miércoles, 15 de abril de 2015

Los espiritistas creen que los espíritus con los cuales se comunican son almas de los muertos: La Biblia nos hace saber que son espíritus engañadores

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 



EL ESPIRITISMO ANTIGUO Y MODERNO


  Religión: El espiritismo.
  Organización y naturaleza: Hay muchas ramas distintas que practican el ocultismo, el consultar a los espíritus (incluso a los de los muertos). La Asamblea General Internacional de Espiritistas procura unificar diversas organizaciones y grupos independientes. Pero el espiritismo también se practica en otras iglesias y organizaciones (como las del movimiento de la Nueva Era) que no se llaman espiritistas.
  Origen: Es imposible citar la fecha del origen del espiritismo. Desde tiempos antiguos se practicaba en varias partes del mundo. Se observa a través de los tiempos bíblicos. Se practica desde tiempos remotos en varias formas del animismo en muchas tribus. La forma moderna en Norteamérica tuvo su origen en 1848.
  Autoridad: Las revelaciones recibidas de los espíritus a través de los médiums. En la forma moderna, los escritos de A. J. Davis, A. Conan Doyle, Allan Kardec y otros.
  Teología: Se adapta según el ambiente donde se encuentre, desde el animismo de pueblos primitivos o el misticismo oriental hasta formas que se llaman cristianas. Puede ser politeísta (cree en muchos dioses), panteísta (cree que Dios es todo lo que existe) o monoteísta (cree en un solo Dios).
  Atracción especial: El supuesto conocimiento de la vida de ultratumba. La oferta de consuelo en la comunicación con los familiares difuntos. Sanidad para los enfermos. Revelación del futuro y dirección para la vida. Poder sobrenatural. Venganza contra los enemigos mediante los hechizos.


ASPECTOS HISTÓRICOS

“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos” (Deuteronomio 18:10–12).


Origen

El texto antes citado nos da un resumen de lo que es el espiritismo y nos hace ver que es muy antiguo. En la época de Moisés estaba muy desarrollado. Esas prácticas siguieron a través de los siglos. Con la extensión del cristianismo se vio menos espiritismo, pero el ocultismo siguió como base de algunas de las religiones orientales. En el Nuevo Mundo, dondequiera que se imponía la religión cristiana como obligación, la mayor parte de las tribus conquistadas retenía sus antiguas creencias y las unía a la religión cristiana.
La idolatría honraba a los demonios con quienes el pueblo se comunicaba. Moisés dijo: “Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían temido vuestros padres” (Deuteronomio 32:17). Véanse Salmo 106:37 y 1 Corintios 10:20.
Los espiritistas creen que los espíritus con los cuales se comunican son almas de los muertos. En cambio, la Biblia nos hace saber que son espíritus engañadores, o sea demonios que se hacen pasar por los difuntos para apartar a los hombres de Dios y tenerlos bajo su propio control.
1 Timoteo 4:1 nos hace comprender que el resurgimiento del espiritismo y su crecimiento increíble en el siglo veinte es el cumplimiento de una de las señales de los últimos tiempos.


Desarrollo multiforme

Las muchas formas del espiritismo hoy son consecuencia de su facilidad de adaptarse al ambiente religioso y cultural donde se encuentra. Formaba parte de las religiones antiguas de Egipto, Babilonia, India y China y del animismo en varios continentes. La teosofía, el yoga y el movimiento de la Nueva Era contienen un espiritismo nacido del misticismo oriental.
En Haití se ve el vuduísmo violento y primitivo traído por los esclavos desde las selvas africanas. En Cuba hay una gran variedad, desde la hechicería de los santeros hasta la forma refinada que pretende trabajar por obra del Espíritu Santo y se cree cristiana. Tanto en esta nación como en muchas otras partes de América Latina, el espiritismo se ha adaptado al catolicismo romano y emplea en sus ritos la cruz y las imágenes de los santos y de la virgen María. En Brasil está muy arraigado y extendido el espiritismo. Se ha convertido en la fuerza predominante en la amalgama entre el animismo africano y el catolicismo. Mientras tanto, en Guyana se manifiesta en el culto a las sirenas. Estas, según su creencia, habitan en los ríos y en el mar.
A pesar de tener fuentes tan antiguas, el espiritismo de los Estados Unidos afirma que tuvo su origen en el año 1848. Esta fecha corresponde a un período de gran apostasía e incredulidad. Sin embargo, el alma humana siempre busca contacto con alguna realidad espiritual, alguna manifestación sobrenatural de poder.
En 1847, A. J. Davis publicó un libro llamado Las revelaciones divinas de la naturaleza. Contenía los fundamentos y la filosofía del espiritismo moderno, y preparó el terreno de tal forma, que Davis es reconocido como el “Juan Bautista del espiritismo”.
Pero el honor de ser las escogidas de los espíritus para dar principio a esta nueva “dispensación” que empezó en 1848, les corresponde a dos niñas, Margarita y Kate Fox. Su hogar de Hydesville, Nueva York, es considerado como el “Belén” del espiritismo moderno.
Se dice que las hermanitas Fox desarrollaron un sistema para comunicarse con un duende que frecuentaba la casa paterna. Le hacían preguntas y el espíritu les contestaba mediante golpecitos de acuerdo con el sistema telegráfico que habían ideado. Según confesaron públicamente y por escrito cuarenta años más tarde, todo empezó como una broma. Las niñas mismas hacían los golpecitos e inventaban los mensajes del “espíritu de un asesinado” que frecuentaba la casa. Pero una hermana mayor se unió con ellas en el engaño y las amenazaba cuando querían revelar el secreto. La popularidad de estas “manifestaciones del mundo espiritual” aumentó tanto que las hermanas se encontraron atrapadas en su propio fraude. Confesarlo hubiera sido exponerse a la ira de la multitud de personas engañadas por ellas. Por tanto, aquí tenemos el extraño caso de las muy veneradas fundadoras de una religión moderna que no creían en ella.
Pareciera que su confesión pública sería un golpe mortal para el espiritismo, pero para entonces se había hecho tan fuerte que no había cómo detenerlo. Había empezado como una broma, pero se había transformado en un engaño peor que el original; ahora los espíritus engañadores se les manifestaban verdaderamente a los que se rendían al control demoniaco.
Mientras tanto, gran número de personas miraba todo el asunto como un entretenimiento muy divertido. En sus fiestas se ponían a mover mesas con el poder de la mente, o consultaban a los espíritus con las “tablas de espiritista”. Para esto apoyaban los dedos sobre una tablita y hacían una pregunta. La tablita se movía hacia las letras en una tabla mayor hasta deletrear la respuesta.
Algunos que al principio sólo buscaban en el espiritismo un entretenimiento, se convencieron de que eran ciertas las manifestaciones de los espíritus.
La primera guerra mundial le dio gran impulso a la práctica de consultar a los difuntos. Los familiares de los soldados muertos buscaban consuelo en el espiritismo. En sus sesiones oían una voz que les parecía la del finado que les hablaba por los labios del médium. La voz se refería a sucesos conocidos por los parientes, pero desconocidos por el médium. Cuando se le preguntaba por la vida de ultratumba, contestaba que todo era muy bonito y que los espíritus gozaban de armonía y felicidad.
Al aumentar la popularidad del espiritismo, se comenzaron a publicar libros para los que querían aprender a comunicarse con los espíritus, rendirse a su control y desarrollar así sus facultades de médium. En la América Latina son fundamentales los escritos de Allan Kardec. Los libros de dos novelistas populares, Arthur Conan Doyle y Stewart Edward White, dieron un impulso tremendo a la extensión del espiritismo.
En 1893 se organizó en Chicago la Asociación Nacional Espiritista, la más fuerte de las organizaciones de esta religión en los Estados Unidos. Tiene un seminario para la preparación de sus ministros y también da cursos por correspondencia. A fin de fomentar la unidad del movimiento, se organizó en 1936 un cuerpo cooperativo llamado Asamblea General Internacional de Espiritistas. Esto no nos da el cuadro completo de la fuerza del espiritismo, porque numerosos grupos no pertenecen a ninguna organización, y millares de personas que son miembros de otros grupos religiosos también practican el espiritismo.
Varias cosas han llevado a millones de norteamericanos a comunicarse con los espíritus a un nivel personal. El estar drogado ha puesto a muchos bajo la influencia de espíritus engañadores. El yoga y la meditación trascendental que se fomentan en muchas escuelas como medio de librar de la tensión nerviosa producen “un estado alterado de conciencia” en el cual la mente está dispuesta a comunicarse con los espíritus.


LAS MANIFESTACIONES DEL ESPIRITISMO

Alicia Luce, en su libro Probad los espíritus, menciona siete formas de espiritismo mencionadas en la Biblia. Veamos en ellas cómo la práctica actual de esa religión diabólica se asemeja a la práctica de los tiempos bíblicos.


La adivinación y la pronosticación

La adivinación y pronosticación consisten en predecir sucesos futuros o descubrir cosas secretas. Puede ser por comunicación directa con seres espirituales, o mediante señales o agüeros.
En Génesis 44:5, el siervo de José menciona una copa para adivinar. Algunos médiums usan hoy un vaso de agua o una bola de cristal en los cuales dicen ver revelados los sucesos futuros.
1 Samuel 28:8 y Hechos 16:16–19 hablan de un espíritu de adivinación que operaba a través de una persona. Eso es idéntico a las manifestaciones de los espíritus en los médiums de hoy.
Oseas 4:12 habla de la consulta a los ídolos y las respuestas. Esto sucede ahora en el trabajo de los santeros y espiritistas.
Ezequiel 21:21 cuenta cómo el rey de Babilonia practicaba la adivinación: sacudiendo saetas, consultando a ídolos y mirando el hígado de un ave sacrificada. Hoy también se mira el hígado del ave sacrificada.
Otras formas modernas de adivinación son las de tirar las barajas para ver cómo caen (cartomancia), “leer” las hojas de té en el fondo de la taza, usar la tabla espiritista, y leer la suerte en la palma de la mano del cliente (la quiromancia).
La astrología, aunque no conectada con el espiritismo, presenta otra forma de adivinación o pronosticación. Sirve al mismo fin diabólico de apartar al hombre de la dirección divina para ponerlo bajo el control de otros consejos. Millares no se atreven a emprender ningún negocio sin antes consultar su horóscopo para ese día. En cambio, la vida de los cristianos es dirigida por un Padre amante y no es juguete de las influencias astrales.
La curiosidad humana lleva a muchos a consultar sobre su suerte, pero recordemos que la Biblia condena severamente la adivinación y la pronosticación. Dios las prohíbe y las clasifica entre las prácticas paganas abominables para Él (Levítico 19:26, 31; 20:22, 23, 26, 27). El castigo para esas prácticas era la muerte.


La necromancia

La necromancia se representa como comunicación con los muertos y la revelación por este medio de misterios y sucesos del futuro. También se llama “nigromancia”, que significa “magia negra”.
Lo que ocurrió en la visita de Saúl a la adivina de Endor es tema de gran controversia. Los espiritistas toman este caso en, 1 Samuel 28:3–20 como aprobación divina para las consultas a los muertos y prueba de que los muertos se presentan realmente.
Algunos comentaristas evangélicos creen que el espíritu que se presentó no era Samuel, sino una personificación de él. Se basan en la prohibición de Dios sobre la comunicación con los muertos. Otros creen que la mujer estaba acostumbrada a tratar con los espíritus engañadores, pero en esta ocasión, para gran sorpresa suya, Dios envió al mismo Samuel. Atribuyen el miedo de la adivina a que esta manifestación era diferente a las usuales. Creen que Samuel se presentó, no porque la adivina tuviera poder para hacerlo venir, sino porque Dios le iba a dar a Saúl un último mensaje para mostrarle que ni la necromancia podía ayudarlo, porque se había rebelado contra Él.
Cualquiera que sea el caso, lo cierto es que Dios prohíbe y condena la necromancia (Deuteronomio 18:10–12; Isaías 8:19). El colmo de los pecados de Saúl fue este acto de consultar a una médium en vez de arrepentirse y buscar a Dios. Eso le acarreó el juicio divino (1 Crónicas 10:13, 14).
En los tiempos actuales la necromancia toma varias formas. A veces el médium es el único que ve al espíritu que se presenta, como en el caso de Samuel y Saúl. En este caso es él quien recibe el mensaje y se lo transmite al cliente. La descripción que hace de la persona y la naturaleza del mensaje lo convencen de lo genuino de la aparición.
En otros casos, hay una materialización, o sea, el espíritu se presenta en forma visible para todos los presentes. Algunas de estas materializaciones se atribuyen a lo que llaman ectoplasma, “la sustancia de vida espiritual”, que sale de la boca o de otra parte del cuerpo del médium y toma una forma nebulosa parecida a la de la persona fallecida a quien se consulta.
A veces ni el médium ni el cliente ven al espíritu, pero éste toma posesión del médium y habla a través de él.


