sábado, 22 de febrero de 2014

la cruz del calvario no manifiesta meramente que Dios nos perdona

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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  “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” Romanos 3:25–26

Dirigiendo su atención a las grandes palabras que se encuentran en el capítulo 3, versículo 25 y 26, de la epístola de Pablo a los Romanos, quiero recordarle nuevamente que en muchos sentidos, no hay versículos más importante en todo el alcance y esfera de las Escrituras, que estos dos. En ellos tenemos la afirmación clásica de la gran doctrina central de la expiación, y es nuestra razón para considerarlos muy cuidadosa y detalladamente. Ya he dicho que algunos han descrito esto como “el acrópolis de la fe cristiana”. Podemos estar seguros de que no hay nada digno de consideración, que sería tan importante como estos dos versículos. La historia de la iglesia muestra claramente que estos versículos han sido el medio de Dios el Espíritu Santo para traer a muchas almas de las tinieblas a la luz, y para dar a muchos pobres pecadores el primer conocimiento salvador y su primera certidumbre de salvación.

Déjeme darle un bien conocido y notable ejemplo histórico. Me refiero al poeta William Cowper. El nos dice que se encontraba en su cuarto sufriendo gran agonía de alma, y bajo una profunda y terrible convicción. El no podía encontrar la paz, y caminaba de un lado a otro, al punto de la desesperación, sintiéndose completamente agobiado, sin luz, sin aliento. 

Repentinamente en completa desesperación, se sentó en una silla frente a la ventana del cuarto. Había una Biblia allí, así que él la tomó, la abrió y encontrándose con este pasaje, pues él nos dice: “El pasaje que encontraron mis ojos fue el versículo 25 del tercer capítulo de Romanos. Al leerlo, de inmediato recibí poder para creer. Los rayos del Sol de Justicia cayeron sobre mí en toda su plenitud. Yo vi la completa suficiencia de la expiación, en la cual Cristo ha forjado para mi perdón y entera justificación. En un instante yo creí y recibí la paz del evangelio. Si el brazo del Dios Todopoderoso no me hubiera sustentado, yo creo que habría sido aplastado de gratitud y gozo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas; este arrobamiento ahogó mis palabras. Yo solamente podía mirar hacia el cielo en silencioso temor, sobrecogido con amor y asombro”. Esto fue lo que hizo este versículo 25 del capítulo tres de la epístola a los Romanos por el famoso poeta William Cowper, y ha hecho la misma cosa por muchos otros.

Déjeme recordarle otra vez lo que el pasaje dice. Es la continuación de lo que el apóstol estaba diciendo en el versículo 24, la gran buena nueva de que ahora es posible que nosotros seamos “justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús”. En otras palabras, ahora hay un camino de salvación aparte de la ley, el cual no depende de nuestra observancia a la misma. Este es el camino gratuito en Cristo.

 Dios nos ha rescatado en Cristo, y estos versículos 25 y 26 explican cómo este rescate sucedió. Pero, ¿Porqué tuvo que pasar el rescate de esta manera? ¿Cómo ocurrió esta redención?

Ya hemos considerado dos de las grandes palabras que explican esto. Ellas son las palabras “propiciación” y “sangre”. Sabemos también que la redención adquirida en esta manera, viene a nosotros a través de la instrumentalidad de la fe.

Pero el apóstol no termina así, él dice algo más. Veamos nuevamente la declaración: “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Rom. 3:25–26). ¿Porqué el apóstol continuó hasta decir todo esto? ¿Porqué no lo dejó en su primera afirmación? ¿Cuál es el significado de esta afirmación adicional? Para descubrir la respuesta debemos considerar una vez más estos términos. El primero es el término “puso” y significa ‘manifestar’, ‘hacer claro’. 

Aquí tenemos algo que es de vital interés para nosotros, y nos lo dice de una vez que la muerte del Señor Jesucristo en el calvario no fue un accidente, sino que fue la obra de Dios. Fue Dios quien “puso a Cristo” allí. Cuán a menudo se pierde completamente la gloria de la cruz cuando los hombres la sentimentalizan de alguna manera diciendo: “Oh, El era muy bueno para este mundo, El era muy puro. Sus enseñanzas eran tan maravillosas que ¡los crueles hombres le crucificaron!” El resultado de todo esto es la conmiseración y sentir lástima por El, olvidándose de que El mismo se volvió a las hijas de Jerusalén, que comenzaban a sentir lástima por El diciéndoles: “…no me lloréis a mí, mas llorad por vosotras mismas” (Luc. 23:28). Si nuestra opinión de la cruz de Cristo es tal que nos hace sentir lástima por El, entonces significa que nunca la hemos visto verdaderamente. Es Dios quien le puso a manifiesto. No fue accidente, sino algo deliberado. De hecho, el apóstol Pedro predicando en el día de Pentecostés, dijo que todo había pasado por el “determinado consejo y providencia de Dios” (Hech. 2:23).

Este término también enfatiza el carácter público de la acción, una gran operación de Dios. Dios hizo aquí algo en público, en la escena de la historia del mundo, con la finalidad de que esto pudiera ser visto, que pudiera mirarse a El, y ser recordado de una vez y para siempre. Esta fue la acción más pública que jamás hubiera ocurrido. De este modo Dios públicamente puso a Jesucristo, como una propiciación por medio de la fe en su sangre.

Esto nos conduce a una pregunta vital: ¿Porqué hizo Dios esto? ¿Porqué ocurrió? ¿Qué motivo (si se me permite preguntar con reverencia) le condujo a Dios a hacer esto? ¿Cuál fue su propósito en hacerlo? La mejor respuesta se puede hallar viendo los términos uno por uno. Luego los consideraremos como un todo, y veremos exactamente porqué el apóstol sintió que era vital y esencial amplificar ese tema.

Primero, hablamos del primer término, “manifestar” de la primera frase, “para manifestar su justicia”. Esto significa ‘mostrar,’ ‘enseñar,’ ‘dar una muestra evidente,’ ‘probar,’ ‘demostrar’. Dios hizo esto, dice Pablo, con el fin de que Cristo pudiera rescatarnos, a través de dar una ofrenda propiciatoria. Si, pero además de esto, Dios está manifestando algo aquí, está mostrando algo, está enseñando y dando una muestra evidente de algo. ¿De qué cosa? “De su justicia.” Debemos tener cuidado con esta expresión, la que hemos visto desde el versículo 21. Es desafortunado que el mismo término se usa para referirse a dos ideas distintas. Hasta ahora, considerando este término ‘justicia’, hemos visto que este significa “el medio de justicia”. Volvamos al versículo 21: “Mas ahora, se ha manifestado la justicia de Dios sin la ley” (Rom. 3:21). 

En otras palabras, esto significa que se ha manifestado el medio de Dios para hacer justos a los hombres, la manera divina de dar justicia a los hombres. Pero en el versículo 25, no significa esto. En este versículo dice que Dios ha hecho algo a través de lo cual, El manifiesta su justicia, no una justicia que El nos da a nosotros, sino más bien la justicia como uno de sus atributos gloriosos. Esta habla de la equidad de Dios, significa la rectitud judicial de Dios, la esencia moral, santa, justa y recta del carácter de Dios que “paga a cada uno conforme a sus obras”. El dice nuevamente en el siguiente versículo (vs. 26): “…a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe (al que cree) de Jesús”. 

Es decir, en la cruz de Cristo Dios está declarando su propia rectitud, su propio carácter justo, su propia esencial e inherente rectitud y justicia.

La siguiente frase es “a causa de haber pasado por alto”. Dios esta declarando su justicia “con respecto a”, “por causa de” haber pasado por alto los pecados pasados. Si usted se esforzara a buscar la palabra actual usada en el griego, usted hará un muy interesante descubrimiento acerca de la palabra que el apóstol usó aquí (la cual se traduce, haber pasado por alto). Descubrirá que este es el único lugar donde fue usada en todo el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo no la usó en ningún otro lugar y nadie más la usó del todo. Hay otra palabra que es traducida también como “remisión”, y en sus varias formas, y se puede encontrar 17 veces en el Nuevo Testamento; pero esta palabra la cual tenemos aquí en el verso 25, es usada solamente una vez y en realidad no significa “remisión” o “perdón”, sino que significa “pretermisión” o “omisión”.

Esta es una palabra importante y debemos examinarla. ¿Qué significa “pretermisión”? ¿Qué significa “omitir pecados” en distinción de “perdonar pecados”? Esta es una palabra que fue usada en la Ley Romana. Cuando uno la encuentra en la Ley Romana, generalmente es usada en este sentido: se refiere a una persona que ha hecho un testamento y ha dejado a alguien fuera de éste. Por ejemplo, si un hombre haciendo un testamento, deja algo a varios de sus amigos, mas hay un amigo al cual no le deja nada, esto es “pretermisión”. El dejó a su amigo fuera de su testamento; no lo consideró, es decir, “lo pasó por alto”. Aquel hombre dio algo a todos sus parientes y amigos, pero pasó por alto a uno, esto es ‘pretermitir’. Esta es la palabra que se usa aquí en el verso 25, “pasar por alto”, “excusar”, “no hacer caso de”, “permitir que pase sin notarlo”, “ignorar deliberadamente”. Estos son los significados dados a esta importante palabra, la cual el apóstol deliberadamente escogió en este versículo.

Haciendo una cosa así, el apóstol había de tener una buena razón para hacerlo, pues no hizo tal clase de cosa accidentalmente. ¿Porqué no usó la palabra ‘perdón’ como en otras partes? ¿Porqué esta palabra aquí y solo aquí? y ¿Porqué esta palabra particular que significa “pasar por alto”? Claro, debido a que quería expresar la idea de ‘omitir’. Así que, en lugar de leer “por el perdón de los pecados pasados”, vemos “a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”, “por no haber hecho caso intencionalmente en su paciencia de los pecados pasados”.

Podemos decirlo de otra manera. La diferencia entre “perdonar” y “pasar por alto” es la diferencia entre “perdonar” y “no castigar”. Quizás usted diría que esto es pararse en quisquillas, una distinción sin diferencia, pero no es así. Por supuesto a fin de cuentas, viene a ser la misma cosa. Si yo no castigo a un hombre, en un sentido lo he perdonado; y sin embargo, todavía no lo he perdonado completamente. Si yo perdono, ciertamente no castigué, pero el perdonar incluye más que no castigar. Entonces, este término “pretermisión” o “omisión” queda corto con la palabra “remisión” o “perdón”; y este es el porqué Pablo aquí la usa, como lo vamos a ver.

La siguiente cosa que veremos es “los pecados pasados” en la frase, “…a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Una vez más tenemos que estudiarla cuidadosamente. Si no, podríamos llegar a la conclusión que el apóstol está diciendo que Dios pasa por alto ‘los pecados pasados’ de cualquiera: mis pecados pasados, sus pecados pasados, “los pecados pasados”. Pero esto no es el sentido del apóstol, no es lo que quería decir. Una mejor traducción podría ser, ‘pecados que fueron cometidos antiguamente’. El se está refiriendo a un tiempo muy definido. Es el tiempo que él contrasta con “en este tiempo” en el siguiente versículo (vs. 26). Hubo aquel tiempo, luego este tiempo. El dice: ‘A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo…’ ¿A qué está mirando atrás? El está mirando atrás la Antigua Dispensación, y está diciendo que Dios pasó por alto los pecados bajo el pacto antiguo, en los tiempos del Antiguo Testamento. Su punto es que Dios haciendo esto, ahora ha manifestado a Cristo para aclarar algo referente a lo que El hizo en aquel entonces.

