domingo, 12 de abril de 2015

La fe es otorgada por Dios y es alimentada y sostenida por Él mismo: una certificación que el creyente tiene de que Dios está con él y dentro de él

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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LOS DONES ESPIRITUALES  EN TU VIDA Y LA IGLESIA
 Por los rasgos que le son señalados a quienes ejercen alguna forma de gobierno notamos que no sólo deben poseer cualidades humanas que los distingan, sino que, de un modo u otro, estas vienen a ser la expresión de la obra divina en ellos. Esto se pone de manifiesto en los requisitos necesarios tanto para el nombramiento de los pastores u obispos, como de los diáconos (1 Ti 3:1–13).
La iglesia es como un gran edificio en proceso de construcción, o un cuerpo integrado por muchos miembros. Su gran característica es que el edificio crece por las “piedras vivas” que van siendo agregadas por la acción de otras piedras semejantes, y así sucesivamente.
De manera que a la iglesia cristiana le ha sido dada una dinámica muy singular y particular. ¿De dónde proviene? ¿A qué se debe? ¿Dentro de cuál marco se da? ¿Cómo debe ser canalizada? Estas son algunas de las interrogantes que nos plantea el tema sobre los dones espirituales.


  1.      LOS DONES: NOVEDAD DE LA IGLESIA CRISTIANA

La fe cristiana presenta ante el mundo aspectos sumamente singulares. Por un lado enseña que ante la incapacidad del ser humano de resolver su problema de justificación ante Dios y, por tanto, de estar destinado a la condenación eterna, Dios se hace realmente hombre, cumple lo que éste no pudo, sufre y triunfa en su lugar. Una vez hecho esto, se abre el camino y la posibilidad de salvación y vida eterna. Esta acción divina en la persona de su Hijo Jesucristo es la expresión de su gracia y de su amor. A esto se le llama el “don” o regalo de la gracia de Dios (Ro 5:15, 16, 17; 2 Co 9:15; Ef 2:8).
Otro de sus elementos singulares lo constituyen los regalos o dones espirituales. Estos son dados por el Señor mediante el Espíritu Santo. Son otorgados como regalo divino con propósitos definidos y dan al seguidor de Jesucristo y a la iglesia un toque diferente de todo lo que se da en el mundo. Se afirma en ambos casos que dicha fe no sólo viene de Dios, sino que se alimenta y se sostiene por el poder de Dios. La fe y la experiencia cristianas no son simplemente respuestas humanas a un llamado de Dios, sino una certificación que el creyente tiene de que Dios está con él y dentro de él, y que el Señor le da capacidad especial para que tome parte activa en el desarrollo de sus actividades en el mundo.
Lo dicho anteriormente da la impresión que estuviéramos comparando la fe cristiana únicamente con otras creencias y vivencias religiosas. Pero no es así. A través de los siglos y por diferentes razones, la fe de los evangélicos perdió muchas veces su verdadero carácter sobrenatural. Se volvió una religión impuesta por el poder político o religioso, una simple expresión cultural, una característica y necesidad social que debía llenarse para formar parte del grupo, o bien un apegamiento a ritos y ceremonias externas. Lo profundo, lo íntimo, lo que verdaderamente vincula lo divino con lo humano, la vivencia de lo sobrenatural, se perdió.
Esto es lo particular del tema de los dones espirituales pues nos lleva a considerar una serie de elementos que le dan a nuestra fe y a la iglesia, distinción y peculiaridad. En el continente americano existe una vasta experiencia en este campo. El crecimiento que ha vivido la iglesia cristiana evangélica que, según algunos analistas, en cien años pasó de los cincuenta mil cristianos a unos 40 o 50 millones, evidencia el modo en que la fe en la realidad diaria ha afectado a tantísimas personas. Una muestra muy importante de que esto ha ocurrido está en la forma como el Señor ha derramado sus dones sobre el pueblo de Dios.
Pero el reverso de este asunto está en las falsificaciones que se dan respecto a los dones, del mal uso que hacen algunas personas, pastores y congregaciones, lo cual nos lleva a tener muy presente las advertencias de Jesús cuando enseñó: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt 7:22, 23).
De manera que algo que es tan precioso para la fe tiene también su elemento de cuidado. ¿En qué marco bíblico y práctico se dan los dones espirituales?


  2.      ¿QUÉ SON LOS DONES ESPIRITUALES?

En primer lugar, los dones espirituales se mencionan directamente en diversas partes del Nuevo Testamento (Ro 12:6–8; 1 Co 1:7; 12; 14; Ef 4:7, 8, 11; 1 P 4:10; 1 Ti 4:14; 2 Ti 1:6).
En modo indirecto, igualmente, fueron anunciados por el profeta Joel; por Jesús a sus discípulos, y confirmados el día de Pentecostés y en otras oportunidades (Jl 2:28; Mr 13:11; Lc 12:11; Jn 14:12; Hch 1:8; 2:1–21, 33; 10:44, 46; 19:6).
En segundo lugar, los dones se otorgan, como parte de la gracia divina, a los que obedecen a la fe de Jesucristo, según la voluntad del Espíritu del Señor (1 Co 12:1–11).
En tercer lugar, los dones son definidos a partir del sentido de la palabra “don” que implica mostrar favor, dar gracia, gracia que se hace efectiva en palabra y obra. En un sentido estricto el término significa capacidades sobrenaturales dadas por el Espíritu Santo a los cristianos para servicios especiales.
En la teología se hace una diferencia entre los “dones naturales” y los “sobrenaturales”. Los primeros tienen que ver con las cualidades que corrientemente tienen las personas para el desempeño de su vida, como las capacidades musicales, científicas, etc. Es lo que traen las personas como parte de su dotación natural para la vida. Los dones espirituales en cambio, son poderes o capacidades especiales, que cuando las personas conocen al Señor, les son otorgadas directamente por el Espíritu con fines especiales.
En cuarto lugar, como se ha señalado, es el Espíritu Santo quien los otorga. La palabra nos indica varias formas en las que se reciben dichos dones. Por un lado el Espíritu los da “como él quiere”, lo que posiblemente indica la persona a quien lo da y su capacidad para administrarlo, la oportunidad en que lo hace, la experiencia al recibirlo, la medida del poder o capacidad dada, y la variedad o cantidad de dones que les es dada a las personas, ya que una misma persona puede tener uno o más (Mt 25:14–30; 1 Co 12:11; 14:12). Otro modo como es recibido el don es por medio de la oración de la persona que desea el don, busca el mejor provecho, y lo pide al Señor (1 Co 12:31; 14:1).