La ventriloquia

La ventriloquia es el arte de modificar la voz de manera que parezca venir de lejos, imitando la de otras personas o diversos sonidos. Se practica legítimamente en el mundo del espectáculo. Ha servido también a algunos charlatanes o farsantes en el espiritismo para explotar a su clientela.
Sin embargo, respecto a las manifestaciones de los espíritus este vocablo se refiere a la rendición de la lengua y las cuerdas vocales a un espíritu (Isaías 8:19; 29:4).
A veces el médium cae en un trance, o estado hipnótico, y está totalmente inconsciente de lo que sucede mientras el espíritu toma control de sus labios, lengua y cuerdas vocales y conversa con los que han pedido la consulta. La voz es idéntica a la del difunto a quien el espíritu representa y afirma ser. Lo que dice revela un conocimiento íntimo de toda la vida de esta persona, que el médium no puede haber tenido.
A veces las propias facciones del médium parecen transformarse hasta presentar la misma apariencia y expresión del difunto. Los clientes quedan convencidos de que están conversando en realidad con sus seres queridos. Varios ex médiums después de su conversión al evangelio han relatado cómo los demonios personifican así a los difuntos.
Leemos en el Nuevo Testamento sobre demonios que tomaban posesión de las personas y hablaban a través de ellas cosas que se hallaban más allá del conocimiento del poseso (Hechos 16:16–18; Marcos 5:2–12). Un estudio de los pasajes bíblicos que tratan de los demonios nos convence de que son los espíritus que operan a través de los médiums y se hacen pasar por difuntos.
Los hombres pueden registrar en forma permanente los hechos contemporáneos a fin de referirse a ellos en el futuro. Pueden hacerlo con su memoria o mediante registros escritos, filmados o grabados en cinta magnética. ¿Acaso no podrán hacer cosa semejante los seres inteligentes que pueblan la esfera espiritual que nos rodea? ¿No podrán consultar sus propios archivos, cualquiera que sea su sistema, para realizar el trabajo que su jefe les encomienda?
Con frecuencia los espíritus se presentan como personajes que lograron el éxito en otra época y ahora se ponen a disposición de la persona para aconsejarla en su especialidad. A lo mejor, un comerciante está muy contento porque un “economista europeo del siglo diecinueve” le da consejos sobre sus negocios. Millares de enfermos acuden a los médiums para recibir el diagnóstico de su mal y una prescripción médica de parte del “control espiritual”, que afirma haber sido un gran médico en la vida anterior.
Repetidas veces los “mensajes de ultratumba” que aconsejan la inversión de todo el dinero del cliente en determinado negocio han tenido origen en un complot entre el médium y un cómplice para estafar a la persona. Algunas de las predicciones son acertadas, y algunos de los mensajes vienen realmente de los demonios y no de un farsante. Pero aun así, son incontables las veces en que el fiel cumplimiento de estos consejos ha producido solamente la desilusión, el desengaño y el desastre.
Los demonios son espíritus engañadores. Antiguamente hablaban mentiras por medio de los profetas falsos. Continúan esta actividad en la actualidad, y es una de las señales profetizadas como características de los últimos días (1 Reyes 22:12, 19–23; 1 Timoteo 4:1). Dios permite que los espíritus mentirosos engañen a los que no quieren recibir la verdad (2 Tesalonicenses 2:9–12). En su Palabra, le advierte claramente a su pueblo que no crea a todo espíritu (1 Juan 4:1–3).


La magia

El diccionario establece una diferencia entre la magia blanca y la magia negra. Llama blanca a la que hace uso de medios naturales, y negra a la que se practica mediante un pacto con el diablo. Es decir, la magia blanca viene a ser el conjunto de artimañas de los prestidigitadores y cosas por el estilo para entretener al público, mientras que la negra es la nigromancia.
Sin embargo, entre los espiritistas, se le da el nombre de magia blanca a la que se usa para ayudar a las personas, y el de magia negra a la que se emplea para hacerles daño. En este caso, ambas consisten en un trabajo hecho bajo el control de los espíritus. Según ellos, los “espíritus de luz” hacen trabajos buenos a través de los médiums, mientras que los “espíritus oscuros” ejecutan el mal, poniendo maldiciones sobre las personas.
La magia se practicaba en las religiones paganas de los tiempos bíblicos. Recordemos cómo los magos de Faraón imitaron los milagros de Moisés (Éxodo 7:11). También había magos en la época de José (Génesis 41:8; véase también Daniel 4:7; Hechos 8:9–24; 13:6–12; 19:19). La Biblia usa las palabras “encantadores” y “hechiceros” como sinónimos de “magos”. Se ve por estos pasajes que la magia está en pleno conflicto con Dios. Al convertirse los que habían practicado la magia en la ciudad de Éfeso, quemaron sus libros sobre este arte diabólico para que no cayeran en manos de otras personas, aunque pudieran haberlos vendido por un alto precio. Esto debe servir de advertencia para el día de hoy: las artes mágicas y el evangelio no pueden mezclarse, aunque haya médiums que utilicen la Biblia en sus sesiones.
Entre las prácticas mágicas de la actualidad, se encuentra la “levitación”, que consiste en hacer que un cuerpo flote suspendido en el aire. Esto se hace con mesas y otros objetos o con el cuerpo de una persona en estado hipnótico. La “transportación” es parecida: se traslada la persona o el objeto de una parte a otra por el aire.
El caminar con los pies desnudos sobre brasas encendidas o tomarlas entre las manos sin quemarse, el traspasarse varias partes del cuerpo con cuchillos o lancetas sin derramar una gota de sangre y otros prodigios semejantes—realizados por la persona poseída por un espíritu—convencen a los espectadores de que hay un poder real en la esfera espiritual que va más allá de los trucos o la superstición.


La hechicería y la brujería

La Real Academia define hechizar: “Según la credulidad del vulgo, privar a uno a otro de la salud o de la vida, trastornarle el juicio o causarle algún daño en virtud del pacto hecho con el diablo y de ciertas confesiones y prácticas supersticiosas.”
Ya hemos visto varios textos bíblicos sobre la hechicería. Esta era castigada con la muerte en Israel. El Nuevo Testamento enseña que no hay lugar en el cielo para los hechiceros (a menos que se arrepientan, como los de Éfeso, antes que sea tarde). Su lugar está en el lago de fuego (Éxodo 22:18; Apocalipsis 21:8; 22:15).
La brujería se ve como la forma más baja del espiritismo; trabaja con espíritus malvados, “oscuros”, que sólo quieren hacerles daño a los seres humanos. No obstante, una parte de la hechicería puede consistir en combatir a los espíritus malos y despojar a las víctimas de la brujería, o sea librarlas de los malos efectos producidos por sus encantamientos o hechizos.
Sin embargo, las palabras “hechicería” y “brujería” se emplean indistintamente por lo general.
Hay muchos tipos de hechizos. ¡Cuántas señoritas acuden al hechicero, o a la hechicera, para conseguir por sus encantamientos el amor de determinado joven! ¡Y cuántas mujeres abandonadas por sus esposos van en busca de una venganza sobre “la otra mujer” que les ha quitado el marido!
A veces el brujo trabaja con un muñequito que representa al enemigo del cliente, metiéndole alfileres en las partes del cuerpo que deben ser afectadas por la maldición. Otras veces emplea el retrato de la persona, alguna prenda de ropa o cualquier objeto que tenga que ver con ella, como recortes de uñas o de cabello. En esos casos hace sus encantamientos sobre esos objetos. En cambio, otros preparan sus brujerías con sangre, centavos de cobre, pañuelos rojos, el cuello y las plumas de un pollo, y cosas por el estilo, mandando tirarlas delante de la puerta de la persona que debe ser víctima del hechizo.
Algunos espiritistas trabajan con crucifijos, imágenes o estampas de santos y vírgenes, junto con toda clase de confecciones heredadas del animismo o del vuduísmo. Hay tal mezcla en el simbolismo y en la actividad vengativa atribuida a ciertos “santos”, que en estos ambientes no se puede discernir dónde termina el catolicismo y dónde empieza la hechicería.


UNA IMITACIÓN DE LA OBRA DE DIOS

Desde tiempos inmemoriales Satanás se ha dedicado a imitar la obra de Dios. El Señor quiere comunicarse con su pueblo por medio del Espíritu Santo y darle la dirección que necesita. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y cada miembro debe estar bajo el control del Espíritu Santo, el Espíritu de vida, para poder seguir haciendo en el mundo las obras que Cristo empezó cuando estaba en la tierra. El poder del Espíritu se manifiesta a través de los cristianos en la operación de sus dones, para la edificación de la iglesia y para traer bendición a la humanidad.
A su vez, Satanás, el adversario imitador, organiza su propia “iglesia”, un cuerpo a través del cual pueda obrar el espíritu diabólico. Imita la obra de Dios por medio de espíritus engañadores. Falsifica los dones del Espíritu Santo. Aparenta dar bendiciones, pero se tornan en maldición y tragedia. Hasta señala en la Biblia los textos referentes a la obra legítima de Dios para defender la falsificación que él ofrece.
Todo esto tiene un efecto doble: 1) Hace que algunos caigan en el espiritismo, y 2) ahuyenta a otros de las manifestaciones genuinas del poder de Dios, porque las confunden con las imitaciones satánicas.


Imitación de los dones del Espíritu

Veamos cómo el diablo imita los dones del Espíritu Santo enumerados en 1 Corintios 12:1–12.
1. Palabra de sabiduría. Los espíritus dan consejos a través de los médiums.
2. Palabra de ciencia. Los espíritus revelan misterios y cosas ocultas. Algunos médiums reciben la facultad de diagnosticar la enfermedad del cliente.
3. Fe. Los adeptos tienen que ejercer fe en su “control” para desarrollar la facultad de médium y para hacer las maravillas que logran hacer. Por el ejercicio de su fe en los espíritus, los pueden ver, oír, sentir su toque, y recibir su dirección. Por fe caminan sobre las brasas y no se queman, son transportados por el aire y hacen otras cosas que parecen imposibles.
4. Dones de sanidades. Un ex médium que se convirtió y llegó a ser pastor evangélico relata que el espíritu que era su “control” le indicaba cuál era el problema de las personas que acudían a él y lo que tenían que hacer para efectuar la curación de su mal.
Muchos médiums practican la medicina bajo la dirección de espíritus que afirman haber sido médicos cuando vivían en la tierra. Algunos reciben dinero por estas obras. Otros dicen que es un don de Dios y no cobran nada en absoluto. Creen que están sanando a los enfermos por el poder del Espíritu Santo, y que de esta forma están cumpliendo con la voluntad de Dios.
5. Milagros. Ya hemos mencionado el triunfo sobre las leyes naturales mediante el poder espiritual.
6. Profecía. Así como el Espíritu Santo nos comunica el mensaje de Dios por labios de los cristianos que ejercen este don, los espíritus del reino de Satanás les transmiten a sus súbditos los mensajes de su máximo líder a través de los médiums espiritistas.
Hay una gran diversidad de espíritus. Los “espíritus oscuros” hablan obscenidades y terribles blasfemias contra Dios. Otros, como ángeles de luz, exhortan a una vida buena y bondadosa. Son tan expertos en imitar la obra de Dios que el apóstol Juan tuvo que advertirles a las iglesias: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1).
7. Discernimiento de espíritus. Cuando Cristo estaba en el mundo, parte de su ministerio consistía en echar fuera a los demonios. Por el poder del Espíritu Santo, la iglesia sigue echándolos fuera (Marcos 16:17). Para esto, y para la protección de la iglesia contra los espíritus engañadores, Dios la ha provisto del don de discernimiento de espíritus, que es la capacidad para reconocer a los espíritus malignos.
El espiritismo también practica el exorcismo, o sea, el acto de echar fuera a los espíritus malignos. Un ex médium que ahora predica el evangelio, cuenta las luchas que el espíritu que está en el médium sostiene con el espíritu maligno para destruir su poder. Al respecto, hace recordar la experiencia de los siete hijos de Esceva relatada en Hechos 19:13–16.
Podemos preguntarnos: “¿Cómo es posible que los demonios echen fuera a otros demonios?” Cristo mismo enseñó al respecto que una casa dividida contra sí misma no puede permanecer firme. Aunque el exorcismo espiritista puede librar a una persona de la posesión de determinado demonio (o demonios), no la libra del dominio de Satanás. Al contrario, la hace más que nunca esclava voluntaria del espiritismo. Desde ese momento, para conservar la salud debe ser leal a los espíritus que la han librado. Esta liberación es muy distinta de la de Cristo, ya que Él libra a la persona de la influencia y del dominio satánico.
En cuanto al discernimiento de espíritus en el sentido de percibirlos y conocerlos, esta capacidad está muy desarrollada en el espiritismo. Muchos médiums son videntes; es decir, pueden ver a los espíritus. Lo triste es que están engañados en cuanto a la identidad de los espíritus engañadores con quienes se comunican. Aun Satanás se disfraza de ángel de luz.
8. Diversos géneros de lenguas. A veces un médium habla en un idioma desconocido para él mientras está bajo el control del demonio. A veces el “control” habla el idioma de la tierra donde dice que ha vivido. Muchos brujos y hechiceros de origen africano hablan en otras lenguas cuando “se les sube el espíritu” o “el santo”. Dicen por lo general que es un espíritu africano que habla un idioma africano mientras hace sus encantamientos.
Otros casos citados de esta manifestación incluyen el de un médium que trabajaba bajo el control de un espíritu que pretendía haber sido un médico francés. Hablaba perfectamente el francés y empleaba la terminología de la medicina. Todos sabían que el médium desconocía tanto el francés como la medicina. Se puede imaginar el efecto que esto tendría sobre un cliente que sabía francés y algo de medicina. Aunque los espiritistas toman estas manifestaciones como pruebas de su comunicación con los muertos, los evangélicos solamente las reconocemos como evidencias de que hay un poder espiritual que opera en el médium, pero creemos que el espíritu es un demonio y no un muerto.
Tales manifestaciones de lenguas satánicas confunden a muchos cristianos. Llegan a la conclusión de que todo don de lenguas procede del diablo. Se olvidan de que Satanás es el gran imitador de Dios. Según Pablo, entendemos que el poder del Espíritu Santo era señal para el incrédulo (1 Corintios 14:21, 22). Así sucedió en el día de Pentecostés, cuando una serie de hombres de distintas naciones oyeron hablar en sus propios idiomas las alabanzas de Dios (Hechos 2:4–11). Esto los convenció de la realidad del poder sobrenatural que llenaba a los discípulos. Satanás, el imitador, emplea esta manifestación para convencer a los incrédulos de la realidad del poder que obra en el médium.
9. Interpretación de lenguas. A. Milsom cita casos en que los médiums ejercitan esa facultad. Ocurre cuando ha habido un mensaje en otra lengua y después un espíritu da su significado a través del médium.