Esto nos conduce al último término que tenemos que considerar, la palabra “paciencia” o “indulgencia”. ¿Qué quiere decir? Paciencia significa ‘auto-refrenamiento’, ‘discrepancia permitida’ o ‘tolerancia’. ¿Exactamente qué está diciendo aquí el apóstol? Dice: “A quien Dios ha puesto, en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su auto-refrenamiento o paciencia, los pecados que fueron cometidos antiguamente…” ¿Qué quiere decir esto? Pues, Pablo nos está diciendo que este acto público que Dios decretó y consumó en el calvario, tiene relación también con los hechos de Dios bajo la administración del Antiguo Testamento, cuando Dios intencionalmente no hizo caso, pasando por alto los pecados de su pueblo de aquel tiempo, por su auto-refrenamiento y paciencia.

Pero ¿qué significa todo esto? Podemos responder en una manera muy interesante, viendo la misma clase de afirmación en otros dos lugares en el Nuevo Testamento. ¿Recuerda usted cómo habló el apóstol Pablo a la congregación de los estoicos, los epicureos y otros en Atenas? El informe se da en el capítulo 17 del libro de los Hechos de los Apóstoles, comenzando particularmente en el versículo 30. El apóstol elaborando su argumento dice: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Observe como él elabora su gran argumento. El dice, Dios no se ha dejado a sí mismo sin testimonio a través de todas estas generaciones y siglos. Dios ha dejado sus evidencias y señales. Y el propósito fue que la gente pudiera buscar al Señor, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en el vivimos, y nos movemos y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron, porque linaje de este somos también. Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimar que la divinidad sea semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de artificio o de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan. Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. (Vea Hech. 17:25–31.)

El otro pasaje es el versículo quince del capítulo nueve de la epístola a los Hebreos: “Así que, por eso es mediador (Cristo) del nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo del primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” Aquí Hebreos 9:15 dice exactamente la misma cosa que el apóstol está mencionando en Romanos 3. Entonces, la verdadera explicación de nuestro versículo se encuentra en la afirmación de Hebreos, donde vemos al autor, ansioso de que sus lectores pudieran entender claramente acerca del antiguo pacto, de los sacrificios y las ofrendas bajo este mismo. Quiso que ellos entendieran y tuvieran muy claro en sus mentes, que estos sacrificios nunca podrían producir un perdón completo de pecados, así como expiar el pecado. Estos sacrificios podían hacer algo, dice el apóstol, fueron de valor para “la purificación de la carne”. “La sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne” (Heb. 9:13). Pero estos sacrificios no podían hacer nada más. No podían tratar con la consciencia. Esta era la dificultad, mas todavía el problema concierne la consciencia.

 Pero, si la sangre de los toros y de los machos cabríos podía purificar la carne, “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios vivo?” (Heb. 9:14). “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros…” (Heb. 9:9–11) y así sigue.

¿Entiende el argumento? Lo que el apóstol está diciendo es que bajo el antiguo pacto, bajo la antigua administración, no hubo provisión para tratar con los pecados en un sentido radical. Los antiguos sacrificios y ofrendas eran medios para pasar por alto los pecados que duraron hasta el tiempo señalado. Daban cierta clase de purificación de la carne, proporcionaban una purificación ceremonial, hacían apta a la persona para acudir a Dios en oración. Pero no había sacrificio bajo el antiguo testamento que tratara realmente con el pecado. Todo lo que estos sacrificios hacían era señalar hacía adelante, al sacrificio que había de venir, el cual realmente trataría con el pecado, limpiando las conciencias de las obras de muerte y reconciliando verdaderamente al hombre con Dios.

Entonces preguntaría alguno, ¿Quiere decir que los santos del Antiguo Testamento no eran perdonados? Por supuesto que no. Ellos obviamente eran perdonados y agradecieron a Dios su perdón. No se puede decir ni por un momento que personas como Abraham, David, Isaac y Jacob no fueron perdonadas. Sin embargo, no fueron perdonados debido a estos sacrificios que se ofrecían en aquel entonces. Fueron perdonados por que miraban hacía Cristo. Quizás no vieron esto claramente, no obstante, creyeron la enseñanza, e hicieron estas ofrendas movidos por la fe. Creyeron en la Palabra de Dios, de que un día El iba a proveer un sacrificio, y por medio de la fe, ellos se sostuvieron en esto. Pero fue su fe en Cristo lo que les salvó, igualmente como es la fe en Cristo lo que nos salva ahora. Este es el argumento.

Pero, en un sentido esto nos deja con un problema. Dios siempre se ha revelado a sí mismo como un Dios que aborrece el pecado. El anunció que castigaría el pecado, lo cual era la muerte. Declaró que derramara su ira sobre el pecado y sobre los pecadores. Y sin embargo, aquí vemos a Dios por siglos, aparentemente negando sus propias afirmaciones y su propia Palabra. Parecía que no iba a castigar el pecado. El estaba pasándolo por alto del todo. ¿Acaso Dios ha dejado de preocuparse por estas cosas? ¿Acaso ha llegado a ser indiferente hacia el mal? ¿Cómo puede pasar por alto el pecado de esta manera? Este es el problema, y fue un problema genuino. Es claro que la sangre de los toros, de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra no podían hacer esto. Y sin embargo, Dios pasaba por alto estos pecados. ¿Cómo podía hacer esto? ¿Qué cosa podría justificar esta “paciencia de Dios”?

Ahora, dice el apóstol, Dios nos explica todo por lo que hizo en público, en la escena y teatro del mundo entero, con Cristo en el calvario. El detenía su ira a través de siglos y no la reveló completamente, pero ahora en la cruz de Cristo, la desplegó completamente. El lo manifestó ahora. Lo repite dos veces: “para manifestar su justicia” (verso 25) “con la mira de manifestar en este tiempo su justicia” (verso 26). Vemos un motivo divino por la cruz. En el monte calvario, Dios dio una explicación pública de sus hechos a través de los siglos. Así al mismo tiempo, estaba reivindicando su propio carácter eterno de justicia y santidad.

¿Exactamente cómo lo hizo Dios? Al responder esta pregunta se verá la razón por la cual me ocupé tanto en defender aquella palabra “propiciación” (que significa la satisfacción de la ira divina) debido a que era vital. ¿Cómo ha reivindicado Dios su carácter en el calvario? ¿Cómo ha dado una explicación de su “haber pasado por alto” los pecados en el tiempo antiguo, de su auto-refrenamiento y tolerancia? Hay una sola manera en que El podría hacer esto. Dios ha afirmado que aborrece el pecado, que castigará el pecado, que derramará su ira sobre el pecado, y sobre todos los culpables de pecado. Por lo tanto, a menos que Dios pueda probar que ha hecho esto, ya no sería justo. Y lo que el apóstol está diciendo es que, precisamente en el calvario Dios ha dado esta prueba. El ha demostrado que aún aborrece el pecado, que lo va a castigar, que tiene que castigarlo, que derramará su ira sobre él. ¿Cómo mostró esto en el calvario? A través de hacer precisamente estas mismas cosas. 

En el calvario Dios derramó sobre su unigénito y amado Hijo, su ira contra el pecado. La ira de Dios que debiera haber venido sobre usted y sobre mí por causa de nuestros pecados, cayó sobre Cristo. Dios siempre supo que lo iba a hacer. Leemos en las Escrituras acerca del “Cordero que fue inmolado antes de la fundación del mundo” (Apo. 13:8). Este plan tuvo su origen en la eternidad. Debido a que Dios sabía lo que iba a hacer, El podía pasar por alto el pecado durante todos los siglos que habían transcurrido. De esta manera, se puede ver, dice el apóstol, que Dios es al mismo tiempo justo y El que puede justificar al impío que cree en Cristo. Era un tremendo problema, ¿Cómo podía Dios permanecer santo y justo, y tratar con el pecado conforme a su palabra, y todavía perdonar al pecador? La respuesta se puede encontrar solo en la cruz de Cristo. La reivindicación de la justicia divina es una parte esencial de lo que se declara a través de la cruz.

Esta, de acuerdo con el apóstol, fue la primera razón. Dios tenía que reivindicar sus hechos en el pasado bajo el antiguo pacto. Pero El tenía algo más que manifestar, conforme al versículo veintiséis: “Con la mira de manifestar su justicia en este tiempo”. El ya nos explicó cómo pudo pasar por alto todos los pecados en el pasado. Pero, ¿cómo trata con el pecado ahora? ¿Cómo tratará con los pecados en el futuro? La respuesta también se encuentra allí en la cruz del monte calvario. En otras palabras, como el apóstol Juan señala en su primera epístola (1 Jn. 2:2) la muerte del Señor Jesucristo “es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”; con el significado que la palabra ‘mundo’ tiene aquí.

Los pecados fueron tratados de una vez por todas en la cruz. En la cruz fueron provistos los medios para que todos los pecados bajo la antigua dispensación, los pecados que Dios había perdonado a Abraham, Isaac, Jacob y todos los creyentes del Antiguo Testamento, se pudiesen ser omitidos y de este modo pasados por alto. Sus pecados fueron incluidos en el monte calvario. Sí, dice Pablo, y los pecados que están siendo perdonados en el presente también fueron tratados ahí; así como todos los pecados que serán cometidos, fueron ahí tratados.

Este es el asombroso asunto acerca del Cristo del calvario, El murió “una vez para siempre.” Este es el gran argumento de la epístola a los Hebreos. Los otros sacrificios se tenían que ofrecer día tras día. Había una sucesión de sacerdotes, y ellos tenían que ofrecer sus sacrificios frescos cada vez. Pero este Hombre, Jesucristo, ofreció por los pecados “un solo sacrificio para siempre” (Heb. 10:12). El trató con todos los pecados allí. No se necesita ninguno más. No se necesita otro nuevo sacrificio, fue hecho una sola vez y para siempre (vea Heb. 7:27). Dios los puso todos sobre Cristo ahí en la cruz; los pecados que usted aún no ha cometido ya fueron tratados ahí. Este es el medio del perdón y solamente este. Para tiempo pasado, pecados cometidos antes, pecados cometidos ahora y en todo tiempo, ésta es la justificación de Dios en perdonar cualquier pecado que se haya cometido.

Fíjese en lo que el apóstol está diciendo aquí. Todo pecado es perdonado en esta base y solo ésta. La cruz declara que Dios es “el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26). Se puede expresar de esta manera: la cruz del calvario no manifiesta meramente que Dios nos perdona. Sí hace esto, gloria a Dios, pero no es todo. Si la cruz solamente pusiera de manifiesto esto, el apóstol podría haber terminado el versículo 25 con la frase “por medio de la fe en su sangre” y no habría necesidad de más. Pero él no se detiene allí, sino que sigue adelante en el versículo 25 y además añade el versículo 26. ¿Porqué? Porque la cruz no es solamente la manifestación de que Dios está listo para perdonarnos.

