miércoles, 31 de agosto de 2016

no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Toda mala decisión deja huellas indelebles


       MUJERES QUE HAN PASADO POR UN ABORTO: CARACTERISTICAS
    A.      ¿Qué es el síndrome post aborto (S. P. A.)?
    El S. P. A. es una condición de estrés traumático que experimentan muchas mujeres después de haberse practicado un aborto. Una mujer así no tiene la capacidad de…
      •      Procesar las emociones provocadas por su aborto      •      Pasar por el proceso del luto por la pérdida de su bebé      •      Estar en paz con Dios, consigo misma y con todos los involucrados en su decisión de abortar      •      Aceptar el valor que Dios le da como persona
“Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí”.(Salmos 38:4)
    Las etapas del síndrome post aborto Hay cuatro etapas que una mujer experimenta después de haberse practicado un aborto.
      •      Alivio
      Un sentido de libertad agradable porque ha pasado la difícil toma de decisiones y el problema doloroso ha desaparecido.
      •      Racionalización
      Un ejercicio mental de explicaciones lógicas y justificaciones por haber abortado.         —“No podría haber sido una buena madre. Es mejor que el bebé no haya nacido”.         —“Quizás me sentí mal en ese momento, pero ahora ya estoy bien”.         —“Es un procedimiento médico legal; por lo tanto, no es tan malo”.
      •      Represión
      Es la etapa en la que se bloquean los detalles, los recuerdos dolorosos y las emociones que rodearon el aborto. La madre puede reprimir tanto el proceso del dolor que incluso puede “olvidar” que se practicó un aborto.
      •      Resentimiento
      Cuando esconde o reprime su ira contra sí misma y todos los involucrados en el aborto puede caer en depresión y amargura. Si no resuelve la ira, su relación con Dios y con los demás se verá seriamente afectada.
      PREGUNTA: “¿Qué se puede hacer para sanar las heridas emocionales de la mujer que se ha practicado un aborto?”
      RESPUESTA: Si puede entender lo que ha sucedido emocionalmente desde el aborto, la mujer puede tomar ciertos pasos que le ayuden a sanar.
      “El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3).

    B.      ¿Qué síntomas internos y externos podría experimentar una mujer después de un aborto?





    CONFLICTOS INTERNOS                                 EVIDENCIA EXTERNA
      •      ira                                                             •      ruptura de relaciones interpersonales
      •      ansiedad                                                   •      trastornos del sueño y digestivos
      •      amargura                                                 •      hostilidad hacia sí misma y los demás
      •      depresión                                                  •      abuso del alcohol o drogas
      •      desconfianza                                             •      problemas sexuales
      •      temor                                                         •      evita el tema del aborto
      •      dolor                                                          •      síndrome de aniversario por el aborto
      •      culpabilidad                                              •      revivir la experiencia del aborto
      •      desesperanza                                             •      incrementa el riesgo de un suicidio
      •      profundo arrepentimiento                       •      no se puede relacionar con los niños
      •      poca motivación                                •      pensamientos tergiversados, preocupación
      •      rechazo                                               •      paranoia
      •      vergüenza                                           •      llanto incontrolable
      •      reprime sus sentimientos                  •      enfermedades sicosomáticas
      •      trauma                                                •      pesadillas y recuerdos del aborto
      •      baja auto estima                                 •      retraimiento y aislamiento

“Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
(Hebreos 4:13)

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Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Dios nos conoce desde antes de haber nosotros nacido


                 ¿Cuándo comienza la vida humana?
    La vida humana comienza al momento de la concepción. Las ciencias médicas y biológicas proveen la siguiente información.

CRONOLOGÍA DE LA NUEVA VIDA HUMANA
      •      Primer mes
         —Inmediatamente después de la fertilización de un óvulo, comienza el desarrollo celular. Antes de la implantación del cigoto en el útero, queda establecido el sexo del nuevo ser.         —En el momento de la implantación, la nueva vida está compuesta de cientos de células y desarrolla una hormona protectora para evitar que el cuerpo de la madre rechace al bebé como tejido extraño.         —A los 17 días, la nueva vida ya ha desarrollado células sanguíneas. La placenta es parte de esa nueva vida, y no de la madre.         —A los 18 días, se registran las primeras pulsaciones de un músculo, se trata del corazón.         —A los 19 días, comienzan a desarrollarse los ojos.         —A los 20 días, ya está formada la base del cerebro, de la espina dorsal y de todo el sistema nervioso.         —A los 21 días, el corazón comienza a latir en forma regular.         —A los 28 días, ya se han formado 40 pares de músculos a lo largo del tronco de la nueva vida. También se están formando los brazos y las piernas.
      •      Segundo mes
         —Pasados los 30 días, ya es evidente el flujo regular de la sangre dentro del sistema vascular; también comienza el desarrollo de los sistemas auditivo y olfativo.         —A los 40 días, el corazón del bebé late más rápidamente que el de la madre y tiene casi el 20% de la energía del corazón de un adulto.
      Sexta semana
         —El bebé mide 1.27 cms. de largo.         —A los 42 días, el esqueleto está completo y presenta varios reflejos.         —A los 43 días, se registran ondas eléctricas cerebrales. Esta es evidencia concreta de que ya se ha formado la parte cerebral causante del proceso de “razonamiento”. Se puede considerar que el nuevo ser es una persona pensante.
      Séptima semana
         —El bebé ya mide 2 cms. de largo.         —A los 49 días, el feto parece un muñeco en miniatura con dedos en manos y pies y orejas bien formadas.
      Octava semana
         —A los 56 días, todos sus órganos ya funcionan, el estómago, hígado, riñones y cerebro. Todos los sistemas están completos. El nuevo ser ya cuenta con todas sus partes físicas y sólo necesita crecer. El desarrollo futuro de la nueva vida consiste en ir refinando e incrementando su tamaño hasta alcanzar la madurez, que termina aproximadamente a la edad de 23 años.
         Esta etapa ocurre casi dos meses antes de que la mamá lo note o sienta el movimiento del bebé en su vientre. La madre no siente el movimiento del bebé sino hasta cuatro meses después de la concepción.
      •      Tercer mes
      Novena semana
         —El bebé mide 5 cms. de largo. Aparecen las huellas dactilares.         —A la novena y décima semana, el nuevo ser entreabre los ojos, traga y retrae su lengua. El contorno de su cara y cuerpo van tomando la apariencia de un bebé y sus características físicas se hacen obvias.         —A las 11 y 12 semanas, mueve brazos y piernas y aparecen las uñas de manos y pies. Además de chuparse el dedo pulgar, el nuevo ser inhala y expele el líquido amniótico.
      •      Cuarto mes
         —A las 13 semanas, comienza a crecer el pelo de su cabeza.         —A las 14 semanas, el bebé puede juntar sus manos y se chupa el dedo pulgar.         —A las 16 semanas, se pueden distinguir con claridad los órganos genitales. Las manitas ya pueden asir cosas (véase Oseas 12:3). El nuevo ser nada, patea y da maromas, aunque la madre no sienta todavía esos movimientos.
      •      Quinto mes
         —A las 18 semanas, el bebé ya mide 30 cms. de largo y la madre puede sentir el movimiento de su bebé. Las cuerdas vocales ya están funcionando… El nuevo ser ya puede llorar.
      •      Sexto mes
         —A las 26 semanas, todos los órganos de los sentidos ya funcionan, el bebé puede oír, ver, gustar y tocar.
    Aunque nadie comprende todos los caminos y obras de Dios, él hará lo mejor a favor de usted y de su bebé. Cada vida preciosa que se anida en el vientre de una madre está en el proceso formativo de Dios, el hacedor de todas las cosas.
“Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo”.(Isaías 44:24)