Sacrificios sangrientos

En el Antiguo Testamento vemos que Dios instituyó sacrificios de sangre para simbolizar el sacrificio de Cristo, quien habría de morir por los pecados del mundo.
Desde aquellos tiempos, el diablo ha incluido en el culto a los demonios los sacrificios sangrientos. Basta con subir por ciertos caminos a los cerros que rodean a la hermosa ciudad de Río de Janeiro. Llegará a un sitio donde encontrará una gran cantidad de cabos de velas, lazos rojos, manchas de sangre, cuchillos y restos de los sacrificios, tales como las patas y la cabeza de un cabrito.
Pregúnteles a los “devotos de Santa Bárbara” sobre los sacrificios sangrientos que ese dios africano disfrazado de santa católica les exige a sus fieles. En la película “Yo era brujo”, se ve cómo en Guatemala también se hacen sacrificios de sangre para invocar el poder de los espíritus.


El agua de purificación

Los judíos usaban con frecuencia el agua como purificación, para poner énfasis sobre la santidad de Dios y la necesidad de la limpieza física, moral y espiritual de los que se acercaban a Él.
En la imitación satánica llamada espiritismo, se le da mucha importancia al agua. Se ponen uno o más vasos de agua detrás de la puerta o en otros lugares para defensa contra espíritus malos que quisieran entrar. Se emplea agua en “el despojo” de una persona que es víctima de un hechizo. En algunos lugares, los espiritistas acostumbran echar agua a la calle cada mañana, pensando que así arrojan de la casa cualquier poder maligno que se hubiera infiltrado en ella. Algunos médiums ven la materialización del espíritu en un vaso de agua. Con frecuencia, el espiritista le responde al evangélico que le habla de la sanidad divina con las palabras: “Ah, sí; si se tiene fe, se puede sanar con cualquier cosa, aunque sea con un vaso de agua.”


Escritos inspirados

Los espiritistas citan 1 Crónicas 28:19 en defensa de su práctica de escribir o dibujar con la mano movida por el “control espiritual” y no por su propia voluntad. Podemos decir que el carácter blasfemo de algunos de sus “escritos inspirados” muestra su origen, que no puede ser el Espíritu Santo.


LOS FRUTOS DEL ESPIRITISMO

Como los espiritistas “refinados” afirman que su religión procede de Dios, citan textos bíblicos y manifiestan poderes espirituales, vamos a aplicarles dos pruebas: el examen de sus frutos y el estudio de su doctrina.
1. Colapso nervioso y mental. Con respecto a las manifestaciones del Espíritu Santo, la Biblia dice: “Este es el reposo … este es el refrigerio” (Isaías 28:12). La bendición del Espíritu Santo sobre una persona le da refrigerio, reposo y renovación de sus fuerzas físicas. En cambio, después de una sesión espiritista, el médium se encuentra agotado física y mentalmente. Según el testimonio de varias personas que antes eran médiums, el sistema nervioso no soporta por mucho tiempo la tensión que se le impone, y una buena proporción de médiums sufren colapsos nerviosos y mentales. Más aun, los que suelen ceder sus fuerzas mentales a los espíritus corren el peligro de caer en completa posesión de los demonios, de tal forma que pierdan totalmente su propio juicio. La locura es fruto muy común del espiritismo.
2. Temor. Cristo da su paz, pero el espiritismo llena a la persona de temores. Véase 2 Timoteo 1:7.
3. Celos e inmoralidad. Como al diablo le gusta destruir la felicidad humana, a veces los mensajes dirigidos a una mujer casada le aseguran que su esposo le es infiel, para sembrar la discordia en la familia. Otros recomiendan el amor libre, burlándose del carácter sagrado del matrimonio.
4. Suicidio. Se han cometido muchos suicidios como resultado de mensajes de los espíritus. El que imita al ser querido difunto, le asegura a la novia o a la viuda que la vida de ultratumba es bella y feliz. Lo único que le falta al difunto para colmar su felicidad es que se le una en ese paraíso la persona con quien habla. El resultado es un suicidio más.


DOCTRINAS DEL ESPIRITISMO

Las doctrinas de los diversos grupos son tan distintas que es imposible definirlas todas. En el “espiritismo sucio” de la magia negra se hace un pacto con el diablo y se hablan obscenidades contra Dios. Consideramos aquí las doctrinas de los grupos más “refinados” y la “Declaración de principios” adoptada por la Asociación Nacional de Iglesias Espiritistas.


La Biblia

ð No reconocen la Biblia como autoridad para la fe o doctrina. Basan su doctrina sobre las revelaciones. En la obra El A.B.C. del espiritismo preguntan: “¿Se basa en la Biblia el espiritismo?” y responden: “No. En lo que tiene de inspirada y cierta, la Biblia se basa en la mediumnidad y por consiguiente, el cristianismo y el espiritismo yacen sobre el mismo fundamento. El espiritismo no depende de ninguna revelación anterior para sus credenciales y pruebas.”

Para los cristianos es pura blasfemia el acto de poner las revelaciones del espiritismo al mismo nivel de la Palabra infalible de Dios. Las muchas evidencias de la inspiración divina de la Biblia nos hacen aferrarnos a la “palabra profética más segura” que tenemos en ella, rechazando las revelaciones satánicas y espurias del espiritismo (2 Pedro 1:19–21).


Dios

ð El manual espiritista declara: “Creemos en una Inteligencia Infinita … Por esto expresamos nuestra creencia en un poder supremo, impersonal, presente en todo lugar, que se manifiesta como vida mediante todas las formas organizadas de la materia, y al que unos llaman Dios, otros Espíritu, y los espiritistas llaman Inteligencia Infinita.”

Los evangélicos creemos que Dios es un ser personal que posee una inteligencia infinita. Al hablar con sus criaturas, tal como hablaba con Abraham con respecto a Sodoma, al airarse por la idolatría de Israel, al amar al mundo tanto que envió a su Hijo a morir por los hombres, muestra ser un Dios personal. Nos ama. Se interesa por cada uno de nosotros. La Biblia lo prueba.
Russell Spittler dice: “Los espiritistas sustituyen al propio Dios por uno de sus atributos. Hacen caso omiso de todos los otros atributos. Luego le dan este atributo a toda la creación, haciendo que todo sea un poco divino. Esto es panteísmo, herejía.”


Jesucristo

ð Los espiritistas creen que Jesús fue el mejor maestro, ejemplo y médium que el mundo haya conocido jamás. Creen en la divinidad de Cristo en el mismo sentido en que creen en la divinidad de todo ser humano. No lo reconocen como divino en un sentido único. Creen que Jesús era uno más entre varios salvadores o cristos que han venido al mundo cada cierto tiempo, mediante cuyas enseñanzas y ejemplos los hombres han podido hallar su camino. En la lista están Buda, Mahoma y Confucio. Dicen que Jesús conocía todas las bases fundamentales del espiritismo y las practicaba.

Los cristianos creemos que Jesucristo es el unigénito Hijo de Dios, eterno y coexistente con el Padre, y el único mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5; Hechos 4:12), Él no consultaba con los muertos. La mayor parte de sus milagros se hacían a plena luz, al aire libre, y no mediante la invocación a un “control”. Jesús sólo oraba al Padre.
Los espiritistas niegan la verdad de todas las grandes enseñanzas de Jesús respecto al pecado, la redención, la resurrección y su segunda venida.
Si Él estaba equivocado en todas sus enseñanzas fundamentales, ¿cómo es posible que fuera “el mejor médium espiritista que el mundo haya conocido”?
Niegan la encarnación divina, la resurrección corporal de Cristo y su ascensión y regreso en forma personal. Dicen que Él resucitó sólo en espíritu y que ascendió a la sexta esfera espiritual. Su regreso ya tuvo lugar cuando hizo su aparición de iluminación espiritual.
La base fundamental del evangelio es la divinidad de Jesucristo, su sacrificio vicario por nuestros pecados, su resurrección corporal de entre los muertos y su regreso visible para llevarnos al hogar que Él ha ido a preparar para los suyos (Juan 1:1–4, 14; Mateo 1:18–23; Juan 3:14–21; Isaías 53:1–12; 1 Corintios 15:1–8, 14–23; Juan 14:1–6; Lucas 24:36–48; Hechos 1:9–11; Mateo 24:23, 27–31; 1 Tesalonicenses 4:16–17).


El Espíritu Santo

ð Algunos espiritistas hablan mucho del Espíritu Santo. Dicen que Él los inspira y opera a través de ellos. Emplean términos bíblicos, pero dicen que la creencia en la Trinidad es absurda. El Espíritu Santo es sólo otro nombre de la Infinita Inteligencia, el principio divino que habita en todo el universo.

Cristo hablaba del Espíritu Santo como una persona divina igual que el Padre y el Hijo, y enviado por ellos. Véase la doctrina de Dios en los capítulos sobre el judaísmo, el Islam y Sólo Jesús.


El pecado y la expiación

ð A. J. Davis, el “Juan Bautista del espiritismo”, combate vigorosamente el concepto de la expiación. Según él, debe considerarse esa doctrina como algo de tendencia inmoral.

ð A. Conan Doyle dice que nunca ha habido evidencia de la caída del hombre. Sin embargo, reconocen la existencia del mal y creen que hay una especie de purgatorio para los espíritus oscuros.

Los textos ya citados en párrafos anteriores muestran nuestra base bíblica para la doctrina de la expiación. Sabemos que “en Adán todos mueren” (1 Corintios 15:21, 22; Romanos 5:12).


La salvación

ð La “Declaración de principios” dice: “7. Afirmamos la responsabilidad moral del individuo. Él es quien hace su propia felicidad o infelicidad cuando obedece o desobedece las leyes físicas y espirituales de la naturaleza. 8. Afirmamos que la puerta a la reforma nunca se le cierra a ningún alma humana, aquí o en el porvenir.”

ð El alma del hombre es su cuerpo astral: Alrededor de nuestra tierra hay siete esferas espirituales. Las dos más bajas son una especie de purgatorio para las almas de los que han llevado una vida mala en la tierra. Las almas más puras van a esferas más altas. La mayoría de las personas van a la tercera esfera.

ð Mediante sus buenas obras a través de los años, las almas progresan de las regiones oscuras a las esferas de luz. Con el tiempo, todas llegan a las esferas superiores. No existen ni el infierno ni el cielo que describe la Biblia. El hombre se salva por sus obras, ya sea en esta vida o después de la muerte.