En quinto lugar, en la explicación teológica de los dones del Espíritu se da una profunda disparidad. Un sector enseña que los dones fueron exclusivos para la iglesia primitiva y que cesaron en el siglo cuarto D.C. cuando la iglesia se había fortalecido lo suficiente.
Otro sector explica la vigencia de los dones en todos los tiempos de la iglesia y en todos los lugares, como algo que es propio de ella, del nuevo pacto, y como elemento vital para su edificación y su propagación. Esta perspectiva se fundamenta, no sólo en los caracteres mismos de los dones, sino en la función que cumplen en el cuerpo de Cristo, pues son los que realmente capacitan y movilizan a los cristianos para que la iglesia no sea un simple edificio o monumento, sino un organismo dotado de gran vitalidad, acción, movilidad y eficacia. Además se señala que los dones no desaparecerán sino hasta la segunda venida de Jesucristo (Ro 12:3–8; 1 Co 12; 14; 1 P 4:10; 1 Co 13:8–10).
La historia de la iglesia testifica igualmente que los grandes avivamientos espirituales tanto en congregaciones como en regiones de la tierra, vienen acompañados de muchas manifestaciones del Espíritu Santo, y entre ellas también los dones. América Latina, en diferentes congregaciones y denominaciones, regiones y épocas, ha conocido esta gracia divina, aun en círculos en los que no se pensaba ni se le buscaba. Los dones siempre vienen a recordar que la iglesia de Jesucristo no se mueve en función de la capacidad humana, sea ésta la posesión o carencia de poder político, económico o de otra naturaleza, sino en función de lo que “viene de arriba”, esto es, en el plano de lo sobrenatural.


  3.      ¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DE LOS DONES?

Según la enseñanza apostólica, fundamentalmente, hay una función: edificar el cuerpo de Cristo.
La edificación corresponde a una responsabilidad asignada por el Señor a cada cristiano, hombre o mujer. Por lo tanto, Dios provee la capacidad para hacerlo. Si el hermano no responde debidamente, o se descuida, o los emplea en forma irresponsable, eso es otra cosa. Pero la responsabilidad y la capacidad son parte del vivir cristiano (Mt 25:14–30; Lc 19:11–27; 1 Co 3:10, 12, 13, 14, 15).
En un capítulo anterior fue señalado lo que Dios quiere: que si bien en la iglesia debe haber dirigentes, no sean éstos los únicos que hagan la obra del ministerio, sino cada uno de los hijos de Dios. Esta expresión “cada uno” o “alguno” es señalada específicamente en varios textos (1 Co 3:8, 10, 12–14, 17; 12:7, 11, 18, 28; 1 P 4:10). Y en Efesios se indica “la actividad propia de cada miembro” que al darse en forma concertada y unida hace crecer el cuerpo en amor (Ef 4:16).
La otra función tiene que ver con la conversión de los incrédulos, cuando miran las manifestaciones sobrenaturales, dadas en orden, y así reconocen la presencia del Señor (1 Co 14:23–25).
Al entender que los dones son capacidades para servir, hay dos factores que se desprenden de esta idea. Primeramente que no son, ni deben ser empleados para el beneficio personal, ya sea éste el simple placer de exhibir un poder especial, o un medio para tener dominio sobre las personas, para influir en ellas u obtener algo de ellas como fama o dinero. Lo que en términos religiosos se conoce como “simonía” se desprende del caso de Simón el mago, quien engañaba a la gente, tenía gran reputación por sus artes, y vio en los dones del Espíritu un medio muy eficaz para reforzar y ampliar su condición, para lo cual ofreció dinero al apóstol Pedro. Este reprendió duramente dicha actitud (Hch 8:9–13, 18–24).
En las congregaciones a menudo se observa fácilmente a hombres y mujeres que emplean sus dones, o aun, una falsificación de dones, especialmente lenguas, profecía e interpretación, para impresionar a la gente, exaltarse ellos mismos e ir tomando control de la congregación. Hacen uso ilegítimo de lo que Dios les ha entregado para otro fin, y esto tarde o temprano el Señor lo juzgará (Ro 2:16; Mt 7:21–23; Hch 19:13–16; Stg 1:22).
El otro elemento que se desprende de la finalidad de los dones es que son dados porque hay muchas necesidades que llenar; en muchos casos son las “buenas obras” que deben hacer los cristianos, y que “Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2:10). Es para que los cristianos sean útiles los unos a los otros, y aun para los no cristianos, que se dan dichas capacidades.
Los abusos en la administración de los dones, o la falsificación de ellos, han hecho que muchas personas vuelvan las espaldas a esta verdad bíblica. Pero tomar este camino, es igualmente peligroso, porque cierra la vía al manantial de gracia que vivifica a la iglesia. Así es como pueden caer las congregaciones en una religiosidad mecánica, basada en los simples recursos humanos y por tanto, desprovista de testimonio y efectividad en su vida y labor.


  4.      DONES Y MADUREZ ESPIRITUAL

Según lo que se puede deducir de la lectura de la primera carta a los Corintios, el Espíritu Santo otorga los dones, pero su posesión no indica que quien los recibe necesariamente sea una persona espiritualmente madura. Y por madurez en dicho contexto se puede entender una característica de los cristianos que han llegado a un entendimiento de su condición como hijos de Dios y como partes de un cuerpo, por lo cual sus actitudes y acciones deben condicionarlas a esta nueva posición. Los corintios habían recibido dones “de tal manera que nada os falta en ningún don”. Pero al mismo tiempo, el apóstol no les podía hablar “como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo” (1 Co 1:4–7; 3:1–4).
Para muchos es un problema comprender por qué Dios otorga capacidades especiales como los dones a personas que no reúnen las condiciones ideales para emplearlas correctamente. Se pueden dar varias respuestas. Una es que el amor, la gracia y la buena voluntad del Señor hacia sus hijos y hacia su cuerpo se expresan en sus dádivas. Aun más, por medio de ello Dios arriesga algo de su parte con las personas. En su profundo interés por el ser humano Dios hace lo posible por demostrárselo, sea por medio de Jesucristo como don perfecto, o por medio de esta otra gracia que son los dones.