    ¿Se puede considerar que un feto en desarrollo es un ser humano, una persona?
    Sí. El ser humano se define como un miembro de la especie homo sapiens. Cada ser humano individual tiene su propio código genético (ADN) que es singular y que quedó establecido en el momento de la concepción. El ADN del feto humano no solo es diferente al de los animales, aves y peces, sino también es distinto al ADN de su madre.
“No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves”.(1 Corintios 15:39)
      •      Evidencia científica
      El eminente genetista y profesor Jerome LeJeune, M.D., Ph.D., de la Facultad de Medicina de la Universidad René Descartes de Paris establece que:
         —“Si un huevo fertilizado no es en sí mismo un ser humano completo, nunca podrá llegar a ser un hombre, porque se le tendría que añadir algo, y sabemos que eso no sucede así”.
      •      Evidencia médica
         —El juramento de Hipócrates es un código de valores éticos que ha regido a la profesión médica desde tiempo inmemorial. Esa profesión, que tiene el poder de matar, así como de curar demanda un reglamento de compromiso moral no negociable. Aun en las culturas paganas había una convicción innata de que era malo practicar el aborto, tal como se evidencia en el “juramento hipocrático” que lo prohíbe. Ese juramento ha estado vigente en la civilización occidental desde cuando menos el año 400 a.C. y en parte dice:
         “El régimen que adopto será para el beneficio de mis pacientes de acuerdo con mi habilidad y juicio, y no para su perjuicio o para algo malo. No daré ninguna droga mortal a ninguno de ellos, aunque me lo pidan, ni tampoco aconsejaré que la tomen. Especialmente no ayudaré a una mujer a practicar el aborto”.
      •      Evidencia bíblica
         —La condición de persona de un bebé nonato queda ampliamente demostrada en la vida de Juan el Bautista quien “saltó de alegría” cuando aún estaba en el vientre de su madre.
         Elizabeth, la madre de Juan, dijo a María: “Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lucas 1:44).
         —Dios participa activamente desde el momento inicial del desarrollo de una persona, aun antes de que el nonato tenga apariencia de bebé.
         El salmista David dijo a Dios, “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas” (Salmos 139:16).
         —La Biblia establece explícitamente que Dios no sólo forma al nonato en el vientre, sino que también tiene un plan para su futuro antes de la concepción.
         “Antes que te formase [Dios] en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué” (Jeremías 1:5).

    ¿Cuáles son los dos puntos de vista principales en cuanto al tema del aborto?
      •      La postura pro-vida
      Algunas personas creen que el feto humano es una persona desde el momento de la concepción y que el nonato debe recibir la protección de las leyes relacionadas con su derecho a la vida.      Esta posición está de acuerdo con la Biblia, que valora tanto la vida del nonato como la de la madre.
      “Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Éxodo 21:22–25).
      •      La postura pro-decisión
      Algunas personas creen que el feto solo es una “persona en potencia” (Roe vs. Wade, 1973) y por lo tanto, no se le debe dar protección constitucional. Dicen que la embarazada tiene derecho a tomar la decisión de matar o dejar vivir al nonato. Esta posición acarrea la ira de Dios porque no brinda protección a una vida inocente que no ha nacido.
      “Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente” (Proverbios 6:16–17).
      PREGUNTA: “La Biblia dice que los creyentes debemos someternos a las autoridades del gobierno (1 Pedro 2:13). Por lo tanto, si la constitución de cierto país permite el aborto, ¿cómo puede justificar el creyente participar en una manifestación contra las clínicas de aborto?”      RESPUESTA: En la Alemania nazi, el gobierno consentía el régimen de Hitler. En medio de esa cultura, los cristianos desafiaron a su gobierno e intentaron rescatar a la gente que estaban asesinando. Los creyentes que se involucran en manifestaciones pacíficas no quebrantan la ley, sino que creen que han sido llamados bíblicamente a rescatar a los demás.
      “Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras” (Proverbios 24:11–12).
      PREGUNTA: “Algunas personas que han adoptado la postura “pro-vida” han asesinado a otros en sus actividades. ¿Cómo puede alguien pensar siquiera en tener algo que ver con esa ideología tan aberrante?      RESPUESTA: Cualquier persona que comete un homicidio o participa en cualquier acto de violencia quebranta las leyes humanas y de Dios. El que sigue una postura “pro-vida” jamás asesinaría a otro ser humano. Dios rechaza la violencia, aunque ésta se haga en nombre de la postura “pro-vida”.
      “Dejad la violencia y la rapiña. Haced juicio y justicia” (Ezequiel 45:9).
      PREGUNTA: “¿Tienen los cristianos la responsabilidad de ministrar a las mujeres que han abortado o que están considerando hacerlo?”      RESPUESTA: Sí. En general las mujeres que han tenido un aborto o que están pensando hacerlo, sufren emocionalmente. Necesitan de una persona amorosa y compasiva que les ayude en ese tiempo de necesidad.
      “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).