La Biblia enseña que nuestra salvación no es por obras, para que nadie se jacte, sino que todo es por la gracia de Dios (Efesios 2:8, 9; Romanos 6:23; Juan 3:16; 2 Corintios 5:21; Tito 3:5).

ð Algunos creen que tienen que reencarnar en el mundo y purificarse a través de varias vidas. Creen que Juan el Bautista era una reencarnación de Elías, y que el “nuevo nacimiento” es una reencarnación. Según su conducta en cada vida uno progresa hacia las esferas más altas. El blanco final es ser asimilado en lo infinito y perder por completo su personalidad individual.

En cuanto al significado del “nuevo nacimiento” (Juan 3:3–15), las Escrituras deben interpretarse a la luz de otros textos sobre el mismo tema. Pablo explica que, si alguno está en Cristo, “nueva criatura es” (2 Corintios 5:17; Gálatas 3:26). Esta nueva vida no viene de otro nacimiento físico, sino de un cambio radical de la naturaleza en la conversión (Romanos 8:12–16). Cristo habla en Mateo 18:2–4 del cambio de actitud necesario.
La reencarnación no concuerda de ninguna manera con la doctrina bíblica de la resurrección. Habría muchos cuerpos para cada alma; ¿cuál resucitaría? Además, la Biblia enseña que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio (Hebreos 9:27). La descripción del juicio no dice nada de que exista tal oportunidad de seguir reformándose (Apocalipsis 20:12–15; 21:8). El castigo es eterno, al igual que la vida más allá de la muerte también lo es (Mateo 25:46; Daniel 12:2).


EL TRATO CON LOS ESPIRITISTAS

Para conocer mejor lo que creen las personas con quienes usted trate, recomendamos un libro que identifica a varios grupos ocultistas y sus creencias: Ocultismo: ¿Fraude o realidad? por Josh McDowell y Don Stewart, Editorial Vida, 1988.
Los espiritistas dicen que Jesús era el mejor médium que haya existido, y que vino de la sexta esfera espiritual para enseñarles a los hombres el camino. Esto nos da un buen punto de partida en el trato con ellos. Sería bueno usar un Nuevo Testamento con las palabras de Jesús subrayadas en rojo, y obsequiárselo al espiritista. Así podrá saber más sobre el camino que Jesús trazó para nuestra salvación.
Para quienes viven en temor a los espíritus malos, el testimonio de nuestra paz y de nuestra liberación de estos temores será de gran importancia. El gozo del Señor en la vida es poderoso. Procure conseguir que lo acompañen a los cultos. Ore mucho por sus amigos espiritistas, recordando que nuestra lucha no es contra las personas sino contra los principados y potestades satánicos, “contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12, 13).
Recuerde siempre que el Espíritu Santo es más poderoso que todos los espíritus engañadores de Satanás. Es importante que estemos llenos del Espíritu Santo para combatir a las fuerzas diabólicas.
Hay muchos testimonios de cristianos que han echado mano de la promesa dada primero a Pedro y después a todos los discípulos: “Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo” (Mateo 18:18; 16:19). La oración de fe en nombre del Señor Jesucristo puede atar a los espíritus malos impidiendo su obra.
Por ejemplo, en la ciudad de Camagüey, Cuba, en el año 1951, había muchos médiums espiritistas. Cuando se iba a empezar allí una campaña evangelística interdenominacional, el evangelista y los pastores y misioneros que iban a tomar parte en la campaña se unieron en oración para atar a todos los espíritus malos en la ciudad durante la campaña. Los propios médiums dijeron a sus clientes que durante la campaña no había ninguno de ellos en la ciudad que pudiera conseguir que “bajara su control” para hacer los trabajos acostumbrados. Antes de empezar la campaña, se le presentó a cierta médium su “control espiritual” y le dijo: “Los que echan fuera a los demonios vienen para acá, pero no me van a echar a mí; yo me voy ahora mismo.” Desde entonces no lo volvió a ver. Ella y toda su familia se convirtieron en la campaña.
Después de la campaña, cierta médium le mandó avisar a una cliente enferma: “Ya puede regresar para un tratamiento. Ha vuelto mi control y ahora puedo trabajar de nuevo.” La señora no tuvo necesidad de volver, pues en la campaña se había entregado a Cristo y Él la había sanado y salvado. Se pudieran multiplicar los testimonios de que la manifestación del poder genuino de Dios es el mejor remedio que hay contra la falsificación satánica.
En vez de discutir la posibilidad de comunicarse con los muertos, muéstreles que tal práctica ha sido estrictamente prohibida por el Señor. La misma cosa que hacen para conseguir la bendición de Dios, lleva a la perdición. No solamente los médiums, sino todos los que acuden a sesiones espiritistas y siguen sus instrucciones corren el peligro de la condenación eterna de la cual Jesucristo mismo habló. Estas prácticas son abominación para el Señor. Debemos exhortarlos a que busquen al Dios vivo, y no a los muertos (Isaías 8:19, 20; Deuteronomio 18:9–12; Levítico 19:26, 31; 20:27; Éxodo 22:18; Levítico 20:6; Gálatas 5:19–21; Apocalipsis 21:8).
Sobre la posibilidad de comunicación con los muertos se pueden citar Lucas 16:22–31; Filipenses 1:20–24; Apocalipsis 14:13; 2 Samuel 12:23; Eclesiastés 12:7; y 2 Corintios 5:6–8.
Es posible que le citen la aparición de Moisés y Elías en el monte de la transfiguración como una materialización de espíritus, y aseguren que en esa ocasión dejó de estar vigente la prohibición contra la comunicación con los muertos. Se les puede mostrar que Elías nunca había muerto, y muchos opinan que Moisés había resucitado y apareció en su cuerpo glorificado. La Biblia los llama “varones” y no “espíritus”. Véase Judas 9; Lucas 9:28–36.
Sobre todo, señáleles el camino de la salvación por el arrepentimiento y la fe en Cristo.
Entre los espiritistas hay muchos casos de poseídos por demonios, opresión diabólica, y diferentes grados en el poder que los espíritus ejercen sobre sus súbditos. Cuando los espiritistas llegan a los cultos evangélicos, a veces causan problemas y confusión. Parece que la presencia de Dios revuelve a los espíritus malignos. Gritaban los demonios ante Cristo y se quejaban de su venida, y la joven con espíritu de adivinación seguía a Pablo dando voces. Así en los cultos la bendición de Dios a veces provoca una reacción violenta de parte de las personas endemoniadas que están presentes. Si es posible, es bueno hablar con la víctima cuando no está de lleno bajo el ataque satánico. Si tiene uso alguno de su razón, se debe animarla a poner su fe en Cristo y pedirle que la libre.
A veces alguien que participa en el espiritismo da un “mensaje profético” destinado a sembrar error y confusión. Para tal caso el apóstol Juan recomienda “probar los espíritus” (1 Juan 4:1–3). ¿Confiesa el “profeta” que Jesucristo es el Hijo de Dios venido en carne?
Otra prueba que se emplea cuando hay manifestaciones de origen dudoso es pedirle a la persona que repita: “La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Los demonios se niegan a reconocer el poder de la sangre de Cristo.
Por supuesto, el diablo no quiere perder a sus víctimas y luchará por retenerlas, pero Dios es más fuerte que él. Por lo tanto, tomemos sobre el diablo la autoridad que fue comprada para nosotros en el Calvario. Busquemos la plenitud continua del Espíritu Santo, y proclamemos la libertad que hay en Cristo. Echemos fuera los demonios en nombre del Señor Jesucristo, pues Él ha venido para poner en libertad a los cautivos de Satanás (Marcos 16:17). “Estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios.”
Esto forma parte de la comisión que Jesucristo dio a la iglesia, y se cumple múltiples veces hoy en campañas evangelísticas en muchos países. Ejemplo es el avivamiento en Argentina que empezó en 1983 y continuaba en la década de los años noventa. Bajo el ministerio del evangelista Carlos Annacondia y otros, millares de personas atrapadas por el espiritismo han sido libradas del poder demoniaco.
No es raro que los demonios persigan a un espiritista que acaba de convertirse al evangelio, golpeándolo, infundiéndole temor y tratando de hacerlo volver a estar bajo su control. Los nuevos convertidos deben refugiarse bajo la sangre de Cristo y reclamar sus méritos para ser librados de todo poder satánico. Deben deshacerse en seguida de todos los amuletos, encantamientos, vasos de agua para los espíritus, altares, y demás objetos que pertenecen a su vida antigua. A veces ha sido necesaria una visita de parte del pastor y de otros obreros de la iglesia para orar en su casa y consagrarla a Dios para que no siga siendo lugar propicio a la manifestación de demonios.
Oremos por el nuevo convertido que reciba pronto el bautismo en el Espíritu Santo y no le suceda lo de Lucas 11:24–26.


AVISOS EN EL CAMINO

“En los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1). El aumento del espiritismo y de la actividad demoniaca que se observa en estos tiempos es una de las señales de los últimos tiempos. También por esto, Dios le está dando a su iglesia una nueva unción en el Espíritu Santo.
El discernimiento de espíritus es uno de los dones del Espíritu Santo. Hoy es una bendita realidad que “los que creen … echarán fuera demonios” en el nombre del Señor Jesucristo. Muchas personas testifican que han sido liberadas del poder demoniaco.
Pero aquí hace falta poner un aviso en el camino. Algunos predicadores les atribuyen al diablo o a los demonios la causa inmediata de toda enfermedad y empiezan a “echar fuera los demonios”, tanto de creyentes como de inconversos. Esto trae mucha confusión. ¿Cómo pueden estar los demonios en los creyentes? Si no sanan, ¿será porque no son salvos, o porque están llenos de demonios? La confusión y las dudas ocasionadas así pueden dejar al enfermo en un estado peor que antes. Es verdad que algunas enfermedades son aflicciones puestas sobre los creyentes por Satanás (como en el caso de Job); pero muchas provienen de causas naturales, como el descuido en los principios de higiene y de salud. Debemos tener presente que aunque los demonios pueden afligir a un creyente entregado a Cristo, no pueden morar en él.
Es cierto que estamos en lucha contra poderes satánicos, pero hablar constantemente acerca de los demonios tiende a provocar un estado de temor y nerviosismo similar al de los espiritistas. Quitemos la vista de las fuerzas malignas y pongámosla en Dios, nuestro amparo y fortaleza, nuestro Padre cuyo poder infinito excede al de todas las huestes satánicas.
En las curaciones sobrenaturales obradas por los espiritistas, se pone énfasis en el poder del médium y del espíritu que opera a través de él. En nuestros cultos debemos dirigir la fe hacia Dios, y no hacia la persona que ora por los enfermos. Evite todo exhibicionismo en la oración por los enfermos. No hablemos del evangelista como si fuera un médium poderoso, sino de lo que Dios está haciendo. En los anuncios de una campaña evangelística, en la predicación, los testimonios y la oración por los enfermos, dirijamos la fe hacia Dios, y démosle a Él la gloria.