Hay otra manera en que ésta se puede explicar. La obra de la cruz no sucedió meramente para influirnos, aunque la enseñanza popular así nos dice. Nos dicen que el problema con la raza humana es que el hombre no reconoce el amor de Dios, no conocen que Dios ya está listo para perdonar a todo el mundo. ¿Cuál es, entonces, el significado de la cruz? ‘Bien,’ ellos nos dicen, ‘Dios nos está diciendo que ya nos ha perdonado; y por eso, cuando vemos a Cristo muriendo en la cruz, se quebrantarán nuestros corazones y nos conducirá a ver el perdón divino.’ La cruz, de acuerdo con ellos, es dirigida solamente a nosotros y nos está hablando a nosotros. Pero, la cruz tiene un propósito mayor que este, y logra otra cosa también.

Nuestro perdón es solo un elemento, pero hay algo más que es infinitamente más importante. ¿Cuál es? Es el carácter de Dios. Entonces, la cruz sigue diciéndome que es el medio de Dios para lograr el perdón. El perdón no es una cosa fácil para Dios. Hablo con reverencia. ¿Porqué el perdón no es una cosa fácil para Dios? Sencillamente, porque Dios no es solamente amor, Dios también es justo, recto y santo. El es “Luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Jn. 1:5). El es tanto recto y justo, como también amoroso. No debemos poner estos atributos uno contra el otro. Afirmo que Dios se constituye de todas estas cosas juntas, y no debemos omitir una por otra.

Entonces, la cruz no simplemente nos dice que Dios perdona, nos dice que ésta es la manera en que Dios logra el perdón. Es la forma en que comprendemos la manera en que Dios perdona. Diré más: ¿Cómo puede Dios perdonar y permanecer aún siendo Dios? (Es decir, siendo Juez justo, nos ha declarado que “pagará a cada uno conforme a sus hechos,” y “no tendrá por inocente al malvado.”) Esta es la cuestión, y la cruz es la reivindicación de Dios. La cruz es la reivindicación del carácter de Dios. La cruz no solamente nos muestra el amor de Dios más gloriosamente que ninguna otra cosa, sino también nos muestra su rectitud, su justicia, su santidad, y toda la gloria de sus atributos eternos. Todos ellos se pueden ver brillando juntos allí en la cruz. Si usted no los ve allí a todos ellos, entonces no ha visto la cruz. Esta es la razón por la cual debemos rechazar totalmente la “teoría de la influencia moral” de la expiación, la cual yo acabo de describir. Es errónea esta teoría que nos dice que todo lo que la cruz tiene que lograr es quebrantar nuestros corazones y luego conducirnos a ver el amor de Dios.

Por encima y más allá de esto, dice Pablo, Dios está manifestando su “justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Si la cruz es nada más que la manifestación de su amor, entonces ¿porqué dice esto así? No, dice Pablo, la cruz es más que esto. Si la cruz está proclamando solamente el perdón divino, entonces nosotros tendríamos derecho a preguntar, si todavía podemos depender de la Palabra de Dios, y si El es justo y recto. Y sería una pregunta lícita debido a que en el Antiguo Testamento, Dios ha afirmado repetidamente que aborrece el pecado, que lo castigará, y que la paga del pecado es la muerte. Todo esto toca el carácter de Dios.

Dios no es como el hombre. A veces nosotros pensamos que es algo maravilloso que las personas digan una cosa, y luego hagan otra. Por ejemplo, los padres dicen a sus hijos, ‘Si tú haces tal cosa, no te daré dinero para que compres tus dulces.’ Entonces el niño hace aquello, pero el padre dice, ‘Bueno, está bien’, y enseguida se le da una moneda para gastar. Esto, creemos, es amor y perdón verdaderos. Pero Dios no se conduce de ésta manera. Dios, si quizás puedo decirlo de este modo, es eternamente consistente consigo mismo. No hay contradicción en El. El es el “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg. 1:17). Todos estos atributos se han de entender como diamantes brillando en su carácter eternal, y todos han de mostrarse. En la cruz, todos ellos son puestos a manifiesto.

¿Cómo puede ser justo Dios y justificar al impío? La respuesta es que El puede, porque en la cruz castigó los pecados de los pecadores impíos en su propio Hijo. El derramó su ira sobre Cristo: “…el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isa. 53:5). Dios hizo lo que prometió: castigar el pecado. El así lo proclamó por todas partes del Antiguo Testamento, y ha hecho lo que dijo. El demostró que es justo y recto, y ha hecho en la cruz una declaración pública de esto mismo. El es justo y puede justificar al pecador, porque castigó a Otro en nuestro lugar, y ahora puede perdonarnos gratuitamente. Y El sí lo hace. 

Es el mensaje del versículo 24: “Siendo justificados (considerados o declarados justos) gratuitamente por su gracia, por la redención (el rescate) que es en Cristo Jesús; a quien Dios puso como propiciación por la fe en su sangre” (Rom. 3:24–25). De este modo, El declara su justicia habiendo pasado por alto estos pecados en su tiempo de auto-refrenamiento. Con la mira de manifestar su justicia en aquel entonces, y ahora, y para siempre, al perdonar pecados. De esta manera El es, al mismo tiempo, el Justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Tal es la grande, gloriosa y maravillosa afirmación. Asegúrese de que su perspectiva, su entendimiento de la cruz, incluya la totalidad de ella. Examine su concepto de la cruz. ¿Cómo acomoda ud. en sus razones esta afirmación divina acerca de la cruz “para manifestar su justicia”? ¿Es algo que usted simplemente se salta diciendo: ‘Bien, no sé lo que quiere decir; pues todo lo que yo sé es que Dios es amor y que El perdona’? Pues, usted debería de entender el significado de la cruz; es una parte esencial del glorioso Evangelio. En el calvario, Dios hizo el camino de salvación para que usted y yo pudiéramos ser perdonados. 

Pero El tuvo que hacerlo de tal manera que su carácter quedara inviolable, que su eterna consistencia permaneciera absoluta e inquebrantable. Una vez comenzando a contemplar un tema como este, nos damos cuenta que éste es el más tremendo, el más glorioso, el más asombroso del universo y de toda la historia humana. 

Dios está declarando en la cruz lo que El hizo por nosotros. Y al mismo tiempo está mostrando su propia grandeza eternal y gloria, declarando que El “…es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Jn. 1:5). “La cruz excelsa al contemplar…” dice Isaac Watts, pero no podremos ver la excelencia de ella, hasta que la contemplemos verdaderamente a la luz de esta gran afirmación del apóstol. 

Dios estaba mostrando públicamente en la cruz de una vez y para siempre, su eterna justicia y su eterno amor. Nunca separados una del otro, permanecen juntos perteneciendo ambos atributos al glorioso carácter de Dios.

viernes, 21 de febrero de 2014

La Palabra de Dios y la palabra del hombre...¿Qué diferencias hay?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.” “Sécase la hierba, cáese la flor: mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” Mateo 24:35; Isaías 40:8.
El doctor Payson, refiriéndose a la Biblia, ha dicho lo siguiente:

    Destruye este volumen, tal como han tratado de hacerlo en vano los enemigos de la felicidad del hombre, y nos dejarás sumidos en profunda ignorancia con respecto a nuestro Creador, a la formación del mundo en que habitamos, al origen de nuestra raza y sus progenitores, a nuestro destino futuro, relegándonos al plano de la fantasía, de la duda y la conjetura. Destruye este volumen y nos privarás de la religión cristiana, con todos sus consuelos vivificantes, esperanzas y perspectivas que ofrece, no dejándonos nada sino elegir (¡miserable alternativa!) entre las lóbregas tinieblas de la infidelidad y las sombras monstruosas del paganismo. Destruye este volumen y despoblarás el cielo, cerrarás para siempre sus puertas a la desdichada posteridad de Adán, restituirás al rey de los terrores su fatal aguijón, sepultarás la esperanza en la misma tumba que recibe nuestro cuerpo, consignarás a todos los que han muerto antes que nosotros al sueño eterno o calamidad infinita, y nos dejarás sin esperar nada a nuestra muerte, sino suerte similar a la de ellos. En una palabra, destruye este volumen, y nos despojarás al instante de todo lo que impide que la existencia se convierta en el peor de todos los azotes; apagarás el sol, secarás el océano y harás desaparecer la atmósfera del mundo moral, y degradarás al hombre a un nivel desde el cual quizá mire con envidia a los brutos que perecen. 

1. HAY NECESIDAD DE LAS ESCRITURAS

¿Qué cosa es verdad?” preguntó Pilato. Por su tono sugirió que la búsqueda de la verdad era vana, sin esperanzas. Si no hubiera una guía autorizada para llegar al conocimiento de Dios, el hombre y el mundo, Pilato tendría razón. Pero no se necesita caminar a tientas sumido en la duda y el escepticismo, ya que hay un Libro, las “Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).


  1.1. Tal revelación debe desearse

El Dios que creó el universo debe de ser un Dios sabio, y sin duda un Dios sabio tendrá un propósito determinado para sus criaturas. El descuidar ese propósito sería necedad, y el desafiarlo, pecado. Pero ¿cómo se puede conocer a ciencia cierta el propósito divino? La historia nos demuestra que el mundo llega a diferentes conclusiones, y hay muchas personas que jamás llegan a ninguna. La experiencia nos demuestra que el problema no se puede solucionar sólo mediante el estudio. Algunos carecen del tiempo necesario; otros, aunque quisieran estudiar, no tienen capacidad para ello, y aunque tuvieran éxito, llegarían a sus conclusiones con lentitud, y con dudas. Los sabios quizá propugnen sistemas filosóficos para llegar a la verdad, pero ningún sistema, por completo que sea, jamás podrá descubrir la verdad. “El mundo por medio de su sabiduría (filosofía) no conocía a Dios”, dice otra versión. Las verdades que le dicen al hombre cómo pasar de la tierra al cielo deben enviarse del cielo a la tierra. En otras palabras, el hombre necesita una revelación.


  1.2. Tal revelación debe esperarse

En la naturaleza, tenemos una revelación de Dios que puede ser comprendida por la razón. Pero cuando el hombre está aherrojado por el pecado, y su alma se halla agobiada, tanto la naturaleza como la razón son impotentes para proporcionar luz y alivio. Oigamos a hombres que hicieron culto de la razón. Dijo Kant, uno de los más egregios pensadores de todos los tiempos: “Haces bien en fundamentar tu paz y piedad en los evangelios, pues sólo en los evangelios se halla la fuente de verdades espirituales, después que la razón ha llegado al límite de su investigación, en vano.” Otro filósofo capacitado, Hegel, no quiso otro libro en su lecho de muerte que la Biblia. Dijo que, si pudiera prolongar la vida, se dedicaría al estudio de ese Libro, pues en él había hallado lo que la razón no podía descubrir.
Si, como creemos, hay un Dios bueno, es razonable esperar que se revelará personalmente a sus criaturas. El Reverendo David S. Clarke dijo lo siguiente:

    No podemos imaginarnos que un padre se oculte para siempre de su hijo, que nunca se comunique con él. Tampoco podemos imaginar que un Dios bueno oculte de las criaturas creadas a su imagen la revelación de su ser y de su voluntad. Dios ha hecho al hombre capaz y deseoso de conocer la realidad de las cosas, ¿y acaso ocultará una revelación capaz de satisfacer ese deseo? Según la antiquísima mitología egipcia, la legendaria Esfinge tebana proponía enigmas a los que pasaban, y los mataba si no los descubrían. Sin duda alguna un Dios amoroso y sabio no dejará que el hombre perezca por falta de conocimientos, desconcertado ante el enigma del universo.