También se puede pensar que Dios da los dones a personas no maduras porque “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil 1:6). El Señor no mira al creyente sólo como él es “ahora”, sino como será en los años que vienen. Y da por sentado que su obra en las personas crecerá, aumentará, se perfeccionará, por lo que se debe dar cuanto antes oportunidad y responsabilidad a sus hijos.
Lo anterior representa incluso un patrón mental que todo pastor debe aprender a desarrollar, y es que si Dios se arriesga con nosotros, nos llama, nos da, nos capacita y aun está dispuesto a soportar muchos de nuestros errores, los pastores no debemos hacer menos. La tendencia en muchos líderes es esperar de los creyentes títulos en materias religiosas, o que estén largo tiempo sentados en las bancas antes de poder asignarles alguna tarea. Dios comienza temprano. Él sabe que si a las personas no se les asigna responsabilidad y metas, la tendencia será sólo querer recibir y no dar, a vivir tranquilo sin comprometerse, lo que resultará en un edificio con piedras muertas y no vivas.
Dios también da por sentado la responsabilidad que les compete a los pastores en la formación de sus hijos. Èl entiende que sus pastores enseñan a sus rebaños estos elementos básicos para las relaciones y actividades de la iglesia. De manera que a la gracia del Espíritu al entregar los dones debe ir aparejada una acción pastoral de enseñanza, orientación y supervisión, y cuando sea necesario, de disciplina.
Muchas de las experiencias negativas acerca de los dones se han debido, no sólo a que en algunas congregaciones no se permiten, sino a que aun en aquellas que son estimulados fervorosamente, falta el marco adecuado de enseñanza y supervisión. Por ejemplo, muchas congregaciones de tipo pentecostal o carismático dan un énfasis casi exclusivo a las lenguas y a la profecía y dejan fuera los demás dones. Esto trae un desequilibrio, motivación para ciertas cosas e inhibición para otros dones que cumplen un papel importantísimo en la vida del cuerpo de Cristo (1 Co 12; 13; 14).
Además olvidan las reglas que el mismo Espíritu Santo ha dado para evitar confusión y abusos, como con respecto al empleo de las lenguas en el culto público. Igualmente, referente a la comunicación de profecías sin ser examinadas, ya sea cuando son dadas a la congregación, o como lo están practicando muchos grupos, la profecía debe ser escuchada y juzgada por hermanos que tienen el discernimiento para hacerlo.
De manera que en materia de dones no podemos afirmar que la posesión de un don es sinónimo de madurez espiritual. Tampoco podemos exigirle al Espíritu que los otorgue sólo a los que creen ser maduros, porque él es soberano. Lo que señala claramente es la responsabilidad del cristiano para usarlos correctamente, y señala también la responsabilidad pastoral de enseñar estos asuntos como lo indica la palabra de Dios.


  5.      LOS DONES EN LA VIDA DE LA CONGREGACIÓN

Debido a lo anteriormente comentado, se hace del todo necesario tener un marco de comprensión más claro respecto a los dones. Conviene señalar los siguientes elementos.
Primeramente que los dones aunque son dados a personas, deben ser empleados en función de un todo que es el cuerpo de Cristo, ya sea en su sentido más amplio o bien en el de una congregación local, sea ésta numerosa o que sólo esté integrada por unos pocos hermanos.
La mención de los dones viene precedida en el Nuevo Testamento por la noción de un cuerpo integrado por muchos miembros, cada uno de estos con diferentes funciones, pero no independientes, sino coordinadas y orientadas hacia un fin (Ro 12:3–5, 6–8; 1 Co 12:12–30). Este es el genuino punto de partida de este tema. Si los dones se promueven en las congregaciones como una “emocionante experiencia espiritual”, o un campo “secreto” de conocimiento, o cosas semejantes, lo que se hace es poner un fundamento falso. La integración a un organismo vivo, su participación seria y responsable en él, conforme lo traza la palabra de Dios, es lo que debe presidir toda enseñanza en este campo.
En segundo lugar estas capacidades que otorga el Espíritu a los hijos de Dios son, para edificación de la congregación, no para exaltación o intereses personales (1 Co 14:3–6, 12, 17, 19, 20, 26). La edificación está relacionada con necesidades y aspectos muy variados tanto en la escala personal, como familiar y congregacional. Tiene que ver con necesidades espirituales, organizacionales, administrativas, y de salud, como se verá más adelante en la clasificación de los dones. De manera que el Señor los da para que los creyentes no encierren su vivencia cristiana dentro de sí mismos sino para que contribuyan siendo útiles a los demás y al cuerpo de Cristo.
El Espíritu Santo ubica sus capacidades como él quiere. No puede complacer a todos con lo mismo porque no todo el cuerpo puede ser sólo manos u ojos o piernas. Debe haber variedad porque se trata de funciones o formas de servicio que se conceden a cada uno. Además, él considera que a unos debe darles más honor que a otros, porque lo necesitan. Es lo que se percibe en muchos lugares acerca de hermanos que parecen no tener mucho valor ante los ojos de algunos pero de repente el Espíritu los capacita con algo que les ayuda a levantar su condición. Este privilegio lo ejerce el Espíritu a su propio arbitrio (1 Co 12:14–30).
Algunos hermanos sólo se interesan en dones espectaculares, en parte por lo llamativos y en parte a veces porque los mismos pastores destacan y promueven únicamente dichos dones. Aquí se exige humildad en todos los casos y sujeción a la voluntad del Espíritu. Incluso, cuando un cristiano pide un don, a menos que esté muy convencido de la razón por la cual lo pide, su oración debiera ser siempre para que le sea dado el que el Señor considere más necesario para su cuerpo, sea éste evidente o no. Lo importante para el hermano debe ser siempre que se realice plenamente el interés de Dios en su iglesia.
En tercer lugar, los dones al funcionar en un cuerpo deben estar sujetos a la cabeza que es Cristo. Esto quiere decir emplearlos tal y como él ordena. Pero en cuanto a la iglesia visible, la congregación, los dones deben sujetarse a su respectivo ministerio o liderazgo. Desde luego que a veces los mismos líderes no se ajustan a la enseñanza de la palabra y entonces poco o nada pueden hacer para orientar a los hermanos, por lo que es un deber muy grande de todo pastor, y de quienes le acompañan en su labor, tener la mayor información posible y trazar líneas directivas para toda la congregación.