PREGUNTAS Y ACTIVIDADES

        1.      Si hay alumnos convertidos del espiritismo, relaten su experiencia, qué los atrajo al evangelio y cualquier recomendación para el evangelismo.
        2.      ¿Qué opina usted sobre la asistencia a una sesión espiritista sólo con el fin de conocerla? ¿Qué peligro encierra?
        3.      Investiguen en los libros disponibles y den informes en la clase a medida que se traten los aspectos del espiritismo.
        4.      Busquen en comentarios bíblicos lo que dicen de 1 Samuel 28:8–19.
        5.      Escriban de memoria en la pizarra siete formas de espiritismo mencionadas en la Biblia. Expliquen cómo se practican ahora.
        6.      Comenten los alumnos sobre las organizaciones espiritistas en su país y la variedad de actividades que realizan.
        7.      ¿Por qué no piden los evangélicos que se les diga la suerte ya sea a un médium, un quiromántico, un cartomántico o un astrólogo?
        8.      Conversen sobre la lectura del horóscopo para cada día.
        9.      ¿Qué atracción tiene el espiritismo para las personas?
        10.      ¿Cómo explicar las aparentes manifestaciones de los difuntos?
        11.      ¿Cómo imita Satanás la obra de Dios en esta época?
        12.      Citen dos efectos de las falsificaciones satánicas.
        13.      Escriba en la pizarra los nueve dones del Espíritu Santo citados en 1 Corintios 12:1–12. ¿Cómo los imita el diablo?
        14.      ¿Qué imitación hay en cuanto a los “escritos inspirados”?
        15.      Citen cuatro frutos del espiritismo y contrástelos con los frutos, o efectos, del Espíritu Santo en la vida del cristiano.
        16.      ¿Cuál es la doctrina espiritista respecto a la Biblia?
        17.      Compare con la Biblia lo que dicen los espiritistas respecto a Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo y la salvación.
        18.      ¿Qué enseña la Biblia respecto a la reencarnación?
        19.      ¿Qué punto de contacto podemos usar para el evangelismo con los espiritistas?
        20.      Hagan una representación en la que un evangélico, en sus visitas a los hogares, se encuentra con un médium espiritista.
        21.      Cite tres textos sobre el consultar a los muertos.
        22.      Oren por los espiritistas.
        23.      Si es posible, exhiba la película “Yo era brujo”.
DOWNLOAD HERE>>>
http://www.ermail.es/link/TCVmmA2ccJJaaATCeC7CmA7CjaallVaa

La crisis actual de autoridad bíblica refleja un consenso decadente de la civilización en los asuntos de soberanía y sumisión

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


                 La autoridad de la Biblia


LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL está en una severa «crisis de autoridad», que no se limita solamente al campo de la fe religiosa, ni tampoco es una amenaza especial o única para los que creen en la Biblia. La autoridad paternal, la autoridad marital, la autoridad política, la autoridad académica y la autoridad eclesiástica son puestas en duda. No sólo la autoridad en particular—la autoridad de las Escrituras, la autoridad del papa, de líderes políticos y así sucesivamente—sino que también el concepto de autoridad en sí mismo es desafiado con vigor. Por eso la crisis actual de autoridad bíblica refleja un consenso decadente de la civilización en los asuntos de soberanía y sumisión.
En algunos aspectos, el poner en duda la autoridad en esta época tiene una base moral legítima y es altamente encomiable. El siglo XX ha sido testigo del ascenso al poder de tiranos crueles y que proceden con arbitrariedad, imponiendo reglas totalitarias en ciudadanías políticamente esclavizadas. En los Estados Unidos se usó mal el poder político durante la llamada «época de Watergate». El poder de las corporaciones ha sido manipulado para obtener ventajas institucionales tanto de enormes conglomerados comerciales como de uniones laborales muy grandes.

REBELIÓN CONTRA LA AUTORIDAD BÍBLICA
Juez de hombres y naciones, el Dios que se revela a sí mismo ejerce autoridad y poder ilimitados. Toda la autoridad y el poder de los seres creados provienen de la autoridad y el poder de Dios. Como el Creador soberano de todo, el Dios de la Biblia quiere y tiene el derecho de ser obedecido. El poder que otorga Dios es un fideicomiso divino, una mayordomía. Las criaturas de Dios son moralmente responsables por el uso o mal uso que hagan de dicho poder. En la sociedad humana caída, Dios instituye el gobierno civil para la promoción de la justicia y el orden. Él aprueba un orden de autoridad y relaciones productivas en el hogar al estipular ciertas responsabilidades a los esposos, esposas e hijos. También determina un patrón de prioridades para la iglesia: Jesucristo la cabeza, los profetas y los apóstoles a través de quienes llegó la revelación redentora, y así sucesivamente. Las Escrituras inspiradas, que revelan la voluntad trascendente de Dios en una forma escrita objetiva, son la regla de fe y conducta a través de las cuales Cristo ejercita su autoridad divina en la vida de los creyentes.
La rebelión contra autoridades particulares se ha ampliado en nuestro tiempo a una rebelión contra toda la autoridad trascendente y externa. Poner en duda la autoridad es una práctica que se tolera y promueve en muchos círculos académicos. Algunos filósofos, con un punto de vista totalmente secular, han afirmado que Dios y lo sobrenatural son conceptos imaginarios, y que la verdadera realidad consiste de eventos y procesos naturales. Se dice que toda la existencia es temporal y cambiante; se declara que todas las creencias e ideales son relativos a la época y a la cultura en que aparecen. Por lo tanto, se afirma que la religión bíblica, al igual que todas las religiones, es simplemente un fenómeno cultural. Tales pensadores rechazan la afirmación de la autoridad divina de la Biblia; y la revelación trascendental, las verdades establecidas y los mandamientos inmutables, son considerados invenciones piadosas.
Afirmando que el hombre ha alcanzado «la mayoría de edad», el secularismo radical defiende y apoya la autonomía humana y la creatividad individual. Se dice que el hombre es su propio señor, y el inventor de sus propios ideales y valores. Vive en un universo supuestamente sin propósito, que presumiblemente ha sido formado por un accidente cósmico. Por lo tanto, se declara a los seres humanos como totalmente libres para imponer en la naturaleza y en la historia cualquier criterio moral que prefieran. Para tal punto de vista, insistir en verdades y valores dados divinamente y en principios trascendentales sería reprimir la autorrealización y retardar el desarrollo creativo personal. Por lo tanto, el punto de vista radicalmente secular va más allá de oponerse a autoridades externas particulares cuyas afirmaciones son consideradas arbitrarias o inmorales; el secularismo radical es agresivamente contrario a toda autoridad externa y objetiva, considerándola intrínsecamente restrictiva del espíritu humano autónomo.
Cualquier lector de la Biblia reconoce el rechazo a la autoridad divina y a una revelación definitiva de lo que es bueno o malo como un fenómeno antiguo. No es sólo algo característico del hombre contemporáneo considerar que ha llegado «a la mayoría de edad»; esto ya se encontró en el Edén. Adán y Eva se rebelaron contra la voluntad de Dios siguiendo sus preferencias individuales y su propio egoísmo. Pero su rebelión fue reconocida como pecado y no fue racionalizada como «gnosis» filosófica en las fronteras del avance evolucionista.
Si uno abraza un punto de vista estrictamente de desarrollo, que considera que toda la realidad es contingente y cambiante, ¿qué base queda para el papel decisivamente creativo de la humanidad en el universo? ¿Cómo podría un cosmos sin propósito llevar a la autosatisfacción individual? Solamente la alternativa bíblica del Dios Creador-Redentor, quien creó a los seres humanos para la obediencia moral y un alto destino espiritual, preserva la dignidad permanente y universal de la especie humana. La Biblia lo hace, sin embargo, con un llamado que demanda una decisión espiritual. La Biblia establece que el hombre es superior a los animales, que su dignidad alta («casi igual a Dios», Salmo 8:5, BLS) se debe a la imagen divina racional y moral que tiene por su creación. En el contexto de la participación universal humana en el pecado adánico, la Biblia pronuncia un llamado divino y misericordioso a la redención por medio de la obra y la mediación personal de Cristo. Se invita a la humanidad caída a experimentar la obra renovadora del Espíritu Santo, para ser conformada a la imagen de Jesucristo y anticipar un destino final en la eterna presencia del Dios de justicia y justificación.
El rechazo contemporáneo de los principios bíblicos no descansa en ninguna demostración lógica de que el caso del teísmo bíblico es falso; más bien se basa en una preferencia subjetiva de puntos de vista alternativos de «la buena vida».
La Biblia no es la única que nos recuerda que los seres humanos tienen todos los días una relación responsable con el Dios soberano. El Creador revela su autoridad en el cosmos, en la historia y en la consciencia interior, una revelación del Dios vivo que penetra la mente de cada ser humano (Romanos 1:18–20; 2:12–15). La supresión rebelde de esa «revelación general divina» no consigue evitar completamente el temor de tener que rendir cuentas al final (Romanos 1:32). Sin embargo, es la Biblia como «revelación especial» la que con más claridad confronta nuestra rebelión espiritual con la realidad y autoridad de Dios. En las Escrituras, el carácter y la voluntad de Dios, el significado de la existencia humana, la naturaleza del reino espiritual y los propósitos de Dios para los seres humanos de todas las épocas están declarados en forma totalmente inteligible. La Biblia publica en forma objetiva el criterio por medio del cual Dios juzga a los individuos y a las naciones, así como las maneras en que se pueden recobrar moralmente y ser restaurados a la comunión personal con él.
Por lo tanto, el respeto por la Biblia es decisivo para el curso de la cultura occidental y, a la larga, para la civilización humana en general. La revelación divina inteligible, la base para creer en la autoridad soberana del Dios Creador-Redentor sobre toda la vida humana, descansa en la confiabilidad de lo que dicen las Escrituras acerca de Dios y de su propósito. El naturalismo moderno impugna la autoridad de la Biblia y ataca la afirmación de que la Biblia es la Palabra de Dios escrita, es decir, una revelación dada trascendentalmente de la mente y la voluntad de Dios en una forma literaria objetiva. La autoridad de las Escrituras es el centro de la tormenta en ambas, la controversia sobre la religión revelada y el conflicto moderno sobre los valores de la civilización.

ALTA CRÍTICA
En el siglo XX, la discusión sobre la autoridad bíblica fue ensombrecida tanto por las afirmaciones generalizadas de la alta crítica, de parte de críticos no evangélicos, como por aseveraciones extravagantes de lo que requiere e implica la autoridad de las escrituras, de parte de polémicos evangélicos.
En muchos círculos académicos parece sobrevivir el escepticismo hacia la confiabilidad de las Escrituras, a pesar del colapso de las teorías críticas. Todavía se encuentra una disposición para confiar en escritores seculares cuyas credenciales para proveer testimonio histórico son menos adecuadas que las de los escritores bíblicos. No hace mucho tiempo muchos eruditos rechazaron la historicidad de los relatos patriarcales, negaron que en los tiempos de Moisés existiera la escritura y le atribuyeron los Evangelios y las Epístolas a escritores del siglo II. Pero la alta crítica ha sufrido algunos contratiempos espectaculares y sorprendentes, principalmente debido a hallazgos arqueológicos. Ya no se afirma que las glorias de la época del rey Salomón son una fabricación literaria; que «Yahweh», el Dios redentor de los hebreos, fuera desconocido antes de los profetas del siglo VIII a.C.; o que las representaciones de Esdras en cuanto a la cautividad babilónica son ficción. Los arqueólogos han localizado las minas de cobre de la época de Salomón que durante mucho tiempo estuvieron perdidas. Se han descubierto tablas en Ebla, cerca de Aleppo, que prueban que nombres similares a los de los patriarcas eran comunes entre la gente que vivía en Ebla poco antes de que tuvieran lugar los acontecimientos registrados en los últimos capítulos del Génesis.
John T. Robinson, un crítico del Nuevo Testamento, concedió en Redating the New Testament [Fechando de nuevo el Nuevo Testamento] (1906) que las fechas tardías que se le han atribuido al Nuevo Testamento son totalmente imposibles de aceptar. Robinson argumentó que el hecho de que los Evangelios y las Epístolas no mencionaran la destrucción del Templo en 70 d.C. es evidencia de que los escritos se completaron antes, porque de otra manera ese acontecimiento hubiera sido mencionado apologéticamente por los autores. Sin embargo, sería mejor llegar a las fechas de la composición por lo que enseñan los escritores y por quiénes son ellos antes que por lo que no contienen los escritos; tampoco es prudente dejarse guiar principalmente por una supuesta motivación apologética subyacente en su composición.
El punto de vista «documentario» de las Escrituras ha sido considerado por los no evangélicos, por mucho tiempo, como el logro establecido más firmemente de la crítica literaria e histórica. La teoría (de que las narraciones del Antiguo Testamento son un producto de la «redacción» de editores que combinaron registros separados en una sola narración) ha tenido—hasta hace poco—el apoyo de casi todos los eruditos prestigiosos del Antiguo Testamento fuera de los círculos evangélicos. Pero la teoría, también conocida como la «hipótesis J-E-P-D» (las letras en alemán representan los supuestamente documentos separados), ha estado bajo un ataque cada vez mayor. Umberto Cassuto (1883–1951), quien ocupaba el cargo de profesor de la Biblia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, repudiaba la noción crítica prevaleciente de que los relatos bíblicos obtuvieron su unidad por medio de redacción literaria (edición), pero retuvo fechas relativamente tardías para la terminación del Pentateuco y del libro de Isaías (Biblical and Oriental Studies [Estudios bíblicos y orientales], publicado póstumamente, 1973). En una entrevista de la revista Christianity Today en 1959, Cyrus H. Gordon, un distinguido erudito judío, rechazó la noción de que el uso de «Elohim» y «Yahweh» como nombres divergentes de Dios implica fuentes literarias diferentes («Higher Critics and Forbidden Fruit [Los críticos altos y el fruto prohibido]»).
Investigaciones lingüísticas recientes apoyan el argumento de que las variaciones de estilo reflejan el ritmo y el tono de las narrativas; es menos probable que identifiquen a los supuestos redactores. Robert Longacre ha sostenido que «la suposición de fuentes documentarias divergentes» en la historia del Diluvio, por ejemplo, es innecesaria y «oscurece mucho de la estructura verdaderamente elegante de la historia». Entonces, los puntos de vista más antiguos que atribuyen la enseñanza de las Escrituras no a los originalmente nombrados recipientes de la revelación divina, sino a redactores editoriales posteriores, están cayendo bajo nuevo criticismo. Es más, Bernard Childs ha argumentado con persuasión contra el punto de vista de que existen, detrás de las escrituras canónicas, escritos anteriores y fuentes más confiables que los escritores hebreos mitificaron a favor del culto hebreo.