Por su parte el doctor Hodges afirma:

    La inteligencia de Dios despierta en nosotros la esperanza de que El ha adaptado los medios al fin, y que coronará la naturaleza religiosa con una religión sobrenatural. La benevolencia de Dios despierta la esperanza en nosotros de que sacará a sus criaturas de su doloroso azoramiento y conjurará el peligro que las acecha. La justicia de Dios despierta en nosotros la esperanza de que hablará a la conciencia con tono claro y de autoridad.


  1.3. Tal revelación sería expresada en forma escrita

Es razonable pensar que Dios expresara en un libro su mensaje al hombre. El doctor Keyser dice lo siguiente:

    Los libros constituyen el mejor método de preservar la verdad íntegra, y trasmitirla de generación en generación. Ni la memoria ni la tradición son dignas de confianza. Por lo tanto, Dios procedió con la mayor sabiduría y también en forma normal al proporcionar al hombre la revelación divina en forma de libro. De ninguna otra manera, hasta donde nos es posible ver, podría El haber impartido a la humanidad un nivel infalible que hubiera estado disponible para toda la humanidad, y que continuaría intacto a través de las edades, y del cual el hombre podía obtener el mismo nivel o patrón de fe y conducta.

Es razonable esperar asimismo que Dios inspiraría a sus siervos para registrar las verdades que no podrían haber sido descubiertas por la razón del hombre. Y finalmente, es razonable creer que Dios ha preservado en forma providencial los manuscritos de las Sagradas Escrituras, y ha inspirado a la iglesia para incluir en el canon sólo aquellos libros que tuvieron su origen en la inspiración divina.


  2. LA INSPIRACION DE LAS ESCRITURAS

El que una religión sin escrituras inspiradas podría ser divina es una posibilidad concebible. Sobre el particular dice el profesor Frank L. Patton:

    Si basado en simples pruebas históricas se puede establecer que Jesús hizo milagros, habló profecías y proclamó su divinidad; si se puede demostrar que fue crucificado para redimir a los pecadores, que resucitó e hizo depender el destino del hombre de su aceptación de El como Salvador, luego fueran los anales históricos inspirados o no, ¡ay de aquel que descuida una salvación tan grande!

Sin embargo, no necesitamos discutir con más amplitud esa posibilidad, pues no se nos ha dejado en dudas con respecto al asunto. “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (Dios le imparte su hálito), declara el apóstol Pablo (2 Timoteo 3:16). Por su parte el apóstol Pedro afirma: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
El diccionario de Webster define a la inspiración de la siguiente manera: “Es la influencia sobrenatural del Espíritu de Dios ejercida sobre la mente del hombre, influencia que capacitó a los profetas, apóstoles y escritores sagrados para exponer la verdad divina sin mezcla de error.” Por su parte, el diccionario Espasa-Calpe dice: “Intimación que Dios hace al escritor sagrado para que este escriba acerca de una determinada materia, junto con una asistencia especial para que no yerre en su exposición.”
De acuerdo con lo expuesto por el doctor Gaussen, inspiración es “el poder inexplicable que el Espíritu Divino ejerce en los autores de las Escrituras, para guiarlos aun en el empleo de los vocablos que deben usar, y preservarlos de todo error u omisión”.
“La inspiración, según la definición formulada por el apóstol Pablo en este pasaje (2 Timoteo 3:16) es un soplo recio, consciente, de Dios en el hombre, capacitando a éste para expresar la verdad”, nos dice el doctor William Evans. “Es Dios que habla por medio del hombre, y por lo tanto el Antiguo Testamento es la Palabra de Dios tanto como si Dios mismo hubiera pronunciado cada una de las palabras. Las Escrituras son el resultado del influjo o hálito divino, así como la respiración acompaña en el hombre la pronunciación de palabras. La declaración de Pedro se puede decir que indica que el Espíritu Santo se encontraba presente en forma especial y milagrosa con los escritores de las Sagradas Escrituras y en ellos, recalcándoles las verdades que no habían conocido antes, y guiándolos igualmente en el registro de estas verdades, y en todo acontecimiento que habían visto y oído, de manera que eran testigos capacitados para presentarlos con suficiente exactitud a otros.”
Uno llegaría a la conclusión por la lectura de los diversos credos cristianos que el cristianismo es un asunto más bien complicado, erizado de enigmas teológicos y cargado de definiciones abstrusas. No es ese el caso. Las doctrinas del Nuevo Testamento, tal como fueron expuestas originalmente, son simples y se pueden definir con sencillez. Pero con el transcurso de los años, la iglesia se vio confrontada con puntos de vista erróneos y defectuosos con respecto a doctrinas, y se vio obligada entonces a cercarlas y protegerlas con definiciones. De este proceso de definición exacto y detallado surgieron los credos. Las declaraciones doctrinales desempeñaron un papel importante y a la vez necesario en la vida de la iglesia, y se convirtieron en obstáculos sólo cuando la fe viva fue reemplazada por el mero asentimiento a dichas declaraciones.
La doctrina de la inspiración, según se enuncia en la Palabra, es muy sencilla, pero la presentación de puntos de vista erróneos y defectuosos hizo necesario “proteger” la doctrina mediante definiciones amplias y detalladas. En oposición a ciertas teorías, es necesario sostener que la inspiración de las Sagradas Escrituras es:


  2.1. Divina y no meramente humana

Los modernistas comparan la inspiración de los escritores sagrados con esa clarividencia espiritual y sabiduría que desplegaron hombres como Platón, Sócrates, Browning, Shakespeare, Cervantes y otros genios de la literatura, la filosofía y la religión. Se considera así a la inspiración algo puramente natural. Esta teoría despoja al vocablo inspiración de todo su significado; no es consecuente con el carácter único y sobrenatural de la Biblia.


  2.2. Unica y no común

Algunos confunden la inspiración con la iluminación. La iluminación es la influencia ejercida por el Espíritu Santo, la cual es común a todos los creyentes, y les facilita comprender las verdades divinas (1 Corintios 2:4; Mateo 16:17). Afirman que tal iluminación es una explicación adecuada del origen de la Biblia. Hay una facultad en el hombre, según se enseña, por la cual el hombre puede conocer a Dios, algo así como un ojo del alma. En circunstancias que los hombres piadosos de antaño meditaban en Dios, el Espíritu divino vivificaba sus facultades, permitiéndoles el acceso a los misterios divinos.
Tal iluminación ha sido prometida a los creyentes y ha sido experimentada por ellos. Pero no es lo mismo que la inspiración. Se nos dice que a veces los profetas recibieron verdades por inspiración, y al mismo tiempo les fue denegada la iluminación para comprender esas verdades (1 Pedro 1:10–12). El Espíritu Santo inspiró sus palabras, pero no creyó oportuno proporcionar el significado de esas palabras. Se nos dice que Caifás fue el instrumento de un mensaje inspirado (aunque no tuvo conciencia de ello) cuando aun no pensaba de Dios. En ese momento era inspirado, pero no iluminado (Juan 11:49–52).
Nótense dos diferencias especificas entre la iluminación y la inspiración (1) Con respecto a duración, la iluminación es permanente, o puede serlo. “Más la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” La unción que el creyente ha recibido del Santo permanece en él, nos dice Juan (1 Juan 2:20–27). Por otra parte, la inspiración era intermitente, pues en efecto el profeta no podía profetizar a voluntad, sino que estaba sujeto a la voluntad del Espíritu. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana”, dijo el apóstol Pedro, “sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Lo repentino de la inspiración profética está insinuado en la expresión común que dice: “Vino palabra de Jehová.” Se establece una distinción clara entre los profetas verdaderos que hablaron sólo cuando vino la palabra de Jehová, y los falsos que hablaron según propia invención. (Cf. Jeremías 14:14; 23:11, 16; Ezequiel 13:2, 3). (2) La iluminación admite grados, la inspiración no. La gente disfruta de distintos grados de iluminación, pues algunos poseen mayor penetración que otros. Pero en el caso de la inspiración, en el sentido bíblico, una persona es inspirada o no lo es.


  2.3. Viva y no mecánica

La inspiración no significa dictado, ni que los escritores adoptaban una actitud pasiva y su mente no tomaba parte alguna en la escritura del material, aunque es cierto que algunas porciones de las Escrituras fueron dictadas, como por ejemplo los Diez Mandamientos y el Padrenuestro. La misma palabra inspiración excluye mera acción mecánica, y la acción mecánica excluye la inspiración. Por ejemplo, un comerciante no inspira a su secretaria cuando le dicta una carta. Dios no habló por medio del hombre como hablaría por medio de un megáfono. Su Espíritu Divinó usó las facultades del hombre, produciendo así un mensaje perfectamente divino que no obstante ostenta las características de la personalidad del escritor. Es la Palabra del Señor, pero en cierto sentido, la de Moisés, de Isaías o de Pablo. Dios no ha hecho nada sin el hombre; el hombre no ha hecho nada sin Dios. Es Dios quien habla en el hombre, Dios que habla por medio del hombre, Dios que habla como hombre, Dios que habla a favor del hombre.
El hecho de la cooperación divina y humana en la producción de un mensaje inspirado, es de sí evidente; pero el “cómo” del asunto escapa a nuestra observación. La interacción o influencia recíproca aun entre la mente y el cuerpo es un misterio para el sabio más egregio. ¡Cuánto más cuando se trata de la interacción del Espíritu de Dios y del espíritu del hombre!


  2.4. Completa y no meramente parcial

De acuerdo con la teoría de la inspiración parcial, los escritores fueron preservados del error en asuntos necesarios para la salvación, pero no en asuntos como historia, ciencia, cronología y otros. Por lo tanto, de acuerdo con esa teoría, sería más correcto decir que la Biblia contiene la Palabra de Dios, más bien que afirmar que es la Palabra de Dios.
Esa teoría nos sume en la ciénaga de la incertidumbre, pues ¿quién puede juzgar de manera infalible lo que es esencial para la salvación y lo que no es? ¿Dónde se encuentra la autoridad infalible para decidir con respecto a qué parte es la Palabra de Dios, y qué parte no es? Y si la historia de la Biblia es falsa, luego la doctrina no puede ser verdadera, pues la doctrina bíblica se fundamenta en la historia bíblica. Finalmente, las Sagradas Escrituras mismas reclaman para sí inspiración completa, plena. Cristo y sus apóstoles aplican el término “palabra de Dios” a todo el Antiguo Testamento.


  2.5. Verbal, y no meramente conceptual

De acuerdo con otro punto de vista, Dios inspiró los pensamientos pero no las palabras de los escritores. Dicho de otra manera, Dios inspiró a los hombres, y los dejó librados a su propio criterio en la selección de vocablos y frases. Pero el énfasis bíblico no recae sobre hombres inspirados, sino sobre palabras inspiradas. “Dios, habiendo hablado … en otro tiempo a los padres por los profetas” (Hebreos 1:1). “Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Además, es difícil separar palabra y pensamiento, ya que el pensamiento es palabra interna (“y no penséis decir dentro de vosotros”; “dijo el necio en su corazón”), mientras que una palabra es un pensamiento expresado. Pensamientos divinamente inspirados serían naturalmente expresados mediante palabras divinamente inspiradas. Pablo nos habla de palabras que enseña el Espíritu Santo (1 Corintios 2:13). Finalmente, se citan palabras particulares como fundamento de doctrinas de peso. (Cf. Juan 10:35; Mateo 22:42–45; Gálatas 3:16; Hebreos 12:26, 27).
Se debe distinguir entre revelación e inspiración. Por revelación significamos ese acto de Dios por medio del cual revela lo que el hombre no podía hallar por sí mismo; por inspiración queremos indicar que el escritor es preservado del error al escribir esa revelación. Por ejemplo, los Diez Mandamientos fueron revelados y Moisés recibió inspiración para registrarlos en el Pentateuco.
La inspiración no siempre implica revelación. Moisés fue inspirado a registrar los acontecimientos que él mismo había presenciado y que por lo tanto se encontraban dentro de la esfera de sus propios conocimientos.
Se debe distinguir entre palabras no inspiradas y registro inspirado de ellas. Por ejemplo, muchos dichos de Satanás figuran o están registrados en las Escrituras, y sabemos que el diablo no fue inspirado de Dios cuando los pronunció. Pero el registro de esas expresiones satánicas es inspirado.