Generalmente los aspectos conflictivos de los dones se presentan con respecto a las lenguas, la profecía y la sanidad. En las primeras por el ejercicio libre que algunos quieren ejercer en público, quizá más que todo como una demostración de su relación con Dios. Las directivas del Señor son que las lenguas son para la conversación privada del creyente con el Señor, lo cual debe hacerse igualmente en privado (1 Co 14:1–28).
En cuanto a las profecías, se enseña que pueden “profetizar todos uno por uno”, que los “profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”, y que sus espíritus estén “sujetos a los profetas” (1 Co 14:31, 29, 32). Se entiende en este contexto que cuando los profetas hablan es para edificar, exhortar (o sea, animar) y consolar (1 Co 14:3). Generalmente, cuando esto se hace no hay problemas. Esto se da cuando la profecía se refiere a supuestos acontecimientos que van a venir, a declaraciones sobre personas de la iglesia, como que están en pecado, o que deben hacer esto o aquello, o a acusaciones contra la congregación.
La profecía usada de este modo se torna conflictiva y peligrosa, aunque no siempre, pues a menudo el Señor revela cosas ocultas o necesarias. Primeramente hay que recordar que la profecía verdadera proviene del Señor. Pero también hay falsificaciones que proceden de las personas, según su estado de ánimo, sentimientos adversos hacia hermanos o hacia la congregación, intereses personales o familiares que se escudan con aquello de “esto dice el Señor: Hijitos míos …” También la falsa profecía puede provenir de Satanás.
Cualquier cosa que se haga pasar como profecía puede provenir de las tres fuentes mencionadas. Por esto es un deber de la congregación conocer estos asuntos. Y es responsabilidad también de los pastores enseñarlo y saber emplear los correctivos necesarios para que la congregación no reciba de buenas a primeras todo como si fuera de Dios, para que no caiga bajo la engañosa manipulación de algún “profeta” o “profetiza” que incluso puede ser hasta el mismo pastor, o bien que sea sometida a tensiones interpersonales, a esperar el cumplimiento de acontecimientos extraños y otras cosas semejantes.
De todo lo anterior se impone una adecuada enseñanza de la palabra. Además una sujeción a ella y al ministerio de la iglesia y un examen de profecías cuando éstas son de carácter conflictivo.
La falta de conocimiento y obediencia a la palabra de Dios, puede conducir, no a la libertad del Espíritu, sino al libertinaje y corrupción de tan precioso don. De esto testifican muchos casos de iglesias divididas, hermanos heridos, matrimonios que nunca debieran haberse hecho, enemistades entre creyentes, pastores calumniados o pastores que no quieren enfrentar su responsabilidad, simplemente porque dicen “esto dice el Señor”, y porque no aplican los principios de la palabra de Dios.
En cuarto lugar, es tarea del liderazgo de la congregación enseñar lo que la palabra muestra respecto a los dones, orar para que ellos sean manifestados y reconocerlos. Es el caso por ejemplo cuando el Señor da dones de sanidad a algunos hermanos y no se les da la oportunidad de ejercerlos, pues algunos pastores piensan que ellos son los que deben hacerlo. Vale la pena integrar hermanos que posean un don para que lo ejerzan como ministerio en la congregación. Así se debe hacer en otros casos de dones para que la congregación pueda tener la variedad necesaria para sus necesidades y operaciones. Lo que claramente dice el Espíritu Santo sobre la forma como él arregla el cuerpo, es que los pastores solamente tienen una parte en el gobierno y una parte de las capacidades. Para otras necesidades distribuye los poderes a otros hermanos como él quiere. Esto debe ser reconocido, respetado y estimulado.
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A medida que la materia física alcanza la velocidad de la luz, el tiempo se detiene y la materia se vuelve infinita: Dios es luz

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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CARA A CARA CON LOS ÁNGELES
Los ángeles de Dios son seres brillantes y resplandecientes que emanan luz e irradian la gloria de Dios.
Basilea Schlink
Los verdaderos ángeles no son tontos. No llevan aureola, ni tampoco tocan el arpa ni cantan las mismas canciones viejas una y otra vez eternamente.
Forrester Church
Una amiga cercana, sensible e inteligente, me pasó esta reseña sobre los ángeles, con la condición de que no mencionara su nombre. Se trata de una aparición angélica excepcional que nos da una idea acerca de cómo son los ángeles y a qué se dedican.
Supe que estabas buscando testimonios sobre experiencias con ángeles. Dudé en escribirte, pero decidí arriesgarme. Puedes contar mi experiencia si lo deseas, pero sólo si lo haces de forma anónima. Me di cuenta bastante pronto que no debo relatarla tan libremente debido a las reacciones adversas que recibí.
Hace aproximadamente ocho años me encontraba orando con otra señora de mi iglesia. Durante años esta hermana estuvo atormentada con sentimientos de inferioridad y fracaso. Tenía serias dudas de que Dios la amara y la hubiera perdonado. Había recibido una gran preparación en Biblia y consejería, pero parecía incapaz de salir de la depresión que las dudas le causaban. Dos de nosotras fuimos a orar por ella a su casa. Habíamos ayunado a inicios de esa semana, pero habíamos comido el día anterior y esa mañana; yo quería que estuviéramos físicamente listas. En otras palabras, lo que voy a decirte no se debió a la alucinación por falta de comida.
Comenzamos la ministración con adoración. Luego oramos. Orábamos y cantábamos, orábamos y cantábamos. El tiempo pasó con rapidez, aunque en realidad estuvimos con nuestra amiga varias horas. Seguíamos sintiendo que no habíamos llegado a la raíz, de manera que continuábamos orando. Después, mi compañera de oración tuvo la sensación de que algo le pasó a nuestra amiga en su nacimiento. Mis recuerdos de lo que dijimos, exactamente, son nebulosos, porque desvié mi atención.
La presencia del Señor se sentía fuertemente en ese cuarto. Tenía mis ojos cerrados, pero me di cuenta de que podía ver un brillo intenso. Era como si pudiera «ver» a un ser radiante frente a mí, atrás de mi compañera de oración. También podía «sentir» una presencia celestial detrás de mí. Sabía que era un ángel y estaba maravillada.