CÓMO SE VE LA BIBLIA A SÍ MISMA
La naturaleza inteligible de la revelación divina—la presunción de que se puede conocer la voluntad de Dios por medio de verdades válidas—es la presunción central de la autoridad de la Biblia. Una teología neo-protestante mucho más reciente catalogó de doctrinario y estático el énfasis tradicional evangélico. Insistió, en cambio, que la autoridad de las Escrituras debe ser experimentada internamente como un testimonio de la gracia divina que engendra fe y obediencia, renunciando así a su carácter objetivo de verdad universal válida. De cierta forma inconsecuente, casi todos los teólogos neo-protestantes se han valido del registro para apoyar racionalmente aquellos fragmentos del total que parecen coincidir con sus puntos de vista divergentes, aun cuando desaprueban la Biblia como un todo de revelación especial de enseñanza divina autorizada. Para los evangélicos ortodoxos, si la información en forma de revelación que Dios les dio a los profetas y apóstoles elegidos debe ser considerada significativa y verdadera, debe ser dada no sólo en conceptos aislados que pueden tener significados diversos, sino en frases o proposiciones. Una proposición—es decir, un sujeto, predicado y verbo que los conecta (o «cópula»)—constituye la unidad lógica mínima de comunicación inteligible. La fórmula de los profetas del Antiguo Testamento «Así ha dicho el Señor» presentaba en forma característica una verdad revelada en forma de proposición. Jesucristo empleó la formula distintiva «Pero yo os digo» para introducir frases lógicamente formadas que presentaba como la verdadera palabra o doctrina de Dios.
La Biblia es autoritativa porque está autorizada divinamente; en sus propios términos, «Toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Timoteo 3:16). De acuerdo a este pasaje, todo el Antiguo Testamento (o cualquier elemento de él) es inspirado divinamente. La extensión de la misma afirmación para el Nuevo Testamento no se declara expresamente, pero no es sólo dada a entender. El Nuevo Testamento contiene indicaciones de que su contenido debía ser visto, y en realidad lo era, como de igual autoridad que el Antiguo Testamento. Los escritos del apóstol Pablo son catalogados con «las demás Escrituras» (2 Pedro 3:15–16, NVI). Bajo el encabezamiento de «Escritura», 1 Timoteo 5:18 cita Lucas 10:7 junto a Deuteronomio 25:4 (compare 1 Corintios 9:9). El libro del Apocalipsis, además, reclama origen divino (1:1–3) y emplea el término «profecía» en el sentido del Antiguo Testamento (22:9–10, 18). Los apóstoles no distinguieron su enseñanza hablada y escrita, pero declararon expresamente que su proclamación inspirada era la Palabra de Dios (1 Corintios 4:1; 2 Corintios 5:20; 1 Tesalonicenses 2:13). (Vea el capítulo «La inspiración de la Biblia».)

EL ASUNTO DE LA INERRANCIA
La doctrina de la autoridad bíblica ha sido sometida a ataques sobre su confiabilidad histórica y científica, y por haberle seguido supuestamente las huellas a sus enseñanzas hasta llegar a fuentes humanas falibles. Además, la doctrina ha sido innecesariamente oscurecida algunas veces por apologistas extremadamente conservadores que han exagerado lo que presupone e implica la autoridad bíblica. Algunos eruditos conservadores han repudiado toda la crítica histórica como enemiga de la autoridad bíblica y han distinguido a los «verdaderos» cristianos de los falsos sobre la base de su suscripción a la «inerrancia bíblica». Si uno acepta la inspiración divina «plenaria» de la Escritura—es decir, la superintendencia de Dios sobre el todo—, la doctrina de la autoridad bíblica sin duda implica «inerrancia» del contenido. Pero la fe cristiana no puede esperar avanzar sus afirmaciones por medio del repudiar a la crítica histórica. Si lo hiciera, implicaría que para apoyar su posición debe recurrir a ver la historia sin crítica. Para la «alta crítica», que muy a menudo se basó en presunciones arbitrarias que promueven conclusiones injustificables, el evangélico debe responder con una crítica fidedigna que procede de suposiciones legítimas y provee veredictos defendibles.
El cristianismo evangélico debe defender la inerrancia de las Escrituras con un compromiso teológico sano, un compromiso que sea consecuente con lo que la Biblia dice sobre sí misma. Pero no es necesario que repudie la integridad cristiana de todos los que no comparten ese compromiso y que los considere apóstatas sin esperanza. J. Gresham Machen, brillante apologista evangélico de las décadas de 1920 y 1930, y defensor acérrimo de la inerrancia bíblica, escribió que la doctrina de inspiración plenaria «es negada, no sólo por los oponentes liberales del cristianismo, sino también por muchos hombres verdaderamente cristianos … muchos hombres de la iglesia moderna … que aceptan el mensaje central de la Biblia y sin embargo creen que el mensaje nos ha llegado simplemente por la autoridad de testigos confiables que realizaron su obra literaria sin ayuda, por la guía sobrenatural del Espíritu de Dios. Hay muchos que creen que la Biblia es correcta en su punto central, en su relato de la obra redentora de Cristo y, sin embargo, creen que contiene muchos errores. Esos hombres no son realmente liberales sino cristianos, porque han aceptado como verdadero el mensaje sobre el cual depende el cristianismo» (Christianity and Liberalism [Cristianismo y liberalismo], 75).
Sin embargo, Machen mismo nunca vaciló en su convicción de que toda la Biblia se debe considerar «el centro de autoridad». Él estaba convencido de que la doctrina de la inerrancia evita la inestabilidad al exponer la doctrina y la moralidad autoritativa. Insistía que un punto de vista «intermedio» de la Biblia no es sostenible. «Los modernistas», quienes afirman honrar la autoridad de Jesucristo más que la autoridad de las Escrituras, contradicen las enseñanzas de Jesús, puesto que él tenía un concepto muy alto de las Escrituras. Es más, la explicación completa de la vida y obra de Jesús dependía de su crucifixión, resurrección y ministerio celestial, y provino de la inspiración del Espíritu Santo a los apóstoles. Es ilógico seleccionar de las enseñanzas de Jesús durante su ministerio terrenal sólo aquellos elementos que sirven a las suposiciones de uno mismo. El rechazo de la total confiabilidad de las Escrituras puede finalmente guiar a alguien a asignarle a Jesús una vida y propósito diferentes de la idea bíblica de que Jesús murió y resucitó corporalmente para ser la fuente de perdón divino para los pecadores.
La posición evangélica histórica se resume en las palabras de Frank E. Gaebelein, editor general de The Expositors’ Bible Commentary [Comentario bíblico del expositor]. En el prefacio de este comentario, él habló de un «movimiento evangélico erudito [que estaba] dedicado a la inspiración divina, completa confiabilidad y autoridad total de la Biblia». Las Escrituras son autoritativas y totalmente confiables porque son inspiradas divinamente. El teólogo luterano Francis Pieper relacionó directamente la autoridad de la Biblia a su inspiración: «La autoridad divina de las Escrituras descansa solamente en su naturaleza, en su theopneusty»—es decir, su carácter de ser «inspirada por Dios». J. I. Packer comentó que todo compromiso con la veracidad de la Biblia debe ser considerado al mismo tiempo como un compromiso con su autoridad: «Mantener la inerrancia e infalibilidad de la Biblia es simplemente confesar fe en (i) el origen divino de la Biblia, y (ii) la veracidad y confiabilidad de Dios. El valor de estos términos es que conservan los principios de autoridad bíblica; porque las declaraciones que no son absolutamente verdaderas y confiables no podrían ser absolutamente autoritativas». Packer reforzó el argumento demostrando que Cristo, los apóstoles y la iglesia primitiva, todos estuvieron de acuerdo que el Antiguo Testamento era absolutamente confiable y verdadero. Siendo el cumplimiento del Antiguo, el Nuevo Testamento no tenía menos autoridad. Cristo les impartió su misma autoridad a sus discípulos en sus enseñanzas, así que la iglesia primitiva las aceptó. Las Escrituras, como revelación de Dios, están más allá de las limitaciones de la afirmación humana. (Vea el capítulo «La inerrancia e infalibilidad de la Biblia».)

DESAFÍOS RECIENTES
En debates recientes, la autoridad de las Escrituras ha sido comprometida por algunos eruditos que, queriendo reconciliar diferencias, han estado dispuestos a aceptar la infiltración de enseñanzas que dependen de la cultura. Algunas de las enseñanzas del apóstol Pablo sobre las mujeres, o sus puntos de vista acerca de una reunión de Israel en Palestina, son descartados como reflexiones de la enseñanza rabínica de aquel tiempo y, por lo tanto, como evidencia de la limitada perspectiva cultural de Pablo. Obviamente, la enseñanza bíblica coincide con la tradición judía en algunos puntos. Pero cuando la tradición hebrea era elevada al estado de norma considerada superior o que modificaba y contradecía las Escrituras, Jesús siempre criticaba esa tradición. Que el apóstol Pablo en alguna instancia haya enseñado lo que también era enseñado por tradición histórica arraigada en el Antiguo Testamento no prueba nada; en otras ocasiones él era altamente crítico de las tradiciones rabínicas.
El punto de vista evangélico siempre ha sido que lo que enseñan los escritores bíblicos inspirados, lo enseñan no como derivado de la simple tradición sino como inspirado por Dios; en su proclamación tenían la mente del Espíritu para distinguir lo que era divinamente aprobado o desaprobado en la tradición corriente. Es una perspectiva más correcta, por lo tanto, hablar de elementos en los cuales la tradición judía reflejaba revelaciones proféticas y hablar de elementos en los cuales se apartaba de ella. Una vez que el principio de la «dependencia cultural» se introduce en el contenido de la enseñanza bíblica, es difícil establecer criterios objetivos para distinguir entre lo que es supuestamente autoritativo y no autoritativo en la doctrina apostólica. Entonces, el punto de vista de Pablo sobre la homosexualidad podría ser considerado como culturalmente prejuiciado, al igual que su punto de vista sobre la autoridad jerárquica, o también el asunto de la autoridad de las Escrituras.

En un desarrollo posterior, algunos eruditos recientes han buscado atribuirles a las Escrituras sólo una autoridad «funcional», como un estimulante de transformación de la vida interior, dejando de lado su autoridad conceptual-proposicional. Algunos teólogos neo-protestantes actuales—por ejemplo, Karl Barth, Rudolf Bultmann, Paul Tillich y Fritz Buri—identifican el supuesto aspecto autoritativo de las Escrituras en elementos radicalmente divergentes, y hasta contradictorios. Todos ellos se apartan del punto de vista evangélico histórico (sostenido, por ejemplo, por B. B. Warfield en The Inspiration and Authority of the Bible [La inspiración y la autoridad de la Biblia], 1948), que la autoridad de las Escrituras se concentra en su exposición de verdades divinas reveladas, que constituyen la regla de fe y principios morales. El punto de vista «funcional» que refleja David H. Kelsey en The Uses of Scripture in Recent Theology [Los usos de la escritura en la teología reciente] (1975) rechaza la finalidad de cualquiera de los puntos de vista divergentes y los acepta igualmente (sin importar lo conflictivos o contradictorios que puedan ser). Las afirmaciones de la autoridad externa están subordinadas a una supuesta autoridad interna que altera dinámicamente la vida de la comunidad de fe. A pesar de profesar su no discriminación de puntos de vista divergentes, tal teoría debe, por supuesto, excluir explícitamente el énfasis tradicional evangélico sobre la verdad objetiva de la Biblia. Pero una vez que la validez de la enseñanza bíblica en su totalidad o en parte es dejada de lado, no queda ninguna razón persuasiva de por qué la vida de una persona deba ser transformada. La vida de alguien puede ser transformada en patrones alternativos y aun expresamente opuestos, o ajustada algunas veces de una forma y otras veces de otra, o transformada en correlación con ideas derivadas de fuentes no cristianas y anticristianas, como también lo puede ser en correlación con ideas derivadas de la Biblia.
El asunto de la autoridad bíblica difícilmente puede ser separado del interés en la validez racional y objetividad histórica de las Escrituras. Pero los evangélicos sostienen que la autoridad de la Biblia es una autoridad divina; y no todas las verdades o declaraciones históricamente correctas caen en esa categoría. La Escritura es autoritativa porque es la Palabra de Dios. Los profetas y apóstoles elegidos, algunos de ellos llamados por Dios a pesar de su propia indiferencia o aun hostilidad—por ejemplo, el profeta Jeremías y el apóstol Pablo—, testificaron que recibieron la verdad de Dios por inspiración divina. La religión judeo-cristiana se basa en la revelación histórica y en la redención; en lugar de indiferencia hacia los asuntos de la historia, la Biblia mantiene un punto de vista distintivo de historia linear ajeno al de las religiones y filosofías antiguas.