  3. LA VERIFICACION DE LAS ESCRITURAS

  3.1. Afirman ser Inspiradas

El Antiguo Testamento reclama para sí el haber sido escrito por inspiración especial de Dios. La frase “y dijo Dios” o su equivalente se emplea más de dos mil veces. La historia, la ley, los salmos y las profecías afirman que todo fue escrito por hombres bajo la inspiración especial de Dios. (Cf. Exodo 24:4; 34:28; Josué 3:9; 2 Reyes 17:13; Isaías 34:16; 59:21; Zacarías 7:12; Salmo 78:1; Proverbios 6:23). Cristo mismo confirmó el Antiguo Testamento, lo citó y vivió en armonía con sus enseñanzas. Confirmó su verdad y autoridad (Cf. Mateo 5:18; Juan 10:35; Lucas 18:31–33; 24:25, 44; Mateo 23:1, 2; 26:54) y así también lo hicieron los apóstoles (cf. Lucas 3:4; Romanos 3:2; 2 Timoteo 3:16; Hebreos 1:1; 2 Pedro 1:21; 3:2; Hechos 1:16; 3:18; 1 Corintios 2:9–16).
¿Reclama para sí el Nuevo Testamento una inspiración similar? En particular, la inspiración de los evangelios está garantizada por la promesa de Cristo de que el Espíritu traería a la memoria de los apóstoles todas las cosas que les había enseñado, y que el mismo Espíritu los guiaría a toda verdad. En todas partes el Nuevo Testamento afirma que es una revelación más amplia y clara de Dios que la que proporciona el Antiguo Testamento, declarando con autoridad la abrogación de las antiguas leyes. Por lo tanto, si el Antiguo Testamento es inspirado, también lo es el Nuevo. Pedro parece colocar los escritos de Pablo a un mismo nivel con aquellos del Antiguo Testamento (2 Pedro 3:15, 16), y tanto Pablo como los demás apóstoles afirman hablar con autoridad divina. (Cf. 1 Corintios 2:13; 1 Corintios 14:31; 1 Tesalonicenses 2:13; 1 Tesalonicenses 4:2; 2 Pedro 3:2; 1 Juan 1:5; Apocalipsis 1:1.)


  3.2. Tienen toda la apariencia de inspiradas

Las Sagradas Escrituras afirman ser inspiradas, y un examen de ellas revela el hecho de que su carácter sustenta o apoya esa afirmación. La Biblia se presenta ante el tribunal, por así decirlo, con un buen testimonio. Con respecto a sus autores, la Biblia fue escrita por hombres cuya honradez e integridad no puede ponerse en tela de juicio. Con respecto a su contenido, encierra la revelación más sublime de Dios que conoce el mundo; en lo que respecta a influencia, ha proporcionado luz salvadora a naciones e individuos, y posee un poder infalible de conducir hombres a Dios, y transformar su carácter; en lo referente a autoridad, llena los requisitos de tribunal final de apelaciones en religión, de manera que los cultos falsos hallan necesario citar sus palabras con el objeto de hacer impresión en el público.
Para ser específicos, notemos: (1) Su exactitud. En efecto, se observa en la Biblia una ausencia total de absurdos que aparecen en otros libros sagrados. Lo leemos en ella, por ejemplo, que la tierra naciera de un huevo que necesitó varios años para encubar, que la tierra descansa sobre la caparazón de una tortuga, que está rodeada de siete mares de agua salada, jugo de caña de azúcar, licores espiritosos, manteca pura, leche agria y otras sustancias. El doctor D. S. Clarke escribe al respecto lo siguiente: “Hay una diferencia insondable para el hombre entre la Biblia y cualquier otro libro. La diferencia reside en el origen.” (2) Su unidad. La Biblia consiste en sesenta y seis libros, escritos por unos cuarenta autores diferentes, durante un periodo de 1.600 años, y abarca una variedad de asuntos, no obstante lo cual mantiene una unidad de tema y de propósito que se puede explicar sólo si se admite que fue dirigida por una mente rectora o superintendente. (3) ¿Cuántos libros hay que justifican aun dos lecturas? Pero la Biblia se puede leer centenares de veces sin que se logre sondear sus profundidades, o sin que pierda el interés para sus lectores. (4) Su extraordinaria circulación, habiendo sido traducida a centenares de idiomas, y leída en la mayor parte de los países del mundo. (5) Su actualidad. Es uno de los libros más antiguos, y sin embargo el más moderno. El alma del hombre jamás dejara de necesitarla. El pan es uno de los alimentos más antiguos, y sin embargo el más moderno. Mientras el hombre sienta hambre, querrá pan para su cuerpo; y mientras el hombre anhele a Dios y aquello que es eterno, querrá la Biblia. (6) Su extraordinaria preservación frente a la persecución y la oposición de la ciencia. “El martillo se rompe, pero el yunque sigue en pie”. (7) Sus muchas profecías cumplidas.


  3.3. Uno siente que son inspiradas

“¿Pero usted no cree ese libro, no es cierto?” dijo cierto profesor de una universidad de Nueva York a una señora cristiana que había estado asistiendo a clases bíblicas. “Claro que sí—respondió la señora—, sucede que conozco personalmente al Autor.” Había expresado una de las razones más poderosas para creer que la Biblia es la Palabra de Dios, es decir, el llamado a nuestro fuego interior, ya que la Biblia nos habla en un tono que nos hace sentir que procede de Dios.
La iglesia romana afirma que el origen divino de las Escrituras depende, en el análisis final de las cosas, del testimonio de la iglesia, la cual se considera a sí misma guía infalible en todo asunto de fe y práctica. “¡Como si la verdad eterna e inviolable de Dios dependiera del criterio u opinión del hombre!” declaró Juan Calvino, el gran reformador. Dijo además:

    Se afirma que la iglesia decide qué reverencia se le debe a las Escrituras y qué libros deben incluirse en el canon sagrado … La pregunta de “¿cómo podemos saber que proceden de Dios, si ello no se nos asegura por medio de la iglesia?” es tan necia como la pregunta: “¿cómo podemos distinguir la luz de la oscuridad, lo blanco de lo negro, lo amargo de lo dulce?”
    El testimonio del Espíritu Santo es superior a todo argumento. Dios en su Palabra es el único testimonio adecuado con respecto a sí mismo; y de igual manera su Palabra no podrá ser creída verdaderamente por el hombre hasta que no haya sido sellada por el testimonio del Espíritu. El mismo Espíritu que habló por los profetas debe entrar en nuestro corazón para convencernos de que comunicaron fielmente el mensaje que El les dio (Isaías 59:21).
    Que este sea entonces un asunto fijo, establecido: que quienes han sido interiormente enseñados por el Espíritu Santo confían firmemente en las Escrituras y que las Escrituras son su propia evidencia y no se las debe sujetar legalmente a pruebas y argumentos, sino que obtienen, por el testimonio del Espíritu, esa confianza que merecen.

Puesto que este es el caso, ¿por qué aducir evidencia externa con respecto a la exactitud de las Escrituras y al hecho de que son dignas de toda confianza? Hacemos esto primero, no con el objeto de creer que son la verdad, sino porque percibimos que son la verdad. En segundo lugar, es natural e inspirador ser capaz de señalar la evidencia o prueba exterior de lo que uno anteriormente creé; finalmente, estas pruebas suministran medios concretos, por así decirlo, por los cuales podemos expresar la convicción de nuestro corazón mediante palabras, y de esa manera estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).


  3.4. Demuestran ser inspiradas

El doctor Eugene Stock dijo en cierta oportunidad lo siguiente:

    Cuando era niño, leí una historia que me demostró las formas diferentes por las que podemos estar seguros de que esa gran biblioteca de Libros Sagrados que denominamos la Biblia es realmente la Palabra de Dios, su revelación a la humanidad. El autor de la historia había estado explicando tres clases diferentes de evidencia: la histórica, la interna y la experimental. Luego narró que en cierta oportunidad envió a un joven a la farmacia a comprar fósforo, el cual es un elemento químico. El joven trajo un paquete pequeño. ¿Era fósforo? El joven informó que fue a la farmacia y pidió fósforo, y que el farmacéutico fue a un estante, sacó algo de un frasco, lo envolvió y se lo dio, y que él lo había traído directamente. Esa era la evidencia o prueba histórica de que el paquete contenía fósforo. Luego el caballero abrió el paquete. La sustancia olía a fósforo y se parecía al fósforo. Esa era la evidencia interna. Luego le acercó un fósforo encendido, y el contenido del paquete ardió. Esa era la evidencia experimental.

La defensa intelectual de la Biblia tiene su sitio, pero, después de todo, el mejor argumento es el práctico. La Biblia ha influido en las civilizaciones, ha transformado vidas, ha traído luz, inspiración y consuelo a millones de personas. Y su obra continúa.

¡Qué es doctrina?...¿Qué doctrina sigues?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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  1. ¿QUÉ ES DOCTRINA?
Doctrina (del latín doctrina) es un conjunto coherente de enseñanzas o instrucciones. Pueden estar basadas en un sistema de creencias sobre una rama de conocimiento, campo de estudio o ciencia concreta, especialmente al cuerpo del dogma de una religión, tal como es enseñado por las instituciones del horario nuevo; ser los principios o posiciones que se mantienen respecto a una materia o cuestión determinadas; o un sistema de postulados, científicos o no (frecuentemente con la pretensión de validez general o universal).

En el ámbito jurídico, doctrina jurídica es la idea de derecho que sustentan los juristas. Si bien no originan derecho directamente, es innegable que en mayor o menor medida influyen en la creación del ordenamiento jurídico. También se utiliza la palabra doctrina para referirse a un principio legislativo.

El término adoctrinamiento ha adquirido connotaciones negativas a partir del siglo XX, viniendo a ser sinónimo de reeducación o lavado de cerebro.

La diferencia entre doctrina y educación consiste en que en la educación se persigue que el educando (la persona a educar) permanezca lo más superficial posible a los conocimientos acumulados y los analice; mientras que en la adoctrinación, el educando permanece dentro del cuerpo de conocimientos o creencias y absorbe sus enseñanzas. Por ejemplo, estudiar teología puede considerarse como un proceso de adoctrinación, cuyo equivalente educativo sería el estudio comparativo de las religiones.

El doctrinarismo o liberalismo doctrinario es una doctrina y práctica política de los denominados doctrinarios, un grupo político e ideológico francés del siglo XIX, que influyó notablemente en España (el Partido Moderado y Donoso Cortés) y sus colonias.