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martes, 30 de agosto de 2016

Tú no entiendes ahora lo que Yo hago, pero lo comprenderás después de estas cosas... El que ha sido bañado no tiene necesidad de lavarse sino los pies, pues está todo limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LA BIBLIA NO ES UN LIBRO INCOMPRENSIBLE
   ESCUDRIÑEMOS LAS ESCRITURAS  CON SABIDURÍA Y HERRAMIENTAS
Con demasiada frecuencia nos encontramos con alguien que dice muy sentidamente: «No tiene que interpretar la Biblia; solo léala y haga lo que ella dice». 
Normalmente, una observación como esa refleja la protesta del laico contra el especialista «profesional», pastor, maestro o maestro de Escuela Dominical, quien al «interpretar» parece arrebatarle la Biblia a la persona común. Es su manera de decir que la Biblia no es un libro oscuro. «Después de todo», se alega, «cualquier persona medio dotada puede leerla y comprenderla. 
El problema con demasiados predicadores y maestros es que le dan tantas vueltas que tienden a oscurecer su sentido. Lo que estaba claro para nosotros cuando la leímos no queda tan claro». Hay mucho de cierto en esta protesta. 
Estamos de acuerdo en que los cristianos deben leer, creer y obedecer la Biblia. Y especialmente estamos de acuerdo en que la Biblia no necesita ser un libro oscuro si se estudia y lee de forma adecuada. De hecho, estamos convencidos de que el problema más serio que tiene la gente con la Biblia no es la falta de comprensión ¡sino el hecho de que entienden la mayoría de las cosas demasiado bien! Por ejemplo, con un texto como:«Háganlo todo sin quejas ni contiendas» (Fil 2:14), el problema no es comprenderlo sino obedecerlo, ponerlo en práctica. 
También coincidimos en que el predicador o maestro con demasiada frecuencia es proclive a hurgar primero y mirar después, y en consecuencia encubrir el significado llano del texto, que a menudo está en la superficie. Permítanos decir al principio —y repetir en todas partes— que la meta de una buena interpretación no es la originalidad; no se trata de descubrir lo que nadie ha visto antes. 
Una interpretación que tiene la meta o el propósito de lograr la originalidad puede atribuirse por lo general al orgullo (a un intento de «deslumbrar» al resto del mundo), una equivocada comprensión de la espiritualidad (en la que la Biblia está llena de verdades ocultas que esperan por una persona espiritualmente sensible con una especial perspicacia para que las desentierre), o intereses disfrazados (la necesidad de apoyar un prejuicio teológico, especialmente al tratar con textos que parecen contradecir ese prejuicio). 
Las interpretaciones originales están normalmente equivocadas. Esto no es decir que la correcta comprensión de un texto no pueda aparecer a menudo original a alguno que la escucha por primera vez. Pero sí que la originalidad no es la meta de nuestra tarea. La meta de una buena interpretación es simple: captar el «significado llano del texto». Y el ingrediente más importante que aportamos a esta tarea es el sentido común bien informado. La prueba de una buena interpretación es que hace que el texto tenga sentido. 
Por lo tanto, una interpretación correcta da un respiro a la mente a la vez que aguijonea el corazón. Pero si lo único que concierne a la correcta interpretación es el significado llano, ¿para qué interpretar? ¿No proviene el significado llano de una simple lectura? En cierto sentido, sí. Pero en un sentido más profundo, un argumento como ese es ingenuo e irreal debido a dos factores: la naturaleza del lector y la naturaleza de la Biblia.
La primera razón por la que se necesita aprender cómo interpretar es que, nos guste o no, cada lector es al mismo tiempo un intérprete. Esto es, la mayoría de nosotros asume mientras leemos que también comprendemos lo que leemos. También tendemos a pensar que nuestra comprensión se equipara con el objetivo del Espíritu Santo o del autor humano. No obstante, traemos invariablemente al texto todo lo que somos, con todas nuestras experiencias, cultura y previa comprensión de las palabras e ideas. 
A veces lo que traemos al texto, seguramente sin intención, nos lleva por mal camino, o si no hace que leamos toda clase de ideas ajenas al texto. De esa manera, cuando una persona de nuestra cultura escucha la palabra «cruz», siglos de arte y simbolismo cristiano hacen que la mayoría de la gente piense automáticamente en una cruz romana (†), aunque es muy poco probable que esa fuera la forma de la cruz de Jesús, que probablemente tenía el aspecto de una «T». 
La mayoría de los protestantes, y también de los católicos, cuando leen un texto sobre la iglesia en el culto, automáticamente visualizan a gente sentada en un edificio con «bancos» muy parecidos a los nuestros. 
Cuando Pablo dice: «No proveáis para los deseos de la carne» (RVR-60), las personas en la mayoría de las culturas de habla hispana tiende a pensar que «carne» significa «cuerpo» y que por lo tanto Pablo habla de los «apetitos del cuerpo». Pero la palabra «carne» tal como Pablo la usa, muy rara vez se refiere al cuerpo —y en este texto casi seguramente no lo hizo— sino a una dolencia espiritual llamada a veces «la naturaleza pecadora», que denota una existencia totalmente centrada en sí misma. Por lo tanto, sin proponérselo, el lector interpreta mientras lee, y desafortunadamente demasiado a menudo interpreta de manera incorrecta. 
Esto nos lleva además a notar que de todos modos el lector de una Biblia castellana ya tiene una interpretación. Porque una traducción es en sí misma una (necesaria) forma de interpretación. Su Biblia, no importa la traducción que utilice, la cual es su punto de partida, de hecho es el resultado final de mucho trabajo erudito. A los traductores se les pide por lo regular que tomen decisiones relativas a significados, y sus decisiones afectarán cómo usted comprende. Por consiguiente, los buenos traductores toman en consideración el problema de nuestras diferencias idiomáticas. Pero no es una tarea fácil. 
En Romanos 13:14, por ejemplo, ¿debemos traducir «carne» (como en RVR-60, RVR-95, BJ, RVA), debido a que es la palabra que usó Pablo, y entonces dejar que un intérprete nos diga que «carne» no significa «cuerpo»? ¿O debemos «ayudar» al lector y traducir «naturaleza pecaminosa» (como en NVI) o «desordenados apetitos» (como CB) porque esto se aproxima más a lo que Pablo realmente quiso decir? Retomaremos esta cuestión con más detalle en el siguiente capítulo. 
Por ahora es suficiente para señalar cómo el hecho de la traducción en sí misma ya abarca una de las tareas de interpretación. La necesidad de interpretar también se debe fundar en la percepción de lo que ocurre en derredor nuestro todo el tiempo. Una simple mirada a la iglesia contemporánea, por ejemplo, evidencia con mucha claridad que no todo «significado llano» es igualmente llano para todos. 
Es más que un interés pasajero notar que la mayoría de aquellos que argumentan en la iglesia de hoy que las mujeres deben mantenerse en silencio en la iglesia sobre la base de 1 Corintios 14:34-35 al mismo tiempo niegan la validez de hablar en lenguas y profetizar, el preciso contexto en que ocurre el pasaje del «silencio». Y aquellos que afirman sobre la base de 1 Corintios 11:2-16 que las mujeres deben orar y profetizar al igual que los hombres normalmente niegan que deben hacerlo con las cabezas cubiertas. 