No hice nada durante algunos minutos, esperando que esa presencia se fuera. Luego abrí mis ojos y miré tal cual era a ese ser con mis ojos abiertos. Era bastante alto, brillante y parecía transparente. Tenía puesta encima una especie de túnica. No tenía cabellos en su cara y creo que su pelo era largo y peinado hacia atrás. Estoy segura de que esta criatura era un ángel. Hablo de «él» como si fuera un varón, pero con todo y eso sabía que no se trataba de un varón.
Estaba un poquito asustada y muy asombrada. El ángel parecía tan alto como el techo. Después volví mi cabeza lentamente y he ahí que estaba otro ángel. Esta era la presencia que sentía detrás de mí. También este ángel era muy alto, parecía de complexión musculosa y tenía el pelo rojo o rojizo. Estaba vestido de forma similar, excepto que blandía una enorme espada.
No estaba precisamente asustada, pero sí abrumada, asombrada e intimidada por completo. Luego me invadió una paz y entonces supe que estos ángeles estaban ahí para protegernos y ministrarnos. No escuché voz alguna, y los ángeles no dieron muestra de haber advertido mi presencia.
En este momento recobré la atención hacia mi compañera de oración y hacia la mujer por quien orábamos y que yacía en el piso. Mi amiga, quien oraba por esta mujer como si estuviera a punto de dar a luz, gritó: «Ya es hora del parto».
Sé que esto suena extraño, por eso me contuve de contar esta historia, pero cuando le preguntamos a la mujer que a quién se parecía «el bebé», comenzó a llorar y a reír. Nos dijo: «Soy yo, y soy preciosa y nueva». Luego nos dijo que sabía que había nacido de nuevo.1
En este momento noté que el ángel que estaba detrás de mi compañera de oración tenía una bolsa oscura de papel. Estaba perpleja. Luego mi amiga también puso cara de confundida cuando dijo: «Hay algo más que Dios quiere hacer. El posparto no ha terminado». El ángel dio un paso hacia el frente, tomó lo que «percibí» como una masa de color café, la puso en la bolsa y se fue a través del techo. El ángel a mis espaldas lo siguió.
Todo el tiempo que duró la experiencia no dije nada. Cuando los ángeles se fueron, en ese preciso momento, las otras dos mujeres me miraron y con calma dijeron: «Ha terminado».
No pretendo entenderlo todo. Esta es la única experiencia de este tipo que he tenido en mi vida y estoy cerca de los cuarenta.
Durante varios meses, me mantuve en contacto con la mujer por la que oramos y parece que hubo un cambio real en ella después de esta experiencia. Por fin llegó la liberación que tanto anhelaba.
Mi amiga tuvo un encuentro angélico del cuarto tipo. Su ángel apareció cara a cara, lo cual es la excepción, no la regla. Diremos más en cuanto a la apariencia de los ángeles más adelante en este capítulo, pero demos ahora un poco de contexto.
¿Cómo podemos saber si un ángel se ha cruzado en nuestro camino? A veces uno no lo sabe, porque los ángeles aparecen de casualidad. Es decir, parecieran como hechos fortuitos, pero ellos son en realidad parte del plan de Dios cuidadosamente orquestado para nuestra vida.
ÁNGELES DE CASUALIDAD
Génesis 24 cuenta la historia de cómo Abraham encontró esposa para su hijo Isaac: «por casualidad». En ese tiempo, Abraham vivía en suelo extranjero, un tanto distante de su parentela, de manera que comisionó a su siervo:
—No dejarás que mi hijo Isaac se case con una mujer de esta tierra de Canaán, donde yo vivo, sino que irás a mi tierra y escogerás una esposa para él entre las mujeres de mi familia.
El siervo le contestó:
—Pero si la mujer no quiere venir conmigo, ¿qué hago? [¡Buena pregunta!] ¿Debo entonces llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?
Abraham le dijo:
—¡No, no lleves allá a mi hijo! El Señor, el Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes y me prometió dar esta tierra a mis descendientes, también enviará su ángel delante de ti para que traigas de allá una esposa para mi hijo (Génesis 24:1–7, Dios habla hoy, cursivas añadidas).
Esta es la única mención a ángeles en el texto, pero quiero creer que Abraham no estaba simplemente dándole a su siervo un tipo de despedida usual en la antigüedad, como: «¡Que los ángeles te acompañen, mi amigo!» No, el ángel de Dios estaba actuando de manera invisible para dar una respuesta a la oración. Cuando el sirviente llegó a la ciudad de Nacor, hizo arrodillar los camellos en las afueras, cerca del pozo de agua. Era cerca del atardecer, la hora en la que las mujeres salían a sacar agua del pozo.
El asunto en todo esto es que ninguno es accidental. El ángel trabajaba duro mientras que el siervo oraba: «Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien[…] Voy a quedarme aquí, junto al pozo, mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua. Permite que la muchacha a la que yo diga: “Por favor, baja tu cántaro para que yo beba”, y que me conteste: “Bebe, y también daré agua a tus camellos”, que sea ella la que tú has escogido para tu siervo Isaac[…] Todavía no había terminado de orar, cuando vio a una muchacha que venía con su cántaro al hombro. Era Rebeca».
El resto, como luego dicen, es historia. Una cosa condujo a la otra. O quizás debiéramos decir que un ángel fue responsable de poner una cosa tras otra. Y Rebeca llegó a ser la esposa de Isaac.
Para los cristianos, no hay tal cosa como hechos casuales. Cada situación de la vida tiene matices providenciales. Tal vez son en realidad seres celestiales invisibles que intervienen directamente a nuestro favor. Mi amigo, Duane Rawlins, adjudica a una presencia angélica invisible el haber evitado un serio accidente automovilístico.
El incidente ocurrió cuando tenía diecisiete años de edad, un nuevo conductor que amaba ir a gran velocidad por las calles del pueblo. Eran cerca de las ocho de una tarde oscura. Delante de mí, en el límite de mis brillantes luces delanteras, había una ligera elevación en la carretera. Un pensamiento cruzó por mi mente: «Voy a usar esa pequeña loma en el camino para hacer volar a este automóvil». Lo que no sabía era que esa pequeña elevación que se aproximaba a gran velocidad era el paso a nivel de un cruce del tren. Mi visión estaba obstruida por los árboles y no había señales ni barrera de golpe que impidieran pasar.
