esta exclamación, Jesús manifiesta su divinidad y su poder para dar vida eterna, que es el “agua viva” que puede calmar la sed espiritual de las almas pecadoras. Este poder para dar vida eterna al que creyendo se acerque a Él, le hace mayor que cualquiera de sus fiestas y su significado. Por esta razón, dijo en Mt. 12:8: “Sepan que el Hijo del Hombre es Señor del sábado”.

D.   Jesús acepta La Adoración como algo que le corresponde: (Jn. 9:35-38; 20:28).
El ciego de nacimiento al que Jesús le había devuelto la vista, fue expulsado de la sinagoga por haber reconocido que Jesús provenía de Dios; es decir, que era el Mesías esperado.
Al encontrarle Jesús le pregunta: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?; a lo cual el hombre responde con otra pregunta sobre quién es el Hijo de Dios. Jesús se presenta a sí mismo y el hombre cree en Él y le adora.
En la narración del Evangelio de Mateo, Jesús reprendió a Satanás cuando le estaba tentando en el desierto, y le mencionó la cita de (Dt. 6:13), que dice: “Teme al Señor, tu Dios, sírvele solamente a él, y jura sólo en su nombre”.
Esto significa que solamente a Dios se le debe servir, se le debe temer y adorar.
Es así cómo el hombre sanado reconoce a Jesús como el Hijo de Dios y le adora. De tal manera, Jesús acepta la adoración, porque corresponde a su Deidad ó Divinidad.
E.   También podemos Revisar lo que el Apóstol Pablo nos dice al respecto.
1.    Jesús tiene la misma Naturaleza de Dios: Fil. (2:6–8).
Antes de encarnarse; es decir, de tomar la forma de hombre, Cristo era completamente igual al Padre, y en su condición humana no perdió su naturaleza o esencia, porque era ciento por ciento Dios y ciento por ciento hombre; sin embargo, para poder cargar con los pecados de la humanidad era necesario que dejase los privilegios de la gloria y la autoridad divinas, por lo que se despojó de su esplendor para ser semejante a los seres humanos. Para una mejor comprensión, lea, por favor (Jn. 17:24; 5:18).

  1. Jesús es la Imagen de Dios, de su misma Esencia: (Col. 1:15).
Cristo Jesús hizo posible que se pudiera “ver” espiritualmente a Dios, al manifestar visiblemente la parte invisible de Él; razón por la cual, esta relación esencial de la Deidad hace que la imagen sea singular y perfecta. Es decir, que en Jesucristo podemos conocer a Dios; en su manera de vivir, en su misericordia, en su amor, en su entrega y servicio, en su sacrificio sin reservas hasta llegar a la cruz por amor a la humanidad. Su sabiduría, sus enseñanzas, su templanza, sus poderosos milagros ante los ojos de muchos nos muestran a Dios mismo encarnado en Jesús el Hombre.
Si bien es cierto que sus discípulos y la gente que vivió en ese tiempo, pudieron ver también físicamente a Jesús, nosotros ahora, podemos mirarlo y aprender de su ejemplo cada vez que abrimos la Biblia y recorremos cualquiera de sus líneas, ya que Jesucristo se encuentra presente como hombre y como Dios en cada libro, en cada pasaje, en cada frase o palabra tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Si nosotros formamos parte de la familia de Dios, nos será otorgada una visión espiritual de todas las cosas, y así podremos percibir las verdades que Jesucristo nos revela para la salvación de nuestra alma. Por eso, con justificada sabiduría, Jesús nos dice:
“…El que me ha visto a mí, ha visto al Padre…”: Jn. 14:9.



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