Para algunos, la Biblia «enseña con claridad» el bautismo de los creyentes por inmersión; otros creen que pueden demostrar con la Biblia el bautismo de infantes. La «seguridad eterna» y la posibilidad de que alguien «pierda la salvación» se predican en la iglesia, ¡pero nunca lo hace la misma persona! A pesar de eso se afirman ambas como el significado llano de textos bíblicos. Aun los dos autores de este libro tienen algunas discrepancias sobre el significado «claro» de ciertos textos. Pero todos leemos la misma Biblia, y tratamos de ser obedientes a lo que el texto dice «con claridad».
Fuera de estas diferencias reconocibles entre cristianos que creen en la Biblia, también salen a flote todo tipo de cosas extrañas. Por lo general se pueden reconocer las sectas, por ejemplo, porque aceptan otra autoridad aparte de la Biblia. Pero no todos lo hacen; y en todo caso tuercen la verdad por la forma en que seleccionan los textos de la Biblia. 
Toda herejía o práctica imaginable —desde el arrianismo de los Testigos de Jehová (que niega la divinidad de Cristo), al bautismo de los muertos entre los Mormones, a la manipulación de serpientes por sectas apalaches — afirman estar «respaldadas» por un texto. Aun entre gente teológicamente más ortodoxa, muchas ideas extrañas se las arreglan para obtener aceptación en varias denominaciones. Por ejemplo, una de las furias actuales entre protestantes americanos, especialmente carismáticos, es el llamado evangelio de salud y prosperidad. La «buena noticia» es que la voluntad de Dios es que usted sea próspero financiera y materialmente. 
Uno de los defensores de este «evangelio» comienza su libro alegando el «significado llano» de la Biblia y afirmando que la Palabra de Dios es fundamental a lo largo de su estudio. Dice que lo importante no es lo que pensamos sino lo que de veras dice. Lo que él busca es el «significado llano». Pero uno comienza a preguntarse qué es de verdad el «significado llano» cuando se propone la prosperidad como la voluntad de Dios a partir de un texto como 3 Juan 2: «Querido hermano, oro para vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente» (NVI), texto que de hecho no tiene nada que ver con la prosperidad financiera
Otro ejemplo toma el significado llano de la historia del joven rico (Marcos 10;17-22) como precisamente lo opuesto «de lo que esta dice» y atribuye la «interpretación» al Espíritu Santo. Hay que preguntarse con razón si lo que del todo se busca es el significado llano; quizá el significado llano no sea más que lo que ese autor quiere que el texto diga a fin de apoyar algunas ideas favoritas. Dada toda esta diversidad, tanto dentro como fuera de la iglesia, y todas las diferencias incluso entre eruditos, quienes se espera que conozcan «las reglas», no extraña que algunos estén a favor solo de leer, no de interpretar. Pero como hemos visto, esta es una opción falsa. El antídoto para una mala interpretación no es renunciar a interpretar sino una buena interpretación, basada en las directivas del sentido común. Los autores de este libro trabajan sin hacerse ilusiones de que leyendo y siguiendo nuestras orientaciones todo el mundo coincidirá al mal en cuanto al «significado llano», ¡nuestro significado! Lo que sí esperamos alcanzar es elevar la sensibilidad del lector hacia los problemas específicos inherentes a cada género, ayudar al lector a conocer por qué existen diferentes opciones y cómo formular juicios sensatos, y especialmente capacitar al lector para discernir entre las interpretaciones buenas y no tan buenas, y conocer lo que las hace ser una cosa o la otra.
Una razón más significativa para interpretar reside en la naturaleza misma de la Biblia. Históricamente la iglesia ha entendido la naturaleza de la Biblia casi de la misma manera que ha entendido la persona de Cristo: la Biblia es al mismo tiempo humana y divina. «La Biblia», se ha dicho con razón, «es la Palabra de Dios dada en la historia en palabras humanas». Esta naturaleza dual de la Biblia es la que nos demanda la tarea de interpretación. 
Como la Biblia es la Palabra de Dios, ella tiene relevancia eterna ; le habla a toda la humanidad, en toda era y toda cultura. Debido a que es la Palabra de Dios, debemos escuchar y obedecer. Pero como Dios decidió pronunciar su Palabra a través de palabras humanas en la historia, todo libro de la Biblia posee también un carácter histórico; cada documento está condicionado por el lenguaje, el tiempo, y la cultura en la que originalmente se escribió (y en algunos casos también por la historia oral que tuvo antes de que lo escribieran). La «tensión» que existe entre su relevancia histórica y su particularidad histórica es lo que demanda una interpretación de la Biblia. 
Por supuesto, hay algunos que creen que la Biblia no es más que un libro humano, y que contiene solo palabras humanas en la historia. Para estas personas la tarea de interpretar está limitada a una búsqueda histórica. Su interés, al igual que al leer a Cicerón o a Milton, está dirigido a las ideas religiosas de los judíos, Jesús o la iglesia primitiva. Por consiguiente, la tarea para ellos es puramente histórica. ¿Qué significaban estas palabras para la gente que las escribió? ¿Qué pensaban de Dios? ¿Cómo se veían a sí mismos? Por otro lado, hay los que piensan en la Biblia solo en términos de su relevancia eterna. Como es la Palabra de Dios, tienden a pensar que es solo una colección de propuestas que se deben creer e imperativos que se deben obedecer, pese a que hay mucho de picoteo y selección entre las propuestas y los imperativos. 
Por ejemplo, hay cristianos que, sobre la base de Deuteronomio 22:5 («La mujer no se pondrá ropas de hombre»), alegan que una mujer no debe utilizar pantalones o shorts, porque se estima que son «ropas masculinas». Pero las mismas personas rara vez toman literalmente los otros imperativos de esta lista, la que incluye construir una baranda alrededor de la azotea (v. 8), ni sembrar diferentes tipos de semilla en una viña (v. 9), y poner borlas en las cuatro puntas del manto con que se cubren (v. 12). 
La Biblia, sin embargo, no es una serie de propuestas e imperativos; no es solo una colección de «Máximas del Dios Presidente», como si este nos mirase desde el cielo y dijera: «Oye, tú allá abajo, aprende estas verdades. 
Número  1, No hay Dios sino uno, y ese soy yo. Número 2, Soy el Creador de todas las cosas, incluyendo la humanidad, y así sucesivamente, hasta la propuesta número 7.777 y el imperativo número 777. Por supuesto, estas propuestas son ciertas, y se hallan en la Biblia (aunque no exactamente de esta forma). 
De hecho un libro pudiera haber hecho más fáciles para nosotros muchas cosas. Pero, por dicha, esa no es la forma en que Dios decidió hablarnos. Antes bien, quiso comunicar sus verdades eternas dentro de las circunstancias y acontecimientos particulares de la historia humana. Esto también es lo que nos da esperanza. Y porque Dios decidió hablar en el contexto mismo de la historia humana, debemos cobrar ánimo y pensar que estas palabras hablarán una y otra vez en nuestra historia «real», como lo han hecho a lo largo de la historia de la iglesia. El hecho de que la Biblia tiene un lado humano es lo que nos alienta, y también es nuestro reto, y el motivo por el que necesitamos interpretar. Hay que señalar dos cosas a este respecto: 