De repente, mientras serpenteaba el camino hacia la leve subida, una inexplicable fuerza detuvo mi auto cuando un inesperado y rápido tren cruzaba por las vías. Cuando me percaté de lo que acababa de suceder, la adrenalina se elevó en mi cuerpo debido al pánico. Me debilité tanto y estaba tan asustado, que apenas podía manejar de regreso a casa. No tengo duda alguna de que habría muerto al instante si no hubiera sido por esa «fuerza inexplicable».
He recopilado varios informe como este. He aquí otro, de uno de los miembros de nuestra iglesia.
Una vez iba conduciendo mi camioneta y escuchando una grabación de Amy Grant. En un momento de esos en que a uno casi se le paraliza el corazón, me libré, por unos cuantos centímetros, de no pegarle al automóvil que iba delante del mío. «¿¡Cómo fue que nos libramos de chocar!?», pensé.
A los pocos segundos, el cásete de Amy Grant cambió solo a la otra cara, mi radiocasetera tiene esta función, ¿y adivinen qué canción se escuchó? «Ángeles cuidan de mí».
Quizás esa fue una coincidencia, pero prefiero creer que de esa manera Dios me dijo que cuidaba de mí.
La mayoría de la actividad angélica de este tipo es invisible. Otras veces, los ángeles aparecen bajo semejanza humana, «ángeles inadvertidos», algo de lo cual hablaré e ilustraré en un capítulo posterior. Pero una que otra vez en cada tiempo de la vida2 los ángeles se materializan, literalmente, en su forma celestial, de manera muy similar a la de los dos ángeles que aparecieron a mi amiga en la historia al principio del capítulo.
OPINIÓN DE UN ÁNGEL: SOBRE ALAS Y OTRAS COSAS
¿Cómo son los ángeles cuando se aparecen tal cual y no se disfrazan de hechos «casuales» ni como seres humanos? A manera de preparación para escribir este libro y como parte de mi proyecto final para el grado de Doctor en Ministerio del Western Conservative Baptist Seminary, de Phoenix, conduje una encuesta3 de varios cientos de personas en diferentes tipos de iglesias, incluyendo evangélicas, carismáticas protestantes y católicorromanas. Entre las personas que dicen haber visto un ángel existen algunos aspectos bastante comunes acerca de la apariencia angélica.
De las muchas experiencias angélicas que recabé, quizás tantas como un ciento, son sorprendentemente similares. Esto es muy significativo, ya que las personas que me contaron sus historias no hablaron entre sí con anterioridad. Ni siquiera se conocen.
Una descripción en particular sobresale, como un buen ejemplo de los diversos elementos en común que aparecen en muchos encuentros angélicos. Los ángeles que aparecieron a uno de los caballeros que participaron en mi encuesta: «Tenían brazos, manos, piernas, pies y alas, y podía ver sus caras. Las figuras eran de cuerpo completo, transparentes y brillantes. También parecía que estaban vestidos con túnicas largas, o algo que les cubría desde sus cuellos hasta sus tobillos y muñecas. Y tenían una especie de cinta alrededor de sus cinturas».
Esta es otra historia «típica» de ángeles, que me contó un amigo, Robert Obergfoll.
Eran cerca de las diez de la noche cuando mi hermano y yo, niños en ese entonces, nos arrodillamos a un lado de nuestras camas para orar. De lo que recuerdo, era una tranquila noche de primavera, el cielo brillaba a la luz de una luna creciente. La ventana de nuestro dormitorio tenía vista al este y una brisa ligera corría por la tela de la ventana abierta. Era como si las cortinas respiraran. Inhalando con suavidad. Exhalando.
Mi hermano se fue a la cama primero. Era una gran noche. Había puesto su diente bajo la almohada preparándose para cuando el «ratón viniera y le dejara un premio por su diente». En realidad, no creíamos en el asunto ese del ratón que viene por los dientes, pero como niños católicos, creíamos en los ángeles. De manera que inocentemente oramos para que Dios enviara a uno de sus ángeles para que se llevara el diente de mi hermano y no dispusimos a dormir.
Ya tarde esa noche, no tengo idea de qué hora sería, un fortísimo viento que entró a nuestra habitación me despertó. Mi cama estaba al lado derecho de la ventana y la cama de mi hermano estaba al lado izquierdo. Todavía puedo verlo ahí, durmiendo al otro lado del pequeño espacio que había entre nuestras camas y la fuerte brisa agitando las cortinas como banderas que volaban paralelas al piso.
Con los ojos bien abiertos, miré con intensidad hacia la ventana y vi cómo una luz brillante aparecía. Repentinamente, un ángel, como si estuviera cabalgando en el aire, voló a través de la ventana y entró en nuestro cuarto. El ángel estaba parado muy recto, como si hubiera salido directo de la pared. Era más alto que mis padres y era tan alto como el techo de nuestra habitación. Era de color azul claro y transparente. No podría decir si se trataba de una mujer o un hombre, pero tenía el pelo largo y una hermosa cara.
El ángel nunca se volvió a verme, pero fijó su atención en mi hermano, como lo habíamos pedido temprano esa tarde en nuestra oración. El ángel apoyó una rodilla en la cama de mi hermano, se acercó a él y con su mano derecha tocó suavemente su cara.
Lo primero que vino a mi mente fue que el ángel iba a llevarse el diente. Pero parecía que tenía otro propósito. Sin siquiera voltear a verme, ni percatarse de mi presencia en la habitación, el ángel se puso de pie y salió de nuestro cuarto tal y como había entrado. Toda esta experiencia pareció haber tomado varios minutos, pero en realidad no tengo idea de cuán larga fue. Después que el ángel se fue, me levanté y desperté a mi hermano para decirle lo sucedido. Los dos nos quedamos sentados en un momento de encantamiento y asombro antes de ir a contarles a nuestros padres.
Tiempo después, durante ese mismo año, a mi hermano le diagnosticaron un serio desorden sanguíneo. Él está vivo hoy en día, y creo que eso está en relación directa con el toque de ese ángel.
Hay bastantes similitudes sobrenaturales en mi colección de historias sobre aparición de ángeles, especialmente en las descripciones de los ángeles mismos. Casi siempre resultan ser bastante altos, por lo general, de diez pies. Son brillantes, de un blanco resplandeciente y a menudo con un tono azulado. Sus rostros son indescriptibles, de manera que no es posible reconocer su género.4 Regularmente están vestidos con una túnica larga y con frecuencia atada con un cinturón o correa de oro.