ALGUNAS DE LAS CONSECUENCIAS DEL RECHAZO
Las suposiciones básicas del secularismo moderno mitigan de antemano la fuerza personal de muchas afirmaciones históricas cristianas. Como resultado, los jóvenes son tentados, especialmente en una época moralmente permisiva, a rechazar como supersticiones las afirmaciones especiales de las Escrituras. A veces, aun los cristianos adultos muestran cierta clase de incomodidad en cuanto a la Biblia: tal vez se sometan a sus profundos juicios éticos, pero culturalmente están condicionados a enfrentar algunas de sus afirmaciones autoritativas con grandes reservas. Tal vez el lenguaje bíblico les suene extraño y la noción de escritos revelados sobrenaturalmente o inspirados les puede parecer un eco del pasado históricamente condicionado. Debido a que viven casi dos mil años después de la época de Jesús de Nazaret, algunos pensadores contemporáneos tienden a rechazar como previas a la crítica, que no se pueden criticar o arcaicas las confiadas afirmaciones de la autoridad de la Biblia que se encuentran en las confesiones históricas cristianas. A ellos tal vez les parezca contrario a la tendencia moderna, o aun repulsivo, reconocer a las Escrituras como la regla divina de fe y conducta. Ningún principio de las tradiciones religiosas heredadas sufre más agravio que el que afirma la autoridad total de la Biblia. ¿Es tan increíble que una obra literaria traducida al inglés usando alrededor de 770.000 palabras, impresa en unas 1.000 pequeñas páginas, y que se puede reducir fotográficamente a un pequeño negativo pueda ser aceptada por los cristianos como la Palabra de Dios?
Sin embargo, mirando la historia de la teología y la filosofía, queda claro que siempre fallan los esfuerzos por preservar la realidad del Dios Creador-Redentor vivo aparte de la autoridad de la palabra bíblica. Aun la teología neo-ortodoxa de «encuentro divino», que enfatiza como lo hizo la autorevelación distintiva y personal de Dios, muy pronto se volvió a alternativas existencialistas y finalmente a la especulación de la muerte de Dios. El Dios trino es sin duda la «premisa ontológica» sobre la cual se funda la fe cristiana histórica, pero el caso para el teísmo bíblico parece requerir su revelación definitiva en la inspirada Palabra de la Escritura.
La autoridad bíblica ha sido oscurecida innecesariamente colocando en la Biblia toda clase de autoridades secundarias y terciarias—libros apócrifos, tradición eclesiástica e interpretación cúltica. En siglos pasados, algunos eruditos mediadores revisaron a veces ciertas doctrinas bíblicas, y otros críticos más radicales rechazaron completamente los artículos de fe que chocaban con la tendencia de su época. En nuestro propio siglo, tales alteraciones acumulativas, aunadas al punto de vista naturalista de la realidad, han llegado a su punto culminante. El énfasis cristiano histórico sobre la autoridad bíblica ha sido totalmente repudiado en algunos lugares. Los regímenes declarados oficialmente ateos en países comunistas, por ejemplo, pueden usar todos los recursos políticos y académicos para menoscabar el punto de vista teísta. Aun después de firmar la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, pueden reprimir el testimonio cristiano y el evangelismo, y castigar a los que no apoyan el absolutismo estatal sin críticas, y en el mejor de los casos, permiten una distribución muy restringida de la Biblia. En otras partes del mundo, los agravios a la autoridad bíblica de parte de eruditos críticos han precipitado dudas en muchas comunidades académicas influyentes.

EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS
Sin embargo, la Biblia permanece como el libro que más se imprime, más se traduce y es leído con más frecuencia en el mundo. Sus palabras han sido guardadas en el corazón de multitudes como ningún otro libro. Todos los que han recibido sus dones de sabiduría y promesas de nueva vida y poder al principio eran hostiles a la naturaleza de su mensaje redentor, y muchos eran enemigos de sus enseñanzas y demandas espirituales. En todas las generaciones ha sido demostrado su poder de desafiar a gente de toda raza y nación. Los que aman este libro porque provee esperanza futura, trae significado y poder al presente y correlaciona un pasado pecaminoso con la gracia perdonadora de Dios no experimentarían tal recompensa interior si no hubieran conocido la verdad revelada autoritativa y divinamente. Para el cristiano evangélico, las Escrituras son la Palabra de Dios dada en la forma objetiva de verdades proposicionales por medio de los profetas y apóstoles divinamente inspirados, y el Espíritu Santo es el dador de fe a través de esa Palabra.

BIBLIOGRAFÍA
  Bruce, F. F. The New Testament Documents: Are They Reliable? 1960. Publicado en español como ¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento? en 1972.
  Childs, Brevard. Introduction to the Old Testament as Scripture [Introducción al Antiguo Testamento como escritura], 1979.
  Henry, Carl F. H. God, Revelation, and Authority [Dios, revelación y autoridad], 1979.
  Machen, J. Gresham. Christianity and Liberalism [Cristianismo y liberalismo], 1923.
  Robinson, John A. T. Redating the New Testament [Fechando de nuevo el Nuevo Testamento], 1976.
  Warfield, B. B. The Inspiration and Authority of the Bible [La inspiración y la autoridad de la Biblia], 1948.
 
DOWNLOAD HERE>>>
http://www.ermail.es/link/TCVmmA2ccJJaaATCeC7CmA7CjaallVaa

martes, 14 de abril de 2015

El mensaje central de la Biblia es el pacto de Dios con los hombres: El mediador del pacto, la base del pacto y la gente del pacto. Dios es el Salvador de su pueblo y quien confirma su pacto de misericordia con ellos.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2.9MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 




LA PALABRA «BIBLIA» se deriva, a través del latín, de la palabra griega biblia (libros); se refiere específicamente a los libros que la iglesia cristiana reconoce como canónicos. El uso cristiano más temprano de ta biblia (los libros) en este sentido se dice que fue en 2 Clemente 14:2 (circa 150 d.C.): «los libros y los apóstoles declaran que la iglesia … ha existido desde el principio». (Compare Daniel 9:2, NVI: «Yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras», donde la referencia es al cuerpo de los escritos proféticos del Antiguo Testamento.) La palabra griega biblion (cuyo plural es biblia) es un diminutivo de biblos, que en la práctica denota cualquier clase de documento escrito, pero originalmente uno escrito en papiro.
Un término sinónimo de «la Biblia» es «los escritos» o «las Escrituras» (en el griego, hai graphai, ta grammata), usados con frecuencia en el Nuevo Testamento para indicar los documentos del Antiguo Testamento en su totalidad o en parte. Por ejemplo, Mateo 21:42 dice: «¿Nunca leísteis en las Escrituras?» (en tais graphais). El pasaje paralelo, Marcos 12:10, tiene el singular, refiriéndose al texto particular citado: «¿Ni aun esta escritura habéis leído?» (ten graphen tauten). 2 Timoteo 3:15 habla de «las Sagradas Escrituras» (ta hiera grammata), y el siguiente versículo dice: «Toda la Escritura es inspirada por Dios» (pasa graphe theopneustos). En 2 Pedro 3:16 (NVI), «todas» las epístolas de Pablo están incluidas junto con «las demás Escrituras» (tas loipas graphas), refiriéndose probablemente a los escritos del Antiguo Testamento y los Evangelios.

CONTENIDO Y AUTORIDAD
Entre los cristianos, para los que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento juntos constituyen la Biblia, no hay un acuerdo completo sobre su contenido. Algunas ramas de la iglesia siríaca no incluyen 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis en el Nuevo Testamento. Las comunidades romanas y griegas incluyen varios libros en el Antiguo Testamento además de los que componen la Biblia hebrea; estos libros adicionales forman parte de la Septuaginta cristiana.
Aunque están incluidos, junto con uno o dos más, en la Biblia protestante inglesa completa, la Iglesia de Inglaterra (al igual que la Iglesia Luterana) sigue la enseñanza de Jerónimo que sostiene que pueden ser leídos «para ejemplos de la vida e instrucción de costumbres; pero que no se deben aplicar para establecer ninguna doctrina» (Artículo VI). Otras iglesias reformadas no le dan ningún estado canónico. La Biblia Etiópica incluye 1 Enoc y el libro de los Jubileos.
En las comunidades romanas, griegas y algunas otras antiguas, la Biblia, junto con las tradiciones vivas de la iglesia en algún sentido, constituye la autoridad suprema. Por otro lado, en las iglesias de la Reforma, sólo la Biblia es la corte final de apelaciones en asuntos de práctica y doctrina. Así es que el Artículo VI de la Iglesia de Inglaterra afirma: «La Santa Escritura contiene todas las cosas necesarias para la salvación; así que lo que no se lea allí, ni pueda ser probado por ella, no se le debe requerir a ningún hombre, para que no sea creído como un artículo de la fe, o sea enseñado como un requisito, o necesario para la salvación». Para el mismo efecto, la Confesión de Fe de Westminster (1.2) cataloga los 39 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento como «todos … dados por inspiración de Dios para que sean la regla de fe y de conducta».

LOS DOS TESTAMENTOS
La palabra «testamento» en las designaciones «Antiguo Testamento» y «Nuevo Testamento», que se da a las dos divisiones de la Biblia, va desde el término testamentum en latín, al griego diatheke, que en la mayoría de las veces que aparece en la Biblia griega significa «pacto» en lugar de «testamento». En Jeremías 31:31, se predice un nuevo pacto, el cual reemplazará al que Dios hizo con Israel en el desierto (compare Éxodo 24:7 y siguientes). «Al llamar “nuevo” a ese pacto, ha declarado obsoleto al anterior» (Hebreos 8:13, NVI). Los escritores del Nuevo Testamento ven el cumplimiento de la profecía del nuevo pacto en el nuevo orden inaugurado por la obra de Cristo; sus propias palabras de institución (1 Corintios 11:25) dan la autoridad para esta interpretación. Los libros del Antiguo Testamento, entonces, se llaman así debido a su asociación cercana con la historia del «antiguo pacto»; los libros del Nuevo Testamento se llaman así debido a que son los documentos en que se funda el «nuevo pacto». Un enfoque a nuestro uso común del término «Antiguo Testamento» aparece en 2 Corintios 3:14 (NVI) que dice: «al leer el antiguo pacto», aunque probablemente Pablo se refiere a la ley, la base del antiguo pacto, más que a todo el volumen de las Escrituras hebreas. Los cristianos usaron en general los términos «Antiguo Testamento» y «Nuevo Testamento» para las dos colecciones de libros durante la última parte del siglo II; Tertuliano tradujo diatheke al latín usando la palabra instrumentum (un documento legal) y también testamentum; la última palabra fue la que sobrevivió, desafortunadamente, puesto que las dos partes de la Biblia no son «testamentos» en el uso común del término.