  1. Una de las cosas más importantes del lado humano de la Biblia es que, a fin de comunicar Su Palabra a todas las condiciones humanas, Dios decidió utilizar casi todo tipo de comunicación: relatos históricos, genealogías, crónicas, leyes de todos los tipos, poesía de todos los tipos, proverbios, oráculos proféticos, acertijos, drama, bosquejos biográficos, parábolas, cartas, sermones, y revelaciones apocalípticas. Para interpretar adecuadamente el «entonces y allí» de los textos bíblicos, debemos conocer no  sólo algunas reglas generales que se aplican a todas las palabras de la Biblia, sino también las reglas especiales que se aplican a cada uno de estas formas literarias (géneros). La manera en que Dios nos comunica su Palabra en el «aquí y ahora» diferirá a menudo de una forma a otra. Por ejemplo, necesitamos conocer cómo un salmo, una forma frecuentemente dirigida a Dios, funciona como la Palabra de Dios para nosotros, y cómo ciertos salmos difieren de otros, y cómo todos ellos difieren de «las leyes», que fueron a menudo dirigidas a gente en situaciones culturales que ya no existen. ¿Cómo nos hablan esas «leyes», y cómo difieren de las «leyes» morales, que siempre son válidas en todas las circunstancias? Esas son las preguntas que la naturaleza dual de la Biblia nos impone. 
  2. Al hablar a través de personas de carne y hueso, en una variedad de circunstancias, durante un período de 1500 años, la Palabra de Dios se expresó en el vocabulario y por medio de los patrones de esas personas y estuvo condicionada por la cultura de esos tiempos y circunstancias. En otras palabras, la Palabra de Dios para nosotros fue antes Palabra de Dios para ellos. Si iban a escucharla, esta solo podría llegar a través de hechos y en un lenguaje que ellos pudieran haber entendido. Nuestro problema es que estamos muy lejos de ellos en el tiempo, y algunas veces en el pensamiento. Este es el motivo principal por el que hace falta aprender a interpretar la Biblia. Si la Palabra de Dios sobre las mujeres que usan ropas de hombres o las personas que construyen barandas alrededor de la azotea se refieren a nosotros, primero necesitamos saber qué le dijo a sus destinatarios originales y por qué. De manera que la tarea de interpretar involucra al estudiante/lector a dos niveles. Primero, hay que escuchar la Palabra que ellos escucharon; usted debe tratar de comprender lo que se les dijo a ellos entonces y allí (exégesis). Segundo, debe aprender a escuchar la misma Palabra en el aquí y ahora (hermenéutica). 
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jueves, 25 de agosto de 2016