A menos que aparezcan en forma humana, lo cual parece ser el caso en la mayoría de los relatos que escuché, los ángeles son transparentes. Muchos me dijeron que se «podía ver a través de los ángeles». Las apariciones de los ángeles son también bastante breves y, si el ángel habla, no es usual que sea en la forma de una conversación normal. Quizás sería más adecuado decir que los ángeles se «comunican» más que «hablan». Y lo último, pero no menor que los demás puntos de los informes, es que en las historias que me han contado, los ángeles por lo general no tiene alas.
¿Es realmente esta la forma en que se ven los ángeles? ¿Podemos depender de lo que la gente nos dice en sus experiencias personales? Billy Graham nos recuerda: «La historia de casi todas las naciones y culturas revelan por lo menos cierta creencia en seres angélicos[…] Pero sea cual fuere nuestra tradición, nuestro punto de referencia será la Biblia como nuestra suprema autoridad en la materia».5
¿Qué podemos aprender en la Biblia acerca de los ángeles y de cuál es su apariencia? La Palabra de Dios sugiere tres categorías amplias. Primera, los querubines. Estos son una clase especial de ángeles cuya apariencia y características se dan con más detalles en la Biblia. Hablaremos más de ellos en uno de los capítulos siguientes. Los querubines, dicho sea de paso, tienen alas.
Segunda, en los libros históricos del Antiguo Testamento, casi cada referencia a los ángeles está de alguna manera relacionada a «el ángel del Señor», que tiende a mostrarse como varón o como un visitante inesperado. En este caso, creo que «mostrarse» es más adecuado que «aparecerse», porque eso es precisamente lo que hace. El ángel del Señor toma la forma de un visitante o invitado, que llega como si acabara de venir de un viaje.6 De acuerdo a la Biblia, el ángel del Señor nunca tiene alas.
Tercera, el ángel del Señor es, a diferencia de muchos de los ángeles de los encuentros angélicos en el Nuevo Testamento, donde los mensajeros celestiales se materializan y luego desaparecen, más como una luz repentina que aparece y desaparece en una bombilla cuando prendemos o apagamos el interruptor de la luz. La apariencia de cómo los ángeles se ven en estas apariciones, en la mayoría de los casos, no se dicen con detalles. Por ejemplo, cuando el ángel Gabriel apareció a Zacarías y más tarde a María en Lucas 1, se hace omisión total a su apariencia. Sin alas. Sin aureolas. Sin siquiera un rayo de luz, lo cual es inusual.
Todos vosotros ángeles, progenie de la luz.
Milton
Cuando los ángeles se mencionan en la Biblia, pareciera que la luminocidad o la brillantez fuera la cualidad mencionada con mayor frecuencia. A esto quizás se deba que casi siempre vemos aureolas en las pinturas de ángeles. Las aureolas, por supuesto, son esos pequeños y graciosos aros, coronas doradas, flotando como los anillos de Saturno unos cuantos centímetros por encima de las cabezas de los ángeles y de la gente santa en las pinturas antiguas. Algunas veces a las aureolas se les llama «auras».7
La presencia de Dios a menudo aparece en la Biblia como una nube de luz, la gloria de Jehová, y los ángeles como mensajeros parecieran ser portadores de la brillante gloria de Dios, algo que los hebreos llamaban «la shekinah». Por cierto, en momentos extraordinarios, la luz especial de la presencia de Dios puede también cubrirnos. Una vez, mientras predicaba, alguien en la congregación me informó haber visto un resplandor de luz alrededor de mi cuerpo como el mencionado. Después me pregunté cuál sería el significado de dicho suceso, una no es bastante frecuente en más de veinte años de predicar.
Moisés tuvo un encuentro similar, aunque mucho más poderoso, con la luz de la presencia de Dios. Después de pasar un tiempo a solas con Jehová en el monte Sinaí, la cara de Moisés estaba tan brillante que los hijos de Israel no podían hablar con él sin cubrirse los ojos. En Éxodo 34:29–30 leemos acerca de esto:
Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él.
Los ángeles, entonces, son seres de brillante, a veces resplandeciente, luz. Sugiriendo que su habitación es en los cielos, en la brillante y resplandeciente presencia de Dios. Algo de Dios se les ha pegado.
La luz de Dios y de sus ángeles puede tener algo de importancia científica también. Hay quienes han especulado que la luz, según se entiende en el marco de trabajo de la teoría de la relatividad de Einstein, es en realidad la barrera entre el tiempo y la eternidad. Sabemos por la hipótesis de Einstein y otros experimentos subsiguientes que, a medida que una materia física alcanza la velocidad de la luz, el tiempo se detiene y la materia se vuelve infinita. En otras palabras, a la velocidad de la luz algo extraordinario sucede: el tiempo y el espacio reales, tal como los conocemos, desaparecen.
La velocidad de la luz quizás represente la barrera de la dimensión del tiempo y del espacio, una destellante cortina entre el mundo material visible y la eternidad. A lo mejor existe aquí una conexión con la afirmación bíblica de la naturaleza de la deidad: Dios es luz. Y tal vez por eso los ángeles parecen brillantemente iluminados.
De acuerdo a muchos estudios de «experiencias en el umbral de la muerte» (EUM), la gente moribunda, las personas que están al borde de la atemporalidad, comúnmente ven un «ser de luz». Aun la resurrección de Cristo la acompañaron seres resplandecientes. Mateo narra que «hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve» (Mateo 28:2–3, cursivas añadidas).
Lucas añade: «El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes» (Lucas 24:1–4, cursivas añadidas).
Los ángeles son seres celestiales, «estrellas» radiantes con la luz de la presencia de Dios. Hebreos 1:7 los nombra «llama de fuego», una imagen «brillantemente iluminada» a través del libro de Apocalipsis:
Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Apocalipsis 10:1 (cursivas añadidas)
Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
Apocalipsis 15:5–6 (cursivas añadidas)
Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
Apocalipsis 18:1 (cursivas añadidas)
Y también están las espadas encendidas: «Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida» (Génesis 3:24, cursivas añadidas).
Mi amiga, la de la historia que conté al principio de este capítulo, vio un ángel con una espada encendida como protección y defensa parado al lado de la mujer que estaba «dando a luz».