La doctrina cristiana (el vocablo doctrina significa literalmente enseñanza o instrucción) se puede definir como las verdades fundamentales de las Sagradas Escrituras ordenadas en forma sistemática. Este estudio se denomina comúnmente teología, que significa literalmente “tratado o discurso razonado con respecto a Dios”. (Estos dos vocablos, doctrina y teología, se emplearán alternadamente en esta sección.) La teología o doctrina se puede describir como la ciencia que trata de nuestro conocimiento de Dios y de las relaciones del Creador con el hombre. Trata de todas las cosas en lo que éstas se relacionan con Dios y sus propósitos divinos.¿Por qué definimos la teología o doctrina con el nombre de “ciencia”? Se denomina ciencia al arreglo sistemático y lógico de hechos autenticados. Se denomina ciencia a la teología porque consiste en hechos o verdades relacionadas con Dios y las cosas divinas, presentadas en forma lógica y ordenada.¿Qué relación hay entre la teología y la religión? El vocablo “religión” se deriva de una palabra latina que significa ligar; en otras palabras, la religión representa aquellas actividades que ligan al hombre a Dios en cierta relación. La teología es conocimiento acerca de Dios. De manera entonces que la religión es una práctica, mientras que la teología es conocimiento. La religión y la teología deben marchar unidas de la mano en la experiencia bien equilibrada; pero en la práctica son separadas a veces, de manera que uno puede ser teólogo sin ser verdaderamente religioso, y por otra parte uno puede ser verdaderamente religioso sin poseer un conocimiento sistemático de las verdades doctrinales. “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” constituye el mensaje de Dios al teólogo. “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15) es el mensaje que Dios dirige al hombre espiritual.¿Qué diferencia hay entre doctrina y dogma? Doctrina es la revelación de Dios de una verdad tal como se encuentra en las Sagradas Escrituras. Dogma es la declaración del hombre respecto de esa verdad, expresada en un credo.

  2. EL VALOR DE LA DOCTRINA

  2.1. El conocimiento doctrinal proporciona lo necesario para una exposición autorizada y sistemática de la verdad

Hay la tendencia, en algunas esferas, no sólo de restar importancia al valor de la doctrina, sino también de desecharla por anticuada o inútil. Sin embargo, mientras el hombre piense con respecto a los problemas relativos a la existencia, comprenderá que necesita una respuesta autorizada y sistemática para estos problemas. La doctrina será necesaria mientras el hombre se formule las siguientes preguntas: ¿De dónde vengo? ¿Qué soy? ¿Adónde voy?
Con frecuencia se oye decir lo siguiente: “No importa lo que uno cree mientras se haga lo recto.” Esta es una forma de descartar la doctrina, restándole toda importancia con relación a la vida. Pero toda persona tiene su teología, lo sepa o no; las acciones y conducta del hombre están influidas por lo que cree. Por ejemplo, habría mucha diferencia entre el comportamiento de una tripulación que supiera que su embarcación se dirigía a un destino definido, y otra que se diera cuenta que navegaba a la deriva, sin derrotero o destino fijos.
La vida del hombre es un viaje a la eternidad, y tiene gran importancia el que uno crea que se trata de un viaje sin destino ni significado, o que uno esté convencido que ha sido planeado por el Creador del hombre, y que tiene como destino el cielo.


  2.2. El conocimiento doctrinal es esencial para el desarrollo completo del carácter cristiano

Sólidas creencias desarrollan un carácter sólido, y asimismo creencias bien definidas forman también convicciones claras, bien definidas. Naturalmente que las creencias doctrinales de una persona no constituyen su religión, de la misma manera que su espina dorsal no es su personalidad. Pero una sólida espina dorsal es parte necesaria del hombre, como así también un sistema definido de creencias es una parte esencial de la religión del hombre. Se ha dicho con propiedad que “el hombre no tiene que llevar la espina dorsal delante de sí, pero debe ser dueño de una espina dorsal, y recta, pues de lo contrario será un creyente flexible, si no jorobado”.
Un creyente francés de la Iglesia Unitaria manifestó en cierta oportunidad lo siguiente: “La pureza del corazón y de la vida es más importante que la opinión correcta.” A lo que otro predicador francés respondió: “La sanidad es más importante que el remedio, pero sin remedio no habría sanidad.” Indudablemente es más importante vivir la vida cristiana que conocer simplemente la doctrina cristiana, pero no habría conocimiento experimental cristiano, si no hubiera doctrina cristiana.


  2.3. El conocimiento doctrinal protege del error

Se dice con frecuencia que las estrellas aparecieron antes que la ciencia de la astronomía, que las flores existieron con anterioridad a la botánica, que la vida existió antes que la biología, y Dios antes que la teología.
Ello es indudable. Pero el hombre, debido a su ignorancia, concibió ideas supersticiosas con respecto a las estrellas, y el resultado fue la falsa ciencia de la astrología. El hombre se forjó conceptos falsos con respecto a las plantas, atribuyéndoles virtudes que no poseían, y el resultado fue la hechicería. El hombre por su ceguera se formó ideas erróneas de Dios, y el resultado fue el paganismo con su secuela de supersticiones y corrupción.
Pero vino la astronomía sustentando principios correctos con referencia a los cuerpos celestes, poniendo al descubierto los errores de la astrología; apareció la botánica con informaciones correctas relativas a las plantas, sacando a luz los errores de la hechicería. De igual manera las doctrinas de la Biblia ponen al descubierto las ideas falsas con respecto a Dios y sus caminos.
“Que nadie piense que un error doctrinal es un mal práctico insignificante”, declaró en cierta oportunidad el famoso teólogo D. C. Hodge. Y añadió: “Ningún camino a la perdición ha sido más transitado que el de la doctrina falsa. El error es coraza sobre la conciencia, y venda sobre los ojos.” (Cf. Mateo 22:29; Gálatas 1:6–9; 2 Timoteo 4:2–4.)


  2.4. El conocimiento doctrinal es parte necesaria del bagaje del maestro cristiano

Cuando una remesa de mercadería arriba a un comercio, los artículos son desembalados y colocados en estantes y receptáculos apropiados, a fin de poder ser despachados en forma ordenada. Esta es una ilustración más bien rústica de uno de los fines del estudio sistemático. La Biblia sin lugar a dudas sigue un tema básico, central. Pero las numerosas verdades que se relacionan con el gran tema están esparcidas por los libros de la Biblia. Con el objeto entonces de formarse una idea amplia, profunda, de cada una de las doctrinas, y poder impartirlas a otros, uno debe reunir las referencias que se relacionan a determinada doctrina y agruparlas en estantes (temas) si se nos permite la analogía, y receptáculos más pequeños (subtemas).


  3. LA CLASIFICACION DE LA DOCTRINA

La teología se divide en varios ramos, a saber:


  3.1. Teología exegética

Teología exegética (vocablo que en el idioma griego significa “extraer”; en este caso, la verdad) procura establecer el significado verdadero de las Escrituras. Este ramo de la teología requiere conocimientos de los idiomas originales en los cuales fueron escritas las Sagradas Escrituras.


  3.2. Teología histórica

Investiga la historia del desarrollo de la interpretación doctrinal. Encierra el estudio de la historia eclesiástica o de la iglesia.


  3.3. Teología dogmática

Constituye el estudio de los asuntos fundamentales de la fe, según los enuncian los credos de la iglesia.


  3.4. Teología bíblica

Sigue el progreso de la verdad a través de los diversos libros de la Biblia, y describe la forma como cada uno de los escritores presenta las doctrinas importantes.
Por ejemplo, al estudiar la doctrina de la expiación, según este método, uno investigaría de qué manera se trata la materia en cuestión en las diversas secciones de la Biblia: Hechos, las Epístolas y Apocalipsis. O uno descubriría qué dijeron Cristo, Pablo, Pedro, Jacobo o Juan con respecto a la materia. O se podría establecer qué enseña cada libro o sección de las Escrituras con respecto a doctrinas relativas a Dios, a Cristo, a la expiación y a la salvación.


  3.5. Teología sistemática

En este ramo de estudio, las enseñanzas bíblicas con respecto a Dios y el hombre están organizadas por temas, de acuerdo con un sistema definido. Por ejemplo, los versículos o pasajes que se relacionan con la obra de Cristo están clasificados bajo el título de Doctrina de Cristo.
El material de lectura que figura en este libro es una combinación de teología bíblica y teología sistemática. Es bíblica en el sentido de que las verdades son extraídas de las Escrituras, y el estudio se encamina mediante las preguntas siguientes: ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras? (exposición) y ¿qué significan las Escrituras? (interpretación). Es teología sistemática puesto que el material está arreglado de acuerdo con un orden definido.


  4. UN SISTEMA DE DOCTRINA

¿En qué orden serán organizados los temas? No impondremos reglas rígidas. Hay muchas formas de organizar, y cada una de ellas tiene su valor. Trataremos de seguir el orden basado en el trato de Dios con el hombre con referencia a la redención.


  4.1. La doctrina de las Sagradas Escrituras

¿De qué fuente extraeremos verdades infalibles con respecto a Dios? La naturaleza ciertamente revela su existencia, poder y sabiduría; pero no nos habla de perdón alguno, no proporciona escape del pecado y de sus consecuencias, no suministra incentivo alguno para seguir la santidad y no contiene revelación alguna con respecto del futuro. Dejamos el libro primero de Dios, la naturaleza, y abrimos el otro Libro de Dios, la Biblia, donde hallamos la revelación de Dios con respecto a las materias citadas anteriormente.
¿Sobre qué fundamentos aceptamos como correcto el punto de vista bíblico? La respuesta a esa pregunta nos conduce al estudio de la naturaleza, inspiración, exactitud y carácter digno de confianza de las Sagradas Escrituras.


  4.2. La doctrina de Dios

Tratamos luego de establecer lo que nos enseñan las Sagradas Escrituras con respecto a la más grande de todas las realidades: Dios, su naturaleza y existencia.


  4.3. La doctrina de los ángeles

Del Creador pasamos naturalmente a estudiar sus criaturas, y así consideramos la más elevada de sus criaturas: los ángeles. Este tema abarca también los ángeles malos, Satanás y demonios.


  4.4. La doctrina del hombre

No empleamos mucho tiempo en el estudio de los espíritus buenos y malos, sino que pasamos con rapidez a considerar el punto de vista bíblico con respecto al hombre, puesto que todas las verdades de las Escrituras se agrupan alrededor de dos puntos focales: Dios y el hombre. Al estudio de Dios, le sigue inmediatamente en importancia el estudio del hombre.


  4.5. La doctrina del pecado

El hecho más trágico relacionado con el hombre es el pecado y sus consecuencias. Las Sagradas Escrituras nos hablan de su origen, naturaleza, consecuencias y cura.


  4.6. La doctrina de Cristo

El estudio del pecado del hombre es seguido por un estudio de la persona y obra de Cristo, el Salvador del hombre.


  4.7. La doctrina de la expiación

Bajo este título consideramos los hechos que arrojan luz sobre el significado de la obra suprema de Cristo en bien del hombre.


  4.8. La doctrina de la salvación

¿De qué manera se aplica la expiación a las necesidades del hombre y se convierte en una realidad en su vida? Los hechos o verdades que constituyen la respuesta están agrupados bajo el título de Doctrina de la salvación.