Vela en todo, soporta las aflicciones haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio... redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina......declarando y proponiendo que convenía que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




PREDICAR LA PALABRA , EXHORTAR CON TODA DOCTRINA
       LA IMPORTANCIA DE LA PREDICACIÓN
Corría el año sesenta y seis. Desde la húmeda celda romana en que aguardaba su proceso final, el anciano Pablo escribía a Timoteo, su hijo en la fe. Era su última carta, y en ella vertía el alma en palabras de consejo, de estímulo, de exhortación y de advertencia. Ya para terminar, reunió la esencia de todo lo dicho en un gran encargo final:
  “Requiero yo pues delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas. Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser ofrecido, el tiempo de mi partida está cercano”.
¡El deber principal de Timoteo era el de predicar! Los motivos más solemnes lo impulsaban a ello. Pablo pronto dejaría de existir. Callada la voz de aquel que “desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico” había “llenado todo del evangelio de Cristo” era menester que otra voz anunciara las buenas nuevas. Además, la oportunidad pasaba. 
Se divisaban ya los tiempos en que los hombres no prestarían atención al mensaje de vida sino que buscarían a maestros que halagaran sus oídos con palabras melífluas de una falsa paz. Por tanto había que aprovechar la oportunidad presente. 
Otro motivo era el hecho de estar actuando constantemente “delante de Dios”. El ojo divino lo vigilaba, tomando nota de su labor. Por último, la perspectiva de juicio final en que el Señor Jesús, “el Príncipe de los pastores”, premiaría con “corona incorruptible de gloria” a los que hubieran desempeñado su comisión con fidelidad, le animaba a ser constante y cumplido en su ministerio de la predicación.
Las palabras dirigidas a Timoteo tienen una aplicación perenne a la iglesia del Señor. Su tarea principal es la predicación. Cuando Cristo subió al monte y llamó a sí a los que quiso y estableció a los doce como cuerpo apostólico, su propósito fue “para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen potestad de sanar enfermedades, y de echar fuera demonios”. 
La comunión con Cristo sería su preparación; los milagros de sanidad serían credenciales para su mensaje en el tiempo transitorio de la cimentación de la causa cristiana en un mundo hostil; la obra central había de ser la de predicar. Cuando los doce fueron enviados de dos en dos a recorrer la provincia de Galilea, sus instrucciones fueron: “Y yendo, predicad...” 
Cuando los apóstoles pidieron una señal de la futura venida del Señor y del fin del mundo, les indicó que sería “predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio  a todos los gentiles; y entonces vendrá el fin”. Y cuando el Maestro quiso reducir a la forma más breve posible su gran comisión, la expresó en estas palabras: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura”.
La primacía de la predicación fue bien entendida por la iglesia primitiva. Cuando Felipe descendió a la ciudad de Samaria, “les predicaba...” Cuando Pedro se presentó ante el centurión romano en Cesarea, le dijo que el Señor “nos mandó que predicásemos...” cuando los filósofos atenienses quisieron describir a Pablo, dijeron: “Parece que es predicador...” Y tuvieron mucha razón porque el mismo apóstol consideraba que la predicación era su tarea principal, como vemos en su declaración a la iglesia de Corinto, cuando dijo: “Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”. Tan así era que Pablo conceptuaba como una imposibilidad el que las gentes creyesen “sin haber quien les predique”. “Así predicamos,” dijo, “y así habéis creído”.
Por esto el doctor E. C. Dargan, en su monumental Historia de la Predicación, ha dicho lo siguiente:
  El fundador del cristianismo fue a la vez el primero entre sus predicadores; pero fue anticipado por su precursor y seguido de sus apóstoles, y en la predicación de éstos la proclamación y enseñanza de la Palabra de Dios por medio del discurso público fue convertida en rasgo esencial y permanente de la religión cristiana.
La historia confirma esta declaración. Al través de los siglos es notable el hecho de que el mayor extendimiento del Reino de Dios en la tierra ha coincidido precisamente con las épocas en que más ha florecido la predicación de la Palabra.
LA PREDICACIÓN DEFINIDA
Pero, ¿qué es lo que entendemos por predicación? Entre las muchas definiciones que han sido elaboradas, la mejor conocida, sin duda, es aquella  que expuso el obispo Phillips Brooks en 1876 en una serie de conferencias ante los estudiantes para el ministerio en la Universidad de Yale.
  La predicación es la comunicación de la verdad por un hombre a los hombres. Tiene en sí dos elementos: la verdad y la personalidad. No puede prescindir de ninguno de estos dos elementos y ser todavía la predicación. La verdad más cierta, la declaración más autoritativa de la voluntad divina, si es comunicada a los hombres de cualquier otro  modo que no sea a través de la personalidad de un hombre hermano, no es una verdad predicada. Supóngase que esta verdad esté escrita sobre los cielos, o supóngala como incorporada en un libro que ha sido tenido por una pronunciación directa de Dios durante tantos años que la viva personalidad de los hombres que lo escribieron ha quedado casi borrada, en ninguno de estos casos hay predicación. 
Por otra parte, si los hombres comunican a los demás hombres algo que no pretenden que sea la verdad, si emplean sus poderes de persuasión o de entretenimiento para logar que se preste atención a sus propias especulaciones o con el fin de que sea hecha su propia voluntad, o que sean aplaudidos sus propios talentos; eso tampoco es predicación. Lo primero carece de la personalidad, y lo segundo de la verdad. Y la predicación es la presentación de la verdad a través de la personalidad. Forzosamente es necesario ambos elementos.
Sin restar ningún mérito a esta clásica definición, podemos sugerir la conveniencia de agregarle cuando menos dos elementos más. Por una parte, debe ser especificado que la verdad que constituye el material de la predicación cristiana es preeminentemente de índole religiosa y que tiene por su centro de referencia al Cristo crucificado y resucitado. 
A este respecto es mejor la definición de Bernardo Manning. “La predicación es una manifestación del Verbo Encarnado desde el Verbo escrito y por medio del verbo hablado”. Reconocemos el hecho de que toda verdad es de Dios, y admitimos el derecho, y aun la obligación, del predicador de utilizar toda clase de conocimiento en la elaboración de sus mensajes. A semejanza de Eliú tomará su noticia de lejos, y atribuirá justicia a su Hacedor. Pero no es por demás insistir en que la provincia peculiar del púlpito cristiano es la verdad divina así
como ésta se ha dado a conocer en Cristo Jesús y así como ha sido conservada en las Sagradas Escrituras.
También tenemos que notar que la definición de Brooks deja de mencionar el proposito de la predicación. Es ésta una falta de serias proporciones, aunque en justicia hay que decir que en el curso de sus conferencias, al tratar del sermón, Brooks sí abordó el asunto del propósito con claridad y acierto. “Un sermón,” dijo, “existe por su propósito y para su propósito, a saber, el de persuadir y mover las almas de los hombres”. Es de lamentarse que este elemento no haya sido incorporado desde un principio en la famosa definición de la predicación. 
Transcribimos en seguida tres definiciones que, a nuestro juicio, son mejores que las dos antes anotadas. El ellas se deja ver un debido hincapié sobre el propósito de la predicación.
Según el doctor A. E. Garvie, la predicación es “la verdad divina al través de la personalidad humana para vida eterna”.
Andrés W. Blackwood se ha expresado en estos términos: “¿Qué es o que entendemos por la predicación? Significa la verdad divina comunicada a través de la personalidad, o sea la verdad de Dios proclamada por una personalidad escogida con el fin de satisfacer las necesidades humanas”.
Por su admirable brevedad y simetría, el que esto escribe prefiere la definición dada por Pattison: “La predicación es la comunicación verbal de la verdad divina con el fin de persuadir”.
 ANALIZANDO LA DEFINICIÓN
Vale la pena detenernos aquí para hacer un análisis de esta última definición.

  1. Observemos en primer lugar cuál es el material de la predicación. Es “la verdad divina”. En un sentido puede decirse que toda verdad es “verdad divina”, puesto que Dios es verdad y que al crear cuanto existe imprimió en todo el sello de su propia veracidad. Y como la verdad, siendo fundamentalmente una, no puede contradecirse a sí misma, una verdad científica o comercial puede ser considerada como una verdad divina. Sin embargo, una conferencia sobre la desintegración del átomo o sobre las ventajas del   comercio internacional no sería, de ninguna manera, una predicación.