¿Qué más podemos decir respecto al aspecto de los ángeles? En la Biblia, muchas de las criaturas celestiales de Dios tienen alas. En Daniel 9:21 leemos de un ángel que se apresura para traer el mensaje de Dios al profeta. Mientras que Daniel todavía oraba, Gabriel vino a él «volando con presteza» cerca de la hora del sacrificio de la tarde. No se mencionan alas específicamente en este pasaje, pero el ángel de Daniel debió haber tenido algunas facultades aeronáuticas.
Cuán dulcemente flotan con sus alas
De silencio atravesando la vacía bóveda de la noche.
Milton, Comus8
Los ángeles pueden volar
porque se toman a sí mismos ligeramente.
Refrán escocés
Theodora Ward, en su libro Men and Angels, observa que: «Toda mitología tiene seres alados[…] La asociación de los ángeles con las alas ha sido tan común que hasta una fecha tardía como 1930, el Shorter Oxford English Dictionary definía la palabra “ala” como “uno de los apéndices motores u órganos por medio de los cuales el vuelo de un pájaro, murciélago, insecto, ángel, etc., se lleva a efecto”».9
Alas, sí. Plumas, no. En ninguna parte la Biblia sugiere que las alas de los ángeles tengan plumas ni que parezcan alas de pájaros, como lo hacen en muchas pinturas y esculturas. Es más, en todo caso, sólo los querubines, una clase especial de ángeles, son los que aparecen como ángeles esculpidos en madera asegurando cada extremo de la cubierta del propiciatorio, la tapa, del arca del pacto.
Una pequeña caja del tamaño de un escritorio, labrada en madera y cubierta con oro, el arca (no el arca de Noé) era el lugar de la morada de Jehová. Se guardaba en el pequeño santuario interior llamado el Lugar Santísimo, en el tabernáculo de Moisés. Entre los dos querubines de oro flotaba la gloriosa nube de la presencia especial de Dios, la shekinah. Una vez al año, el sumo sacerdote, en tiempo de Yom Kippur, el día de Expiación, rociaba la sangre sacrificial sobre la cubierta del propiciatorio para redimir a Israel de sus pecados. «Y los querubines [de oro] extendían sus alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio; y sus rostros el uno enfrente del otro miraban hacia el propiciatorio» (Éxodo 37:9).
Querubines reales alados aparecen en maravillosa gloria en Ezequiel. En esa época de la historia judía, los babilonios habían destruido a Jerusalén y su templo, y se llevaron consigo el arca y sus querubines de oro como motín de guerra. Pero los querubines celestiales de Jehová estaban todavía velando sobre Israel, como Ezequiel lo descubrió:
El aspecto de los seres [querubines10] era como de carbones encendidos, o como algo parecido a antorchas que iban y venían en medio de ellos; el fuego era resplandeciente, y de él salían[…] Por encima de sus cabezas se veía una especie de bóveda, brillante como el cristal. Debajo de la bóveda se extendían rectas las alas de aquellos seres, tocándose unas con otras. Con dos de ellas se cubrían el cuerpo.
Ezequiel 1:13–14, 22–23,
Dios habla hoy (cursivas añadidas)
Todos los ángeles, entonces, tienen ciertos medios para volar. Algunos tienen alas. También sabemos que los ángeles hablan, porque regularmente hablan con la gente en la Biblia. Por medio de las antiguas fuentes judías, como el Targum Yerushalim y el Libro del jubileo, se nos ha dicho que la lengua de Dios en la creación y en Edén era el hebreo. Esto no lo sabemos directamente de la Biblia, pero el hebreo es la lengua de la historia de la creación del Génesis. Quizás podríamos pensar que los ángeles hablaban la misma lengua.11
También suponemos que hablan su propio idioma o sus idiomas en el cielo. O tal vez sean políglotos. El apóstol Pablo hace referencia a las «lenguas humanas y angélicas (1 Corintios 13:1)», indicando así que pueden existir dialectos celestiales únicos.
Los ángeles pueden mostrar emociones. En Lucas 15:10 Jesús nos dice: «Os digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte» (Lucas 15:10). Y mi tío en verdad escuchó que esto sucedió en una ocasión.
En 1967, uno de sus amigos, Joe (este no es su verdadero nombre), se había convertido a Cristo recientemente. Procedente de un medio judío, tenía un alto grado de incertidumbre acerca de lo que le estaba sucediendo, de manera que le pidió a Dios alguna clase de señal en su servicio bautismal.
Mi tío y su esposa estaban parados con un pequeño grupo de cristianos a las orillas del río Chagrin, al este de Cleveland, Ohio. Nadie más estaba cerca de allí. No había casas cercanas. No había explicación natural para lo que sucedió después.
Mientras bautizaban a Joe, sólo por unos breves momentos, mi tío y todos los demás, incluyendo a Joe, escucharon música etérea procedente del cielo. No era comparable a nada que mi tío hubiera escuchado antes, me comentó.
Dos años más tarde, en 1969, mi tío y su esposa asistieron a su primer servicio de alabanza carismático, en donde escuchó lo que los carismáticos llaman «cantar en el Espíritu». Cuando lo escuchó, se dijo para sí: «Esto es como la música etérea que escuchamos en el bautismo de Joe».
¡Los ángeles se regocijaban en el cielo!
1 «Renacido» en el sentido de sanidad interior, no de «nacer de nuevo», como cuando uno se convierte a Cristo.
2 La mayoría de la gente no ha tenido un encuentro con un ángel del cuarto tipo, un encuentro cara a cara con un ser celestial. Y quienes lo han tenido, han visto un ángel únicamente una o dos veces en su vida.
3 El contenido de la encuesta y los resultados se detallan .
4 Si bien el género de los ángeles no se especifica en la Biblia, es importante hacer notar que en el texto griego del Nuevo Testamento, la palabra «ángel» siempre se encuentra en masculino, nunca en femenino ni neutro.
5 Graham, 34.
6 En investigaremos el uso de la frase «el ángel del Señor».
7 Algunas personas están interesadas en leer el «aura personal», las clases y colores de la luz que suponen representa nuestra personalidad. Esta práctica es estrictamente cúltica.
8 Joan Webster Anderson, Where Angels Walk: True Stories of Heavenly Visions [Donde caminan los ángeles: historias verdaderas de visiones celestiales], Barton and Brett, Sea Cliff, NY, 1992, p. 22.
9 Theodora Ward, Men and Angels [Hombres y ángeles], Viking Press, New York, 1969, p. 7, cursivas añadidas.
10 Véase Ezequiel 10:20.
11 Davidson.

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