  4.9. La doctrina de la sanidad divina

El estudio de la sanidad divina es importante en el sentido de que muestra una forma por la cual Dios comunica su amor, compasión e interés en los hombres.


  4.10. La doctrina del Espíritu Santo

¿De qué manera la obra de Cristo para el hombre es convertida en una realidad en el hombre? Este punto es tratado en la Doctrina de la naturaleza y obra del Espíritu Santo.


  4.11. La doctrina de la iglesia

Es evidente que los discípulos de Cristo necesitan alguna clase de organización para los fines de adoración, instrucción, comunión y propagación del evangelio. El Nuevo Testamento nos habla con respecto a la naturaleza y obra de esta organización.


  4.12. La doctrina de los acontecimientos postreros

Es natural que dirijamos la mirada al futuro, y nos preguntemos de qué manera terminará todo, ya sea la vida, la historia, el mundo. Todo lo que se ha revelado respecto al futuro está agrupado bajo el título de los acontecimientos postreros.

Saulo, Saulo, porqué me persigues?... El Saulo romano llamado Pablo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Información


Saulo, cuyo nombre romano era Pablo, nació en Tarso, un centro de la cultura griega, una ciudad universitaria situada en Cilicia, cerca del rincón nordeste del mar Mediterráneo. Recibió su primera educación en Jerusalén bajo aquel tan distinguido doctor de la ley, Gamaliel, nieto del famoso Hillel. Los testigos que apedrearon a Esteban colocaron sus ropas a los pies de Pablo (Hch. 7:58). Inmediatamente después de la muerte de Estaban Pablo tomó un papel dominante en la persecución de los cristianos. El puso toda su alma en dicha tarea “Respiraba amenazas y matanzas contra los discípulos del Señor” (Hch. 9:1). No satisfecho con librar persecución en Jerusalén, hasta pidió del sumo sacerdote cartas para la sinagoga de Damasco para poder traer en cadenas a Jerusalén “a cualquiera que fuera del Camino, ya fuesen hombres o mujeres” (Hch. 9:2).
Entonces sucedió algo que causaría un cambio radical no sólo en la vida de Saulo de Tarso sino también en el curso de toda la historia futura.
Era la hora del mediodía y el sol brillaba con toda su fuerza. Pablo se acercaba a Damasco con el fin de destruir la comunidad cristiana de esa ciudad. Repentinamente, una luz del cielo, más brillante que el sol, resplandeció a su alrededor. “Y él cayó sobre la tierra, y oyó una voz diciéndole: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres tú, Señor? La voz contestó: “Yo soy Jesús a quien estás persiguiendo, pero levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hch. 9:3–6).
Los hombres que acompañaron a Pablo vieron la luz pero no pudieron distinguir a la Persona. Oyeron la voz o sonido, pero no pudieron entender las palabras. Pablo, por otra parte, vio al Señor y oyó sus palabras. Llegando a Damasco, recibió su vista a través del ministerio de Ananías, quien también lo bautizó. El comenzó su obra evangelistica en Damasco:

    E inmediatamente proclamó en la sinagoga a Jesús, diciendo que éste es el Hijo de Dios. Y todos los que lo oían estaban asombrados y preguntaron: “¿No es éste el hombre que en Jerusalén hacía estragos entre aquellos que invocaban este nombre? ¿Y no ha venido él aquí con el propósito de llevarlos encadenados ante los principales sacerdotes?” Pero Saulo aumentaba cada vez más en fuerza, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo (Hch. 9:20–22).

Pablo pasó cierto tiempo en Arabia, pero las Escrituras no nos dicen qué hizo allí. Cuando regresó a Damasco, su predicación causó tal oposición que debió huir por su vida, porque los judíos tramaban matarlo. Estos tenían la cooperación de las autoridades civiles. El relato de Pablo es como sigue:

    En Damasco, el gobernador bajo Aretas el rey guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme: y por una ventana se me bajó en un canasto por el muro, y escapé de sus manos (2 Co. 11:32, 33).

Después de cumplirse tres años completos de su conversión, Pablo llegó a Jerusalén (Gá. 1:18). Trató de unirse a los discípulos pero todos ellos tenían miedo de él, porque no creían que era realmente un discípulo. Pero Bernabé, un levita de Chipre de gran corazón, que se había convertido anteriormente (Hch. 4:36, 37), quitó el temor de ellos y presentó a Pablo a Pedro y a Santiago, el hermano del Señor. “Visitar a Cefas [Pedro]” había sido el propósito de Pablo cuando partió de Damasco (Gá. 1:18). Mientras estaba en Jerusalén, el antiguo perseguidor predicaba intrépidamente a los judíos grecoparlantes (Hch. 9:28, 29). ellos inmediatamente se confabularon para matarlo. En consecuencia, los hermanos decidieron enviar a Pablo a otro lugar. En una visión el Señor mismo confirmó esta decisión.
Pablo había pasado solamente quince días con Pedro, como el mismo lo afirma en Gá. 1:18. Esto está en total armonía con el relato que encontramos en Hch. 22:17–21:

    Y sucedió que cuando hube retornado a Jerusalén y estaba orando en el templo, caí en trance, y vi [al Señor] diciéndome: Apresúrate y sal rápidamente de Jerusalén; porque no aceptarán tu testimonio respecto a mí … Vé, porque te enviaré lejos a los gentiles.

Por lo tanto, el apóstol dejó Jerusalén antes que había visto al resto de los apóstoles y antes que las iglesias de Judea pudiesen conocerle de vista. Sin embargo, los creyentes de todas partes habían oído la buena nueva. “El hombre que nos había perseguido una vez está ahora predicando la fe que anteriormente había tratado de destruir”. Ellos glorificaron a Dios (Gá. 1:23).
Los amigos de Pablo lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. Es probable que el apóstol trabajara en Tarso y en el territorio circundante durante varios años, fundando las iglesias que se mencionan en Hch. 15:41. Cuando Bernabé, que había sido enviado a Antioquía de Siria, vio el progreso del evangelio en esa gran ciudad y la necesidad de un colaborador adicional, fue a Tarso a buscar a Pablo y lo trajo a Antioquía. Juntos trabajaron allí durante un año. La iglesia creció rápidamente y se transformó en el punto de partida de la misión de Pablo al mundo pagano (Hch. 9:30; 11:20–26).
Más o menos en este tiempo hubo una gran hambre “por todo el mundo”, tal como la había predicho el profeta Agabo. Lucas no dice que esta hambre sucedió en los días de Claudio (Hch. 11:28). Este fue emperador durante los años 41–54. En Antioquía se hicieron contribuciones para ayudar a los cristianos que estaban en Judea. Por manos de Bernabé y Pablo éstas fueron enviadas a Jerusalén. Este viaje probablemente ocurrió allá por el año 44, poco antes de la muerte de Herodes Agripa I (Hch. 12:1). Los dos hombres, habiendo cumplido su misión, regresaron a Antioquía.
La extensión de la iglesia a partir de Antioquía por medio de tres grandes viajes misioneros comenzó en este tiempo. El Espíritu Santo dirigió a la iglesia a comisionar a Bernabé y a Pablo para la obra a la cual Dios los había llamado. Así fue que “cuando ellos hubieron ayunado y orado y colocado sus manos sobre ellos, los despidieron” (Hch. 13:1–3). No sabemos cuánto tiempo llevó este primer viaje misionero. Lo que podemos decir es que se le debe asignar, en general, al período 44–50. Los detalles de este viaje, seguido del concilio en Jerusalén, se hallan en Hch. 13:1–15:35. Queda en claro que en este viaje Pablo y sus compañeros no viajaron muy hacia el oeste. El viaje quedó limitado a la isla de Chipre y a la parte sur de la provincia romana de Galacia.
El segundo viaje es descrito en Hch. 15:36–18:22. Su fecha probable es 50/51–53/54. El mismo cubrió mucho más territorio que el primer viaje. En realidad, esta vez los misioneros no se quedaron en Asia sino que alcanzaron a entrar en Europa. Se llevó a cabo una obra evangelística en Macedonia (Grecia del norte) y en Acaya (Grecia del sur). Las ciudades visitadas fueron respectivamente (a) Filipos, Tesalónica, Berea; y (b) Atenas y Corinto. En esta última ciudad Pablo permaneció mucho tiempo (Hch. 18:11, 18), predicando y manteniendose a sí mismo trabajando en su oficio de manufactura de tiendas. Fue también desde esta ciudad que el apóstol envió su epístola a los gálatas y, quizá un poco más tarde, las dos epístolas a los tesalonicenses. En el viaje de regreso de esta gira Pablo se detuvo en Efeso, pero no permaneció allí mucho tiempo. El prometió, sin embargo, regresar (Hch. 18:20, 21). Vía Cesarea él regreso finalmente a Antioquía.
En su tercer viaje (53/54–57/58; Hch. 18:23–21:16) Pablo, “después de haber pasado por la región superior”, llegó a Efeso, cumpliendo así su promesa (Hch. 19:1). Permaneció allí mucho tiempo (Hch. 19:8, 10; 20:31) y tuvo mucho éxito. Es probable que todas, o la mayoría, de las “siete iglesias de Asia” (Ap. 1:4) fueran fundadas durante este período. También parecería que antes de escribir 1 Corintios el apóstol hubiese hecho una segunda visita a Corinto (2 Co. 12:14; 13:1), regresando un poco después a Efeso. Un poco más tarde envió una carta a los corintios, aquella que llamamos 1 Corintios.
Al dejar finalmente a Efeso, Pablo fue a Macedonia. Fue aquí (¿quizá en Filipo?) que escribió 2 Corintios. Y así el apóstol llegó por fin a Corinto, su tercera visita a dicha ciudad. Y fue cuando estaba a punto de partir de Corinto que escribió Romanos (Ro. 15:22–25; cf. Hch. 20:3).