Dargan nos cuenta cómo en Alemania, hacia fines del siglo dieciocho cuando el racionalismo estaba en su apogeo, partiendo de la discusión de temas morales, desprovistos de una sólida base doctrinal, el púlpito degeneró cada vez más hasta quedar en la vergüenza de presentar “sermones” sobre temas como los siguientes: 
  • “El Peligro de Ser Sepultado Vivo” (un sermón para el domingo de Resurrección); 
  • “El Temor a los Fantasmas”; 
  • “La Preferencia de la Alimentación del Ganado en el Establo Sobre la Práctica de Pastarlos en el Campo”; y 
  • “La Bendición Inefable del Cultivo de la Patata”. También discutieron el valor del café como bebida y la importancia de la vacunación contra la viruela.
Semejantes temas constituyen nada menos que una prostitución del púlpito. La verdad de que legítimamente se ocupa la predicación cristiana es netamente religiosa y esencialmente bíblica. Es religiosa porque tiene que ver con las grandes realidades acerca de Dios y el hombre, del pecado y la salvación, del tiempo y la eternidad, del cielo y el infierno. Es bíblica porque toma de la fuente pura de las Sagradas Escrituras sus temas y los contornos generales del desarrollo de ellos.
  • Veamos en seguida cuál es el método de la predicación. Es “la comunicación verbal”. Aquí cabe la declaración de un gran maestro de homilética del siglo pasado: “Por predicación no se quiere significar simple y principalmente el acto de repartir Biblias impresas, el vivir santamente, ni el uso del canto llano y del ritual en el culto, sino la proclamación personal, pública y autoritativa de la verdad de Dios a los hombres por medio de un hombre.” Esta idea fundamental de “la comunicación verbal” se revela claramente al examinar los diferentes verbos griegos traducidos por la voz “predicar” en la Versión de Valera. Dos veces ésta representa la traducción de laleo, verbo que significa simple y llanamente “hablar”, como puede verificarse por una referencia a otros pasajes en que la misma palabra griega es empleada Siete veces la palabra “predicar” es la traducción de euaggelizo, vocablo que significa “traer buenas noticias” o “anunciar alegres nuevas” o “proclamar las buenas nuevas”. El mismo verbo aparece en otros cuarenta pasajes más donde es traducido generalmente “anunciar”. El otro verbo griego traducido “predicar” es kerusso, que significa “proclamar públicamente como un heraldo” con la sugestión siempre de ”formalidad, gravedad y de una autoridad que demanda atención y obediencia”. Este verbo aparece sesenta y una veces en el Nuevo Testamento. Cincuenta y cinco veces es traducido “predicar”; tres veces “publicar”, dos veces “pregonar” y una vez “divulgar”.
Lo dicho hasta aquí basta para comprobar que “la comunicación verbal” de la verdad divina es el método divinamente ordenado para la predicación del evangelio. Pero es necesario hacer constar que dentro de este método existe una saludable variedad. Aparte de los términos mencionados ya, existen varias otras expresiones en nuevo Testamento que describen los discursos cristianos. Sólo en el libro de Los Hechos se encuentran veinticuatro de ellas, tales como “exhortar”, “testificar”, “disputar”, “afirmar”, “persuadir”, “amonestar”, “profetizar”, “disertar”, “enseñar”, “alegrar” y otras más. En términos generales podemos decir que había cuatro tipos principales de discurso en la predicación apostólica.
  • En primer lugar encontramos el discurso informal o familiar. De esto tenemos evidencia en Marcos 2:2; Hechos 4:1, 31 y 14:25, donde se emplea la palabra “hablar”, y en Hechos 20:11, donde la expresión del original (jomileo) significa “platicar”. En este último pasaje se trata del discurso de Pablo ante los creyentes de Troas cuando el apóstol “alargó el discurso hasta la media noche... y disputaba largamente”. La palabra traducida “disputaba” da la idea de un discurso argumentativo de pensamientos bien ponderados. Tal discurso adormeció a cuando menos uno de los hermanos, pues leemos que  “un mancebo llamado Euticho... tomado de un sueño profundo... postrado del sueño cayó del tercer piso abajo”. Cuando el pobre de Euticho fue restaurado  a sus cabales, leemos que Pablo “habló largamente hasta el alba”. Pero aquí la palabra es “platicó”. Aunque el susto que todos llevaron con el descalabro de Euticho fue suficiente, sin duda, para quitarles el sueño, creo no hacer violencia  a la recta interpretación bíblica al sugerir que el cambio en el tipo de discurso ayudó también para mantener despierta a la congregación durante el resto de la noche. Tal vez en esta experiencia apostólica podrán encontrar una fructífera sugestión algunos predicadores de la actualidad. Indica que el discurso informal o familiar es más fácilmente seguido por las mentes cansadas o poco disciplinadas, y aconseja la práctica de variar la intensidad del discurso, aun dentro de los límites de un solo sermón, para proporcionar descansos mentales a los oyentes.
  • El segundo tipo de discurso empleado por los apóstoles fue el explicativo. Dieciséis veces en Los Hechos se emplea el verbo “enseñar” para describir los discursos apostólicos. Esto en sí sería suficiente para indicar la existencia del discurso explicativo, pero tenemos evidencia todavía más clara. En Hechos 17:1-4 hallamos la historia de la actividad del apóstol Pablo en Tesalónica. Siguiendo su plan acostumbrado de trabajo, al llegar a la nueva ciudad se  dirigió primero a la sinagoga judía, y por tres sábados consecutivos “disputó con ellos de las Escrituras, declarando y proponiendo que convenía que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, al cual yo os anuncio, decía él, éste era el Cristo”.
Por el momento nos interesan en este pasaje dos términos, traducidos “declarando y proponiendo”. 
  • El primero traduce la palabra griega dianoigon que significa literalmente “abriendo por el procedimiento de la separación de las partes constituyentes”, o sea “abriendo completamente lo que antes estaba cerrado”, Se emplea en las Escrituras en el relato del milagro de Jesús cuando abrió los oídos al sordo y del descorrer del velo celestial que permitió a Esteban ver “la gloria de Dios... y al hijo del Hombre en pie a la diestra de Dios”. 
Es el mismo término que usaron los discípulos del camino de Emmaús al exclamar; “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras”? Esta palabra, pues, que la Versión de Valera traduce “declarando”, indica un procedimiento completamente pedagógico mediante el cual el predicador apostólico analizaba las Escrituras, profundizándose en ellas y descubriendo su hondo y verdadero significado. Indica todo aquello que cabe legítimamente en el término    “exégesis”.
  • El segundo término, “proponiendo”. Es una traducción más fiel de la palabra que aparece en el griego del Nuevo Testamento. Esta palabra es paratithémenos y significa literalmente “colocando delante de”, como, por ejemplo, cuando la comida es colocada delante de los que están a la mesa. En su sentido figurado significa “explicar” e indica un proceso de síntesis, dando a entender todo aquello que legítimente cabe en el uso homilético de la palabra “exposición”. Vemos, entonces, que la exposición presupone la exégesis, y que ésta es el fundamento indispensable de aquélla, cosa que sugiere un pensamiento adicional que no aparece tal vez en nuestro pasaje, pero que si constituye una legítima inferencia, a saber: que la exégesis pertenece principalmente al cuarto de estudio del predicador, mientras que la exposición es provincia peculiar del púlpito.