El Antiguo Testamento
En la Biblia hebrea, los libros están ordenados en tres divisiones: la Ley, los Profetas y los Escritos. La Ley consta del Pentateuco, los cinco «libros de Moisés». Los Profetas se dividen en dos subdivisiones: los «Primeros Profetas», que son Josué, Jueces, Samuel y Reyes; y los «Últimos Profetas», que incluyen Isaías, Jeremías, Ezequiel y «El libro de los Doce Profetas». Los Escritos contienen el resto de los libros: primero se encuentran los Salmos, Proverbios y Job; luego los cinco «rollos», que son el Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester; y finalmente Daniel, Esdras–Nehemías y Crónicas. Tradicionalmente se considera que el total es veinticuatro, pero estos veinticuatro corresponden exactamente a nuestro cómputo común de treinta y nueve, puesto que en el último cómputo los Profetas Menores se cuentan como doce libros, y Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras–Nehemías como dos cada uno. En la antigüedad había otras formas de contar los mismos veinticuatro libros; en una (atestiguada por Josefo) el total fue rebajado a veintidós; en otra (que Jerónimo conocía) el total fue elevado a veintisiete.
No se le puede seguir la pista al origen del arreglo de los libros en la Biblia hebrea; se cree que la división en tres partes corresponde a las tres etapas en las que los libros recibieron reconocimiento canónico, pero no existe evidencia directa que lo pruebe.
En la Septuaginta, los libros están ordenados de acuerdo a la similitud del tema. El Pentateuco es seguido por los libros históricos, y estos son seguidos por los libros de poesía y sabiduría, y estos por los profetas. Es este orden, en sus características esenciales, el que ha sido perpetuado (por medio de la Vulgata) en la mayoría de las ediciones cristianas de la Biblia. En algunos aspectos este orden es más fiel a la secuencia cronológica del contenido narrativo que el orden de la Biblia hebrea; por ejemplo, Rut aparece inmediatamente después de Jueces (puesto que registra cosas que pasaron «en los días en que gobernaban los jueces»), y el trabajo del historiador aparece en el siguiente orden: Crónicas, Esdras y Nehemías.
La división en tres partes de la Biblia hebrea se refleja en las palabras de Lucas 24:44 («en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos»); es más común en el Nuevo Testamento la referencia a «la ley y los profetas» (vea Mateo 7:12), o «Moisés y los profetas» (vea Lucas 16:29).
La revelación divina que registra el Antiguo Testamento fue comunicada en dos formas principales: por obras poderosas y por palabras proféticas. Estas dos formas de revelación están unidas en forma indisoluble. Las obras de misericordia y de juicio, con las cuales el Dios de Israel se hizo conocer a su pueblo elegido, no habrían podido llevar su mensaje apropiado si los profetas no se las hubieran interpretado—los «portavoces» de Dios que recibieron y comunicaron su Palabra. Por ejemplo, los hechos del Éxodo no habrían tenido un significado perdurable para los israelitas si Moisés no les hubiera dicho que en esos hechos el Dios de sus padres estaba actuando para liberarlos, de acuerdo a sus antiguas promesas, para que ellos pudieran ser su pueblo y él su Dios. Por otra parte, las palabras de Moisés no hubieran tenido fruto aparte de su vindicación en los acontecimientos del Éxodo. Podemos comparar el papel significativo y muy parecido de Samuel en la época de la amenaza de los filisteos, de los grandes profetas del siglo VIII a.C. cuando Asiria estaba arrasando con todo lo que tenía por delante, de Jeremías y Ezequiel cuando el reino de Judá llegó a su fin, y así sucesivamente.
Esta interacción de obras poderosas y palabras proféticas en el Antiguo Testamento explica por qué la historia y la profecía están tan entremezcladas a través de sus páginas; sin duda fue el descubrimiento de esto lo que guió a los judíos a incluir los libros históricos importantes entre los Profetas. Pero no sólo los escritos del Antiguo Testamento registran la progresiva revelación doble de Dios; al mismo tiempo registran la respuesta de los hombres a la revelación de Dios—una respuesta a veces obediente, y con demasiada frecuencia desobediente. En este registro del Antiguo Testamento de la respuesta de aquellos a quienes les llegó la Palabra de Dios, el Nuevo Testamento encuentra instrucción práctica para los creyentes. El apóstol Pablo escribe lo siguiente de la rebelión de los israelitas en el desierto, y de los desastres que siguieron: «Todo esto les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos» (1 Corintios 10:11, NVI).
En cuanto a su posición en la Biblia cristiana, el Antiguo Testamento es preparatorio en carácter: lo que «Dios … habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas», esperó su cumplimiento en lo que «nos ha hablado por medio de su Hijo» (Hebreos 1:1–2, NVI). Sin embargo, el Antiguo Testamento era la Biblia que los apóstoles y otros predicadores del evangelio en los primeros días del cristianismo llevaban consigo cuando proclamaban a Jesús como el Mesías, Señor y Salvador divinamente enviado; encontraron en el Antiguo Testamento el testimonio claro de Cristo (Juan 5:39), y una clara exposición del camino de salvación a través de la fe en él (Romanos 3:21; 2 Timoteo 3:15). Para usar el Antiguo Testamento tenían la autoridad y el ejemplo de Cristo mismo, y desde entonces la iglesia ha hecho bien cuando ha seguido el precedente sentado por él y sus apóstoles y reconocido al Antiguo Testamento como Escritura cristiana. «Lo que fue indispensable para el Redentor debe ser siempre indispensable para los redimidos» (G. A. Smith).

El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento complementa al Antiguo Testamento en relación al cumplimiento de promesas. Si el Antiguo Testamento registra que «Dios … habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas», el Nuevo Testamento registra esa palabra final que Dios habló en su Hijo, en quien toda la revelación inicial se resumió, confirmó y trascendió. Las obras poderosas de revelación del Antiguo Testamento culminaron en la obra redentora de Cristo; las palabras de los profetas del Antiguo Testamento reciben su cumplimiento en él. Pero él no es sólo la revelación suprema al hombre; es también la respuesta perfecta del hombre a Dios—el sumo sacerdote así como el apóstol de nuestra profesión (Hebreos 3:1). Si el Antiguo Testamento registra el testimonio de aquellos que vieron el día de Cristo antes de que llegara, el Nuevo Testamento registra el testimonio de aquellos que lo vieron y lo escucharon en los días en que vivía en la carne, y que llegaron a conocer y a proclamar el significado de su venida más cabalmente, por el poder de su Espíritu, después de su resurrección de los muertos.
Durante los últimos 1.600 años, la gran mayoría de los cristianos ha aceptado que el Nuevo Testamento está compuesto de veintisiete libros. Estos veintisiete libros caen naturalmente en cuatro divisiones: (1) los cuatro Evangelios, (2) los Hechos de los Apóstoles, (3) veintiún cartas escritas por los apóstoles y «hombres apostólicos» y (4) el Apocalipsis. Este orden no sólo es lógico, sino que bastante cronológico en lo referente al tema de los documentos; sin embargo, no corresponde al orden en el que fueron escritos.
Los primeros documentos que se escribieron del Nuevo Testamento fueron las primeras Epístolas de Pablo. Estas (posiblemente junto con la Epístola de Santiago) fueron escritas entre 48 y 60 d.C., aún antes de que se escribiera el primero de los Evangelios. Los cuatro Evangelios pertenecen a las décadas 60 a 100, y también se debe asignar a estas décadas todos (o casi todos) los otros escritos del Nuevo Testamento. Mientras que la escritura de los libros del Antiguo Testamento comprendió un período de mil años o más, los libros del Nuevo Testamento se escribieron en un período de un siglo.
Los escritos del Nuevo Testamento no se agruparon en la forma en que los conocemos inmediatamente después de ser escritos. Al principio, los Evangelios individuales tenían una existencia local e independiente en los grupos para los cuales fueron escritos originalmente. Sin embargo, a comienzos del siglo II, se juntaron y comenzaron a circular como un registro que constaba de cuatro partes. Cuando sucedió esto, el libro de Hechos fue separado de Lucas, con el que había formado un escrito de dos volúmenes, y comenzó una carrera separada e importante por sí solo.
Al principio, las cartas de Pablo fueron preservadas por las comunidades y los individuos a quienes habían sido enviadas. Pero para fines del siglo I existen evidencias que sugieren que la correspondencia de Pablo que sobrevivió comenzó a ser recolectada en una colección paulina, la cual circuló con rapidez entre las iglesias—primero una colección más pequeña de diez cartas, y muy pronto después una más grande de trece cartas, ampliada por la inclusión de las tres Epístolas Pastorales. Dentro de la colección paulina, las cartas parecen haber sido colocadas no en orden cronológico, sino en orden descendiente de acuerdo a su longitud. Se puede reconocer este principio en el orden que se encuentra en la mayoría de las ediciones del Nuevo Testamento hoy: las cartas a las iglesias están antes de las cartas a los individuos, y dentro de estas dos subdivisiones están colocadas de manera que las más largas van primero y las más cortas después. (La única excepción a este plan es que Gálatas está antes de Efesios, aunque Efesios es un poco más larga que Gálatas.)
Con la colección de los Evangelios y la colección paulina, y con Hechos, que sirve como un eslabón entre las dos, tenemos el comienzo del canon del Nuevo Testamento como lo conocemos. A la iglesia primitiva, que heredó la Biblia hebrea (o la versión griega de la Septuaginta) como sus Escrituras sagradas, no le tomó mucho tiempo colocar las nuevas escrituras evangélicas y apostólicas junto a la ley y los profetas, y usarlos para la propagación y defensa del evangelio y para la adoración cristiana. Por eso es que Justino Mártir, alrededor de la mitad del siglo II, describe la forma en que los cristianos en sus reuniones dominicales leían «las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas» (Apología 1.67). Fue natural, entonces, que cuando el cristianismo se esparció entre las personas que hablaban otras lenguas y no hablaban griego, el Nuevo Testamento fuera traducido del griego a esas lenguas para beneficio de los nuevos conversos. Había versiones latinas y siríacas del Nuevo Testamento para 200 d.C., y una versión cóptica en el siglo siguiente.

EL MENSAJE DE LA BIBLIA
La Biblia ha jugado, y continúa jugando, un papel notable en la historia de la civilización. Muchos lenguajes se han comenzado a escribir por primera vez para que la Biblia, en su totalidad o en parte, se pudiera traducir a ellos en forma escrita. Y este es sólo un pequeño ejemplo de la misión civilizadora de la Biblia en el mundo.
Esta misión civilizadora es el efecto directo del mensaje central de la Biblia. Puede sorprender que se hable de un mensaje central en una colección de escritos que refleja la historia de la civilización en el Cercano Oriente a través de miles de años. Pero hay un mensaje central, y es este reconocimiento el que ha llevado al tratamiento común de la Biblia como un solo libro, y no sólo una colección de libros—al igual que el plural griego biblia (libros) se convirtió en el singular latín biblia (el libro).
El mensaje central de la Biblia es la historia de la salvación, y a través de ambos Testamentos se pueden distinguir tres aspectos de esta historia en desarrollo: el que trae la salvación, el camino a la salvación y los herederos de la salvación. Esto podría ser reformulado en términos de la idea del pacto, expresando que el mensaje central de la Biblia es el pacto de Dios con los hombres; y que los aspectos son el mediador del pacto, la base del pacto y la gente del pacto. Dios mismo es el Salvador de su pueblo y es él quien confirma su pacto de misericordia con ellos. El que trae la salvación, el mediador del pacto, es Jesucristo, el Hijo de Dios. El camino a la salvación, la base del pacto, es la gracia de Dios, que pide de su pueblo una respuesta de fe y obediencia. Los herederos de la salvación, el pueblo del pacto, son el Israel de Dios, la iglesia de Dios.
La continuidad del pueblo del pacto del Antiguo Testamento y el pueblo del pacto del Nuevo Testamento no está clara para el lector de nuestra Biblia actual, porque «iglesia» es una palabra exclusiva del Nuevo Testamento y es natural que el lector piense que la iglesia es algo que comenzó en la época del Nuevo Testamento. Pero el lector de la Biblia griega no se enfrentaba a ninguna palabra nueva cuando encontró ekklesia en el Nuevo Testamento; ya la había encontrado en la Septuaginta como una de las palabras para indicar a Israel como la «asamblea» del pueblo del Señor. Sin embargo, es cierto que tiene un significado nuevo y más amplio en el Nuevo Testamento. El pueblo del viejo pacto tenía que morir con él para resucitar con él a una nueva vida—una nueva vida en la cual habían desaparecido las restricciones de nacionalidad. Jesús provee en sí mismo la continuidad vital entre el Israel antiguo y el nuevo, y sus fieles seguidores eran ambos, el remanente del antiguo y el núcleo del nuevo. El Señor siervo y su pueblo siervo unen a los dos Testamentos.
El mensaje de la Biblia es el mensaje de Dios para el hombre, comunicado «muchas veces y de varias maneras» (Hebreos 1:1, NVI) y finalmente encarnado en Cristo. Así que «la autoridad de las Santas Escrituras, por las que ellas deben ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente de Dios (quien en sí mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas, porque son Palabra de Dios» (Confesión de fe de Westminster, 1.4).

BIBLIOGRAFÍA
  Barr, J., editor general. The Cambridge History of the Bible [La historia Cambridge de la Biblia], Volúmenes I–III, 1975.
  Bruce, F. F. The Books and the Parchments [Los libros y los pergaminos], 1952.
  Dodd, C. H. According to the Scriptures [Según las escrituras], 1952.
  Reid, J. K. S. The Authority of the Bible [La autoridad de la Biblia], 1957.
  Warfield, B. B. The Inspiration and Authority of the Bible [La inspiración y la autoridad de la Biblia], 1948.
  Westcott, B. F. The Bible in the Church [La Biblia en la iglesia], 1896.
 
http://www.mediafire.com/view/dz52s1fmm4lv3c0/ElOrigenBiblia_ClaudioxpGroup.pdf
https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html