El triunfo del evangelio durante el período de los tres viajes misioneros de Pablo fue realmente asombroso. Se ha estimado que al cierre del período apostólico el número total de cristianos en el mundo había llegado a medio millón. Fueron muchos los misioneros y testigos laicos que contribuyeron a obtener tal resultado. Sin duda el obrero más efectivo de todos ellos fue “el vaso escogido de Dios”, el apóstol Pablo. El era “una hebreo de los hebreos”, un ciudadano romano por nacimiento, y versado en la “sabiduría” de los griegos.
Había ciertos factores externos que favorecieron a Pablo y a su mensaje, tales como:
    1.      un gobierno mundial
    2.      paz mundial
    3.      un lenguaje mundial (el griego)
    4.      las famosas rutas romanas que unían las diferentes partes del mundo
    5.      un escepticismo mundial respecto a las deidades paganas
    6.      la dispersión de los judíos y de su religión monoteísta entre las naciones del mundo
    7.      la traducción del Antiguo Testamento al griego, en cierto sentido el lenguaje mundial
Con todo, también había obstáculos formidables. El viajar de un lado a otro del Imperio Romano para abrirle senda al evangelio era una tarea llena de grandes peligros (2 Co. 11:23–28). Además, los enemigos eran muchos e implacables. En consecuencia, si bien no deseamos quitar nada del significado de las circunstancias favorables antes mencionadas, más que esto era necesario para que el evangelio triunfase. Más fue también divinamente provisto.
Dios, en su maravillosa providencia, preparó no sólo las condiciones externas que favorecieran el crecimiento del cristianismo, sino también el hombre que iba a hacer uso de tales condiciones. Pablo había sido “separado desde el vientre de su madre” para proclamar el evangelio a los gentiles (Gá. 1:15–17).
¿Qué tipo de persona, entonces, era Pablo?
Era un hombre con un brillante intelecto, una voluntad de hierro, y un corazón compasivo.
  1. brillante intelecto
Pablo era un pensador de primer orden, un hombre con una mente penetrante, bien versado en el Antiguo Testamento y capaz de captar la relación entre sus preciosos pasajes y la doctrina de la salvación en Cristo. Lejos de ser el creador de un sistema teológico completamente nuevo, como algunos parecen pensar, él descubrió la doctrina de la justificación por la fe en pasajes del Antiguo Testamento tales como Gn. 15:6; Sal. 32:1s; Hab. 2:4. Cf. Ro. 1:17; 3:21s.; 4:3. El también comprendió que lo que hacía posible esta solución maravillosamente misericordiosa al problema de la culpa del hombre era el sacrificio vicario del Mesías, como lo enseña el cap. 53 de Isaías. Que Pablo en realidad estaba bien versado en el contenido de este capítulo queda en claro a partir de Ro. 10:16 (cf. Is. 53:1), y probablemente está también indicado en 1 Co. 15:3 (cf. Is. 53:5–12). ¿Y no podrían las siguientes referencias apuntar en la misma dirección: Ro. 4:25 (cf. Is. 53:4, 5); Ro. 5:19 (cf. Is. 53:11); Ro. 8:34 (cf. Is. 53:12); y 1 Co. 5:7 (cf. Is. 53:7)?
Este plan de salvación está en armonía con las palabras de Jesucristo registradas en Mt. 20:28; Mr. 10:45; Jn. 6:51; 10:11, 14, 16, 28; y también con aquellas dichas por el Señor en relación con la institución de la Santa Cena, y registradas tanto por Pablo (1 Co. 11:23–26) como por su cercano amigo y frecuente compañero de viajes, Lucas (respecto a los cuales cf. C.N.T. sobre Lucas 22:19, 20).
Varios pasajes de las epístolas de Pablo revelan una consumada habilidad literaria. En relación con esto generalmente se hace referencia a Ro. 8, 1 Co. 13, y 1 Co. 15. ¿Pero acaso no son el lenguaje y el estilo de los siguientes pasajes igualmente soberbios: Ro. 2:17–29; 5:1–11; cap. 12; 1 Co. 4:11–13; 2 Co. 5:1–10; 11:22–33; Gá. 2:19–21; Ef. 2:8–10; 2:14–21; 6:10–20; Fil. 3:7–21; 4:4–9; 1 Ti. 3:16?
Hay una combinación de astucia y sabiduría que es evidente en lo que podemos llamar la estrategia misionera de Pablo, que abarca puntos tales como los siguientes:
    a.      Trabajar en los grandes centros urbanos, de modo que el mensaje se pueda extender de allí a los pueblos y villas circundantes.
    b.      Hacer uso de la sinagoga para alcanzar no solamente a los judíos sino también a los prosélitos gentiles.
    c.      Demostrar que los acontecimientos de la nueva dispensación son el cumplimiento de las profecías de la antigua dispensación.
    d.      Adaptar el mensaje del evangelio a la cultura y necesidades de sus oyentes.
    e.      Efectuar obra de seguimiento por medio de nuevas visitas, cartas, y enviados especiales.
    f.      Promover la unidad entre rico y pobre, gentil y judío, pidiendo a las iglesias más prósperas que ayudasen a las más pobres.
  2. voluntad de hierro
Junto con su mente penetrante estaba la invencible determinación de Pablo de ser canal de bendición para los hombres. Su lema era: “Ay de mí si no predico el evangelio … a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Co. 9:22), para la gloria de Dios (1 Co. 10:31).
Este indomable propósito y resolución seguramente debe ser considerado como dato para explicar la disposición del apóstol de sufrir persecución por amor a la causa a la cual estaba tan ardientemente dedicado. ¡Cuán tremendo su sacrificio! ¡Cuán ilimitada su disposición para sufrir por amor a Cristo y a su reino! Aquí están las palabras mismas de Pablo, 2 Co. 11:23–28:

      En trabajos mucho más abundante,
      En prisiones con más frecuencia,
      En azotamientos más allá de la medida,
      En exposición a la muerte con frecuencia.
      De los judíos cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno.
      Tres veces fui golpeado con varas,
      Una vez fui apedreado,
      Tres veces sufrí naufragio,
      Una noche y un día he estado en la profundidad;
      En viajes frecuentemente,
      En peligros de ríos,
      En peligros de ladrones,
      En peligros de parte de mis compatriotas,
      En peligros de parte de los gentiles,
      En peligros en la ciudad,
      En peligros en el desierto,
      En peligros en el mar;
      En peligros entre falsos hermanos,
      En trabajo y fatiga,
      En desvelos frecuentemente,
      En hambre y sed,
      En ayunos frecuentes,
      En frio y desnudez.
      Y además de todo esto
      Está aquello que pesa sobre mí diariamente,
      La preocupación por todas las iglesias.

Aun si nos limitamos a la historia de Pablo que se registra en el libro de Hechos nos quedamos asombrados de la cantidad de sufrimientos que este héroe de la fe estaba dispuesto a sufrir por lograr su invariable y ardiente propósito. Pero cuando añadimos al detalle de Hechos lo que Pablo mismo nos dice aquí en 2 Co. 11, ¡faltan palabras para expresar nuestra admiración por este gran don de Dios a la iglesia! Cf. J. D. Quin, “Seven times he wore chains”, J.B.L., dic. 1978, pp. 574–575.
Lo que es más, debe tenerse en mente que 2 Co. 11 fue escrita antes de la prisión del apóstol en Jerusalén, Cesarea y Roma (Hch. 20:22, 23; 21:11, 27–28:31). ¡Esto también significa, por supuesto, que Pablo ya había experimentado todas las pruebas mencionadas en 2 Co. 11 antes de componer su epístola a los romanos! El tener esto en mente hará que el estudio de Romanos sea aun más interesante y útil.
Al hablar de la voluntad de hierro del apóstol, de su actitud de seguir el camino recto a todo costo, no se debe interpretar erróneamente su resolución. No llegaba a la testarudez. Lo bello de la filosofía de Pablo era exactamente esto, que cuando era el principio lo que estaba en juego—por ejemplo, la todo suficiencia de Cristo para la salvación—él era inflexible, pero en asuntos que no tenían que ver con principios él podía ser muy complaciente, flexible, conciliador. En consecuencia, en vez de acusar al apóstol de inconsistencia, deberíamos acreditarle bondad. Cuando el partido judaísta en Jerusalén demandó que Tito fuera circuncidado, Pablo no cedió a su clamor (Gá. 2:3). Sin embargo, circuncidó a Timoteo (Hch. 16:3). Una cosa era circuncidar a una persona de ascendencia mixta, como lo era Timoteo, y efectuarlo para hacer de él un testigo más eficaz entre los judíos; era algo totalmente diferente forzar la circuncisión en Tito (cuyos padres eran ambos gentiles), y, en general, a todos los gentiles, con la implicancia de que a menos que recibiesen este sacramento ellos no podrían ser salvos (Hch. 15:1).
La flexibilidad de Pablo probablemente también explique que él estuviese dispuesto, al llegar a Jerusalén de su tercer viaje misionero, a ceder a la sugerencia de que acompañase a cuatro hombres que habían tomado un voto temporario de nazareato y que pagase por sus ofrendas (Hch. 21:17–26). La pregunta respecto a si esta concesión de parte suya fue sabia no viene aquí al caso. El hecho que debe ser enfatizado es este: Pablo, aunque tomaba una posición firme en asuntos de principio, siempre estaba dispuesto a ceder en asuntos que no estuviesen ni prohibidos ni mandados. El seguía este curso de acción a propósito y consistentemente, como lo demuestra 1 Co. 9:20, 21.
Del poeta estadounidense John Greenleaf Whittier se ha dicho que cedía en asuntos pequeños para poder ganar en los grandes”. Lo mismo podía decirse de Pablo.
  3. corazón compasivo
El “empuje” del apóstol no habría sido tan vehemente si no hubiese estado activado por este tercer factor. Varias fases de la personalidad intensamente emotiva del apóstol son exhibidas en el libro de Hechos y en las epístolas. ¡He aquí un corazón maravillosamente amoroso, un alma verdaderamente grande!
Habiendo perseguido anteriormente a los seguidores de Jesús, después de su conversión la pena, sincera y profunda, caminaba con Pablo (1 Co. 15:9; 1 Ti. 1:15). Que a tan cruel perseguidor Cristo se hubiese revelado como un Salvador amoroso era algo que lo desconcertaba. El simplemente no podría acostumbrarse a ello (Ef. 3:8; 1 Ti. 1:16). ¡Esto hacía que su corazón rebosara de una gratitud duradera y humilde! Por esta y por otras razones sus epístolas están llenas de magníficas doxologías (Ro. 9:5; 11:36, 16:25–27; Ef. 1:3s; 3:20s; Fil. 4:20; 1 Ti. 1:17; 6:15; 2 Ti. 4:18), que son las expresiones espontáneas del hombre que escribió: “Porque el amor de Cristo nos constriñe” (2 Co. 5:14). Habiendo sido “asido” por Cristo, el apóstol a su vez estaba ansioso de consumirse por la salvación de otros (1 Co. 9:22; 10:33; 2 Co. 12:15).
El corazón le dolía intensamente porque tantos de su propio pueblo (israelitas) no eran salvos (Ro. 9:1–3; 10:1). La ansiedad por todas sus iglesias pesaba sobre él diariamente (2 Co. 11:28). Muy fervientes y conmovedoras eran sus oraciones por ellas (Ef. 3:14–19; 1 Ts. 3:9–13). Cuánto las amaba, de modo que podía escribir: “Pero fuimos amables en medio de vosotros como cuando una nodriza acaricia a sus propios hijos. Así, estando tiernamente anhelosos de vosotros, con agrado compartimos con vosotros no sólo el evangelio de Dios sino también nuestras propias almas … porque ahora realmente vivimos si vosotros permanecéis firmes en el Señor” (cf. 1 Ts. 2:7, 8; 3:8). ¡Cuan fervorosos eran sus ruegos (2 Co. 5:20; Gá. 4:19, 20; Ef. 4:1) y cuán delicados! Aunque por el propio bien de ellos él era capaz de reprender muy severamente a los descarriados (Gá. 1:6–9; 3:1–4), aun esto era una manifestación del amor de su grande y palpitante corazón. ¿Es sorprendente entonces que cuando la ocasión lo demandaba, de los ojos de ese hombre de espíritu entusiasta y corazón amoroso brotasen fuentes de lágrimas (Hch. 20:19, 31), de modo tal que tanto que en 2 Co. 2:4 como en Fil. 3:18 éstas son mencionadas? ¿Y es acaso sorprendente que, por otra parte, en una ocasión las lágrimas de sus amigos, debido a su inminente partida y a las aflicciones que le esperaban, casi rompieran su corazón (Hch. 21:13)? ¡Ciertamente el llanto de Pablo cuando escribe sobre los enemigos de la cruz de Cristo es tan glorioso como el gozo, gozo, gozo, que canta a lo largo de su epístola a los filipenses!

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