c. Otro tipo de discurso empleado por los apóstoles fue el argumentativo. Ya hemos hecho alusión a él en los párrafos anteriores. Su uso es indicado de dos maneras. Por una parte, por el término dialégomai, traducido “disputar” en Hechos 20:9 y “disertar” en Hechos 24:25. Esta voz griega significa “pensar uno cosas diferentes consigo mismo; mezclar pensamiento con pensamiento; ponderar; revolver en la mente; argumentar o discutir”. En el primer pasaje mencionado describe el discurso de Pablo en la ocasión del accidente sufrido por Euticho, y que ha sido comentado ya. En el segundo pasaje describe el discurso de Pablo ante Félix, el gobernador romano, hombre cuya preparación intelectual le capacitaba para seguir el curso de un argumento lógico.
La segunda manera de saber que el discurso argumentativo ocupaba un lugar prominente en el repertorio de los predicadores apostólicos es por la lectura de sus sermones. En la introducción de su sermón del Día de Pentecostés, Pedro empleó la refutación, y más adelante, sobre la base del hecho de la muerte y sepultura de David, fundó un argumento para probar que en el Salmo 16  David, había profetizado la resurrección de Cristo. La defensa de Esteban ante el sanedrín es un continuo argumento de analogía histórica en que refuta la acusación hecha en su contra de haber hablado “palabras blasfemas contra este lugar santo (el templo) y la ley”, demostrando paralelamente dos cosas.
  1. Primero, que él no blasfemaba al hablar de la destrucción del templo, puesto que Dios nunca había limitado la revelación de sí mismo al templo; se había manifestado a Abraham en Ur de los Caldeos, a José en Egipto, y a Moisés en el desierto de Madián; y cuando Salomón por fin le edificó un templo, en su oración dedicatoria había confesado que “el Altísimo no habita en templos hechos de mano”. 
  2. En segundo lugar, no pecaba él, sino sus mismos  acusadores, puesto que exactamente como Abraham había demorado en Charán hasta la muerte de su padre; así como los hermanos de José lo vendieron a él a la esclavitud; de la misma manera en que los hebreos habían desechado la primera vez a Moisés; así también ellos habían sido rebeldes a Dios al rechazar a Jesús como su Mesias y Salvador. Todo el sermón es un poderoso argumento, basado en una serie de analogías.
Es demasiado vasto el material de que disponemos en el libro de Los Hechos para que lo mencionemos todo aquí. Bastará con un ejemplo más.
Refiriéndonos otra vez al incidente consignado en Hechos 17:2,3, vemos un hermoso ejemplo del argumento deductivo en forma silogística. Dice el versículo 3: “...declarando y proponiendo que convenía que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, el cual yo os anuncio, decía él, éste era el Cristo”. Este argumento es propiamente un entimema, es decir, un silogismo incompleto en que una de las proposiciones queda sobreentendida, pero podemos reconstruirlo en la siguiente forma:
  Premisa mayor: “Convenía que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos”.
 Premisa Menor: “Jesús padeció y resucitó de los muertos”. (Esta premisa queda sobreentendida por el tenor general del argumento.)
  Conclusión: Por tanto, “Jesús, el cual yo os anuncio, éste es el Cristo”.
d. Por último tenemos el discurso declarativo. Aquí tenemos el tipo de discurso que más que cualquier otro indica la índole esencial de la predicación verdadera. Es el tipo indicado por dos verbos muy comunes en el Nuevo Testamento: euaggelizo y kerusso. El primero significa “traer buenas noticias; anunciar alegres nuevas; o proclamar las buenas nuevas”. El segundo significa “pregonar públicamente como un heraldo, siempre con la sugestión de formalidad, gravedad y de una autoridad que demanda atención y obediencia”. Como se ve por estas definiciones, se trata de un discurso cuya idea característica es la de un anuncio, de una proclamación, de un pregón. No se trata de probar, sino simplemente de manifestar. No es cuestión de emitir un juicio respecto al significado de algún hecho, sino más bien de dar testimonio del hecho mismo. Esta fue la tarea de los cristianos primitivos: ser testigos.
Pero, ¿qué era aquello que habían de atestiguar? Habían de ser testigos de la Persona más gloriosa y de la obra más grande de que jamás hubo noticia.
¡Habían de anunciar a Jesús y la resurrección! Siendo tal el tema de su pregón, podemos entender el fervor, la pasión, el celo con que se consagraron a la  tarea. Había perdón para los pecados más viles; había pureza para el más corrompido corazón. Había poder y victoria para los derrotados; había consuelo y paz para los tristes y afligidos. Con razón dijeron los apóstoles: “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Proclamaron como heraldos la regia venida del Mesías Salvador. Anunciaron la buena nueva de  que en Jesús el Reino de Dios se hacía una realidad en el corazón arrepentido y creyente. ¡Y esto es, hasta hoy, la esencia de la predicación cristiana!
Entendemos, pues, por qué Pattison, después de referirse a los diferentes tipos de discurso empleados por los apóstoles, terminó su discusión con estas palabras: “La predicación apostólica era una combinación de todos estos procedimientos, saturada con oraciones y con lágrimas”.
Volviendo ahora al análisis de la definición de la predicación, recordamos que hemos discutido sus primeras dos partes: el material y el método de la predicación. 
Resta considerar cuál es su meta. Es la de persuadir. La persuasión era nota característica de la predicación apostólica. Lo vemos tanto en el tono urgente de sus discursos como en los resultados que obtuvieron.
El apóstol Pedro predicaba para persuadir. Al final de su sermón en el Día de Pentecostés, leemos que “con otras muchas palabra testificaba y exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación”. Lo mismo puede decirse del apóstol Pablo. Cuando estuvo con los ancianos de la iglesia de Efeso en Mileto les recordó cómo por tres años de día y de noche no había cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. 
Ante la mofa incrédula del rey Agripa reveló cuán profundo era su anhelo de persuadir, clamando: “¡Pluguiese a Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, mas también todos los que hay me oyen fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas prisiones”. Y en su carta a la iglesia de Corinto descubrió las fuentes de su pasión, diciendo: “Estando pues poseídos del temor del Señor, persuadimos a los hombres...
Porque el amor de Cristo nos constriñe... como si Dios rogase por medio nuestro”. Por último, Judas, el medio hermano del Señor, da cima a este sentimiento de persuasión con su ferviente exhortación; “Mas haced salvos a los otros por temor, arrebatándolos del fuego”.
Tal espíritu de urgencia no dejó de tener su efecto. En Jerusalén leemos que “fueron compungidos de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: “Varones hermanos, ¿qué haremos?... Y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas”. En Iconio los apóstoles “hablaron de tal manera que creyó una grande multitud de Judíos, y asimismo de Griegos”. En Tesalónica los judíos dieron testimonio de la efectividad de la predicación apostólica, diciendo: “Estos que alborotan el mundo, también han venido acá”. 
Y en Efeso el platero Demetrio desahogó su resentimiento por causa de las pérdidas sufridas en el negocio de la fabricación de ídolos, diciendo: “Y veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso, sino a muchas gentes de casi toda el Asia, ha apartado con persuasión, diciendo, que no son dioses los que se hacen con las manos”.
Los apóstoles predicaban para persuadir. Esta es la meta de la predicación. Como dijo G. Campbell Morgan:
  Toda predicación tiene un solo fin, a saber: el de tomar cautiva la ciudadela central del alma humana, o sea la voluntad. El intelecto y las emociones constituyen vías de acercamiento que debemos utilizar. Pero lo que tenemos que recordar siempre es que no hemos logrado el verdadero fin de la predicación hasta no haber alcanzado la voluntad, constriñéndola a hacer sus elecciones de acuerdo con la Verdad que proclamamos.

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